Estela funeraria antigua respetada al construir el llamado Südbau de la ciudad de Kolonna, Egina.
En su tragedia Andrómaca Eurípides escribió los siguientes versos (774-5):
El tiempo no borra el recuerdo de los hombres ilustres; su excelencia resplandece incluso cuando han muerto.
La palabra traducida como “recuerdo” es
leípsana, que descansa sobre la versión griega de la raíz indoeuropea que nos legó reliquia. Ese resto, ese recuerdo en este caso, que a ojos de Eurípides el tiempo no logrará vencer, es el conjunto de hechos admirables que hizo una persona, aunque esta es sólo una posibilidad de traducción. Otra variante está relacionada con el resto del afecto que queda en los vivos. Da la sensación de que los griegos transmitieron con
leípsanon tanto los sentimientos de los vivos como con los despojos y la fama de los muertos. Así parece sugerirlo el siguiente poema parecido a un epitafio escrito por Meleagro e incorporado a la conocida como Antología Palatina (VII 476):
Que el don de mis lágrimas llegue allá abajo, Heliodora; reliquias de mi amor, desciendan hasta el Hades. Son lágrimas tristes que ofrendo al sepulcro doliente, nostálgicos recuerdos de lo que fue un cariño. Con dolor, en un vano homenaje a Aqueronte, solloza Meleagro por ti, querida entre los muertos. ¡Ay! ¿A dónde se fue aquella flor para mí deleitable? Hades se la llevó manchándola de polvo. ¡Oh, tierra, la madre de todos, a ti te suplico que tu regazo acoja dulcemente a mi amada! (Trad. de M. Fernández-Galiano).
Por otra parte, ya he mencionado que el término se refiere a los restos del difunto, lo cual curiosamente asocia en la misma palabra tanto lo físico del cadáver como lo psicológico de los sentimientos y lo ritual de los actos de recuerdo. Si se enfocan desde esa conjunción los cultos funerarios la imagen que resulta es mucho más rica. Un ejemplo que puede resultar muy interesante, además de poco conocido y, significativamente, bien estudiado con los métodos más modernos de la arqueología, es un edificio de la ciudad de Kolonna, en Egina.
El conjunto conocido como Westkomplex (“complejo oeste” en alemán) se halla en un lugar bastante significativo. Está asociado al templo de Apolo de la ciudad, en su lado occidental, templo que constituía un importante lugar sagrado cuya posición destacaba por ser el promontorio más cercano al mar. Pero la secuencia arqueológica muestra que antes que el templo y su recinto sacro hubo enterramientos que hacia el año 1000 a. C. fueron lugar de culto. Eso sugieren ciertas plataformas de empedrado y la cerámica cultual asociada a ellos.
Además, las tumbas estuvieron indicadas por estelas funerarias, una de las cuales se mantuvo en pie a lo largo de los siglos. De hecho, el edificio del Westkomplex conocido como Südbau, construido hacia el año 500 a. C. fue construido directamente sobre las tumbas, y, en atención a ello, una de sus paredes se ajustó para respetar la antigua estela, como puede verse en la fotografía que presenta este post.
Los cultos que se llevaron a cabo en este complejo consistieron en comidas comunales por parte de alguna fratría (hermandad) de la ciudad de Kolonna. Si bien el plano del complejo no da a entender que hubiera una habitación concreta en la que celebrar los banquetes, la presencia de cerámica de ese tipo y varios patios indican que allí se celebraron las comidas honoríficas. Los presentes formarían pequeños grupos que, reclinados sobre pequeños colchones o almohadones podrían haber asistido a las ceremonias,
tal como representa el Pintor de Antifonte. Se trataría de un lugar dedicado a la veneración y celebración de algún antiguo héroe o los ancestros en general.
También se ha concluido que el lugar, abandonado pocos años después de realizarse los antiguos enterramientos, se reocupó más o menos un siglo después y que la zona se dedicó enteramente al culto, tanto de los ancestros, como de un héroe y del mismo Apolo. Durante el siglo VII la actividad ritual se hizo al aire libre y sin edificios que albergaran las vajillas y demás utensilios, para, finalmente, hacia el año 500 construir el Südbau con el cuidado de respetar la antigua estela funeraria.
Estos cultos, por otra parte, se corresponden con la veneración no sólo ancestral de la ciudad sino con los ritos que las familias dedicaban a sus difuntos. De hecho, una familia podía incluso recordar (
leípsanon) la aparición milagrosa de alguna persona fallecida de su linaje mediante altares y rituales propios, como tenemos testimoniado en la ciudad de Attea, en Turquía, donde se ha hallado esta inscripción dedicada a un nuevo héroe (Mysia'dan Yeni Epigrafik Buluntular / New Epigraphical Finds from Mysia, 2013):
Los habitantes romanos y griegos y el Consejo de Ancianos de los ciudadanos de Attea, de acuerdo con los decretos presentados en favor de Menandro hijo de Apolonio con ocasión de su pasada desventura (defunción), erigen (este) altar con su correspondiente base destinado a las ceremonias derivadas de los sueños y visiones que su padre tuvo, para honrar como nuevo héroe a Menandro hijo de Apolonio. El texto presupone que este Menandro había pasado a una existencia diferente a la mortal, manifestada por apariciones y presencia en sueños, es decir, otra vida tan real como la nuestra y de un modo tan influyente que merecía la veneración para acercarlo (propiciarlo) a nuestros tan humanos intereses.
Saludos cordiales.
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