El mundo de la cultura clásica goza de ciertos privilegios si lo comparamos con otras ramas de la Historia Antigua. Ninguna de las restantes puede ofrecer el volumen de textos literarios, administrativos, religiosos, que, en conjunto, nos dan Grecia y Roma. Tampoco es fácil poder encontrar un número tan elevado y tan moderno científicamente de estudios arqueológicos. Cuando ambas ramas de este saber se conjuntan, los resultados asombran.
En lo que se refiere al aspecto religioso de Grecia, la situación es extraordinaria. Al reseñar, por ejemplo, el estudio de los santuarios situados fuera del casco urbano de las distintas poblaciones que compusieron la Grecia de los Siglos Oscuros, el Arcaísmo y el periodo clásico, la combinación de literatura y arqueología es muy productiva. He aquí un ejemplo.
El santuario de Zeus en Olimpia, cuyos orígenes parecen estar en la época submicénica, hubo de ser por fuerza una zona natural que llamara la atención. Esto no quiere decir que fuera espectacular, sino que algo invitaba a reunirse allí para celebrar algunos ritos. Pudo ser una anécdota humana, un elemento natural, la combinación de ambas cosas. El caso es que Olimpia surgió entre una colina puntiaguda y al parecer siempre boscosa, llamada por las fuentes Cronión, y la confluencia de los ríos Alfeo y Cladeo, una explanada. Quien visite hoy en día el yacimiento podrá comprobar la feracidad de la naturaleza, pues por cualquier lado aparecen árboles más o menos jóvenes entre las ruinas de los edificios. Estos bosques sagrados se denominaban en griego alsos.
En realidad, el santuario de Zeus en Olimpia fue conocido como Altis. Pausanias (autor del s. II de nuestra era) refiere en su libro sobre Grecia (V, 10, 1): “El bosque sagrado (alsos) de Zeus, por un cambio (de letras), lo llaman desde antiguo Altis”.
La zona era lógicamente muy húmeda y además albergaba un recinto sagrado del héroe Pélope, el Pelopio. Al parecer en el Altis no podía haber ningún enterramiento, a tenor de la noticia que cuenta Pausanias sobre un cadáver que apareció en un templo del Altis y que fue trasladado fuera (Paus V, 20, 5). Parece confirmarlo la costumbre de que la carne del carnero negro (color de dioses infernales) sacrificado al héroe, una vez ingerida, imposibilitaba entrar en el recinto de Zeus (Paus V 13, 2-3).
Este bosquecillo, consagrado a los dioses del cielo, de lo que está por encima de la superficie terrestre, hubo de tener un principio tan humilde como el pequeño santuario que se describe en un poema del s. VI atribuido al gran Hesíodo, Escudo, versos 58, 70 y 99, que pintan el escenario en que Heracles se enfrentó a Cicno, un hijo del dios Ares:
58: pues lo encontró en el recinto sagrado de Apolo el que hiere de lejos…
70: todo el bosque sagrado y el altar de Apolo Pagasio…
99: (Ares) que ahora, a pleno grito, enloquece en el bosque sagrado de Apolo Febo…
Esta sencillez, un simple bosque que en un claro tendría un altar, dio paso a construcciones más complejas. Safo, por ejemplo, en su poema número 2, una invocación a Afrodita, relacionada míticamente con Creta, dice de un bosque sagrado que tiene altares y un templete:
Ven desde Creta a este templo
santo, donde tienes un encantador bosque sagrado
de manzanos y altares perfumados
con incienso.
Aquí el agua fresca murmura a través de las ramas
De los manzanos, y todo el lugar de rosales
Está sombreado, y de las hojas que tiemblan
Desciende el profundo sueño…
No es de extrañar esta evolución: según se embellecían los santuarios el simple claro del bosque se completó con un templo que, lógicamente, fue aumentando de tamaño y desplazando del centro de atención la propia naturaleza y el primitivo altar. Con todo, la cultura griega no olvidó los orígenes naturales de sus santuarios extramuros. En Nemea, por ejemplo, se preparó un bosque sagrado artificial plantando cipreses; en Olimpia el Altis nunca dejó de tener en el Pelopio un pequeño bosque; e incluso en las ciudades el culto al árbol continuó vigente asociado al templo: el templo de Hefesto de Atenas estuvo rodeado de un jardín de arbustos que las excavaciones arqueológicas han sacado a la luz.