CONO SUR: J. R. Elizondo

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José Rodríguez Elizondo, ex embajador de Chile en Israel sostiene, en entrevista con La Palabra Israelita, que a su juicio hay razones de estructura política en la institucionalidad de cada una de las partes que han favorecido la prolongación del conflicto por décadas. La semana pasada estuvo plagada de ingredientes noticiosos que no son comunes en las relaciones bilaterales entre Chile e Israel. Todo partió con la agresión a un ciudadano chileno en un parque de Jerusalén, luego vino una polémica mediática y epistolar sobre este incidente y finalmente se produjo la nominación de Joaquín Montes como nuevo embajador de Chile en Israel.


Para desmenuzar estos y otros temas conversamos con el abogado, académico, escritor y ex embajador de Chile en Israel (1997-2000) José Rodríguez Elizondo, quien en primera instancia considera apropiado el nombramiento de Joaquín Montes en Israel, indicando que es un prestigioso diplomático de carrera. Elizondo estima que uno de sus primeros desafíos en el nuevo cargo será habituarse a ciertos protocolos o códigos privados entre israelíes y palestinos. «Y si le toca algún momento crítico va a pasar más de algún susto, pero son los gajes del oficio, al igual que las medidas de seguridad, que hoy en día, con los actos de terrorismo en distintos lugares, ya no son tan exóticas».

Según el académico, la misión en Israel tiene una pequeña complejidad adicional, como es la coexistencia con la representación en Ramallah, pues en cierta forma en el mismo país existe una segunda representación que obedece a una configuración distinta, «lo que genera ciertos problemas de protocolo».

- Y, a propósito de protocolo, ¿qué le parece el tratamiento que tuvo el incidente del chileno golpeado en Jerusalén?

- He leído el tema por los diarios. Yo creo que un hecho de este tipo nunca debe pasar de crónica policial. No tiene sentido que se convierta en un issue diplomático, salvo que se hubiera comprobado alguna relación política o institucional en el hecho.

PROCESO ESTANCADO

«Me produce un poco de tristeza la actual situación de las negociaciones, porque el año 2000, como embajador en Israel, presencié de muy cerca el proceso, cuando se produjo la cumbre de Camp David y había muchas esperanzas. Pero eso fracasó y volvimos a la espiral violenta y grave. Pareciera que palestinos e israelíes se habituaron a seguir viviendo al borde de la cornisa», asegura Rodríguez Elizondo.

El ex diplomático, que precisamente estuvo como embajador hasta el año 2000 en Israel, sostiene que el conflicto se ha eternizado por razones políticas y culturales.

«En Israel tengo claro que el problema de estructura política es el exceso de partidos, lo que lo convierte en el país probablemente más democrático del mundo, porque tiene que consensuar su política a través de más de 20 partidos. Pero cualquier país que tenga que someter sus grandes temas a consensos políticos tan amplios es además el más difícil de manejar».

De igual forma, Rodríguez Elizondo cree que en el caso de los palestinos el problema político que impide formar una masa crítica en favor de la paz es la división que existe entre Hamas y la Autoridad Palestina.

«Se hace utópico pensar en una negociación categórica, inmune a los obstáculos que provienen del lado palestino y del lado israelí. En otras palabras, cualquier negociación de paz con concesiones mutuas será fácilmente desbordada por los más extremistas. Esa estructura es la que me amarga como cientista político y hombre de paz».

Al ser consultado si es posible mantener el statu quo entre israelíes y palestinos, asegura que sería habituarse a vivir peligrosamente.

«La reacción que uno añora es la de formar una masa crítica política a favor de la paz. Es decir, elegir representantes cuya primera prioridad sea una negociación real, es decir una negociación con concesiones».

A partir de su experiencia durante la visita del Papa Juan Pablo II a Israel el año 2000, Rodríguez Elizondo está convencido de que la solución al conflicto va por el lado del diálogo interreligioso.

«En esa oportunidad se apreció el estilo de intervención política del Papa. Según mi análisis, esto sucedió porque él levantó la religión como factor de la paz. Cualquier negociación que no tenga en cuenta el factor religión para Medio Oriente no va a ser representativa de la cultura de estos países y por lo tanto no tendrá una base sólida».

Claro que el proceso no será de un día para otro, especialmente porque las religiones monoteístas están en etapas distintas de desarrollo, afirma el académico.

«Por ejemplo, las religiones cristianas ya pasaron su momento fundamentalista de las cruzadas, pero las religiones islámicas todavía tienen una versión fundamentalista vigente. Por lo tanto, para que el diálogo interreligioso funcione, como lo hizo entre judíos y católicos, debe centrarse en el islam moderado».

NUEVO LIBRO

«Chile-Perú, temas para después de La Haya» es el nombre del candente libro que José Rodríguez Elizondo publicará a comienzos de diciembre. En él intenta desentrañar uno de los temas más complejos de la política exterior de Chile en los últimos años, sobre el cual tiene una visión clara y autorizada.

De una larga conversación sobre las relaciones con Perú y Bolivia, escogimos las siguientes opiniones del especialista:

«Este es el tema más grave que afecta a Chile en los últimos años y en cierta forma nos pena desde que, tras la Guerra del Pacífico, hubo transferencias de soberanía de los derrotados a favor nuestro. Eso nos marcó en la cultura peruana y boliviana como un país expansionista, mientras que para nosotros Perú y Bolivia son países revanchistas».

«Tener un conflicto permanente entre los tres países se ha debido al déficit de la diplomacia. Cuando un país gana territorio no puede decir que ahí se cierra todo y que está contento con lo que tiene, porque eso permite a los demás países aspirar a recuperar lo perdido». «Hay que tener una diplomacia activa y Chile ha tenido una diplomacia reactiva. Chile se ha dedicado a cuidar fronteras y lo importante es que un país que gana una guerra trate de recomponer relaciones, desarrollar los territorios conquistados y demostrar a los países que lo mejor es una buena sociedad y una buena integración».

«El problema es que la constitución boliviana establece que en 2013 vence el plazo para denunciar todos los tratados que impiden a Bolivia tener acceso al mar. Entonces, incluso si negociamos, tenemos esta espada de Damocles que puede dejar sin efecto el tratado en forma unilateral. Es como que si los abrazos tuvieran fecha devencimiento».

«Matemáticamente, considerando que Chile no tiene nada que ganar, si en La Haya se decide que Chile debe ceder un litro de agua, entonces perdemos. Pero, desde la perspectiva de las ciencias sociales, que no son como las matemáticas, Perú debe obtener un espacio marítimo muy amplio para sentirse ganador, porqueallá las expectativas son totales. Por tanto, es una pretensión utópica la de determinar una línea que deje satisfechas a ambas partes. Por eso he dicho que el fallo de La Haya no solucionará el conflicto, que es denaturaleza histórico-política».

José Rodríguez Elizondo
Lunes, 29 de Noviembre 2010



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Editado por
José Rodríguez Elizondo
Ardiel Martinez
Escritor, abogado, periodista, diplomático, caricaturista y miembro del Consejo Editorial de Tendencias21, José Rodríguez Elizondo es en la actualidad profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Su obra escrita consta de 30 títulos, entre narrativa, ensayos, reportajes y memorias. Entre esos títulos están “El día que me mataron”, La pasión de Iñaki, “Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile”, "De Charaña a La Haya” , “El mundo también existe”, "Guerra de las Malvinas, noticia en desarrollo ", "Crisis y renovación de las izquierdas" y "El Papa y sus hermanos judíos". Como Director del Programa de Relaciones Internacionales de su Facultad, dirige la revista Realidad y Perspectivas (RyP). Ha sido distinguido con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2021), el Premio Rey de España de Periodismo (1984), Diploma de Honor de la Municipalidad de Lima (1985), Premio América del Ateneo de Madrid (1990) y Premio Internacional de la Paz del Ayuntamiento de Zaragoza (1991). En 2013 fue elegido miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.





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