CONO SUR: J. R. Elizondo

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El exiliado cubano Jacobo Mechaver acaba de publicar, en España, La dinastía Castro. En ese libro “revela” que Salvador Allende fue asesinado por un agente de Fidel Castro infiltrado en su equipo de seguridad, para evitar que se rindiera.

Todo indica que es un “refrito”. Otro libro con la misma hipótesis fue publicado, el año pasado, por el periodista francés Alain Ammar. Este identificó al sicario como Patricio de la Guardia, entonces importante jefe de los servicios secretos de Cuba.

Lo notable es que esta versión en dos libros viene a desmentir la elaborada por el propio Castro, en su discurso del 28 de septiembre de 1973. De acuerdo con ésta, Allende cayó en combate, tras destruir dos tanques y matar muchos “fascistas”.

Como hoy todos sabemos (al menos en Chile) que Allende se suicidó, que hasta sus enemigos reconocen su coraje y que ningún extranjero estuvo ese día en La Moneda… tanto la segunda como la tercera versión de su muerte parecen demenciales.

Pero, naturalmente, no es la búsqueda de la verdad lo que inquietaba al binomio Ammar-Mechaver ni a Castro. Ambas falsificaciones tienen su veneno en el objetivo político. Son éticamente reprochables, pero maquiavélicamente útiles.

Vista así, la nueva versión es un obvio artefacto de la disidencia cubana. Sus creativos -inspirados, al parecer, en jactancias del propio de la Guardia- quieren incriminar a Castro en uno de los temas históricos que más lo afectan: la verdad de su taimada relación con Allende y su proyecto de revolución sistémica. Despejado el tupido velo de los homenajes pos mortem al líder chileno, éste emerge como el temido rival estratégico del cubano.

En cuanto a la versión de Castro, basta rebovinar su discurso para descubrir que tenía dos objetivos encadenados. El primero, ratificar que la única estrategia válida para las izquierdas de la región seguía siendo la suya, pues “(hasta) los chilenos saben ya que no hay ninguna otra alternativa que la lucha armada revolucionaria”. A tal efecto, no servía la dignísima muerte real de Allende.

Doble juego

El Presidente debía tener una muerte revolucionariamente correcta (incluso con detalles que luego copiaría Gabriel García Márquez), con el fin de crear otro mito aleccionador. El segundo objetivo era cataclísmico. Como homenaje a ese Allende guevarizado, Castro sugería –para buenos entendedores- una guerra de liberación contra los militares chilenos, con los ejércitos del Perú y Argentina coaligados: “el imperialismo, al tomar el poder en Chile (...) amenaza por el oeste a Argentina y amenaza por el sur a Perú”.

Lo notable es que de la Guardia, por su posición en Chile, también era la fuente principal de la versión castrista. Por tanto, la ficción “oficial” debió pivotear sobre los dichos o informes de ese agente especial. Y aquí topamos con el enigma personalizado: ese testigo estelar y doblemente estratégico, hoy está vivo pero mudo. No puede desmentir, públicamente, ni las jactancias que le atribuyen los exiliados cubanos ni la épica versión de Castro.

Está condenado a 30 años de cárcel (lleva 17), en el marco del célebre proceso contra el general Arnaldo Ochoa. Como se sabe, dicho juicio culminó con el fusilamiento del propio Ochoa y de Antonio, el hermano mellizo de de la Guardia.

En este contexto, los disidentes han propinado a Castro un sinuoso jaque mate. Si el líder quisiera desmentir la grave acusación de haber mandado asesinar a Allende, tendría que reconocer su propia mentira o insistir en ella … lo que hoy resulta impresentable.

Visto así el tema, mi pronóstico es cervantino: al buen callar llaman, Sancho. Total, Castro ya se absolvió ante la Historia.

(Publicado en La República el 22.5.07)

José Rodríguez Elizondo
Jueves, 24 de Mayo 2007



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Editado por
José Rodríguez Elizondo
Ardiel Martinez
Escritor, abogado, periodista, diplomático, caricaturista y miembro del Consejo Editorial de Tendencias21, José Rodríguez Elizondo es en la actualidad profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Su obra escrita consta de 30 títulos, entre narrativa, ensayos, reportajes y memorias. Entre esos títulos están “El día que me mataron”, La pasión de Iñaki, “Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile”, "De Charaña a La Haya” , “El mundo también existe”, "Guerra de las Malvinas, noticia en desarrollo ", "Crisis y renovación de las izquierdas" y "El Papa y sus hermanos judíos". Como Director del Programa de Relaciones Internacionales de su Facultad, dirige la revista Realidad y Perspectivas (RyP). Ha sido distinguido con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2021), el Premio Rey de España de Periodismo (1984), Diploma de Honor de la Municipalidad de Lima (1985), Premio América del Ateneo de Madrid (1990) y Premio Internacional de la Paz del Ayuntamiento de Zaragoza (1991). En 2013 fue elegido miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.





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