Bitácora
EXCMO. SEÑOR PRESIDENTE DE BOLIVIA:
José Rodríguez Elizondo
Publicado en La Segunda, 6.10.2012
Excúseme, señor Evo Morales, por recurrir al viejo truco de la carta abierta. Pero me lo pide el cuerpo, tras escucharle que Chile es un peligro para América Latina, porque no le cede parte de su territorio para solucionar el “injusto enclaustramiento de Bolivia”.
Dado que la única vía factible para ello pasa por Arica, lo invito a visitar el Tratado de Chile con Perú, de 1929, para redescubrir su “espíritu estratégico”. Este aloja en la parte expositiva y consiste en el literal deseo de “remover toda dificultad entre ambos países y de asegurar así su amistad y buena inteligencia”. Para no dejar cabos sueltos, el artículo 1° señaló que “la única dificultad pendiente” entre Chile y Perú era la controversia por Tacna y Arica.
Como Bolivia participaba en esa controversia (por su aspiración sobre ambas provincias), ambas partes tomaron dos medidas muy duras. Una, previa, fue excluirla de las negociaciones del tratado; la otra, el pacto solemne de su Protocolo Complementario: “Los Gobiernos de Chile y del Perú no podrán, sin previo acuerdo entre ellos, ceder a una tercera potencia la totalidad o parte de los territorios que (…) quedan bajo sus respectivas soberanías”.
De ello se desprende que, en rigor, Perú no fue ni es un simple tercero respecto al emplazamiento que usted hace. Exégetas chilenos y peruanos vieron en ese texto de 1929 un compromiso solidario, para disuadir cualquier transferencia de soberanía. Lo mismo vieron notables bolivianos. El más conspicuo fue su predecesor Daniel Salamanca, quien acuñó una frase descarnada: “Chile puso un candado al mar para Bolivia y entregó la llave al Perú”.
Como en Derecho las cosas se deshacen del mismo modo que se hacen, durante años Chile hizo una interpretación restrictiva de las posibilidades de Bolivia. Según ella, antes debía producirse un consenso chileno-peruano que la “incluyera”. Sin embargo, la sostenida acción boliviana y la falta de “buena inteligencia” con Perú, relativizaron esa interpretación rigorista y la exclusión mutó en un “procedimiento”: primero, Bolivia iniciaba negociaciones con Chile sobre Arica; después, Chile pedía el asentimiento de Perú.
No fue una idea exitosa. Como primera reacción, Perú se desentendió de la solidaridad ariqueña con Chile. Luego, cuando fue Chile el que tomó la iniciativa negociadora, por motivos estratégicos –Acuerdos de Charaña-, expertos peruanos elaboraron una estrategia ad-hoc para “reivindicar” el océano que Bolivia pretendía. Así, lo entendió usted mismo, Presidente, cuando acusó a su homólogo Alan García de “una permanente agresión a Bolivia”, porque su demanda en La Haya tenía ese propósito oculto.
Por lo dicho, asombra su actual insistencia para reducir tanta complejidad a la idea de una “injusticia” chilena. Cualquiera sabe que todos los tratados fronterizos del planeta son más injustos para una parte que para otra. Y máxime cuando antes existió una guerra, en la cual Bolivia alguna responsabilidad tuvo. Además, la suya es una simplificación con dos secuelas graves: la colosal rareza jurídica de querer demandar judicialmente a Chile, para que transfiera a Bolivia un territorio que fue de Perú y el entierro unilateral del tratado de 1904, que para usted ya murió.
Por eso, sería bueno que alguien de su entorno pudiera plantearle estas cuatro ideas sencillas: Simplificar no ayuda a resolver problemas complejos. La “desmediterranización” de Bolivia no pasa, obligatoriamente, por la soberanía boliviana sobre parte de Arica. Si de eso se trata, la bilateralidad del tratado chileno-peruano prevalece sobre la bilateralidad de cualquier negociación boliviano-chilena. En tal caso, la energía boliviana debiera orientarse a pedir, a Chile y Perú, que se replanteen la exclusión de 1929.
Creo que, por tácticas o pudores diplomáticos, la ambigüedad sobre esos puntos creó una opacidad peligrosa. Esta lo ha inducido a usted a reponer “la única dificultad pendiente” pre tratado de 1929 y a tratar de liquidar el de 1904, Como ambos son el puente para pasar de la paz a la amistad entre tres países, quien quiera socavarlos podría empujarnos, a los tres, al precipicio de una nueva guerra.
Excelencia, si no es eso lo que usted quiere … ¿no sería mejor hablar claro y con respeto, hasta que duela?
Atentamente
José Rodríguez Elizondo
Excúseme, señor Evo Morales, por recurrir al viejo truco de la carta abierta. Pero me lo pide el cuerpo, tras escucharle que Chile es un peligro para América Latina, porque no le cede parte de su territorio para solucionar el “injusto enclaustramiento de Bolivia”.
Dado que la única vía factible para ello pasa por Arica, lo invito a visitar el Tratado de Chile con Perú, de 1929, para redescubrir su “espíritu estratégico”. Este aloja en la parte expositiva y consiste en el literal deseo de “remover toda dificultad entre ambos países y de asegurar así su amistad y buena inteligencia”. Para no dejar cabos sueltos, el artículo 1° señaló que “la única dificultad pendiente” entre Chile y Perú era la controversia por Tacna y Arica.
Como Bolivia participaba en esa controversia (por su aspiración sobre ambas provincias), ambas partes tomaron dos medidas muy duras. Una, previa, fue excluirla de las negociaciones del tratado; la otra, el pacto solemne de su Protocolo Complementario: “Los Gobiernos de Chile y del Perú no podrán, sin previo acuerdo entre ellos, ceder a una tercera potencia la totalidad o parte de los territorios que (…) quedan bajo sus respectivas soberanías”.
De ello se desprende que, en rigor, Perú no fue ni es un simple tercero respecto al emplazamiento que usted hace. Exégetas chilenos y peruanos vieron en ese texto de 1929 un compromiso solidario, para disuadir cualquier transferencia de soberanía. Lo mismo vieron notables bolivianos. El más conspicuo fue su predecesor Daniel Salamanca, quien acuñó una frase descarnada: “Chile puso un candado al mar para Bolivia y entregó la llave al Perú”.
Como en Derecho las cosas se deshacen del mismo modo que se hacen, durante años Chile hizo una interpretación restrictiva de las posibilidades de Bolivia. Según ella, antes debía producirse un consenso chileno-peruano que la “incluyera”. Sin embargo, la sostenida acción boliviana y la falta de “buena inteligencia” con Perú, relativizaron esa interpretación rigorista y la exclusión mutó en un “procedimiento”: primero, Bolivia iniciaba negociaciones con Chile sobre Arica; después, Chile pedía el asentimiento de Perú.
No fue una idea exitosa. Como primera reacción, Perú se desentendió de la solidaridad ariqueña con Chile. Luego, cuando fue Chile el que tomó la iniciativa negociadora, por motivos estratégicos –Acuerdos de Charaña-, expertos peruanos elaboraron una estrategia ad-hoc para “reivindicar” el océano que Bolivia pretendía. Así, lo entendió usted mismo, Presidente, cuando acusó a su homólogo Alan García de “una permanente agresión a Bolivia”, porque su demanda en La Haya tenía ese propósito oculto.
Por lo dicho, asombra su actual insistencia para reducir tanta complejidad a la idea de una “injusticia” chilena. Cualquiera sabe que todos los tratados fronterizos del planeta son más injustos para una parte que para otra. Y máxime cuando antes existió una guerra, en la cual Bolivia alguna responsabilidad tuvo. Además, la suya es una simplificación con dos secuelas graves: la colosal rareza jurídica de querer demandar judicialmente a Chile, para que transfiera a Bolivia un territorio que fue de Perú y el entierro unilateral del tratado de 1904, que para usted ya murió.
Por eso, sería bueno que alguien de su entorno pudiera plantearle estas cuatro ideas sencillas: Simplificar no ayuda a resolver problemas complejos. La “desmediterranización” de Bolivia no pasa, obligatoriamente, por la soberanía boliviana sobre parte de Arica. Si de eso se trata, la bilateralidad del tratado chileno-peruano prevalece sobre la bilateralidad de cualquier negociación boliviano-chilena. En tal caso, la energía boliviana debiera orientarse a pedir, a Chile y Perú, que se replanteen la exclusión de 1929.
Creo que, por tácticas o pudores diplomáticos, la ambigüedad sobre esos puntos creó una opacidad peligrosa. Esta lo ha inducido a usted a reponer “la única dificultad pendiente” pre tratado de 1929 y a tratar de liquidar el de 1904, Como ambos son el puente para pasar de la paz a la amistad entre tres países, quien quiera socavarlos podría empujarnos, a los tres, al precipicio de una nueva guerra.
Excelencia, si no es eso lo que usted quiere … ¿no sería mejor hablar claro y con respeto, hasta que duela?
Atentamente
José Rodríguez Elizondo
Editado por
José Rodríguez Elizondo
Escritor, abogado, periodista, diplomático, caricaturista y miembro del Consejo Editorial de Tendencias21, José Rodríguez Elizondo es en la actualidad profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Su obra escrita consta de 30 títulos, entre narrativa, ensayos, reportajes y memorias. Entre esos títulos están “El día que me mataron”, La pasión de Iñaki, “Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile”, "De Charaña a La Haya” , “El mundo también existe”, "Guerra de las Malvinas, noticia en desarrollo ", "Crisis y renovación de las izquierdas" y "El Papa y sus hermanos judíos". Como Director del Programa de Relaciones Internacionales de su Facultad, dirige la revista Realidad y Perspectivas (RyP). Ha sido distinguido con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2021), el Premio Rey de España de Periodismo (1984), Diploma de Honor de la Municipalidad de Lima (1985), Premio América del Ateneo de Madrid (1990) y Premio Internacional de la Paz del Ayuntamiento de Zaragoza (1991). En 2013 fue elegido miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.
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