Bitácora
Castro y Chávez: del Caribe al Cono Sur
José Rodríguez Elizondo
Hugo Chñavez sigue demoliendo la institucionalidad integracionista realmente existente en la sub-región. Hoy mantiene un fuerte intercambio político y petrolero con Centroamérica y el Caribe, cuenta con una sólida posición en la hidrocarburizada Bolivia, conserva buenas posiciones en Ecuador, tiene contactos con fuerzas irregulares en Colombia y su pupilo Ollanta Humala mostró buenos bíceps en las recientes elecciones del Perú. A mayor abundamiento, como el mango de la sartén revolucionaria está en su poder, muchos cubanos temen que, tras la desaparición de Castro, les sobrevenga una dependencia venezolana. Tras Madrid, Washington y Moscú, la sede del poder dominante podría ir a Caracas. Todo esto indica que la pugna por el liderazgo subregional ya no se está dando entre Argentina y Brasil, sino entre Venezuela y Brasil. Además, prueba que Chávez nunca fue lo que algunos quisieron creer: el imitador rico y burdo del empobrecido y sutil Castro.
Hugo Chávez llegó el jueves 20 a la cumbre cordobesa de Mercosur, con su insignia de socio a tiempo completo. Además, como esos invitados de última hora que se apoderan de la fiesta, trajo en su mochila al también caribeño Fidel Castro, para presentarlo a sus nuevos amigos.
Así, el líder venezolano sigue demoliendo la institucionalidad integracionista realmente existente en la sub-región. En abril abandonó la Comunidad Andina de Naciones (CAN), haciéndola tambalear. No le gustó que Alvaro Uribe y Alejandro Toledo, sus colegas de Colombia y Perú, telecés mediante, quisieran ser mejores amigos de George W. Bush. Luego, tras pagar la deuda argentina con el FMI, aceptó la agradecida invitación de Néstor Kirchner y, de un paraguazo, incorporó a Venezuela como miembro pleno del Mercosur.
¿Y eso para qué? …
A primera vista, diríase que para seguir desafiando a Bush, mediante la potenciación de una entidad que, gracias a la membresía de Argentina y Brasil, todavía luce importante. Pero, más allá de lo visceral, esta movida parece inscribirse en su estrategia “bolivariana”, que ya dejó de ser un eslogan efectista.
Para comenzar, si Chávez consigue que Evo Morales se aleje de la CAN y asuma como miembro pleno del Mercosur, este organismo ya nunca podrá ser lo que algunos soñaron: el buque insignia de la integración sudamericana, con eje argentino-brasileño-chileno (el viejo ABC). Mutaría, más bien, en la base de una alianza caribeño-andina, energéticamente poderosa y antibushista, con su estandarte de combate en el corazón del cono sur .
Jaque a Lula
Por cierto, un Mercosur mutante, con un Chávez avasallador, un Kirchner impredecible, un Morales “chavista” y retornantes de las viejas izquierdas asomándose a la puerta, no es una delicia para el Lula. Lo malo es que el Presidente brasileño, apostando al deterioro irreversible del organismo, ya había inventado, en 2004, la Comunidad Sudamericana de Naciones (CSN). Creyó más fácil liderar un proceso integrador desde una nueva estructura, sin adivinar que Chávez podría aprovechar su desgano para robarle los huevos al águila. Ello, sin perjuicio de luego someter a cerco a la propia CSN.
Todo esto indica que la pugna por el liderazgo subregional ya no se está dando entre Argentina y Brasil, sino entre Venezuela y Brasil. Además, prueba que Chávez nunca fue lo que algunos quisieron creer: el imitador rico y burdo del empobrecido y sutil Castro.
Es que, demócrata autoritario o dictador democratizado, el hombre es tan inteligente como cualquiera de sus colegas ilustrados y, seguro, bastante más creativo. La prueba más reciente la dio cuando acorraló al chileno Ricardo Lagos, con su empeño por bañarse en una playa boliviana. Pero la prueba original la dio mucho antes, cuando supo empequeñecerse ante Castro, para vencer los celos que éste solía lucir ante cada nuevo líder surgido desde las izquierdas. Así pudo llegar a un acuerdo de suma variable con “el líder máximo”: él lo sacaría de sus apuros energético-financieros y, como contrapartida, Castro le daría su bendición para levantar carpa de jefe revolucionario.
Con parte de la Historia a la vista, puede decirse que, intervencionistamente hablando, Chávez está siendo mucho más exitoso que Castro. Este mandó a la muerte a cientos de jóvenes admiradores, en toda la región; falsificó la muerte de Salvador Allende, para ocultar lo calamitoso de su ingerencia en Chile; catalizó la catástrofe de las izquierdas sesentistas, guerrilleras o no, y sólo en diferido –en los años 80- pudo apuntarse una pauperizada y efímera Nicaragua fidelista.
Un rol para Alan y Michelle
El líder venezolano, por el contrario, hoy mantiene un fuerte intercambio político y petrolero con Centroamérica y el Caribe, cuenta con una sólida posición en la hidrocarburizada Bolivia, conserva buenas posiciones en Ecuador, tiene contactos con fuerzas irregulares en Colombia y su pupilo Ollanta Humala mostró buenos bíceps en las recientes elecciones del Perú. A mayor abundamiento, como el mango de la sartén revolucionaria está en su poder, muchos cubanos temen que, tras la desaparición de Castro, les sobrevenga una dependencia venezolana. Tras Madrid, Washington y Moscú, la sede del poder dominante podría ir a Caracas.
Digamos que esto está sucediendo, en parte, por el flagrante descuido de la agenda latiniamericana, en que ha incurrido Bush. Es lo que ha permitido, también en parte, que la mítica “razón revolucionaria” se incline hacia al otoñal patriarca de Cuba. Si activamos la memoria, veremos que, hace la friolera de treinta y tres años, éste confesó a su instrumental escribidor Régis Debray, que “con el petróleo venezolano la revolución continental sería cuestión de meses”.
Según todos estos antecedentes, tiene mérito el reflejo del aprista Alan García de potenciar a la CAN, induciendo la reincorporación de Chile. La Presidenta Michelle Bachelet ya siente la carga de la mochila que heredara, tras la desafortunada gestión regional de Lagos. También sabe que, por imperativos de la estrategia económica nacional, no puede ser miembro pleno del actual Mercosur. Frente a eso, una CAN flexibilizada, para adaptarse a las circunstancias de Chile, permitiría levantar un bastión socialdemócrata interesante en el litoral Pacífico-andino.
En ese contexto eventual, el enorme peso de Brasil induciría una aproximación, comparativamente más rápida, entre la CAN y la CSN, para establecerse como alternativa integracionista a un cono sur “chavistizado”.
Así, el líder venezolano sigue demoliendo la institucionalidad integracionista realmente existente en la sub-región. En abril abandonó la Comunidad Andina de Naciones (CAN), haciéndola tambalear. No le gustó que Alvaro Uribe y Alejandro Toledo, sus colegas de Colombia y Perú, telecés mediante, quisieran ser mejores amigos de George W. Bush. Luego, tras pagar la deuda argentina con el FMI, aceptó la agradecida invitación de Néstor Kirchner y, de un paraguazo, incorporó a Venezuela como miembro pleno del Mercosur.
¿Y eso para qué? …
A primera vista, diríase que para seguir desafiando a Bush, mediante la potenciación de una entidad que, gracias a la membresía de Argentina y Brasil, todavía luce importante. Pero, más allá de lo visceral, esta movida parece inscribirse en su estrategia “bolivariana”, que ya dejó de ser un eslogan efectista.
Para comenzar, si Chávez consigue que Evo Morales se aleje de la CAN y asuma como miembro pleno del Mercosur, este organismo ya nunca podrá ser lo que algunos soñaron: el buque insignia de la integración sudamericana, con eje argentino-brasileño-chileno (el viejo ABC). Mutaría, más bien, en la base de una alianza caribeño-andina, energéticamente poderosa y antibushista, con su estandarte de combate en el corazón del cono sur .
Jaque a Lula
Por cierto, un Mercosur mutante, con un Chávez avasallador, un Kirchner impredecible, un Morales “chavista” y retornantes de las viejas izquierdas asomándose a la puerta, no es una delicia para el Lula. Lo malo es que el Presidente brasileño, apostando al deterioro irreversible del organismo, ya había inventado, en 2004, la Comunidad Sudamericana de Naciones (CSN). Creyó más fácil liderar un proceso integrador desde una nueva estructura, sin adivinar que Chávez podría aprovechar su desgano para robarle los huevos al águila. Ello, sin perjuicio de luego someter a cerco a la propia CSN.
Todo esto indica que la pugna por el liderazgo subregional ya no se está dando entre Argentina y Brasil, sino entre Venezuela y Brasil. Además, prueba que Chávez nunca fue lo que algunos quisieron creer: el imitador rico y burdo del empobrecido y sutil Castro.
Es que, demócrata autoritario o dictador democratizado, el hombre es tan inteligente como cualquiera de sus colegas ilustrados y, seguro, bastante más creativo. La prueba más reciente la dio cuando acorraló al chileno Ricardo Lagos, con su empeño por bañarse en una playa boliviana. Pero la prueba original la dio mucho antes, cuando supo empequeñecerse ante Castro, para vencer los celos que éste solía lucir ante cada nuevo líder surgido desde las izquierdas. Así pudo llegar a un acuerdo de suma variable con “el líder máximo”: él lo sacaría de sus apuros energético-financieros y, como contrapartida, Castro le daría su bendición para levantar carpa de jefe revolucionario.
Con parte de la Historia a la vista, puede decirse que, intervencionistamente hablando, Chávez está siendo mucho más exitoso que Castro. Este mandó a la muerte a cientos de jóvenes admiradores, en toda la región; falsificó la muerte de Salvador Allende, para ocultar lo calamitoso de su ingerencia en Chile; catalizó la catástrofe de las izquierdas sesentistas, guerrilleras o no, y sólo en diferido –en los años 80- pudo apuntarse una pauperizada y efímera Nicaragua fidelista.
Un rol para Alan y Michelle
El líder venezolano, por el contrario, hoy mantiene un fuerte intercambio político y petrolero con Centroamérica y el Caribe, cuenta con una sólida posición en la hidrocarburizada Bolivia, conserva buenas posiciones en Ecuador, tiene contactos con fuerzas irregulares en Colombia y su pupilo Ollanta Humala mostró buenos bíceps en las recientes elecciones del Perú. A mayor abundamiento, como el mango de la sartén revolucionaria está en su poder, muchos cubanos temen que, tras la desaparición de Castro, les sobrevenga una dependencia venezolana. Tras Madrid, Washington y Moscú, la sede del poder dominante podría ir a Caracas.
Digamos que esto está sucediendo, en parte, por el flagrante descuido de la agenda latiniamericana, en que ha incurrido Bush. Es lo que ha permitido, también en parte, que la mítica “razón revolucionaria” se incline hacia al otoñal patriarca de Cuba. Si activamos la memoria, veremos que, hace la friolera de treinta y tres años, éste confesó a su instrumental escribidor Régis Debray, que “con el petróleo venezolano la revolución continental sería cuestión de meses”.
Según todos estos antecedentes, tiene mérito el reflejo del aprista Alan García de potenciar a la CAN, induciendo la reincorporación de Chile. La Presidenta Michelle Bachelet ya siente la carga de la mochila que heredara, tras la desafortunada gestión regional de Lagos. También sabe que, por imperativos de la estrategia económica nacional, no puede ser miembro pleno del actual Mercosur. Frente a eso, una CAN flexibilizada, para adaptarse a las circunstancias de Chile, permitiría levantar un bastión socialdemócrata interesante en el litoral Pacífico-andino.
En ese contexto eventual, el enorme peso de Brasil induciría una aproximación, comparativamente más rápida, entre la CAN y la CSN, para establecerse como alternativa integracionista a un cono sur “chavistizado”.
Editado por
José Rodríguez Elizondo
Escritor, abogado, periodista, diplomático, caricaturista y miembro del Consejo Editorial de Tendencias21, José Rodríguez Elizondo es en la actualidad profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Su obra escrita consta de 30 títulos, entre narrativa, ensayos, reportajes y memorias. Entre esos títulos están “El día que me mataron”, La pasión de Iñaki, “Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile”, "De Charaña a La Haya” , “El mundo también existe”, "Guerra de las Malvinas, noticia en desarrollo ", "Crisis y renovación de las izquierdas" y "El Papa y sus hermanos judíos". Como Director del Programa de Relaciones Internacionales de su Facultad, dirige la revista Realidad y Perspectivas (RyP). Ha sido distinguido con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2021), el Premio Rey de España de Periodismo (1984), Diploma de Honor de la Municipalidad de Lima (1985), Premio América del Ateneo de Madrid (1990) y Premio Internacional de la Paz del Ayuntamiento de Zaragoza (1991). En 2013 fue elegido miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.
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