Los ojos no alcanzan a ver la realidad en toda su complejidad pues miran en línea recta lo que está en su ángulo de visión. Esta característica del órgano condiciona nuestra capacidad de ver la plenitud de lo que acontece.
Sentirnos vida (pixabay.com)
Ahora bien, no estamos condenados a ello si incorporamos otras formas de percibir la realidad. Como recurso, tenemos las experiencias pasadas, personales y colectivas, que nos hablan de momentos como los de hoy. Momentos en los que parecían que todo se iba al traste; pero que en realidad, visto desde la distancia, generaron otra realidad en la cual surgía la superación, en un estadio superior de condiciones.
Descubríamos, entonces, aquellos factores que estaban jugando sin que se los apreciase, sin que parecieran que tenían que ver con las circunstancias que se vivían. Las nuevas condiciones surgían de un círculo externo que estaba conectado al mismo centro que irradiaba al círculo en el que se estaba cociendo los acontecimientos que nos envolvían y nos cegaban.
Desde aquella periferia se alimentaba un movimiento o impulso que renovaba las interacciones de los factores en juego y que permitía converger las dinámicas viejas con las de relevo.
Ahora solo queda comprender el juego de la realidad que por un lado encierra y por otro lado, al mismo tiempo, se abre para producir un salto, desde el punto primero hasta aquél que hace posible la perspectiva nueva, la “mirada abarcante”: la posición en que se comprende todo porque permite elevarnos a la “Atalaya”, desde donde se perciben las leyes que rigen el movimiento evolutivo en el que nos encontramos. Para llegar hasta ahí, ha de hacerse acopio de las experiencias colectivas y personales cuyas enseñanzas ya forman parte de nuestro patrimonio.
En primer lugar, sabemos que todo está en movimiento y que la vida es un continuo de creación que va alcanzando nuevas cotas a medida que avanza, retrocede, avanza de nuevo, se acomoda y vuelve a avanzar, hasta alcanzar a materializarse en un nuevo estado de complejidad. En ese momento vemos surgir, “como desde la nada” una nueva expresión.
La realidad es que “la vemos surgir” porque estábamos implicados en el origen y hemos sido inconscientemente arrastrados por la fuerza de la vida que, como una riada descomunal, no hizo participar de su plan. Si somos capaces de ponerle nombre, a lo nuevo que se ha materializado, es que se ha despertado en nosotros una nueva capacidad: sentirnos uno con la vida, reconociendo que ese nuevo nivel de conciencia era justamente su plan.
¿Qué hacer mientras tomamos consciencia de ese estadio? ¿Cómo sobrevivir mientras tanto a las avalanchas que nos envuelven y que parecen que van a acabar con nosotros mismos? Nos aconsejan no desfallecer, ¿qué recursos tenemos para aguantar?
La primera tendencia es la de hacer balances de los recursos personales: las capacidades de confiar, de resistir, de hacer acopio de las experiencias pasadas, de renunciar hasta la inanición. Contando para ello con nuestro cuerpo, con nuestra mente, con nuestro corazón; recurriendo a la fe, a la esperanza, a la voluntad, al amor…
La otra posibilidad es la de contar con los que nos rodean, dándonos cuenta que nos acompañan en la misma avalancha, en el mismo plan creador de más vida. Y no solos los que están en las mismas circunstancias, los que son cómplices de la trama. También hemos de propiciar que aquellos que están situados en la “barrera” extiendan una mano, cooperen en el proceso y se alién con las circunstancias para favorecer el nuevo nacimiento.
Para ello, tenemos que tener clara la estrategia de la supervivencia, ver las ramas que pueden servirnos para mantenernos a flote, mientras las aguas nos llevan hacia la otra orilla del mar oceánico. ¿Acaso no es eso lo que hacemos constantemente? Entonces, solo lo que nos queda esperar confiados, poniendo la conciencia en nuestros actos cotidianos. La Vida tiene un buen plan y cuenta con nosotros para llevarlo a cabo.
Alicia Montesdeoca
Editado por
Alicia Montesdeoca
Licenciada en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, Alicia Montesdeoca es consultora e investigadora, así como periodista científico. Coeditora de Tendencias21, es responsable asimismo de la sección "La Razón Sensible" de Tendencias21.
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