FILOSOFÍA SOCIAL: A. Montesdeoca

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Viernes, 7 de Junio 2019

Estamos sometidos, o estimulados, a pensar a través de un instinto, el instinto de supervivencia. Nuestra mente, facultada para idear recursos, está en permanente estado de alerta para lograr un único objetivo: vivir en el tiempo y en el espacio.


La vida desde las Cumbres. flickr.com
La vida desde las Cumbres. flickr.com
Estamos sometidos, o estimulados, a pensar a través de un instinto, el instinto de supervivencia. Nuestra mente, facultada para idear recursos, está en permanente estado de alerta para lograr un único objetivo: vivir en el tiempo y en el espacio.
 
Su principal herramienta, para tener el control de los acontecimientos que no puede prever, es el miedo. Un miedo que se pone de manifiesto a través de pensamientos e imágenes en un parloteo permanente. De esta manera, si no buscamos tiempo y entornos para el silencio y no nos nutrimos con amor y ciencia, la actividad mental se convierte en una loca marcha hacia aquello de lo que huye: su propia muerte.
 
Esta actividad mental, con un único y acaparador estímulo, crea un yo que, a pesar de lo que materialice (el ego), está perdido en una actividad destructora que lleva al poseer y al controlar (sean objetos materiales o no) todo aquello que le pueda proporcionar el alimento de una personalidad temporal ajena a la propia esencia del ser del que procede. Personalidad construida con materiales ilusorios, productos de patrones culturales temporales, que se convierten en dogmas y cuya validez dura lo que un soplo en medio de un huracán.
 
La mente, queriendo atrapar “la realidad”, construye racionalidad instrumental que nace y se agota con la experiencia que lleva a un ser humano a un aprendizaje concreto. Y una vez éste alcanzado, una nueva “realidad” o “visión de realidad” hace caducar la eficiencia de lo aprendido anteriormente, alumbrando la necesidad de nuevas comprensiones ante nuevas manifestaciones de lo real.
 
Es por ello que el “sentir” como recurso de la inteligencia también adquiere un papel imprescindible para obtener el equilibrio necesario mientras la conciencia no se manifiesta tal como es: Conciencia de Ser.
 
La emociones, inspiradas desde el corazón, son los instrumentos para alcanzar el equilibrio necesario en los momentos en que la mente se ofusca, porque no logra controlar aquellas realidades que confusamente entiende y que interpreta desde una posición equivocada, al no estar capacitada para comprenderse a sí misma y su función evolutiva, dentro de una evolución que implica a toda la especie y a toda la vida.
 
Para comprender mejor todo lo que sucede es requisito indispensable el unir nuestra mente a todas las mentes y nuestro corazón a todos los corazones. Adquiriendo de esta forma una comprensión global que nos saca del espejismo individualista y nos aleja, de verdad, del riesgo de extinción al que estamos abocados si no damos el salto colectivamente.
 
Somos vida y la vida no se extingue, se renueva permanentemente en estadios de mayor complejidad. Somos vida y la vida es interdependencia, vínculo y cooperación para más vida y más que vida. “¡No hay muerte, sino tan solo un cambio de mundo! (Jefe Seattles, 1855).
 

Alicia Montesdeoca


Editado por
Alicia Montesdeoca
Montesdeoca Rivero Alicia
Licenciada en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, Alicia Montesdeoca es consultora e investigadora, así como periodista científico. Coeditora de Tendencias21, es responsable asimismo de la sección "La Razón Sensible" de Tendencias21.

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