Algo se esconde entre tantas idas y venidas, subidas y bajadas hasta lo más profundo
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La realidad se manifiesta a la vez en múltiples dimensiones: física, psicológica, emocional, espiritual, esotérica… Para tratar de descifrarla y de manejarnos en todas las facetas de su complejidad, hay, por un lado, interpretaciones sobre lo que es y, por otro, soluciones o recetas a los retos que plantea la necesidad de su transformación, según qué disciplina y según los conocimientos de los llamados expertos.
Sin embargo, esta complejidad es difícil de desentrañar sin una herramienta que pueda abordarla como un todo. Los límites, las acotaciones, son sólo aproximaciones a aspectos concretos de lo que no somos capaces de aprehender con las capacidades desarrolladas. Las teorías, de qué hacer y cómo, nos invaden, y siempre vienen cargadas de dogmas que tratan de asegurar alguna solución definitiva con una gran carga de fe. La fe en la bombilla que el ciego trata de encender para alumbrar un camino que realmente se imagina, porque ni él es capaz de captar las dimensiones de lo que es: única y exclusivamente una potencia a materializarse.
Los indicadores de la realidad ¿qué son?, me pregunto: los resultados de nuestro andar ciego; las consecuencias de nuestros intentos creadores; los pequeños o grandes traspiés que nos exigen necesarias correcciones, todo ello por la necesidad de seguir intentando materializar la obra que, como humanidad, tenemos que llevar a cabo. En definitiva, la realidad no es, se construye y luego se interpreta.
Los resultados de nuestro imaginar, las correcciones de lo creado, los intentos nuevos para mejorarlo, son procesos de un mecanismo interiorizado que nos atrapa y nos entretiene en una rueda ilusoria, hasta que con la madurez nos llenamos de humildad y aceptamos el juego de la vida y nuestras limitaciones para conocerlo, interpretarlo, comprenderlo. Al final, aceptando sus reglas, jugamos a lo que nos propone, hasta el momento de la rendición consciente.
Entonces sí, ya hemos dado con el misterio: somos instrumentos de un plan que nos envuelve y nos supera, del cual dependemos y que nos hace participar y ser conscientes de esa participación en la medida que despertamos a nuestras limitaciones. El siguiente paso será… no lo sabemos. El inventario y el balance de nuestros méritos o de nuestros logros en el recorrido personal hecho a través de ese desconocido plan, no se pueden calibrar con esta pequeña conciencia que alumbra nuestros, también pequeños, pasos.
Crisis global
Los momentos que vivimos, los conflictos que se acumulan, las enfermedades que se padecen, las catástrofes naturales o humanitarias que nos sorprenden, por no esperadas o por no previstas, son en definitiva, las múltiples cabezas de un monstruo que se llama crisis global y que en gran medida son expresiones de los defectos de nuestras propias acciones.
Esta crisis, o sus distintas manifestaciones, provocan declaraciones de intenciones que no se concretan, chorros de tinta en libros y prensa, debates de opiniones repetitivas que sólo producen cansancio y hastío, porque no se llega al meollo de la razón de ser y porque son acciones más especulativas que propiciadoras de compromisos personales y de la búsqueda de cambios posibles a corto, medio y largo plazo.
Para cada uno o cada una de los llamados a pronunciarse, sobre estos fenómenos de múltiples características, hay un origen, unas circunstancias, unas debilidades, unas carencias que se pueden determinar y tratar desde ángulos de “expertos”, tales como estrategas, economistas, politólogos, médicos, psicólogos, terapeutas, videntes, conectados… Y cada propuesta pone en evidencia una visión particular que no logra dar con el programa oculto.
Aceptando las soluciones y las propuestas de acción, llevándolas incluso a cabo, puede encontrarse el alivio que se busca, pero los porqués siguen sin respuestas. Aquellos porqués profundos, los que llevan a comprender las razones del espíritu para aceptar estar sometido a esta experiencia de la que hay que encontrar, también, su sentido.
Si hay ese sentido, y no debiéramos renunciar a encontrarlo, fortalezcamos nuestra voluntad y persistamos en nuestras búsquedas de soluciones. Mientras tanto, aceptemos el aquí y ahora sabiendo, por toda la experiencia acumulada, que algo se esconde entre tantas idas y venidas, subidas y bajadas hasta lo más profundo. De épocas terribles está la historia humana regada y de todas ellas ha sabido emerger como Ave Fénix.
Alicia Montesdeoca
Editado por
Alicia Montesdeoca
Licenciada en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, Alicia Montesdeoca es consultora e investigadora, así como periodista científico. Coeditora de Tendencias21, es responsable asimismo de la sección "La Razón Sensible" de Tendencias21.
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