Reseñas
Ecosofía. La sabiduría de la Tierra
Juan Antonio Martínez de la Fe , 24/05/2021
Ficha Técnica
Título: Ecosofía. La sabiduría de la Tierra
Autor: Raimon Panikkar. De la edición e Introducción, Jordi Pigem
Edita: Fragmenta Editorial, Barcelona, 2021
Colección: Fragmentos
Traducción: Jordi Pigem Pérez
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 96
ISBN: 978-84-17796-51-8
Precio: 11,50 euros
Son muchas las voces que se alzan para hablarnos y, sobre todo, advertirnos de los problemas ambientales a los que se enfrenta nuestro planeta, justamente a causa de la actividad humana. Nosotros, se ha dicho y bien, no podemos vivir sin la tierra pero ella sí puede vivir sin nosotros. Científicos, gobiernos, asociaciones, publicaciones, … se ven sacudidos ante el porvenir que nos aguarda si no ponemos remedio a nuestra actitud de soberanía despótica sobre nuestra casa común, como la define el papa Francisco en su muy comentada encíclica Laudato si.
Una de las voces más destacadas en este entorno es la de Raimon Panikkar. Y Jordi Pigem ha seleccionado una serie de textos sobre este tema para presentarlos en la publicación que hoy comentamos; no son muchos, no; pero sí muy clarificadores de su postura y sus postulados.
Para una mejor comprensión del contenido, Pigem ofrece una Introducción en la que, a lo largo de cinco epígrafes, nos traza el marco necesario para una mejor comprensión de todo el texto. En su escrito, Pigem nos explica el triple nacimiento del concepto de ecosofía, originado en tres nombres ampliamente conocidos en los ámbitos de la ecología: el psiquiatra y filósofo francés Félix Guattari, el filósofo noruego Arne Naes y el filósofo y teólogo intercultural que figura como autor de este libro, Raimon Panikkar.
No coinciden los tres en su manera de entender el concepto de ecosofía; pero sí tienen claro que, si queremos seguir en este mundo, tenemos que aprender a hacer y a ser de manera sostenible; y “están convencidos de que no habrá verdadera sostenibilidad sin una transformación de la conciencia”.
Lógicamente, hace alusión a los términos de ecología de poca profundidad, que solo aspira a atenuar el impacto de nuestra sociedad sobre la naturaleza, y de ecología profunda que reconoce que nuestro sistema de consumismo y el industrialismo son incompatibles con el equilibrio ecológico y la supervivencia de otras formas de vida.
La ecosofía de Panikkar va aún más allá, es una invitación a escuchar a la Tierra, lo que implica percibirla como sujeto, algo que es habitual en pueblos indígenas de todas las latitudes. Dice Panikkar: “La Tierra es un ser vivo; el universo es un ser vivo; el cosmos entero está vivo. En pocas palabras, la realidad está viva”.
Habla Panikkar
El primer texto propiamente dicho de Panikkar en este libro es una entrevista que le hizo Pigem en el año 2005. En ella, el filósofo se muestra contundente: “En la lucha contra la Tierra el hombre perderá. Somos nosotros los que estamos en peligro […] el hombre sin la Tierra no sería hombre”.
Hace alusión a la ecología, algo realmente positivo aunque insuficiente, ya que no es sino una tímida reacción pero que todavía opera dentro de la cosmovisión dominante. Hay que dar un paso más, un paso hacia la ecosofía que define así: “Es al mismo tiempo nuestro conocimiento de la Tierra y la sabiduría de la Tierra misma, que hemos de intentar escuchar y compartir”. Ecología y ecosofía no son lo mismo, ya que la primera, mediante el desarrollo sostenible, busca prolongar el actual status quo, mientras que la segunda propugna un cambio radical en la percepción tanto del hombre como de la Tierra: trata a la Tierra como un ser vivo, pues no es materia inerte o un simple planeta.
Su propia experiencia personal le lleva a recuperar la creencia milenaria de los pueblos de la Tierra, la creencia en el animismo en el sentido de un principio divino que anima la realidad y que es inmanente a la naturaleza. Y finaliza la entrevista con una frase que invita a la reflexión: “no creo en el futuro, sino en la eternidad en el presente”.
La relación cosmoteándrica con la naturaleza
Considera Panikkar que la Tierra es nuestro cuerpo externo, nuestro espacio vital, nuestro hogar y que, junto con lo humano y con lo divino, forma los tres elementos constitutivos de la realidad. De ahí que hable de relación cosmoteántrica: Tierra, hombre y divinidad.
Y, seguidamente, desarrolla nueve tesis desde un punto de vista intercultural. La primera de estas tesis es que la crisis actual refleja el declive de nuestros presupuestos culturales; si hasta ahora las culturas vivían en un mundo triple, el de los dioses, el del hombre y el de la naturaleza, ahora hay que añadir un cuarto mundo, el de la megamáquina. “No se trata de hacer una religión a partir de la ecología; se trata de incorporar la dimensión ecológica a la religión”.
Su segunda tesis es que solo una transformación puede salvarnos; no se trata de una nueva interpretación de la naturaleza, sino de una nueva experiencia de nosotros mismos y de la vida; en pocas palabras, necesitamos una metamorfosis, una transformación.
Una transformación de este tipo es la experiencia cosmoteándrica, como reza su tercera tesis, que nos lleva al enunciado de la cuarta: la verdadera naturaleza no es ningún objeto: la naturaleza como objeto del pensamiento solo puede ser una abstracción, un constructo, no la verdadera naturaleza.
Quinta tesis: Las categorías de la ciencias naturales son insuficientes para tratar con la naturaleza. Por supuesto, Panikkar no está en contra de las categoría científicas; muy al contrario, piensa que son necesarias para muchas cosas, pero resultan insuficientes para comprender la naturaleza.
De ahí su sexta tesis: comprender la naturaleza implica darnos cuenta de nuestra mutua pertenencia cosmoteándrica. La auténtica comprensión transforma al que comprende y la verdadera comprensión no es posible sin amor. Se trata, pues, de ser naturaleza y no de controlarla, de transformarnos en ella.
La séptima tesis defiende que el arte (techné) de tratar a la naturaleza es la ecosofía. Se ha de reconocer la sabiduría de la naturaleza, ya que es un cometido naturalmente humano. El hombre ha de ser la sabiduría de la Tierra. “Somos los sabios de la naturaleza que pueden conocer todo lo que ocurre en ella y pueden establecer una simbiosis con ella que favorezca la vida de todos”.
Porque, y esta es su octava tesis, la naturaleza es nuestro tercer cuerpo. El primero es el cuerpo que veo; el segundo es el cuerpo de la humanidad, el cuerpo del género humano; y el tercero es la Tierra, la naturaleza; somos Tierra, no solo residimos en ella y la explotamos. Somos tierra, ella es nuestro cuerpo y nosotros somos todavía más: su alma.
Y su novena y última tesis es que la emancipación de la tecnocracia es la tarea liberadora, inicialmente dolorosa, de nuestro tiempo. Una tarea que es a la vez política y espiritual: liberarnos del tecnocentrismo para ser verdaderamente libres. Liberación de la humanidad que ha de venir de la propia humanidad, no de la máquina.
Hay en este texto de Panikkar una reflexión que merece ser considerada seriamente. La moda ecológica actual, con frecuencia no es más que un compromiso al habernos dado cuenta de que los recursos de la naturaleza son limitados y que, por tanto, tenemos que conservarlos y reciclarlos; pero, sin embargo, seguimos manteniendo la misma mentalidad dualista, hombre y naturaleza como dos cosas independientes. Hay que dar un paso más: el que propone la ecosofía, para quien la naturaleza es engendradora, madre, y estamos emparentados con ella en relación directa de filiación.
Reflexión intercultural
El libro se cierra con un capítulo dedicado a una reflexión intercultural de la ecosofía. En él, el autor incide en que la ecología aún opera dentro de los parámetros de la cosmología dominante. Hay que ir más allá, insiste. Se trata de vivir la experiencia de la Tierra como fundamento primordial sobre el cual, no solo estamos, sino que somos, sin excluir una dimensión divina.
La ecología profunda reclama la sanación que necesita la Tierra; Panikkar afirma que no es ella la que necesita ser sanada, sino que somos nosotros los enfermos que necesitamos la ecosofía; una ecosofía que postula un cambio radical en nuestra percepción tanto de la Tierra como del hombre y de lo divino. No es la ecosofía un apéndice de la ecología, no; tiene que ver con nuestro destino humano. Desarrolla su planteamiento en tres apartados.
Primero, en la política. Afirma que la ecosofía no es compatible con cualquier clase de desarrollo radical, sea tecnológico, soft, sostenible, etc. La civilización tecnológica no es una civilización universal, sino propia de la cultura occidental. Dice: “El desarrollo no es un valor universal ni neutral. Tiene un sesgo ideológico y solo sirve a los intereses de la civilización concreta que lo impulsa”. Y la noción de ecosofía trasciende la ideología de la nación-estado, así como la idea de nacionalismos soberanos, exige otra concepción de la política.
Segundo, en la ciencia. La ecosofía considera a la Tierra como un ser vivo, tanto en sus miembros como en su conjunto, aunque, lógicamente, reconoce que no toda la vida es idéntica: no es lo mismo la vida vegetal que la vida humana; pero el conjunto de la realidad es un organismo viviente, del cual nosotros también formamos parte. Por eso la ecosofía se atreve a contestar al ídolo más grande del mundo de hoy: la ciencia moderna. Aclara el autor que, al hablar de ciencia moderna, no se refiere a la ciencia como tal, sino a las características de la ciencia de hoy, que se reduce a cálculo, tan fascinante y útil como se quiera, pero que ya no tiene ningún poder redentor. Su crítica se dirige a la extrapolación del método científico a otras áreas de la realidad.
Y el tercer campo al que se refiere el autor es el de la filosofía. Afirma que la ecosofía derriba no solo la creencia occidental en el progreso, sino, también, el mito subyacente de la historia muy vinculado a las religiones monoteístas. Progreso, historia, desarrollo y ciencia moderna forman el paquete cultural de la civilización occidental. Para explicar sus conceptos, el autor hace una incursión en el análisis de la flecha del tiempo, que no es válido para otras culturas que no sean la occidental. Y concluye: “La auténtica esperanza no puede orientarse al futuro, ha de orientarse a lo invisible, a otra dimensión que hace que valga la pena vivir la vida, aunque sea en condiciones de explotación”. Como se puede apreciar, un capítulo este último que merece lectura y relectura, por su alcance y profundidad.
Concluyendo
Es esta una obra muy oportuna. Si bien sus planteamientos ya eran conocidos por la reconocida figura del autor, su aparición en este momento le aporta un nuevo valor añadido. Cuando los temas relacionados con el medio ambiente, con la ecología y el cuidado de nuestro planeta son reiterativos en los titulares de los medios de comunicación, en las actividades de organizaciones ecologistas y en las preocupaciones de una gran mayoría de gobernantes.
La exigencia de ir más allá de la ecología, de lo que entendemos por desarrollo sostenible, es un reto que nos lanza Panikkar y cuyas ideas básicas y fundamentales podemos encontrar en este libro, cuyo título es todo un proyecto: ecosofía.
Índice
Introducción. Ecosofía, el arte de escuchar la Tierra
1. El triple nacimiento del concepto de ecosofía
2. El arco Tvergastein-Tavertet
3. La ecosofía de Panikkar
4. Todo vive
5. En la tercera década del siglo XXI
I. La Tierra está viva, la materia está viva
II. Ecosofía o la relación cosmoteándrica con la naturaleza
1. La crisis actual refleja el declive de nuestros presupuestos culturales
2. Solo una transformación puede salvarnos
3. Una transformación de este tipo es la experiencia cosmoteándrica
4. La verdadera naturaleza no es ningún objeto
5. Las categorías de la ciencias naturales son insuficientes para tratar con la naturaleza
6. Comprender la naturaleza implica darnos cuenta de nuestra mutua pertenencia cosmoteándrica
7. El arte (techné) de tratar a la naturaleza es la ecosofía
8. La naturaleza es nuestro tercer cuerpo
9. La “emancipación” de la tecnocracia es la tarea liberadora, inicialmente dolorosa, de nuestro tiempo.
III. La visión ecosófica de la Edad Media
IV, Bhumijnana/Ecosofía: una reflexión intercultural
1. Política
2. Ciencia
3. Filosofía
Procedencia de los textos
Título: Ecosofía. La sabiduría de la Tierra
Autor: Raimon Panikkar. De la edición e Introducción, Jordi Pigem
Edita: Fragmenta Editorial, Barcelona, 2021
Colección: Fragmentos
Traducción: Jordi Pigem Pérez
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 96
ISBN: 978-84-17796-51-8
Precio: 11,50 euros
Son muchas las voces que se alzan para hablarnos y, sobre todo, advertirnos de los problemas ambientales a los que se enfrenta nuestro planeta, justamente a causa de la actividad humana. Nosotros, se ha dicho y bien, no podemos vivir sin la tierra pero ella sí puede vivir sin nosotros. Científicos, gobiernos, asociaciones, publicaciones, … se ven sacudidos ante el porvenir que nos aguarda si no ponemos remedio a nuestra actitud de soberanía despótica sobre nuestra casa común, como la define el papa Francisco en su muy comentada encíclica Laudato si.
Una de las voces más destacadas en este entorno es la de Raimon Panikkar. Y Jordi Pigem ha seleccionado una serie de textos sobre este tema para presentarlos en la publicación que hoy comentamos; no son muchos, no; pero sí muy clarificadores de su postura y sus postulados.
Para una mejor comprensión del contenido, Pigem ofrece una Introducción en la que, a lo largo de cinco epígrafes, nos traza el marco necesario para una mejor comprensión de todo el texto. En su escrito, Pigem nos explica el triple nacimiento del concepto de ecosofía, originado en tres nombres ampliamente conocidos en los ámbitos de la ecología: el psiquiatra y filósofo francés Félix Guattari, el filósofo noruego Arne Naes y el filósofo y teólogo intercultural que figura como autor de este libro, Raimon Panikkar.
No coinciden los tres en su manera de entender el concepto de ecosofía; pero sí tienen claro que, si queremos seguir en este mundo, tenemos que aprender a hacer y a ser de manera sostenible; y “están convencidos de que no habrá verdadera sostenibilidad sin una transformación de la conciencia”.
Lógicamente, hace alusión a los términos de ecología de poca profundidad, que solo aspira a atenuar el impacto de nuestra sociedad sobre la naturaleza, y de ecología profunda que reconoce que nuestro sistema de consumismo y el industrialismo son incompatibles con el equilibrio ecológico y la supervivencia de otras formas de vida.
La ecosofía de Panikkar va aún más allá, es una invitación a escuchar a la Tierra, lo que implica percibirla como sujeto, algo que es habitual en pueblos indígenas de todas las latitudes. Dice Panikkar: “La Tierra es un ser vivo; el universo es un ser vivo; el cosmos entero está vivo. En pocas palabras, la realidad está viva”.
Habla Panikkar
El primer texto propiamente dicho de Panikkar en este libro es una entrevista que le hizo Pigem en el año 2005. En ella, el filósofo se muestra contundente: “En la lucha contra la Tierra el hombre perderá. Somos nosotros los que estamos en peligro […] el hombre sin la Tierra no sería hombre”.
Hace alusión a la ecología, algo realmente positivo aunque insuficiente, ya que no es sino una tímida reacción pero que todavía opera dentro de la cosmovisión dominante. Hay que dar un paso más, un paso hacia la ecosofía que define así: “Es al mismo tiempo nuestro conocimiento de la Tierra y la sabiduría de la Tierra misma, que hemos de intentar escuchar y compartir”. Ecología y ecosofía no son lo mismo, ya que la primera, mediante el desarrollo sostenible, busca prolongar el actual status quo, mientras que la segunda propugna un cambio radical en la percepción tanto del hombre como de la Tierra: trata a la Tierra como un ser vivo, pues no es materia inerte o un simple planeta.
Su propia experiencia personal le lleva a recuperar la creencia milenaria de los pueblos de la Tierra, la creencia en el animismo en el sentido de un principio divino que anima la realidad y que es inmanente a la naturaleza. Y finaliza la entrevista con una frase que invita a la reflexión: “no creo en el futuro, sino en la eternidad en el presente”.
La relación cosmoteándrica con la naturaleza
Considera Panikkar que la Tierra es nuestro cuerpo externo, nuestro espacio vital, nuestro hogar y que, junto con lo humano y con lo divino, forma los tres elementos constitutivos de la realidad. De ahí que hable de relación cosmoteántrica: Tierra, hombre y divinidad.
Y, seguidamente, desarrolla nueve tesis desde un punto de vista intercultural. La primera de estas tesis es que la crisis actual refleja el declive de nuestros presupuestos culturales; si hasta ahora las culturas vivían en un mundo triple, el de los dioses, el del hombre y el de la naturaleza, ahora hay que añadir un cuarto mundo, el de la megamáquina. “No se trata de hacer una religión a partir de la ecología; se trata de incorporar la dimensión ecológica a la religión”.
Su segunda tesis es que solo una transformación puede salvarnos; no se trata de una nueva interpretación de la naturaleza, sino de una nueva experiencia de nosotros mismos y de la vida; en pocas palabras, necesitamos una metamorfosis, una transformación.
Una transformación de este tipo es la experiencia cosmoteándrica, como reza su tercera tesis, que nos lleva al enunciado de la cuarta: la verdadera naturaleza no es ningún objeto: la naturaleza como objeto del pensamiento solo puede ser una abstracción, un constructo, no la verdadera naturaleza.
Quinta tesis: Las categorías de la ciencias naturales son insuficientes para tratar con la naturaleza. Por supuesto, Panikkar no está en contra de las categoría científicas; muy al contrario, piensa que son necesarias para muchas cosas, pero resultan insuficientes para comprender la naturaleza.
De ahí su sexta tesis: comprender la naturaleza implica darnos cuenta de nuestra mutua pertenencia cosmoteándrica. La auténtica comprensión transforma al que comprende y la verdadera comprensión no es posible sin amor. Se trata, pues, de ser naturaleza y no de controlarla, de transformarnos en ella.
La séptima tesis defiende que el arte (techné) de tratar a la naturaleza es la ecosofía. Se ha de reconocer la sabiduría de la naturaleza, ya que es un cometido naturalmente humano. El hombre ha de ser la sabiduría de la Tierra. “Somos los sabios de la naturaleza que pueden conocer todo lo que ocurre en ella y pueden establecer una simbiosis con ella que favorezca la vida de todos”.
Porque, y esta es su octava tesis, la naturaleza es nuestro tercer cuerpo. El primero es el cuerpo que veo; el segundo es el cuerpo de la humanidad, el cuerpo del género humano; y el tercero es la Tierra, la naturaleza; somos Tierra, no solo residimos en ella y la explotamos. Somos tierra, ella es nuestro cuerpo y nosotros somos todavía más: su alma.
Y su novena y última tesis es que la emancipación de la tecnocracia es la tarea liberadora, inicialmente dolorosa, de nuestro tiempo. Una tarea que es a la vez política y espiritual: liberarnos del tecnocentrismo para ser verdaderamente libres. Liberación de la humanidad que ha de venir de la propia humanidad, no de la máquina.
Hay en este texto de Panikkar una reflexión que merece ser considerada seriamente. La moda ecológica actual, con frecuencia no es más que un compromiso al habernos dado cuenta de que los recursos de la naturaleza son limitados y que, por tanto, tenemos que conservarlos y reciclarlos; pero, sin embargo, seguimos manteniendo la misma mentalidad dualista, hombre y naturaleza como dos cosas independientes. Hay que dar un paso más: el que propone la ecosofía, para quien la naturaleza es engendradora, madre, y estamos emparentados con ella en relación directa de filiación.
Reflexión intercultural
El libro se cierra con un capítulo dedicado a una reflexión intercultural de la ecosofía. En él, el autor incide en que la ecología aún opera dentro de los parámetros de la cosmología dominante. Hay que ir más allá, insiste. Se trata de vivir la experiencia de la Tierra como fundamento primordial sobre el cual, no solo estamos, sino que somos, sin excluir una dimensión divina.
La ecología profunda reclama la sanación que necesita la Tierra; Panikkar afirma que no es ella la que necesita ser sanada, sino que somos nosotros los enfermos que necesitamos la ecosofía; una ecosofía que postula un cambio radical en nuestra percepción tanto de la Tierra como del hombre y de lo divino. No es la ecosofía un apéndice de la ecología, no; tiene que ver con nuestro destino humano. Desarrolla su planteamiento en tres apartados.
Primero, en la política. Afirma que la ecosofía no es compatible con cualquier clase de desarrollo radical, sea tecnológico, soft, sostenible, etc. La civilización tecnológica no es una civilización universal, sino propia de la cultura occidental. Dice: “El desarrollo no es un valor universal ni neutral. Tiene un sesgo ideológico y solo sirve a los intereses de la civilización concreta que lo impulsa”. Y la noción de ecosofía trasciende la ideología de la nación-estado, así como la idea de nacionalismos soberanos, exige otra concepción de la política.
Segundo, en la ciencia. La ecosofía considera a la Tierra como un ser vivo, tanto en sus miembros como en su conjunto, aunque, lógicamente, reconoce que no toda la vida es idéntica: no es lo mismo la vida vegetal que la vida humana; pero el conjunto de la realidad es un organismo viviente, del cual nosotros también formamos parte. Por eso la ecosofía se atreve a contestar al ídolo más grande del mundo de hoy: la ciencia moderna. Aclara el autor que, al hablar de ciencia moderna, no se refiere a la ciencia como tal, sino a las características de la ciencia de hoy, que se reduce a cálculo, tan fascinante y útil como se quiera, pero que ya no tiene ningún poder redentor. Su crítica se dirige a la extrapolación del método científico a otras áreas de la realidad.
Y el tercer campo al que se refiere el autor es el de la filosofía. Afirma que la ecosofía derriba no solo la creencia occidental en el progreso, sino, también, el mito subyacente de la historia muy vinculado a las religiones monoteístas. Progreso, historia, desarrollo y ciencia moderna forman el paquete cultural de la civilización occidental. Para explicar sus conceptos, el autor hace una incursión en el análisis de la flecha del tiempo, que no es válido para otras culturas que no sean la occidental. Y concluye: “La auténtica esperanza no puede orientarse al futuro, ha de orientarse a lo invisible, a otra dimensión que hace que valga la pena vivir la vida, aunque sea en condiciones de explotación”. Como se puede apreciar, un capítulo este último que merece lectura y relectura, por su alcance y profundidad.
Concluyendo
Es esta una obra muy oportuna. Si bien sus planteamientos ya eran conocidos por la reconocida figura del autor, su aparición en este momento le aporta un nuevo valor añadido. Cuando los temas relacionados con el medio ambiente, con la ecología y el cuidado de nuestro planeta son reiterativos en los titulares de los medios de comunicación, en las actividades de organizaciones ecologistas y en las preocupaciones de una gran mayoría de gobernantes.
La exigencia de ir más allá de la ecología, de lo que entendemos por desarrollo sostenible, es un reto que nos lanza Panikkar y cuyas ideas básicas y fundamentales podemos encontrar en este libro, cuyo título es todo un proyecto: ecosofía.
Índice
Introducción. Ecosofía, el arte de escuchar la Tierra
1. El triple nacimiento del concepto de ecosofía
2. El arco Tvergastein-Tavertet
3. La ecosofía de Panikkar
4. Todo vive
5. En la tercera década del siglo XXI
I. La Tierra está viva, la materia está viva
II. Ecosofía o la relación cosmoteándrica con la naturaleza
1. La crisis actual refleja el declive de nuestros presupuestos culturales
2. Solo una transformación puede salvarnos
3. Una transformación de este tipo es la experiencia cosmoteándrica
4. La verdadera naturaleza no es ningún objeto
5. Las categorías de la ciencias naturales son insuficientes para tratar con la naturaleza
6. Comprender la naturaleza implica darnos cuenta de nuestra mutua pertenencia cosmoteándrica
7. El arte (techné) de tratar a la naturaleza es la ecosofía
8. La naturaleza es nuestro tercer cuerpo
9. La “emancipación” de la tecnocracia es la tarea liberadora, inicialmente dolorosa, de nuestro tiempo.
III. La visión ecosófica de la Edad Media
IV, Bhumijnana/Ecosofía: una reflexión intercultural
1. Política
2. Ciencia
3. Filosofía
Procedencia de los textos
Reseñas
Zero Waste
Redacción T21 , 17/05/2021
Para chicas con prisas
Ficha Técnica
Título: Zero Waste
Autoras: Georgina Gerónimo y Claudia Barea
Edita: Editorial Zenith. Sello de Editorial Planeta. barcelona, 2021
Colección: Para chicas con prisas
Materia: Estilo de vida
Encuadernación: Rústica sin solapa
Número de páginas: 96
ISBN: 978-84-08-22803-5
PVP: 10.95 €
¿Te horroriza ver tanto plástico en el carrito de la compra, pero lo tuyo es ir al supermercado cinco minutos antes del cierre? ¿Tienes un montón de ropa que, admítelo, no te pones, pero no puedes evitar seguir acumulando? ¿Quieres reducir los envases, pero te resulta imposible sobrevivir sin tu café para llevar?
Deja de agobiarte y convierte este libro en tu mejor aliado para lograr ser más sostenible. Da los primeros pasos hacia una vida zero waste y grábate a fuego este mantra “pequeños gestos, grandes cambio”
¿Qué encontrarás en este libro?
• Lo que necesitas saber para empezar a reducir.
• Una guía para hacer la compra sin plástico.
• Pautas para tener un hogar con menos residuos.
• Trucos para conseguir un armario sostenible.
• El kit zero waste para ir siempre preparada.
Sumario
- ¿En qué fase zero waste estás?
- Zero waste 101
- Un hogar con menos residuos
- Moda sostenible
- Zero waste fuera de casa
- Cambio de mentalidad y la economía circular
- Quiero ser Zero waste, pero…
Fuentes consultadas
Datos sobre las autoras
Reseñas
De la angustia al lenguaje
Redacción T21 , 10/05/2021
Ficha Técnica
Título: De la angustia del lenguaje
Autor: Maurice Blanchot
Edita: Editorial Trotta. Madrid, marzo de 2021
Traducción: Luis Herrero Carracedo y Cristina de Peretti
Materias: Ensayo literario, Literatura
Encuadernación: Rústica con solapa
Número de páginas: 136
ISBN: 978-84-9879-999-6
PVP: 15,00 €
e-pub: 10,99 €
Publicado como primera sección del libro titulado Faux pas (1943), De la angustia al lenguaje reúne a su vez una serie de pequeños ensayos centrados en torno a la literatura y la lengua —y sus aporías— a partir del diálogo, crítico y creativo, que Maurice Blanchot, de una forma singular y con su inconfundible estilo, establece con autores tan diferentes como son su gran amigo Bataille y el Maestro Eckhart, Racine y Blake, Kierkegaard y Proust, Paulhan y Giraudoux, sin olvidar tampoco a Leonardo da Vinci o el pensamiento hindú.
Esta recopilación de textos, precedidos por una larga reflexión sobre la angustia del escritor y las paradojas que esta no deja de entrañar, constituye una muestra inmejorable de lo que ha sido la trayectoria, en el ámbito de la crítica literaria, de ese gran novelista y pensador que es Maurice Blanchot.
CONTENIDO
De la angustia al lenguaje
El Diario de Kierkegaard
El Maestro Eckhart
El matrimonio del cielo y el infierno
En torno al pensamiento hindú
La experiencia interior
La experiencia de Proust
Rilke
El mito de Sísifo
El mito de Orestes
El mito de Fedra
Los Cuadernos de notas de Leonardo da Vinci
¿Cómo es posible la literatura?
Investigaciones sobre el lenguaje
Literatura
Reseñas
La infancia del cristianismo
Juan Antonio Martínez de la Fe , 07/05/2021
Ficha Técnica
Título: La infancia del cristianismo
Autor: Étienne Trocmé
Edita: Editorial Trotta, Madrid, 2021
Colección: Estructuras y Procesos
Traducción: Alejandro del Río Herrmann
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 212
ISBN: 978-84-1364-000-6
Precio: 22 euros
La traducción de este libro a nuestro idioma ha sido un acierto editorial. En un momento en que en las iglesias cristianas, incluida la católica, nacen y crecen corrientes muy diversas, incluso, a veces, antagónicas, echar una vista a aquellos primeros años en que comenzó a germinar la semilla sembrada por Jesús de Nazaret, puede arrojar un rayo de luz, si no esclarecedora, sí, al menos, de esperanza en que se podrán superar las diferencias porque, en el fondo, todas ellas cuentan con un único agente impulsor: el mensaje del nazareno.
Xabier Picaza abre esta obra con una necesaria introducción. En ella, nos señala las principales aportaciones de Trocmé en este libro: a) Una confianza básica en las fuentes del Nuevo Testamento para entenderlas en su diversidad, comparadas entre sí desde el trasfondo de su tiempo; b) El autor sabe iluminar varios personajes menos conocidos y algunos hechos menos valorados; y c) Ha querido que los datos hablen por sí mismos.
Y para una mejor comprensión del libro, Picaza nos ofrece, en primer lugar, una descripción de la geografía del cristianismo primitivo, detallando espacios y trayectorias; concretamente, nos refiere nueve espacios de la geografía protocristiana que nos permiten situar las personas y argumentos básicos de la obra; y, luego, una cronología de aquellos primeros años, arrancando desde el año treinta de nuestra era y llevándonos hasta el ciento veinticinco, con detalle de los primordiales acontecimientos que jalonan esta apasionante historia.
Y ya Trocmé toma la palabra, explicándonos, en un primer capítulo, la situación del judaísmo al inicio de nuestra era. Un judaísmo que sufre el exilio a la par que recibe influencias de las culturas y tradiciones de los pueblos en los que se asienta y que da origen a un judaísmo de la diáspora con algunas diferencias con el palestino, si no mayoritario numéricamente en relación con la totalidad, sí en su provincia, que contaba con minorías tales como samaritanos o filisteos.
Hay que entender la relación entre Jesús y Juan el Bautista, que tenía su grupo de discípulos y seguidores que se mantuvieron fieles a él incluso tras su muerte. Pocas son las noticias documentales que existen sobre Juan, lo que complica la labor del investigador; los escasos documentos que se pueden consultar están teñidos ya por la fe cristiana posterior. La diferencia fundamental entre ambos está en que el Bautista predica la venida inminente del Reino, mientras que, con Jesús, esa inminencia se ha transformado en misteriosa presencia y que no hay ya que prepararse para un mañana porque el Reino de Dios debe ser aprehendido desde hoy.
Santiago, el hermano
Tras la crucifixión de Jesús, los discípulos, decepcionados, se habían reintegrado a sus labores profesionales emprendiendo una existencia ordinaria. Pero se producen fenómenos extraordinarios: las apariciones del difunto, unas cristofanías que son el origen de la fe en Jesús como Mesías y de la actividad de los discípulos para difundir esta convicción.
En esta primera época, algunos partidarios de Jesús permanecieron en las ciudades de Galilea, pero no hay nada que haga pensar que se organizaran en comunidades religiosas distintas de las sinagogas. Por su parte, la situación de los grupos establecidos en Jerusalén era otra; su organización giraba en torno a los discípulos y parientes de Jesús, sin que haya motivo para pensar, como se ha insinuado en alguna ocasión, que existiera una copia de las comunidades esenias. Constituyeron la Iglesia de Jerusalén que no estuvo exenta de discordias y diferencias de pareceres que dieron lugar a la creación de grupos disidentes.
Pedro pierde aquí autoridad; una autoridad que pasó a Santiago, hermano del Señor. A él le corresponde extraer las conclusiones del debate que se había producido sobre la evangelización de los paganos. Palabras de Trocmé: “a partir del año 44 de nuestra era, aquel que no era aún más que un personaje respetado se convirtió en el papa de la iglesia de Jersualén y, al mismo tiempo, de la iglesia universal”. Un hecho que viene confirmado por diferentes tradiciones posteriores. Así, pues, Santiago obtiene su legitimidad por su parentesco con Jesús y, con ayuda de un nuevo grupo de dirigentes (los ancianos) se hace con el poder durante un largo período en la iglesia de Jerusalén y, a través de ella, en la iglesia universal. Un Santiago que fue gran predicador del Mesías Jesús, y un judío estricto observante de conducta irreprochable.
Esta iglesia jerosolimitana conoce un período de expansión y de crecimiento de su influencia sobre todas las comunidades cristianas exteriores a la Ciudad Santa, pero sufrió un brutal final tanto por el martirio del propio Santiago como por la catástrofe que se abatió sobre la capital judía y su templo. Y, aunque después del año 70, esta iglesia regresara a la ciudad santa, la influencia que había ejercido en tiempos de Pedro y Santiago sobre todas las comunidades exteriores, no se restableció. A partir de este momento, el cristianismo abandona su régimen centralizado y pasa a un congregacionismo integral, favorable a todas las dispersiones.
Un fenómeno consecuencia de esta deriva lo encontramos en el grupo de cristianos más influidos por la cultura helenista, grupos que presentaban una fisonomía original que combinaba rasgos de la comunidad jerosolimitana y otros producto de la presión del medio ofrecido por una gran urbe cosmopolita. Este grupo no solo se contentó con actuar, sino que también reflexionó sobre su acción y se expresó en algunos documentos literarios; exhibe, además, una violencia polémica mucho mayor en relación con los dirigentes judíos que sus hermanos de la mayoría de la iglesia de Jerusalén.
Tal movimiento contestatario legó a las generaciones cristianas algunos elementos importantes. Así, por ejemplo, obligó a la iglesia de Jerusalén a salir de su concha y a interesarse por el mundo exterior; contribuyó a helenizar el cristianismo en el plano cultural, lo cual orientó su expansión hacia el imperio romano más que hacia el Oriente semita; y, con el evangelio de Marcos, ofreció un modelo literario que ejerció gran atracción en autores cristianos de generaciones posteriores.
Pablo, apóstol de los gentiles
“Pablo es a un tiempo el personaje más conocido de la primera generación cristiana y un hombre envuelto en misterio en muchos aspectos”. Su conversión parece más bien referirse a una conmoción interior que a una manifestación espectacular. Trocmé nos lleva de la mano para recorrer su biografía y nos hace caer en la cuenta de que fue reconocido como detentor de una vocación misionera para los incircuncisos, mientras que Pedro, que gozaba de igual vocación, lo era para los circuncisos. Circuncisión o no circuncisión en los nuevos cristianos constituyó un profundo y a veces doloroso debate en el seno de aquella iglesia que nacía. Se intentó una solución de compromiso, consistente en pedir a los convertidos de origen pagano que se sometieran a unas cuantas reglas inspiradas en los mandamientos tradicionales, pero ni Pablo ni sus herederos aceptaron tal compromiso.
Si bien es cierto que Pablo era reconocido como legítimo misionero entre los paganos, el hecho es que los cristianos judíos y los que no tenían esa procedencia no podían vivir en plena comunión, por lo que cada uno de estos grupos tenía que constituir su propia comunidad. De esta manera, para las más altas autoridades cristianas era más importante la pertenencia étnica de los convertidos que el propio mensaje de salvación del Señor. Una situación que llevó, irremediablemente, a la ruptura, no quedando otra alternativa a Pablo que desarrollar y consolidar su obra misionera autónoma.
Sobre estas iglesias, Pablo extendía su autoridad, no sin combates y contestación, provenientes, sobre todo, de grupos judaizantes; tales iglesias se caracterizaban por haber roto puentes con las sinagogas, pero se desconoce cómo era su organización interna. Para ellas, Pablo es un apóstol de Jesucristo, un título por el que él sentía gran apego.
Tal situación le obligó a una gran actividad, corriendo de un lado a otro esforzándose por cerrar las brechas que surgían y dedicándose a la redacción de sus cartas tanto para responder a las cuestiones que se le planteaban, como para defenderse de ataques o para preparar su acción. Así, se vio obligado a fundar doctrinalmente sus exhortaciones a la constitución de una comunidad que reuniera a todos los fieles, sin dejar de lado su convicción de que la constitución de una iglesia local era la llave de la vida cristiana.
Tiempos difíciles
“A comienzos de los años sesenta de nuestra era, la iglesia cristiana era un grupo de tamaño modesto, pero animado por una dinamismo real y bastante sólidamente organizado en torno a su centro, la ciudad de Jerusalén”. Es verdad que había disidencias, pero eran menores. Aun así, la influencia centralizadora jerosolimitana fue disminuyendo, tanto por la poca brillantez de quienes sucedieron a Santiago como por las querellas dogmáticas surgidas tras la desaparición del hermano del Señor, a lo que se une el descalabro de la guerra judía y sus consecuencias. Así las cosas, “de un sistema cuasi papal, las iglesias cristianas habían pasado sin transición a un régimen congregacionalista, fundado en las comunidades locales y en las relaciones que estas quisieran establecer espontáneamente entre ellas”.
Se da, también, en esta época un fenómeno de singular importancia: el hecho de que las autoridades imperiales comienzan a distinguir entre judíos y cristianos; el estatus de religio licita del que gozaban los judíos, dejó de proteger a los cristianos, algo que encontramos en la génesis, entre otras muchas causas, de las persecuciones, especialmente, las del año 64. Hacia el año 70, ya habían desaparecido los tres protagonistas de la primera generación: Santiago, Pedro y Pablo.
Y se desarrollan cuestiones con diferente intensidad según el grupo cristiano en el que nacen; por ejemplo, las relaciones con las personas ricas, sobre quién podía hacer uso de la palabra en las reuniones, la importancia que se da a la cristología, etc. Pese a ello, los textos de la época permiten considerar una actitud aguerrida por parte de la mayoría cristiana en su intento de ganar para el Evangelio a un buen número de miembros de las sinagogas, presentándoles el cristianismo como una forma más acabada del judaísmo.
Pero, perdida la protección del estatuto de los judíos en el Imperio Romano, ¿qué sería de este grupo de cristianos?. Pues su salvación le llegó gracias a la pequeña minoría de quienes habían sido adoctrinados por Pablo. Paradójicamente, la mayoría de las iglesias cristianas continuaba considerando a los herederos de Pablo como unos irresponsables que ponían en peligro a todos los cristianos. Pero, a finales de la década de los 80 de nuestra era, estiman las iglesias paulinas que pueden dar a las demás comunidades cristianas consejos y ejemplos prácticos para ayudarlas a organizarse, en el momento en que se prepara su expulsión de las sinagogas.
Época de madurez
En torno al año 100, rotos ya los vínculos con las sinagogas, los cristianos renuncian a polemizar contra ellas y a presentarse como los judíos más auténticos. Los de origen pagano, en número cada vez mayor, no sienten nostalgia de un pasado reciente en el que sus comunidades vivían en estrecha dependencia de las sinagogas. Por otro lado, se muestran cada vez más leales al imperio romano, obedeciendo a un sentimiento de creciente necesidad de integrarse en la civilización grecorromana, lo que hace que las autoridades no perciban ya el Evangelio como una propaganda religiosa agresiva, sino como la fe de una comunidad razonable.
Palabras de Trocmé que resumen la situación: “el cristianismo, que descubrió su identidad propia en torno al año 100 de nuestra era, busca insertarse en la sociedad en la que eligió mayoritariamente implantarse y emprende un vasto debate interno sobre la manera de conseguirlo. Por este motivo, puede ser descrito como un cristianismo emancipado respecto de su progenitor, el judaísmo, y que había entrado, antes de 150, en la edad adulta, donde había de tomar en sus manos su propio destino”.
Concluyendo
En esta obra, encontrará el lector una detallada cronología de los primeros años de un cristianismo que, como un recién nacido, es consciente de la magnitud del mensaje que sigue, pero balbucea en la manera de incorporarlo a su vida diaria en el horizonte de una labor misionera: custodiaban un Evangelio, una buena noticia, que no podían reservar egoístamente para sí, sino que tenían que esparcir por todo el mundo.
Étienne Trocmé desarrolla su libro con maestría. Primero, con un lenguaje que sabe armonizar y conjugar el necesario discurso de lectura, entreverado con la abundancia contundente de citas de documentos que sustentan su narración; en ningún momento, esta importante aportación documental, impide una lectura apasionante, bien estructurada y minuciosamente desarrollada. Luego, la ausencia de complicados términos propios de una exégesis meticulosa, facilita en no pequeña medida el éxito del proyecto expositivo concebido por el autor.
Desde luego, junto a una amena lectura, encontrará, quien se adentre en sus páginas, un sólido conocimiento de los primeros años de los grupos de seguidores de Jesús de Nazaret hasta convertirse en la realidad del cristianismo.
Índice
Introducción: Geografía y cronología. Los dos ejes del cristianismo primitivo. Por Xabier Picaza
Prólogo
1. El judaísmo al inicio de nuestra era
2. Juan el Bautista y Jesús de Nazaret
3. La primera iglesia de Jerusanlén
4. El envite “helenista”
5. Pablo: los primeros pasos
6. Pablo: la huida hacia adelante
7. Pablo, jefe de iglesia
8. Pablo, teólogo y mártir
9. La gran crisis de los años sesenta
10. La contraofensiva cristiana
11. El despertar de los herederos de Pablo
12. Hacia un cristianismo adulto
13. Consolidación y helenización
Conclusión
Bibliografía
Título: La infancia del cristianismo
Autor: Étienne Trocmé
Edita: Editorial Trotta, Madrid, 2021
Colección: Estructuras y Procesos
Traducción: Alejandro del Río Herrmann
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 212
ISBN: 978-84-1364-000-6
Precio: 22 euros
La traducción de este libro a nuestro idioma ha sido un acierto editorial. En un momento en que en las iglesias cristianas, incluida la católica, nacen y crecen corrientes muy diversas, incluso, a veces, antagónicas, echar una vista a aquellos primeros años en que comenzó a germinar la semilla sembrada por Jesús de Nazaret, puede arrojar un rayo de luz, si no esclarecedora, sí, al menos, de esperanza en que se podrán superar las diferencias porque, en el fondo, todas ellas cuentan con un único agente impulsor: el mensaje del nazareno.
Xabier Picaza abre esta obra con una necesaria introducción. En ella, nos señala las principales aportaciones de Trocmé en este libro: a) Una confianza básica en las fuentes del Nuevo Testamento para entenderlas en su diversidad, comparadas entre sí desde el trasfondo de su tiempo; b) El autor sabe iluminar varios personajes menos conocidos y algunos hechos menos valorados; y c) Ha querido que los datos hablen por sí mismos.
Y para una mejor comprensión del libro, Picaza nos ofrece, en primer lugar, una descripción de la geografía del cristianismo primitivo, detallando espacios y trayectorias; concretamente, nos refiere nueve espacios de la geografía protocristiana que nos permiten situar las personas y argumentos básicos de la obra; y, luego, una cronología de aquellos primeros años, arrancando desde el año treinta de nuestra era y llevándonos hasta el ciento veinticinco, con detalle de los primordiales acontecimientos que jalonan esta apasionante historia.
Y ya Trocmé toma la palabra, explicándonos, en un primer capítulo, la situación del judaísmo al inicio de nuestra era. Un judaísmo que sufre el exilio a la par que recibe influencias de las culturas y tradiciones de los pueblos en los que se asienta y que da origen a un judaísmo de la diáspora con algunas diferencias con el palestino, si no mayoritario numéricamente en relación con la totalidad, sí en su provincia, que contaba con minorías tales como samaritanos o filisteos.
Hay que entender la relación entre Jesús y Juan el Bautista, que tenía su grupo de discípulos y seguidores que se mantuvieron fieles a él incluso tras su muerte. Pocas son las noticias documentales que existen sobre Juan, lo que complica la labor del investigador; los escasos documentos que se pueden consultar están teñidos ya por la fe cristiana posterior. La diferencia fundamental entre ambos está en que el Bautista predica la venida inminente del Reino, mientras que, con Jesús, esa inminencia se ha transformado en misteriosa presencia y que no hay ya que prepararse para un mañana porque el Reino de Dios debe ser aprehendido desde hoy.
Santiago, el hermano
Tras la crucifixión de Jesús, los discípulos, decepcionados, se habían reintegrado a sus labores profesionales emprendiendo una existencia ordinaria. Pero se producen fenómenos extraordinarios: las apariciones del difunto, unas cristofanías que son el origen de la fe en Jesús como Mesías y de la actividad de los discípulos para difundir esta convicción.
En esta primera época, algunos partidarios de Jesús permanecieron en las ciudades de Galilea, pero no hay nada que haga pensar que se organizaran en comunidades religiosas distintas de las sinagogas. Por su parte, la situación de los grupos establecidos en Jerusalén era otra; su organización giraba en torno a los discípulos y parientes de Jesús, sin que haya motivo para pensar, como se ha insinuado en alguna ocasión, que existiera una copia de las comunidades esenias. Constituyeron la Iglesia de Jerusalén que no estuvo exenta de discordias y diferencias de pareceres que dieron lugar a la creación de grupos disidentes.
Pedro pierde aquí autoridad; una autoridad que pasó a Santiago, hermano del Señor. A él le corresponde extraer las conclusiones del debate que se había producido sobre la evangelización de los paganos. Palabras de Trocmé: “a partir del año 44 de nuestra era, aquel que no era aún más que un personaje respetado se convirtió en el papa de la iglesia de Jersualén y, al mismo tiempo, de la iglesia universal”. Un hecho que viene confirmado por diferentes tradiciones posteriores. Así, pues, Santiago obtiene su legitimidad por su parentesco con Jesús y, con ayuda de un nuevo grupo de dirigentes (los ancianos) se hace con el poder durante un largo período en la iglesia de Jerusalén y, a través de ella, en la iglesia universal. Un Santiago que fue gran predicador del Mesías Jesús, y un judío estricto observante de conducta irreprochable.
Esta iglesia jerosolimitana conoce un período de expansión y de crecimiento de su influencia sobre todas las comunidades cristianas exteriores a la Ciudad Santa, pero sufrió un brutal final tanto por el martirio del propio Santiago como por la catástrofe que se abatió sobre la capital judía y su templo. Y, aunque después del año 70, esta iglesia regresara a la ciudad santa, la influencia que había ejercido en tiempos de Pedro y Santiago sobre todas las comunidades exteriores, no se restableció. A partir de este momento, el cristianismo abandona su régimen centralizado y pasa a un congregacionismo integral, favorable a todas las dispersiones.
Un fenómeno consecuencia de esta deriva lo encontramos en el grupo de cristianos más influidos por la cultura helenista, grupos que presentaban una fisonomía original que combinaba rasgos de la comunidad jerosolimitana y otros producto de la presión del medio ofrecido por una gran urbe cosmopolita. Este grupo no solo se contentó con actuar, sino que también reflexionó sobre su acción y se expresó en algunos documentos literarios; exhibe, además, una violencia polémica mucho mayor en relación con los dirigentes judíos que sus hermanos de la mayoría de la iglesia de Jerusalén.
Tal movimiento contestatario legó a las generaciones cristianas algunos elementos importantes. Así, por ejemplo, obligó a la iglesia de Jerusalén a salir de su concha y a interesarse por el mundo exterior; contribuyó a helenizar el cristianismo en el plano cultural, lo cual orientó su expansión hacia el imperio romano más que hacia el Oriente semita; y, con el evangelio de Marcos, ofreció un modelo literario que ejerció gran atracción en autores cristianos de generaciones posteriores.
Pablo, apóstol de los gentiles
“Pablo es a un tiempo el personaje más conocido de la primera generación cristiana y un hombre envuelto en misterio en muchos aspectos”. Su conversión parece más bien referirse a una conmoción interior que a una manifestación espectacular. Trocmé nos lleva de la mano para recorrer su biografía y nos hace caer en la cuenta de que fue reconocido como detentor de una vocación misionera para los incircuncisos, mientras que Pedro, que gozaba de igual vocación, lo era para los circuncisos. Circuncisión o no circuncisión en los nuevos cristianos constituyó un profundo y a veces doloroso debate en el seno de aquella iglesia que nacía. Se intentó una solución de compromiso, consistente en pedir a los convertidos de origen pagano que se sometieran a unas cuantas reglas inspiradas en los mandamientos tradicionales, pero ni Pablo ni sus herederos aceptaron tal compromiso.
Si bien es cierto que Pablo era reconocido como legítimo misionero entre los paganos, el hecho es que los cristianos judíos y los que no tenían esa procedencia no podían vivir en plena comunión, por lo que cada uno de estos grupos tenía que constituir su propia comunidad. De esta manera, para las más altas autoridades cristianas era más importante la pertenencia étnica de los convertidos que el propio mensaje de salvación del Señor. Una situación que llevó, irremediablemente, a la ruptura, no quedando otra alternativa a Pablo que desarrollar y consolidar su obra misionera autónoma.
Sobre estas iglesias, Pablo extendía su autoridad, no sin combates y contestación, provenientes, sobre todo, de grupos judaizantes; tales iglesias se caracterizaban por haber roto puentes con las sinagogas, pero se desconoce cómo era su organización interna. Para ellas, Pablo es un apóstol de Jesucristo, un título por el que él sentía gran apego.
Tal situación le obligó a una gran actividad, corriendo de un lado a otro esforzándose por cerrar las brechas que surgían y dedicándose a la redacción de sus cartas tanto para responder a las cuestiones que se le planteaban, como para defenderse de ataques o para preparar su acción. Así, se vio obligado a fundar doctrinalmente sus exhortaciones a la constitución de una comunidad que reuniera a todos los fieles, sin dejar de lado su convicción de que la constitución de una iglesia local era la llave de la vida cristiana.
Tiempos difíciles
“A comienzos de los años sesenta de nuestra era, la iglesia cristiana era un grupo de tamaño modesto, pero animado por una dinamismo real y bastante sólidamente organizado en torno a su centro, la ciudad de Jerusalén”. Es verdad que había disidencias, pero eran menores. Aun así, la influencia centralizadora jerosolimitana fue disminuyendo, tanto por la poca brillantez de quienes sucedieron a Santiago como por las querellas dogmáticas surgidas tras la desaparición del hermano del Señor, a lo que se une el descalabro de la guerra judía y sus consecuencias. Así las cosas, “de un sistema cuasi papal, las iglesias cristianas habían pasado sin transición a un régimen congregacionalista, fundado en las comunidades locales y en las relaciones que estas quisieran establecer espontáneamente entre ellas”.
Se da, también, en esta época un fenómeno de singular importancia: el hecho de que las autoridades imperiales comienzan a distinguir entre judíos y cristianos; el estatus de religio licita del que gozaban los judíos, dejó de proteger a los cristianos, algo que encontramos en la génesis, entre otras muchas causas, de las persecuciones, especialmente, las del año 64. Hacia el año 70, ya habían desaparecido los tres protagonistas de la primera generación: Santiago, Pedro y Pablo.
Y se desarrollan cuestiones con diferente intensidad según el grupo cristiano en el que nacen; por ejemplo, las relaciones con las personas ricas, sobre quién podía hacer uso de la palabra en las reuniones, la importancia que se da a la cristología, etc. Pese a ello, los textos de la época permiten considerar una actitud aguerrida por parte de la mayoría cristiana en su intento de ganar para el Evangelio a un buen número de miembros de las sinagogas, presentándoles el cristianismo como una forma más acabada del judaísmo.
Pero, perdida la protección del estatuto de los judíos en el Imperio Romano, ¿qué sería de este grupo de cristianos?. Pues su salvación le llegó gracias a la pequeña minoría de quienes habían sido adoctrinados por Pablo. Paradójicamente, la mayoría de las iglesias cristianas continuaba considerando a los herederos de Pablo como unos irresponsables que ponían en peligro a todos los cristianos. Pero, a finales de la década de los 80 de nuestra era, estiman las iglesias paulinas que pueden dar a las demás comunidades cristianas consejos y ejemplos prácticos para ayudarlas a organizarse, en el momento en que se prepara su expulsión de las sinagogas.
Época de madurez
En torno al año 100, rotos ya los vínculos con las sinagogas, los cristianos renuncian a polemizar contra ellas y a presentarse como los judíos más auténticos. Los de origen pagano, en número cada vez mayor, no sienten nostalgia de un pasado reciente en el que sus comunidades vivían en estrecha dependencia de las sinagogas. Por otro lado, se muestran cada vez más leales al imperio romano, obedeciendo a un sentimiento de creciente necesidad de integrarse en la civilización grecorromana, lo que hace que las autoridades no perciban ya el Evangelio como una propaganda religiosa agresiva, sino como la fe de una comunidad razonable.
Palabras de Trocmé que resumen la situación: “el cristianismo, que descubrió su identidad propia en torno al año 100 de nuestra era, busca insertarse en la sociedad en la que eligió mayoritariamente implantarse y emprende un vasto debate interno sobre la manera de conseguirlo. Por este motivo, puede ser descrito como un cristianismo emancipado respecto de su progenitor, el judaísmo, y que había entrado, antes de 150, en la edad adulta, donde había de tomar en sus manos su propio destino”.
Concluyendo
En esta obra, encontrará el lector una detallada cronología de los primeros años de un cristianismo que, como un recién nacido, es consciente de la magnitud del mensaje que sigue, pero balbucea en la manera de incorporarlo a su vida diaria en el horizonte de una labor misionera: custodiaban un Evangelio, una buena noticia, que no podían reservar egoístamente para sí, sino que tenían que esparcir por todo el mundo.
Étienne Trocmé desarrolla su libro con maestría. Primero, con un lenguaje que sabe armonizar y conjugar el necesario discurso de lectura, entreverado con la abundancia contundente de citas de documentos que sustentan su narración; en ningún momento, esta importante aportación documental, impide una lectura apasionante, bien estructurada y minuciosamente desarrollada. Luego, la ausencia de complicados términos propios de una exégesis meticulosa, facilita en no pequeña medida el éxito del proyecto expositivo concebido por el autor.
Desde luego, junto a una amena lectura, encontrará, quien se adentre en sus páginas, un sólido conocimiento de los primeros años de los grupos de seguidores de Jesús de Nazaret hasta convertirse en la realidad del cristianismo.
Índice
Introducción: Geografía y cronología. Los dos ejes del cristianismo primitivo. Por Xabier Picaza
Prólogo
1. El judaísmo al inicio de nuestra era
2. Juan el Bautista y Jesús de Nazaret
3. La primera iglesia de Jerusanlén
4. El envite “helenista”
5. Pablo: los primeros pasos
6. Pablo: la huida hacia adelante
7. Pablo, jefe de iglesia
8. Pablo, teólogo y mártir
9. La gran crisis de los años sesenta
10. La contraofensiva cristiana
11. El despertar de los herederos de Pablo
12. Hacia un cristianismo adulto
13. Consolidación y helenización
Conclusión
Bibliografía
Reseñas
Capitalismo cansado
Redacción T21 , 06/05/2021
Tensiones (eco)políticas del desorden global
Ficha Técnica
Título: Capitalismo cansado
Autor: Luis arenas
Edita: Editorial Trotta. Madrid, marzo de 2021
Colección: Estructuras y Procesos
Materia: Filosofía
Encuadernación: Rústica con solapas
Número de páginas: 202
ISBN: 978-84-9879-837-1
PVP: 21,00 €
e-pub: 12,99 €
Ha pasado ya más de una década desde que la crisis de 2008 acabara de resquebrajar el mundo surgido tras la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces los esfuerzos por clarificar este horizonte convulso y aparentemente ininteligible siguen dando escasos resultados.
La desorientación se extiende en los ámbitos políticos y en los económicos ante las amenazas que impone un entorno caracterizado por graves tensiones medioambientales, por el desafío de la robotización e informatización y la inteligencia artificial, por los flujos migratorios, por el calentamiento global, por la irrupción de la extrema derecha o por la creciente desigualdad e injusticia global. Todos los datos apuntan a un «agotamiento sistémico» cuyo síntoma más evidente es el cansancio que parece mostrar el capitalismo desde hace más de una década.
En este contexto, resulta en extremo optimista dar por asumidos logros culturales, políticos y civilizatorios que se creía consolidados hasta hace poco, por lo que vale la pena repensar de manera radical para las próximas décadas los supuestos (económicos, ecológicos, geopolíticos, culturales, pedagógicos) asumidos acríticamente como telón de fondo de nuestras vidas.
Porque incluso si, como muchos sospechan, estamos ante el amanecer de un sistema completamente distinto al que conocimos, no hay garantías de que lo que finalmente acabe por triunfar se parezca más a nuestros sueños políticos que a nuestras pesadillas.
Lo fascinante de la encrucijada a la que nos enfrentamos es que sabemos que el pasado quedó atrás para siempre y no volverá, pero aún no somos capaces de vislumbrar qué será lo que lo sustituya.
CONTENIDO
Prólogo (a modo de epílogo) a una pandemia
Introducción. Paisaje después de la tormenta (y antes de la tempestad)
- De éxito en éxito hasta el fracaso final: el triple fracaso del juego económico capitalista
- Capitalismo de plataforma y trabajo
- ¿Vivimos por debajo de nuestras posibilidades? Keynes, Ortega y el fin del trabajo asalariado
- Thorstein Veblen: para una crítica de las instituciones imbéciles.
- Crisis y sabotaje capitalista: la actualidad del pensamiento económico de Thorstein Veblen
- El veneno está en la dosis (o de cómo su cantidad convierte en insoportable la injusticia)
- Construir, habitar, pensar (de otra manera). La arquitectura entre la ecología política y el fondo gastado de la Modernidad
- Un ahora sin aquí. La experiencia del mundo y del arte en la era de la pantalla global
Bibliografía
Nota sobre el origen de los textos
Redacción T21
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Anatomía del cristianismo
21/04/2023
Diccionario de los símbolos
21/02/2023
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Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850