Reseñas
Filosofía de la religión. Seis ensayos y una nota
Juan Antonio Martínez de la Fe , 27/03/2020
Título: Filosofía de la religión. Seis ensayos y una nota
Autor: Pere Lluís Font
Edita: Fragmenta Editorial, Barcelona 2020
Colección: Fragmentos
Traducción: Mayka Lahoz
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 220
ISBN: 978-84-17796-22-8
Precio: 18 euros
El término Filosofía de la religión es relativamente nuevo. Y lo suficientemente amplio como para despertar opiniones encontradas: una disciplina joven puede encerrar caminos por recorrer con todas las cautelas que despierta lo novedoso. Pese a ello, son muchos los autores que han tratado el tema; por citar solo algunos en español, Juan Antonio Estrada, Manuel Fraijó, José Gómez Caffarena, José María Mardones, Enrique Romerales, Javier Sádaba, Andrés Torres Queiruga o Pere Lluís Font. Justamente, de este último ha aparecido un interesante libro: Filosofía de la religión. Seis ensayos y una nota (Fragmenta Editorial, Barcelona, 2020).
En esta obra, Font plantea las nada fáciles relaciones entre filosofía y religión, germen de dispares criterios de quienes la consideran a la filosofía poco religiosa o a la religión poco filosófica. Ante la necesidad de descender a zonas más concretas, el autor advierte de que parte de un planteamiento cristiano, de una parte, por arrancar de un clima que culturalmente lo es, al exponerse a la razón; y, de otra parte, por ser aventurado hacer filosofía de otras religiones desde fuera, con un conocimiento de oídas.
Es un libro que se presenta como un todo homogéneo, pese a ser fruto de seis bloques de su programa docente de esta materia, de los que el primero trata de El estatuto de la filosofía de la religión. Es esta filosofía el lugar natural para hacer un tratamiento racional y autónomo del hecho religioso, en la medida en que esto sea posible. Desde luego, hay que partir de la base de que la autonomía del pensamiento filosófico y científico exige que no se presupongan determinadas opciones en materia religiosa “si se quiere que la filosofía y la ciencia sean actividades intelectuales practicables por todos los que sean capaces de ello”. No cabe duda: la religión, como hecho histórico y cultural innegable, puede y debe ser objeto de análisis racional, científico y filosófico.
Estatuto de la filosofía de la religión
Filosofía de la religión es un concepto, ya se ha dicho, amplio, por lo que aquí el autor se centrará en lo que se ha dado en llamar teología filosófica, la antigua teología natural o teodicea. Y hace un recorrido por las principales ciencias de la religión: la historia de las religiones, la sociología de la religión y la psicología de la religión. Concluyendo, aquí, con una propuesta de definición de la filosofía de la religión: “disciplina filosófica ‘regional’ (aunque, naturalmente, con implicaciones globales), parte de la filosofía de la cultura, que tiene por objeto aclarar la naturaleza, el sentido, las implicaciones metafísicas y el valor de la religión y sus relaciones con el resto de la cultura, mediante una reflexión metódica sobre el factum de las religiones (conocido por las ciencias de la religión) y una valoración crítica de las teorías a las que este ha dado lugar”. Definición amplia, pero precisa y necesaria, de la que se destaca su objeto: pensar metódicamente la religión, hacer una reflexión metódica y crítica sobre la naturaleza y el sentido de la religión.
Ya en el apartado en que aborda la historia de esta materia, sobresale el hecho de que, con la llegada del cristianismo, el problema principal que se le plantea es el de la relación entre la razón y la fe, finalizando su exposición con una radiografía de las principales formas contemporáneas de esta peculiar filosofía: fenomenología, hermenéutica, filosofía analítica, análisis estructuralista, variantes de la tradicional concepción ilustrada, variantes de la filosofía beligerante de los filósofos de la sospecha y, por último, variantes de la filosofía tratada desde supuestos religiosos, con grados diversos de motivación apologética.
Ofrece Font unas indicaciones sobre la temática y la metodología en esta ciencia, en el que se detiene, por su importancia, en el asunto de las cosmovisiones, que concreta en tres modelos diferentes que dan pie a diversas concepciones filosóficas. En primer lugar, una cosmovisión materialista con carácter mecanicista y, por lo general, atea. En segundo lugar, una cosmovisión naturalista, de carácter biologista, origen de una postura panteísta. Finalmente, una cosmovisión espiritualista, de carácter personalista, germen de una actitud teísta.
Este planteamiento, lógicamente, da pie a la formulación de un análisis crítico de las teorías filosóficas de la religión que Font resume en lecturas ateas del discurso religioso, lecturas ilustradas del discurso religioso y lecturas positivas del discurso religioso, aunque no se corresponden, de manera estricta, con los tres tipos de cosmovisión, pues caben algunas combinaciones entre ellas.
Es importante tener en cuenta que la filosofía de la religión practicada no es satisfactoria ni para la fe ni para la razón y que, por otra parte, se puede hacer filosofía de la religión sin ser especialmente religioso: una persona arreligiosa puede, y debe, preguntarse por el sentido y por la validez de las expresiones externas de la religión.
Tras un breve alegato sobre la libertad de pensamiento en el catolicismo, páginas de más que recomendable lectura, concluye el autor: “Si la incidencia de la posición religiosa en la filosofía de la religión significa que la filosofía no es una ciencia, de la incidencia de la filosofía de la religión en la posición religiosa significa que esta solo puede ser asumida humanamente si es asumida científicamente”. Y añade que toda religión, incluso la que el creyente tiene por revelada, es también un hecho cultural que no se puede sustraer como un vedado a la mirada filosófica, a no ser que haya algún grado de “mala fe”.
Experiencia estética, experiencia ética, experiencia religiosa
Un segundo bloque es el que se dedica a la Experiencia religiosa versus experiencia estética y experiencia ética. Se trata de un ensayo que busca una aproximación filosófica y teológica al tema del arte y de la belleza. Partiendo de una perspectiva cristiana, sostiene que la experiencia estética, la experiencia ética y la experiencia religiosa son tres tipos diferentes, pero que tienen unas analogías que pueden llevar a confusión.
Primero aborda el concepto de experiencia, término que puede tener diversos sentidos. En un ámbito más general, se la puede definir como el conocimiento adquirido por la práctica; también se la puede considerar como el conocimiento de la realidad, tanto desde un sentido epistemológico como gnoseológico; y un tercer matiz puede ser el del conocimiento inmediato, sin la mediación del razonamiento ni del testimonio, de aquello que pasa en nuestro espíritu.
Antes de avanzar, Font aporta cuatro afirmaciones esenciales; la primera es que toda experiencia está configurada culturalmente, es decir, no hay experiencia pura al margen del contexto cultural. La segunda es que toda experiencia es educable, lo que significa que no hay experiencia pura al margen de toda educación. La tercera afirmación dice que toda experiencia incluye vivencia e interpretación, es decir, que la experiencia no es significativa si no es interpretada. Por último, la cuarta afirmación dice que toda experiencia está condicionada lingüísticamente, es decir, que no hay experiencia pura disociada de las posibilidades expresivas de que se dispone.
Con tales premisas, se adentra el autor a exponer las especificidades de cada una de las tres experiencias que aborda: estética, ética y religiosa. La primera se caracteriza por cierta forma de emoción ante la belleza; la experiencia ética tiene que ver con la vida práctica en cuanto calificable de moral o inmoral; mientras que la experiencia religiosa tiene que ver con lo sagrado.
Se detiene Font en la experiencia religiosa, de la que dice que nace de la sorpresa por el misterio de la realidad, el milagro de la existencia; también de la experiencia de finitud, de indigencia, de dependencia, de precariedad, de mortalidad; finalmente, también proviene de la experiencia de sentido o de absurdo en cada una de las situaciones de la vida: ¿tiene sentido la vida o es un sinsentido? En definitiva, es el hecho de la muerte el que mantiene siempre abierto el gran interrogante religioso.
Eso sí: añade unas consideraciones sobre la experiencia religiosa. No hay experiencia de la validez de la experiencia: es indiscernible experimentalmente de su propia ilusión. Destaca, igualmente, que experiencia religiosa no es lo mismo que experiencia de Dios; finalmente, que una forma de experiencia religiosa es la experiencia cristiana de la fe y que esta experiencia religiosa es sumamente ambigua. Lo que sí queda claro es que las tres experiencias, estética, ética y religiosa son formas específicas e irreductibles de la experiencia humana.
Ciencia y fe
Ciencia y fe es el tema que se aborda en el tercer bloque. Asunto que ha ocupado y ocupa a muchos pensadores y científicos. ¿Pueden convivir? Siendo un debate muy amplio, Font lo reduce aquí, tratando solo de la ciencia en el sentido moderno del término y de la fe cristiana, aunque, por extensión, se puede aplicar a cualquier fe religiosa.
Afirma que cualquier religión, especialmente, el cristianismo, se tiene que aclimatar a la ciencia, no tenerle miedo, si pretende tener viabilidad en el futuro. No se trata de que se revista científicamente, sino que debe de hacer brillar su especificidad sin complejos, dejándose fiscalizar por la ciencia.
Fundamenta su afirmación analizando, ante todo, el concepto moderno de ciencia, pero pensando en la fe. La ciencia moderna tiene unos rasgos peculiares que la diferencian del concepto aristotélico. Así, por ejemplo, el carácter de la prueba, es decir, que siempre remite a alguna forma de contrastación empírica. Hay que añadir su alcance fenoménico: la ciencia moderna tiene por objeto la realidad sensible y cambiante (natural o humana) y la búsqueda de sus leyes, de las constantes de su conducta; lo que, en la práctica, viene a concluir que son los fenómenos su objeto, aquello que puede ser sometido a una prueba, pero no puede hacer juicios de realidad metaempíricos, metafísicos; religión y ciencia, pues, son universos de discurso diferentes, por lo que no se puede hablar de teísmo científico o ateísmo científico: la ciencia renuncia al por qué para detenerse en el cómo.
¿Crea, pues, la ciencia problemas a la fe? Ciertamente, no, lo hace el cientismo, esa actitud de confianza exclusiva e ilimitada en la ciencia; le añade una filosofía que se ignora como tal. ¿Qué decir del contencioso ciencia-fe hoy? “(a): las relaciones entre la ciencia y la fe están siempre mediatizadas por una filosofía (el cientismo es buena muestra de ello) y (b) ciencia y fe son de orden diferente (no dan respuestas diferentes al mismo tipo de preguntas) y, por lo tanto, no pueden ser competitivas entre sí”, afirma Font, quien concluye: “El diálogo entre la ciencia y la fe es el diálogo entre dos naturalezas distintas asumidas por una misma persona”.
Enunciados religiosos: su razonabilidad
¿Tienen los enunciados religiosos razonabilidad? Muy interesante cuestión a la que Font da respuesta. Como suele ocurrir, pregunta tan amplia precisa de concreciones, como, por ejemplo, aclarar qué entendemos por creer. Pero, en el fondo, defiende la tesis de que los enunciados religiosos genuinos no quedan nunca totalmente al margen de la razón.
En primer lugar, ¿De qué hablamos cuando hablamos de enunciados religiosos? De manera sencilla, se podrían definir como aquellos enunciados propios de una religión, entendiendo por enunciado la expresión lingüística de un juicio que puede ser considerada verdadera o falsa. Dicho esto, hay que avanzar que no siempre es fácil identificar cuáles son los enunciados nucleares de una religión determinada.
Viniendo al término razonabilidad, lo utiliza el autor para referirse a “todo el abanico de proposiciones que se encuentran entre la estricta racionalidad y la simple irracionalidad; dicho de otro modo, razonabilidad supone un grado apreciable de conformidad con la razón.
Aplicado esto a los enunciados religiosos, quiere decir que estos “(a) no son contrarios a la razón; (b) son, en alguna medida, inteligibles o al menos pensables (aunque puedan sobrepasar nuestras posibilidades de comprensión plena); y (c) tienen alguna chance de credibilidad”. Lo que supone que estos enunciados tienen posibilidad de responder a la pregunta del qué (qué se cree) y del por qué (por qué se cree).
Font se detiene, seguidamente, en analizar las estrategias racionalistas, es decir, las de quienes, admitiendo la legitimidad de unos enunciados religiosos, adoptan posturas o bien racionalistas, que pretenden demostrar la verdad de tales enunciados o que niegan su legitimidad si no se pueden demostrar, por lo que tienden a anular la fe; o bien irracionalistas, que tienden a negar tanto la razonabilidad interna de los enunciados religiosos como las razones para creerlos verdaderos (tanto la razonabilidad del qué como la del porqué).
Hace hincapié sobre la razonabilidad, concretándose en los círculos hermenéuticos, cuya fenomenología pone de manifiesto que toda intelección de los enunciados religiosos tiene una estructura circular, en la que la precomprensión y la comprensión se presuponen mutuamente de alguna manera.
Y, volviendo al tema del creer, reconoce el autor que su definición resulta difícil, exponiendo en su obra algunas observaciones de vocabulario, espigando ideas que surgen a lo largo de la historia del pensamiento. Dice: “La tradición filosófica hará hincapié en el análisis y la ordenación de la trilogía opinión/fe/ciencia u opinión/ciencia/fe (con dos referentes principales: Platón y Kant), mientras que la teología se centrará en el análisis de la fe”.
En su recorrido histórico aparecen San Agustín, Platón, Tomás de Aquino, Descartes, Pascal, Hume, Kant y, después de éste, Kierkegaard. Y, tras esta incursión en la historia del pensamiento, finaliza el bloque reflexionando sobre las Implicaciones metafísicas y cosmovisionales de los enunciados religiosos, concluyendo que una metafísica es una hipótesis teórica que hace intelectualmente plausible una religión.
Cosmovisiones religiosas
Ya se ha hablado aquí de la trilogía materialismo/naturalismo/espiritualismo. Son tres posibles cosmovisiones que, en su aspecto filosófico-religioso, aborda Font, con una cuádruple finalidad: 1. El interés filosófico del concepto de cosmovisión; 2. La consistencia de una tipología ternaria de las cosmovisiones; 3. Las motivaciones de cada cosmovisión; y 4. La indecidibilidad teórica de las tres, que constituyen un trilema.
Antes que nada, ¿qué es una cosmovisión? El autor considera no descaminada la definición siguiente: “Visión global del mundo y del lugar que en él ocupa el ser humano, que orienta la interpretación y la valoración de la existencia”. Por consiguiente, una cosmovisión no es una cosmología, aunque incluya elementos de ésta.
Partiendo de la proposición de una tipología de las cosmovisiones, dependiendo del criterio en el que se base, teniendo en cuenta el modelo que se emplee, se podrían dividir las cosmovisiones en: 1. materialismo/mecanicismo/ateísmo; 2. naturalismo/biologismo/panteísmo; y 3., espiritualismo/personalismo/teísmo. Tres posibilidades formales (teóricas) y reales (históricas). Así como en un dilema hay que optar forzosamente entre dos posibilidades, análogamente ocurre con este trilema, tres posibilidades mutuamente excluyentes y extensivamente exhaustivas: necesariamente, una de ellas es verdadera y falsas las otras dos. Así, Font expone sucintamente las motivaciones de cada uno de los tres tipos de cosmovisión, explicitados en forma de tres tipos de metafísica. Las tres contienen las exigencias de toda metafísica: cada una es internamente coherente, es compatible con la experiencia y es capaz de interpretar, de manera plausible y globalmente, la realidad. Pero ninguna de las tres es demostrable de manera terminante: “las tres tienen su momento de verdad y las tres encuentran alguna complicidad en cada uno de nosotros”.
Las pruebas de una de estas tres cosmovisiones no se formulan desde una plataforma neutra, común, desde un territorio de nadie; siempre lo hacen desde la cosmovisión misma en que se encuentra el argumentador. ¿Qué hace que nos inclinemos, pues, por una de ellas? Está claro que no solo interviene un componente intelectual, sino que varios son los componentes no intelectuales que nos impulsan en uno u otro sentido.
Monoteísmo
El monoteísmo constituye el último bloque de esta más que interesante obra de Pere Lluís Font. La categoría de monoteísmo, afirma, es seguramente la más relevante de la historia religiosa de la humanidad. Y si en el orden intelectual se lo debemos todo a los griegos, en el espiritual somos deudores de casi todo de los hebreos. Dicho lo cual, el autor se plantea si, siendo cierto que el monoteísmo ha aportado la mundo la civilización mediterránea, sigue siendo todavía un “ideal” del Mediterráneo.
En este ensayo, Font delimita, en primer lugar, el concepto de monoteísmo, para, seguidamente, abordar su aparición; analiza a continuación la originalidad de las diversas variantes del monoteísmo de las religiones abrahámicas y su posterior conceptualización filosófica para finalizar con algunas reflexiones sobre su problemática actual.
“El monoteísmo es la afirmación de un solo Dios (en eso se contrapone al politeísmo, que afirma la existencia de diversos dioses), personal y trascendente al mundo (y en eso se diferencia del panteísmo, que afirma que Dios es impersonal e inmanente al mundo). No hay que confundir el monoteísmo con el henoteísmo (o monolatría)”, situación que expresa la adoración de un solo Dios, sin negar la existencia de otros dioses.
En cuanto a la aparición del monoteísmo, Font refiere las tres teorías principales sobre su origen. Y que hay algunos puntos de consenso: que es un hecho tardío, fruto de una revolución provocada en circunstancias favorables por la aparición de personalidades religiosas excepcionales; que nació en el Mediterráneo, en Israel, en el primer milenio antes de Cristo. Hay, eso sí, una especie de precedente mediterráneo, en la figura del faraón Akhenatón.
También hace hincapié el autor en la originalidad del monoteísmo bíblico, con sus decantaciones cristiana e islámica, así como en la interacción entre el monoteísmo de las tres religiones y el teísmo filosófico de ascendencia griega. En un sentido estricto, se podría considerar como monoteísmo, al bíblico que es, en esencia, un monoteísmo moral, característica que comparten las tres religiones del libro.
Por lo que respecta a la problemática actual del monoteísmo, expresa el autor que no está referida al politeísmo, sino al ateísmo e, incluso, en algún modo, al panteísmo. Dice: “La cultura moderna ha empezado por la crítica de las degradaciones religiosas y ha acabado con una crítica radical de cualquier religión a través de la crítica radical del cristianismo como expresión paradigmática del monoteísmo”. Y la crisis del monoteísmo ha llevado a la crisis del humanismo.
De tendencia a la intolerancia es el monoteísmo, aunque Font reconoce que la tolerancia es perfectamente coherente con aquel. Su futuro, tanto del cristiano, como del judío o del musulmán, dependerá de su capacidad de diálogo y de la calidad de su actitud religiosa, que incluye la capacidad de asimilar críticamente la crítica.
En esta obra de Pere Lluís Font, filosofía y religión se contraponen, se encuentran y dialogan. Y de este encuentro, sólida y dicácticamente planteado por el autor, muchas y feraces reflexiones se pueden proponer. Merece la pena.
Índice
Prólogo
I. El estatuto de la filosofía de la religión
1. Delimitación del espacio propio de la filosofía de la religión
2. Vistazo a la historia de la filosofía de la religión
3. Indicaciones sobre la temática y la metodología
4. Examen de una aporía relativa a la posibilidad y a la legitimidad de la filosofía de la religión
Bibliografía
II. Experiencia religiosa versus experiencia estética y experiencia ética
1. Preludio sobre la idea de experiencias
2. Especificidad de la experiencia estética, ética y religiosa
a) La experiencia estética
b) La experiencia ética
c) La experiencia religiosa
3. Relaciones entre los tres tipos de experiencias
III. Ciencia y fe
1. Sobre el concepto moderno de ciencia, pensando en la fe
2. Interludio sobre ciencia y cientismo
3. Sobre el contencioso ciencia-fe, hoy
IV. La razonabilidad de los enunciados religiosos
1. De qué hablamos cuando hablamos de enunciados religiosos
2. Qué quiere decir rzonabilidad
3. Estrategias racionalistas
a) Racionalismo filosófico-religioso
b) Racionalismo teológico
4. Estrategias irracionalistas
5. Retorno sobre la razonabilidad: círculos hermenéuticos
6. Qué es creer
a) Observaciones de vocabulario
b) Ojeada a la historia del pensamiento
c) Respuesta a dos dificultades
7. Implicaciones metafísicas y cosmovisionales de los enunciados religiosos
V. El trilema de las cosmovisiones filosófico-religiosas
1. Qué es una cosmovisión
2. Tipología de las cosmovisiones
3. La cosmovisión materialista/mecanicista/atea
4. La cosmovisión naturalista/biologista/panteísta
5. La cosmovisión espiritualista/personalista/teísta
6. El trilema de las cosmovisiones, indecidibles teóricamente
VI. El monoteísmo
1. La categoría de monoteísmo
2. La aparición del monoteísmo
3. El monoteísmo ético de las religiones abrahámicas y el teísmo filosófico
4. El monoteísmo en cuestión
Bibliografía
Apéndice. Nota sobre Henry Duméry, filósofo de la religión
Procedencia de los textos
Autor: Pere Lluís Font
Edita: Fragmenta Editorial, Barcelona 2020
Colección: Fragmentos
Traducción: Mayka Lahoz
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 220
ISBN: 978-84-17796-22-8
Precio: 18 euros
El término Filosofía de la religión es relativamente nuevo. Y lo suficientemente amplio como para despertar opiniones encontradas: una disciplina joven puede encerrar caminos por recorrer con todas las cautelas que despierta lo novedoso. Pese a ello, son muchos los autores que han tratado el tema; por citar solo algunos en español, Juan Antonio Estrada, Manuel Fraijó, José Gómez Caffarena, José María Mardones, Enrique Romerales, Javier Sádaba, Andrés Torres Queiruga o Pere Lluís Font. Justamente, de este último ha aparecido un interesante libro: Filosofía de la religión. Seis ensayos y una nota (Fragmenta Editorial, Barcelona, 2020).
En esta obra, Font plantea las nada fáciles relaciones entre filosofía y religión, germen de dispares criterios de quienes la consideran a la filosofía poco religiosa o a la religión poco filosófica. Ante la necesidad de descender a zonas más concretas, el autor advierte de que parte de un planteamiento cristiano, de una parte, por arrancar de un clima que culturalmente lo es, al exponerse a la razón; y, de otra parte, por ser aventurado hacer filosofía de otras religiones desde fuera, con un conocimiento de oídas.
Es un libro que se presenta como un todo homogéneo, pese a ser fruto de seis bloques de su programa docente de esta materia, de los que el primero trata de El estatuto de la filosofía de la religión. Es esta filosofía el lugar natural para hacer un tratamiento racional y autónomo del hecho religioso, en la medida en que esto sea posible. Desde luego, hay que partir de la base de que la autonomía del pensamiento filosófico y científico exige que no se presupongan determinadas opciones en materia religiosa “si se quiere que la filosofía y la ciencia sean actividades intelectuales practicables por todos los que sean capaces de ello”. No cabe duda: la religión, como hecho histórico y cultural innegable, puede y debe ser objeto de análisis racional, científico y filosófico.
Estatuto de la filosofía de la religión
Filosofía de la religión es un concepto, ya se ha dicho, amplio, por lo que aquí el autor se centrará en lo que se ha dado en llamar teología filosófica, la antigua teología natural o teodicea. Y hace un recorrido por las principales ciencias de la religión: la historia de las religiones, la sociología de la religión y la psicología de la religión. Concluyendo, aquí, con una propuesta de definición de la filosofía de la religión: “disciplina filosófica ‘regional’ (aunque, naturalmente, con implicaciones globales), parte de la filosofía de la cultura, que tiene por objeto aclarar la naturaleza, el sentido, las implicaciones metafísicas y el valor de la religión y sus relaciones con el resto de la cultura, mediante una reflexión metódica sobre el factum de las religiones (conocido por las ciencias de la religión) y una valoración crítica de las teorías a las que este ha dado lugar”. Definición amplia, pero precisa y necesaria, de la que se destaca su objeto: pensar metódicamente la religión, hacer una reflexión metódica y crítica sobre la naturaleza y el sentido de la religión.
Ya en el apartado en que aborda la historia de esta materia, sobresale el hecho de que, con la llegada del cristianismo, el problema principal que se le plantea es el de la relación entre la razón y la fe, finalizando su exposición con una radiografía de las principales formas contemporáneas de esta peculiar filosofía: fenomenología, hermenéutica, filosofía analítica, análisis estructuralista, variantes de la tradicional concepción ilustrada, variantes de la filosofía beligerante de los filósofos de la sospecha y, por último, variantes de la filosofía tratada desde supuestos religiosos, con grados diversos de motivación apologética.
Ofrece Font unas indicaciones sobre la temática y la metodología en esta ciencia, en el que se detiene, por su importancia, en el asunto de las cosmovisiones, que concreta en tres modelos diferentes que dan pie a diversas concepciones filosóficas. En primer lugar, una cosmovisión materialista con carácter mecanicista y, por lo general, atea. En segundo lugar, una cosmovisión naturalista, de carácter biologista, origen de una postura panteísta. Finalmente, una cosmovisión espiritualista, de carácter personalista, germen de una actitud teísta.
Este planteamiento, lógicamente, da pie a la formulación de un análisis crítico de las teorías filosóficas de la religión que Font resume en lecturas ateas del discurso religioso, lecturas ilustradas del discurso religioso y lecturas positivas del discurso religioso, aunque no se corresponden, de manera estricta, con los tres tipos de cosmovisión, pues caben algunas combinaciones entre ellas.
Es importante tener en cuenta que la filosofía de la religión practicada no es satisfactoria ni para la fe ni para la razón y que, por otra parte, se puede hacer filosofía de la religión sin ser especialmente religioso: una persona arreligiosa puede, y debe, preguntarse por el sentido y por la validez de las expresiones externas de la religión.
Tras un breve alegato sobre la libertad de pensamiento en el catolicismo, páginas de más que recomendable lectura, concluye el autor: “Si la incidencia de la posición religiosa en la filosofía de la religión significa que la filosofía no es una ciencia, de la incidencia de la filosofía de la religión en la posición religiosa significa que esta solo puede ser asumida humanamente si es asumida científicamente”. Y añade que toda religión, incluso la que el creyente tiene por revelada, es también un hecho cultural que no se puede sustraer como un vedado a la mirada filosófica, a no ser que haya algún grado de “mala fe”.
Experiencia estética, experiencia ética, experiencia religiosa
Un segundo bloque es el que se dedica a la Experiencia religiosa versus experiencia estética y experiencia ética. Se trata de un ensayo que busca una aproximación filosófica y teológica al tema del arte y de la belleza. Partiendo de una perspectiva cristiana, sostiene que la experiencia estética, la experiencia ética y la experiencia religiosa son tres tipos diferentes, pero que tienen unas analogías que pueden llevar a confusión.
Primero aborda el concepto de experiencia, término que puede tener diversos sentidos. En un ámbito más general, se la puede definir como el conocimiento adquirido por la práctica; también se la puede considerar como el conocimiento de la realidad, tanto desde un sentido epistemológico como gnoseológico; y un tercer matiz puede ser el del conocimiento inmediato, sin la mediación del razonamiento ni del testimonio, de aquello que pasa en nuestro espíritu.
Antes de avanzar, Font aporta cuatro afirmaciones esenciales; la primera es que toda experiencia está configurada culturalmente, es decir, no hay experiencia pura al margen del contexto cultural. La segunda es que toda experiencia es educable, lo que significa que no hay experiencia pura al margen de toda educación. La tercera afirmación dice que toda experiencia incluye vivencia e interpretación, es decir, que la experiencia no es significativa si no es interpretada. Por último, la cuarta afirmación dice que toda experiencia está condicionada lingüísticamente, es decir, que no hay experiencia pura disociada de las posibilidades expresivas de que se dispone.
Con tales premisas, se adentra el autor a exponer las especificidades de cada una de las tres experiencias que aborda: estética, ética y religiosa. La primera se caracteriza por cierta forma de emoción ante la belleza; la experiencia ética tiene que ver con la vida práctica en cuanto calificable de moral o inmoral; mientras que la experiencia religiosa tiene que ver con lo sagrado.
Se detiene Font en la experiencia religiosa, de la que dice que nace de la sorpresa por el misterio de la realidad, el milagro de la existencia; también de la experiencia de finitud, de indigencia, de dependencia, de precariedad, de mortalidad; finalmente, también proviene de la experiencia de sentido o de absurdo en cada una de las situaciones de la vida: ¿tiene sentido la vida o es un sinsentido? En definitiva, es el hecho de la muerte el que mantiene siempre abierto el gran interrogante religioso.
Eso sí: añade unas consideraciones sobre la experiencia religiosa. No hay experiencia de la validez de la experiencia: es indiscernible experimentalmente de su propia ilusión. Destaca, igualmente, que experiencia religiosa no es lo mismo que experiencia de Dios; finalmente, que una forma de experiencia religiosa es la experiencia cristiana de la fe y que esta experiencia religiosa es sumamente ambigua. Lo que sí queda claro es que las tres experiencias, estética, ética y religiosa son formas específicas e irreductibles de la experiencia humana.
Ciencia y fe
Ciencia y fe es el tema que se aborda en el tercer bloque. Asunto que ha ocupado y ocupa a muchos pensadores y científicos. ¿Pueden convivir? Siendo un debate muy amplio, Font lo reduce aquí, tratando solo de la ciencia en el sentido moderno del término y de la fe cristiana, aunque, por extensión, se puede aplicar a cualquier fe religiosa.
Afirma que cualquier religión, especialmente, el cristianismo, se tiene que aclimatar a la ciencia, no tenerle miedo, si pretende tener viabilidad en el futuro. No se trata de que se revista científicamente, sino que debe de hacer brillar su especificidad sin complejos, dejándose fiscalizar por la ciencia.
Fundamenta su afirmación analizando, ante todo, el concepto moderno de ciencia, pero pensando en la fe. La ciencia moderna tiene unos rasgos peculiares que la diferencian del concepto aristotélico. Así, por ejemplo, el carácter de la prueba, es decir, que siempre remite a alguna forma de contrastación empírica. Hay que añadir su alcance fenoménico: la ciencia moderna tiene por objeto la realidad sensible y cambiante (natural o humana) y la búsqueda de sus leyes, de las constantes de su conducta; lo que, en la práctica, viene a concluir que son los fenómenos su objeto, aquello que puede ser sometido a una prueba, pero no puede hacer juicios de realidad metaempíricos, metafísicos; religión y ciencia, pues, son universos de discurso diferentes, por lo que no se puede hablar de teísmo científico o ateísmo científico: la ciencia renuncia al por qué para detenerse en el cómo.
¿Crea, pues, la ciencia problemas a la fe? Ciertamente, no, lo hace el cientismo, esa actitud de confianza exclusiva e ilimitada en la ciencia; le añade una filosofía que se ignora como tal. ¿Qué decir del contencioso ciencia-fe hoy? “(a): las relaciones entre la ciencia y la fe están siempre mediatizadas por una filosofía (el cientismo es buena muestra de ello) y (b) ciencia y fe son de orden diferente (no dan respuestas diferentes al mismo tipo de preguntas) y, por lo tanto, no pueden ser competitivas entre sí”, afirma Font, quien concluye: “El diálogo entre la ciencia y la fe es el diálogo entre dos naturalezas distintas asumidas por una misma persona”.
Enunciados religiosos: su razonabilidad
¿Tienen los enunciados religiosos razonabilidad? Muy interesante cuestión a la que Font da respuesta. Como suele ocurrir, pregunta tan amplia precisa de concreciones, como, por ejemplo, aclarar qué entendemos por creer. Pero, en el fondo, defiende la tesis de que los enunciados religiosos genuinos no quedan nunca totalmente al margen de la razón.
En primer lugar, ¿De qué hablamos cuando hablamos de enunciados religiosos? De manera sencilla, se podrían definir como aquellos enunciados propios de una religión, entendiendo por enunciado la expresión lingüística de un juicio que puede ser considerada verdadera o falsa. Dicho esto, hay que avanzar que no siempre es fácil identificar cuáles son los enunciados nucleares de una religión determinada.
Viniendo al término razonabilidad, lo utiliza el autor para referirse a “todo el abanico de proposiciones que se encuentran entre la estricta racionalidad y la simple irracionalidad; dicho de otro modo, razonabilidad supone un grado apreciable de conformidad con la razón.
Aplicado esto a los enunciados religiosos, quiere decir que estos “(a) no son contrarios a la razón; (b) son, en alguna medida, inteligibles o al menos pensables (aunque puedan sobrepasar nuestras posibilidades de comprensión plena); y (c) tienen alguna chance de credibilidad”. Lo que supone que estos enunciados tienen posibilidad de responder a la pregunta del qué (qué se cree) y del por qué (por qué se cree).
Font se detiene, seguidamente, en analizar las estrategias racionalistas, es decir, las de quienes, admitiendo la legitimidad de unos enunciados religiosos, adoptan posturas o bien racionalistas, que pretenden demostrar la verdad de tales enunciados o que niegan su legitimidad si no se pueden demostrar, por lo que tienden a anular la fe; o bien irracionalistas, que tienden a negar tanto la razonabilidad interna de los enunciados religiosos como las razones para creerlos verdaderos (tanto la razonabilidad del qué como la del porqué).
Hace hincapié sobre la razonabilidad, concretándose en los círculos hermenéuticos, cuya fenomenología pone de manifiesto que toda intelección de los enunciados religiosos tiene una estructura circular, en la que la precomprensión y la comprensión se presuponen mutuamente de alguna manera.
Y, volviendo al tema del creer, reconoce el autor que su definición resulta difícil, exponiendo en su obra algunas observaciones de vocabulario, espigando ideas que surgen a lo largo de la historia del pensamiento. Dice: “La tradición filosófica hará hincapié en el análisis y la ordenación de la trilogía opinión/fe/ciencia u opinión/ciencia/fe (con dos referentes principales: Platón y Kant), mientras que la teología se centrará en el análisis de la fe”.
En su recorrido histórico aparecen San Agustín, Platón, Tomás de Aquino, Descartes, Pascal, Hume, Kant y, después de éste, Kierkegaard. Y, tras esta incursión en la historia del pensamiento, finaliza el bloque reflexionando sobre las Implicaciones metafísicas y cosmovisionales de los enunciados religiosos, concluyendo que una metafísica es una hipótesis teórica que hace intelectualmente plausible una religión.
Cosmovisiones religiosas
Ya se ha hablado aquí de la trilogía materialismo/naturalismo/espiritualismo. Son tres posibles cosmovisiones que, en su aspecto filosófico-religioso, aborda Font, con una cuádruple finalidad: 1. El interés filosófico del concepto de cosmovisión; 2. La consistencia de una tipología ternaria de las cosmovisiones; 3. Las motivaciones de cada cosmovisión; y 4. La indecidibilidad teórica de las tres, que constituyen un trilema.
Antes que nada, ¿qué es una cosmovisión? El autor considera no descaminada la definición siguiente: “Visión global del mundo y del lugar que en él ocupa el ser humano, que orienta la interpretación y la valoración de la existencia”. Por consiguiente, una cosmovisión no es una cosmología, aunque incluya elementos de ésta.
Partiendo de la proposición de una tipología de las cosmovisiones, dependiendo del criterio en el que se base, teniendo en cuenta el modelo que se emplee, se podrían dividir las cosmovisiones en: 1. materialismo/mecanicismo/ateísmo; 2. naturalismo/biologismo/panteísmo; y 3., espiritualismo/personalismo/teísmo. Tres posibilidades formales (teóricas) y reales (históricas). Así como en un dilema hay que optar forzosamente entre dos posibilidades, análogamente ocurre con este trilema, tres posibilidades mutuamente excluyentes y extensivamente exhaustivas: necesariamente, una de ellas es verdadera y falsas las otras dos. Así, Font expone sucintamente las motivaciones de cada uno de los tres tipos de cosmovisión, explicitados en forma de tres tipos de metafísica. Las tres contienen las exigencias de toda metafísica: cada una es internamente coherente, es compatible con la experiencia y es capaz de interpretar, de manera plausible y globalmente, la realidad. Pero ninguna de las tres es demostrable de manera terminante: “las tres tienen su momento de verdad y las tres encuentran alguna complicidad en cada uno de nosotros”.
Las pruebas de una de estas tres cosmovisiones no se formulan desde una plataforma neutra, común, desde un territorio de nadie; siempre lo hacen desde la cosmovisión misma en que se encuentra el argumentador. ¿Qué hace que nos inclinemos, pues, por una de ellas? Está claro que no solo interviene un componente intelectual, sino que varios son los componentes no intelectuales que nos impulsan en uno u otro sentido.
Monoteísmo
El monoteísmo constituye el último bloque de esta más que interesante obra de Pere Lluís Font. La categoría de monoteísmo, afirma, es seguramente la más relevante de la historia religiosa de la humanidad. Y si en el orden intelectual se lo debemos todo a los griegos, en el espiritual somos deudores de casi todo de los hebreos. Dicho lo cual, el autor se plantea si, siendo cierto que el monoteísmo ha aportado la mundo la civilización mediterránea, sigue siendo todavía un “ideal” del Mediterráneo.
En este ensayo, Font delimita, en primer lugar, el concepto de monoteísmo, para, seguidamente, abordar su aparición; analiza a continuación la originalidad de las diversas variantes del monoteísmo de las religiones abrahámicas y su posterior conceptualización filosófica para finalizar con algunas reflexiones sobre su problemática actual.
“El monoteísmo es la afirmación de un solo Dios (en eso se contrapone al politeísmo, que afirma la existencia de diversos dioses), personal y trascendente al mundo (y en eso se diferencia del panteísmo, que afirma que Dios es impersonal e inmanente al mundo). No hay que confundir el monoteísmo con el henoteísmo (o monolatría)”, situación que expresa la adoración de un solo Dios, sin negar la existencia de otros dioses.
En cuanto a la aparición del monoteísmo, Font refiere las tres teorías principales sobre su origen. Y que hay algunos puntos de consenso: que es un hecho tardío, fruto de una revolución provocada en circunstancias favorables por la aparición de personalidades religiosas excepcionales; que nació en el Mediterráneo, en Israel, en el primer milenio antes de Cristo. Hay, eso sí, una especie de precedente mediterráneo, en la figura del faraón Akhenatón.
También hace hincapié el autor en la originalidad del monoteísmo bíblico, con sus decantaciones cristiana e islámica, así como en la interacción entre el monoteísmo de las tres religiones y el teísmo filosófico de ascendencia griega. En un sentido estricto, se podría considerar como monoteísmo, al bíblico que es, en esencia, un monoteísmo moral, característica que comparten las tres religiones del libro.
Por lo que respecta a la problemática actual del monoteísmo, expresa el autor que no está referida al politeísmo, sino al ateísmo e, incluso, en algún modo, al panteísmo. Dice: “La cultura moderna ha empezado por la crítica de las degradaciones religiosas y ha acabado con una crítica radical de cualquier religión a través de la crítica radical del cristianismo como expresión paradigmática del monoteísmo”. Y la crisis del monoteísmo ha llevado a la crisis del humanismo.
De tendencia a la intolerancia es el monoteísmo, aunque Font reconoce que la tolerancia es perfectamente coherente con aquel. Su futuro, tanto del cristiano, como del judío o del musulmán, dependerá de su capacidad de diálogo y de la calidad de su actitud religiosa, que incluye la capacidad de asimilar críticamente la crítica.
En esta obra de Pere Lluís Font, filosofía y religión se contraponen, se encuentran y dialogan. Y de este encuentro, sólida y dicácticamente planteado por el autor, muchas y feraces reflexiones se pueden proponer. Merece la pena.
Índice
Prólogo
I. El estatuto de la filosofía de la religión
1. Delimitación del espacio propio de la filosofía de la religión
2. Vistazo a la historia de la filosofía de la religión
3. Indicaciones sobre la temática y la metodología
4. Examen de una aporía relativa a la posibilidad y a la legitimidad de la filosofía de la religión
Bibliografía
II. Experiencia religiosa versus experiencia estética y experiencia ética
1. Preludio sobre la idea de experiencias
2. Especificidad de la experiencia estética, ética y religiosa
a) La experiencia estética
b) La experiencia ética
c) La experiencia religiosa
3. Relaciones entre los tres tipos de experiencias
III. Ciencia y fe
1. Sobre el concepto moderno de ciencia, pensando en la fe
2. Interludio sobre ciencia y cientismo
3. Sobre el contencioso ciencia-fe, hoy
IV. La razonabilidad de los enunciados religiosos
1. De qué hablamos cuando hablamos de enunciados religiosos
2. Qué quiere decir rzonabilidad
3. Estrategias racionalistas
a) Racionalismo filosófico-religioso
b) Racionalismo teológico
4. Estrategias irracionalistas
5. Retorno sobre la razonabilidad: círculos hermenéuticos
6. Qué es creer
a) Observaciones de vocabulario
b) Ojeada a la historia del pensamiento
c) Respuesta a dos dificultades
7. Implicaciones metafísicas y cosmovisionales de los enunciados religiosos
V. El trilema de las cosmovisiones filosófico-religiosas
1. Qué es una cosmovisión
2. Tipología de las cosmovisiones
3. La cosmovisión materialista/mecanicista/atea
4. La cosmovisión naturalista/biologista/panteísta
5. La cosmovisión espiritualista/personalista/teísta
6. El trilema de las cosmovisiones, indecidibles teóricamente
VI. El monoteísmo
1. La categoría de monoteísmo
2. La aparición del monoteísmo
3. El monoteísmo ético de las religiones abrahámicas y el teísmo filosófico
4. El monoteísmo en cuestión
Bibliografía
Apéndice. Nota sobre Henry Duméry, filósofo de la religión
Procedencia de los textos
Reseñas
Conceptos fundamentales de antropología y religión
Juan Antonio Martínez de la Fe , 18/03/2020
Título: Conceptos fundamentales de antropología y religión
Autor: Lluís Duch
Edición: Ignasi Moreta
Edita: Fragmenta Editorial, Barcelona, 2020
Colección: Fragmentos
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 176
ISBN: 978-84-17796-21-1
Precio: 14,90 euros
A veces, no resulta fácil encontrar en unas pocas páginas, la síntesis del pensamiento de un autor que ha dedicado muchos años de su vida a profundizar en materias de vasto contenido. Y Lluís Duch lo ha conseguido y de manera magistral, en una obra de no muchas páginas, pero que pone a nuestro alcance conceptos desarrollados en trabajos de mayor amplitud (Conceptos fundamentales de antropología y religión, Fragmenta Editorial, Barcelona, 2020).
Duch participó en la elaboración de textos para enciclopedias o para cuasi diccionarios de conceptos básicos, como Gran Enciclopedia Catalana, Conceptos clave de antropología cultural, o Conceptos fundamentales del cristianismo. De ellos se nutre este interesante libro.
La obra reúne treinta y cuatro conceptos que, pese a su presentación siguiendo un orden alfabético de entradas, da lugar a un resultado coherente y homogéneo, una suerte de diccionario de antropología y religión o, si se prefiere, de antropología de la religión.
“Todo artículo de enciclopedia tiene, obviamente, una finalidad eminentemente divulgativa y los de Duch reunidos en este libro no son ninguna excepción. Sin embargo, en casi todos los textos es perceptible el sello propio del autor. No nos encontramos ante un mero divulgador, sino ante un investigador de primer orden que ha aceptado ofrecer resúmenes de primera mano de conceptos que estudió con la máxima profundidad y ambición”, indica Ignasi Moreta, encargado de la edición.
No es viable desgranar aquí todos y cada uno de aquellos treinta y cuatro conceptos, de muy diversa dimensión; los hay que ocupan varias páginas y los que solo aportan unas pocas líneas. Pero la descripción de algunos de ellos puede dar idea del contenido del conjunto, convirtiéndose en una invitación a adentrarse en las páginas del libro.
Catolicismo
Lo abre el término Catolicismo. Ya advierte desde las primeras líneas de la dificultad que entraña el deslindar conceptos que gozan de una larga existencia en la historia y que conviven con afines etimológicos, como sucede aquí con, por ejemplo, católico y catolicidad. Siendo consciente de que el tema puede abordarse desde un punto de vista histórico y otro estructural, no se plantea renunciar a ninguno de los dos, en beneficio de una mayor totalidad.
Católico-catolicidad es lo primero que plantea. En cuanto al adjetivo católico, hace un recorrido por su historia, partiendo de autores griegos como Aristóteles, Zenón o Polibio (que le dan el sentido de total, universal, general), y pasando por los primeros escritores cristianos, los padres de la Iglesia, con especial atención a Agustín de Hipona, los doctores de la escolástica y las iglesias surgidas de la Reforma.
En cuanto a la catolicidad, recurre a Congar para su definición: “la propiedad de la Iglesia que hace posible que la realidad de la multiplicidad se armonice con ella con la realidad de la unidad” o, lo que es lo mismo, la catolicidad sería la ley que rige las relaciones entre la multiplicidad y la unidad. Luego, va desgranando más esta definición; es importante destacar que el concilio Vaticano II introdujo una modificación sustancial de la catolicidad, al suprimir la abusiva identificación entre la Iglesia de Cristo (todos los cristianos, que no renuncian a su catolicidad) y la Iglesia Católico-Romana. Y va más allá; alude a una teología pluralista que no solo se limitara a rechaza la exigencia de absolutez del cristianismo, sino que avanzara en la dirección de una real teología pluralista y católica, profundamente convencida de que es la heredera de la catholica bonitas del mismo Dios, como propugna Lubac.
Hechas estas aclaraciones, se adentra Duch en el concepto de Catolicismo. Por lo pronto, hay que excluir cualquier identificación entre Iglesia, cristiandad y catolicismo. Cristiandad solo se encuentra en las estadísticas sociológicas así como en las investigaciones de la ciencia comparada de la religión; por su parte, catolicismo encierra una enorme complejidad, nacida de una dolorosa historia plagada de un sinnúmero de querellas, incomprensiones y perversas utilizaciones de lo sagrado como forma política. Lo que sí está claro es que no se puede identificar catolicismo e Iglesia católica.
Aquí, el recorrido histórico comienza, fundamentalmente, a partir de la Reforma y la Contrarreforma. Advierte Duch, para señalar diferencias profundas, que en los protestantismos históricos, la asignatura pendiente ha sido lo sacramental, mientras que en el catolicismo histórico existe un notable déficit profético, concluyendo que “es de la máxima importancia una forma cristiana que coaligue, no sin dificultades y tensiones, lo profético (escatológico) y lo sacramental”.
Finaliza esta entrada del glosario de conceptos, aludiendo a la existencia de las dos grandes metáforas: la metáfora Occidente y la metáfora Secularización, habiendo optado el catolicismo histórico por la primera de las dos, como idónea expresión del cristianismo.
Dios
Curiosamente, no es muy extenso el tratamiento del término Dios. Pero sí es reseñable lo que dice. En formato de enciclopedia, explica: “En las religiones monoteístas, nombre genérico con el que se designa al ser supremo personal, creador del mundo y del hombre y principio salvador: Dios de la naturaleza y Dios de la gracia”. Pero, en su explicitación, refiere que el carácter genérico del término permite interpretaciones muy diferentes e, incluso, contrarias, lo que, en el fondo, significa la imposibilidad de definir la esencia de Dios, o de los dioses, por lo que hay que ubicarlo en contextos socioculturales concretos, en los que el hombre si sitúa ante los problemas últimos que la existencia le plantea.
Libros sagrados
Prácticamente, nadie duda hoy de que los textos sagrados que manejamos no han de ser considerados literalmente, sino que precisan de interpretación. Y Hermenéutica es otro de los capítulos destacados de esta obra. Un capítulo que arranca con un breve esbozo histórico, ya que, desde la Antigüedad, el ser humano ha mostrado un enorme interés por descifrar el significado oculto escondido en su entorno natural y cultural; muy especialmente, de aquellos aspectos que más atañen a su existencia, como la religión, los mitos fundadores, el derecho, etc. Un recorrido histórico que culmina el autor, prácticamente, con el iniciador de la teología hermenéutica moderna, Rudolfo Karl Bultmann, y con los posteriores Habermas, Apel y otros muchos.
Enfrenta el autor la hermenéutica con la teología, constatando cómo la comunidad cristiana se ha visto confrontada con la cuestión hermenéutica desde sus mismos inicios. El paso de tradición oral a la escrita, tal y como sucede con los Evangelios, es un signo muy evidente de esa incesante decantación interpretativa inherente a la condición humana, profundamente enraizada en la sustancia de lo cristiano.
Porque hablar sobre Dios se configura cultural e históricamente, ya que siempre se halla en el seno de una determinada tradición, que se transmite de forma oral y escrita. Lo que significa que jamás tenemos acceso inmediato a la palabra de Dios, en el mejor de los sentidos, esa palabra de Dios es siempre circunstancial: son las circunstancias las que, en cada momento, pueden desvelarnos las auténticas dimensiones de esa palabra divina y sus exigencias. Precisamente, por ser la revelación una magnitud histórica, necesita inexcusablemente de interpretación, es decir, de adecuación espacio-temporal.
Dicho esto, resulta que los textos bíblicos o teológicos no son significativos en sí mismos, sino exclusivamente a través de un proceso de interpretación. Y añade una nota final sobre hermenéutica y hermética, vocablos ambos referidos a Hermes, dios de traductores y parlamentarios; la primera, la hermenéutica, se ha referido tradicionalmente a un movimiento basado en la comprensión, mientras que la hermética lo hace a un movimiento basado en el ser. Esto da origen a dos figuras: el profesor, en Occidente (hermenéutica) y el maestro, en Oriente (hermética). El primero, el profesor, a través de la docencia, posibilita que sus discípulos adquieran unos saberes (scientia), mientras que el maestro, a través de su vivencia personal, transforma a sus discípulos, que adquieren un nuevo ser (sapientia). Duch aboga por la práctica de una hermenéutica creadora y adecuada al momento presente, integrando el segundo movimiento, es decir, la hermética. Sería la manera de subsanar uno de los mayores déficits del cristianismo actual: la falta de auténticos maestros espirituales.
Jesús
Aunque breve en el número de páginas que le dedica, es interesante la entrada correspondiente a Jesús. Lo define así: “Personalidad central del cristianismo, del cual derivó la fundación de la Iglesia al considerar a Jesús como Mesías”. Describe cómo inició su predicación ambulante, dirigida en primera instancia a los desamparados y a los colectivos marginados de la sociedad judía, y ejerció como exorcista y sanador de diversas enfermedades; practicó la oración y vivió de forma humilde, aunque no ascéticamente; y tenía un círculo de discípulos, entre los cuales había un grupo más íntimo, el de los doce, cuyo líder era Pedro. Destaca que no dio ninguna definición metafísica de Dios y se limitó a decir qué representaba Él para los hombres.
Protestantismo
Protestantismo es otro término que ocupa amplio espacio en la obra. Es importante saber que no hay un protestantismo, sino numerosas formaciones histórico-confesionales protestantes. Se le puede definir como el conjunto de confesiones cristianas que se adhirieron a las reformas continentales del siglo XVI, aunque hay que convenir que el propio concepto de Reforma es equívoco.
El protestantismo, en general, tiene un común objetivo: retornar a la forma original y originante del cristianismo. A sensu contrario, supone una crítica de las adherencias históricas, de las dimensiones en el abuso del poder y de los errores doctrinales que acumulaba el cristianismo en su desarrollo a lo largo de sus muchos siglos de historia.
Desde luego, existía la común convicción profunda de la absoluta necesidad de la Reforma. A partir de aquí, se plantean cuestiones de no fácil solución dado que la personalidad biológica, temperamental, religiosa e ideológica de los reformadores incide en el contenido de sus respectivas reformas. Partiendo de esta base, Duch analiza somera y claramente la trayectoria y postura de los principales actores reformistas del siglo XVI: Lutero, Calvino, Zuinglio y el anglicanismo, sin olvidar la existencia de una gran cantidad de movimientos, tendencias y grupúsculos, difícilmente situables en el espacio y el tiempo, que conforman el ala más radical de la Reforma. El autor explica la evolución diferenciada de todas estas corrientes, de manera muy sucinta. Concluye con una definición del protestantismo: “ una corriente de vida religiosa, cultural, política y social muy diferenciada que, histórica y prácticamente, ha diseñado proyectos teológicos y humanos difícilmente conciliables entre sí”.
Religión
También el concepto Religión merece la especial atención del autor, que lo analiza in extenso. Parte de una definición tan larga como necesaria: “Conjunto de creencias y convicciones, de actitudes y sentimientos y de maneras de comportamiento que vinculan a una persona o a un grupo humano con aquello que se reconoce como sacro, misterioso o trascendente y normalmente identificado con Dios o lo divino. Conjunto de dogmas o doctrinas, de preceptos o costumbres y de rituales que configuran sociológicamente y oficialmente la religión de un grupo humano determinado”.
Ofrece una etimología del término, aportando diversas alternativas, para, seguidamente, hacer algunas distinciones , sobre todo en relación a su vinculación con el cristianismo en Occidente, o, también con el concepto de religión natural. Alude al nacimiento de la disciplina conocida como historia de las religiones, deteniéndose, posteriormente, en la crítica de la religión. En este último sentido, concluye que todas las religiones constituyen, a corto o largo plazo, factores ideológicos.
En el apartado que titula El estudio positivo de las religiones, brinda al lector una breve síntesis de la historia de las religiones. Luego, analiza la sociología de la religión, de la que afirma que toma su punto de partida de los materiales proporcionados por la etnología y la propia historia de las religiones.
Define la psicología de la religión como “el intento de analizar la religión en tanto que problema del alma humana y, consecuentemente, las formas de la experiencia religiosa (religiosidad)”, mientras que de la fenomenología de la religión dice que tiene como objetivo fundamental el establecimiento de tipologías religiosas que, de un modo u otro, se presentan de forma análoga en las diversas religiones históricas, pues se trata de una ciencia comparada que busca la comprensión del fenómeno religioso sin pretender, en ningún caso, producir una valoración sobre él.
Como colofón, destaca este párrafo: “la religión solo es posible y necesaria si las doctrinas y las instituciones de la tradición judeocristiana pueden demostrar su validez y veracidad frente a la razón crítica que caracteriza eminentemente al mundo moderno en su proceso de emancipación e ilustración”.
Concluyendo
No son estos conceptos expuestos los únicos de esta obra de Lluís Duch. Hay otros muchos que, con total seguridad, despiertan el interés del posible lector y que Ignasi Moreta ha seleccionado cuidadosamente para su exposición: la culpa, el culto, el ídolo, el infierno, el mesianismo, el milagro, la muerte, el rito, … son solo una pequeña muestra del abundante contenido del libro. Conceptos todos elaborados por Duch, lo que le confiere la garantía de solidez y profundidad.
Ïndice
Presentación, Por Ignasi Moreta
Catolicismo
I. Católico-catolicidad
II. Catolicismo
Culpa
Culto
Dios
Escatología
Folclore
Fuego
Hermenéutica
I. Breve esbozo histórico
II. Hermenéutica y teología
Ídolo
Infierno
Iniciación
Jesús
Magia
Mana
Mesianismo
Milagro
Mito
Monoteísmo
Muerte
Paraíso
Politeísmo
Profano
Protestantismo
I. Breve tipología del protestantismo
1. Objetivo común
2. Diversidad de concepciones
3. Lutero
4. Calvino
5. Zuinglio
6. El anglicanismo
7. La Reforma radical
8. Evolución diferenciada
II. Reflexión conclusiva
Purgatorio
Purificación
Religión
I. Etimología del término ‘religión’
II. Algunas distinciones
III. La historia de las religiones
IV. La crítica de la religión
V. El estudio positivo de las religiones
VI. La sociología de la religión
VII. La psicología de la religión
VIII. La fenomenología de la religión
Rito
Sacrificio
Sagrado
Secularización
Símbolo
Tabú
Totemismo
Utopía
Autor: Lluís Duch
Edición: Ignasi Moreta
Edita: Fragmenta Editorial, Barcelona, 2020
Colección: Fragmentos
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 176
ISBN: 978-84-17796-21-1
Precio: 14,90 euros
A veces, no resulta fácil encontrar en unas pocas páginas, la síntesis del pensamiento de un autor que ha dedicado muchos años de su vida a profundizar en materias de vasto contenido. Y Lluís Duch lo ha conseguido y de manera magistral, en una obra de no muchas páginas, pero que pone a nuestro alcance conceptos desarrollados en trabajos de mayor amplitud (Conceptos fundamentales de antropología y religión, Fragmenta Editorial, Barcelona, 2020).
Duch participó en la elaboración de textos para enciclopedias o para cuasi diccionarios de conceptos básicos, como Gran Enciclopedia Catalana, Conceptos clave de antropología cultural, o Conceptos fundamentales del cristianismo. De ellos se nutre este interesante libro.
La obra reúne treinta y cuatro conceptos que, pese a su presentación siguiendo un orden alfabético de entradas, da lugar a un resultado coherente y homogéneo, una suerte de diccionario de antropología y religión o, si se prefiere, de antropología de la religión.
“Todo artículo de enciclopedia tiene, obviamente, una finalidad eminentemente divulgativa y los de Duch reunidos en este libro no son ninguna excepción. Sin embargo, en casi todos los textos es perceptible el sello propio del autor. No nos encontramos ante un mero divulgador, sino ante un investigador de primer orden que ha aceptado ofrecer resúmenes de primera mano de conceptos que estudió con la máxima profundidad y ambición”, indica Ignasi Moreta, encargado de la edición.
No es viable desgranar aquí todos y cada uno de aquellos treinta y cuatro conceptos, de muy diversa dimensión; los hay que ocupan varias páginas y los que solo aportan unas pocas líneas. Pero la descripción de algunos de ellos puede dar idea del contenido del conjunto, convirtiéndose en una invitación a adentrarse en las páginas del libro.
Catolicismo
Lo abre el término Catolicismo. Ya advierte desde las primeras líneas de la dificultad que entraña el deslindar conceptos que gozan de una larga existencia en la historia y que conviven con afines etimológicos, como sucede aquí con, por ejemplo, católico y catolicidad. Siendo consciente de que el tema puede abordarse desde un punto de vista histórico y otro estructural, no se plantea renunciar a ninguno de los dos, en beneficio de una mayor totalidad.
Católico-catolicidad es lo primero que plantea. En cuanto al adjetivo católico, hace un recorrido por su historia, partiendo de autores griegos como Aristóteles, Zenón o Polibio (que le dan el sentido de total, universal, general), y pasando por los primeros escritores cristianos, los padres de la Iglesia, con especial atención a Agustín de Hipona, los doctores de la escolástica y las iglesias surgidas de la Reforma.
En cuanto a la catolicidad, recurre a Congar para su definición: “la propiedad de la Iglesia que hace posible que la realidad de la multiplicidad se armonice con ella con la realidad de la unidad” o, lo que es lo mismo, la catolicidad sería la ley que rige las relaciones entre la multiplicidad y la unidad. Luego, va desgranando más esta definición; es importante destacar que el concilio Vaticano II introdujo una modificación sustancial de la catolicidad, al suprimir la abusiva identificación entre la Iglesia de Cristo (todos los cristianos, que no renuncian a su catolicidad) y la Iglesia Católico-Romana. Y va más allá; alude a una teología pluralista que no solo se limitara a rechaza la exigencia de absolutez del cristianismo, sino que avanzara en la dirección de una real teología pluralista y católica, profundamente convencida de que es la heredera de la catholica bonitas del mismo Dios, como propugna Lubac.
Hechas estas aclaraciones, se adentra Duch en el concepto de Catolicismo. Por lo pronto, hay que excluir cualquier identificación entre Iglesia, cristiandad y catolicismo. Cristiandad solo se encuentra en las estadísticas sociológicas así como en las investigaciones de la ciencia comparada de la religión; por su parte, catolicismo encierra una enorme complejidad, nacida de una dolorosa historia plagada de un sinnúmero de querellas, incomprensiones y perversas utilizaciones de lo sagrado como forma política. Lo que sí está claro es que no se puede identificar catolicismo e Iglesia católica.
Aquí, el recorrido histórico comienza, fundamentalmente, a partir de la Reforma y la Contrarreforma. Advierte Duch, para señalar diferencias profundas, que en los protestantismos históricos, la asignatura pendiente ha sido lo sacramental, mientras que en el catolicismo histórico existe un notable déficit profético, concluyendo que “es de la máxima importancia una forma cristiana que coaligue, no sin dificultades y tensiones, lo profético (escatológico) y lo sacramental”.
Finaliza esta entrada del glosario de conceptos, aludiendo a la existencia de las dos grandes metáforas: la metáfora Occidente y la metáfora Secularización, habiendo optado el catolicismo histórico por la primera de las dos, como idónea expresión del cristianismo.
Dios
Curiosamente, no es muy extenso el tratamiento del término Dios. Pero sí es reseñable lo que dice. En formato de enciclopedia, explica: “En las religiones monoteístas, nombre genérico con el que se designa al ser supremo personal, creador del mundo y del hombre y principio salvador: Dios de la naturaleza y Dios de la gracia”. Pero, en su explicitación, refiere que el carácter genérico del término permite interpretaciones muy diferentes e, incluso, contrarias, lo que, en el fondo, significa la imposibilidad de definir la esencia de Dios, o de los dioses, por lo que hay que ubicarlo en contextos socioculturales concretos, en los que el hombre si sitúa ante los problemas últimos que la existencia le plantea.
Libros sagrados
Prácticamente, nadie duda hoy de que los textos sagrados que manejamos no han de ser considerados literalmente, sino que precisan de interpretación. Y Hermenéutica es otro de los capítulos destacados de esta obra. Un capítulo que arranca con un breve esbozo histórico, ya que, desde la Antigüedad, el ser humano ha mostrado un enorme interés por descifrar el significado oculto escondido en su entorno natural y cultural; muy especialmente, de aquellos aspectos que más atañen a su existencia, como la religión, los mitos fundadores, el derecho, etc. Un recorrido histórico que culmina el autor, prácticamente, con el iniciador de la teología hermenéutica moderna, Rudolfo Karl Bultmann, y con los posteriores Habermas, Apel y otros muchos.
Enfrenta el autor la hermenéutica con la teología, constatando cómo la comunidad cristiana se ha visto confrontada con la cuestión hermenéutica desde sus mismos inicios. El paso de tradición oral a la escrita, tal y como sucede con los Evangelios, es un signo muy evidente de esa incesante decantación interpretativa inherente a la condición humana, profundamente enraizada en la sustancia de lo cristiano.
Porque hablar sobre Dios se configura cultural e históricamente, ya que siempre se halla en el seno de una determinada tradición, que se transmite de forma oral y escrita. Lo que significa que jamás tenemos acceso inmediato a la palabra de Dios, en el mejor de los sentidos, esa palabra de Dios es siempre circunstancial: son las circunstancias las que, en cada momento, pueden desvelarnos las auténticas dimensiones de esa palabra divina y sus exigencias. Precisamente, por ser la revelación una magnitud histórica, necesita inexcusablemente de interpretación, es decir, de adecuación espacio-temporal.
Dicho esto, resulta que los textos bíblicos o teológicos no son significativos en sí mismos, sino exclusivamente a través de un proceso de interpretación. Y añade una nota final sobre hermenéutica y hermética, vocablos ambos referidos a Hermes, dios de traductores y parlamentarios; la primera, la hermenéutica, se ha referido tradicionalmente a un movimiento basado en la comprensión, mientras que la hermética lo hace a un movimiento basado en el ser. Esto da origen a dos figuras: el profesor, en Occidente (hermenéutica) y el maestro, en Oriente (hermética). El primero, el profesor, a través de la docencia, posibilita que sus discípulos adquieran unos saberes (scientia), mientras que el maestro, a través de su vivencia personal, transforma a sus discípulos, que adquieren un nuevo ser (sapientia). Duch aboga por la práctica de una hermenéutica creadora y adecuada al momento presente, integrando el segundo movimiento, es decir, la hermética. Sería la manera de subsanar uno de los mayores déficits del cristianismo actual: la falta de auténticos maestros espirituales.
Jesús
Aunque breve en el número de páginas que le dedica, es interesante la entrada correspondiente a Jesús. Lo define así: “Personalidad central del cristianismo, del cual derivó la fundación de la Iglesia al considerar a Jesús como Mesías”. Describe cómo inició su predicación ambulante, dirigida en primera instancia a los desamparados y a los colectivos marginados de la sociedad judía, y ejerció como exorcista y sanador de diversas enfermedades; practicó la oración y vivió de forma humilde, aunque no ascéticamente; y tenía un círculo de discípulos, entre los cuales había un grupo más íntimo, el de los doce, cuyo líder era Pedro. Destaca que no dio ninguna definición metafísica de Dios y se limitó a decir qué representaba Él para los hombres.
Protestantismo
Protestantismo es otro término que ocupa amplio espacio en la obra. Es importante saber que no hay un protestantismo, sino numerosas formaciones histórico-confesionales protestantes. Se le puede definir como el conjunto de confesiones cristianas que se adhirieron a las reformas continentales del siglo XVI, aunque hay que convenir que el propio concepto de Reforma es equívoco.
El protestantismo, en general, tiene un común objetivo: retornar a la forma original y originante del cristianismo. A sensu contrario, supone una crítica de las adherencias históricas, de las dimensiones en el abuso del poder y de los errores doctrinales que acumulaba el cristianismo en su desarrollo a lo largo de sus muchos siglos de historia.
Desde luego, existía la común convicción profunda de la absoluta necesidad de la Reforma. A partir de aquí, se plantean cuestiones de no fácil solución dado que la personalidad biológica, temperamental, religiosa e ideológica de los reformadores incide en el contenido de sus respectivas reformas. Partiendo de esta base, Duch analiza somera y claramente la trayectoria y postura de los principales actores reformistas del siglo XVI: Lutero, Calvino, Zuinglio y el anglicanismo, sin olvidar la existencia de una gran cantidad de movimientos, tendencias y grupúsculos, difícilmente situables en el espacio y el tiempo, que conforman el ala más radical de la Reforma. El autor explica la evolución diferenciada de todas estas corrientes, de manera muy sucinta. Concluye con una definición del protestantismo: “ una corriente de vida religiosa, cultural, política y social muy diferenciada que, histórica y prácticamente, ha diseñado proyectos teológicos y humanos difícilmente conciliables entre sí”.
Religión
También el concepto Religión merece la especial atención del autor, que lo analiza in extenso. Parte de una definición tan larga como necesaria: “Conjunto de creencias y convicciones, de actitudes y sentimientos y de maneras de comportamiento que vinculan a una persona o a un grupo humano con aquello que se reconoce como sacro, misterioso o trascendente y normalmente identificado con Dios o lo divino. Conjunto de dogmas o doctrinas, de preceptos o costumbres y de rituales que configuran sociológicamente y oficialmente la religión de un grupo humano determinado”.
Ofrece una etimología del término, aportando diversas alternativas, para, seguidamente, hacer algunas distinciones , sobre todo en relación a su vinculación con el cristianismo en Occidente, o, también con el concepto de religión natural. Alude al nacimiento de la disciplina conocida como historia de las religiones, deteniéndose, posteriormente, en la crítica de la religión. En este último sentido, concluye que todas las religiones constituyen, a corto o largo plazo, factores ideológicos.
En el apartado que titula El estudio positivo de las religiones, brinda al lector una breve síntesis de la historia de las religiones. Luego, analiza la sociología de la religión, de la que afirma que toma su punto de partida de los materiales proporcionados por la etnología y la propia historia de las religiones.
Define la psicología de la religión como “el intento de analizar la religión en tanto que problema del alma humana y, consecuentemente, las formas de la experiencia religiosa (religiosidad)”, mientras que de la fenomenología de la religión dice que tiene como objetivo fundamental el establecimiento de tipologías religiosas que, de un modo u otro, se presentan de forma análoga en las diversas religiones históricas, pues se trata de una ciencia comparada que busca la comprensión del fenómeno religioso sin pretender, en ningún caso, producir una valoración sobre él.
Como colofón, destaca este párrafo: “la religión solo es posible y necesaria si las doctrinas y las instituciones de la tradición judeocristiana pueden demostrar su validez y veracidad frente a la razón crítica que caracteriza eminentemente al mundo moderno en su proceso de emancipación e ilustración”.
Concluyendo
No son estos conceptos expuestos los únicos de esta obra de Lluís Duch. Hay otros muchos que, con total seguridad, despiertan el interés del posible lector y que Ignasi Moreta ha seleccionado cuidadosamente para su exposición: la culpa, el culto, el ídolo, el infierno, el mesianismo, el milagro, la muerte, el rito, … son solo una pequeña muestra del abundante contenido del libro. Conceptos todos elaborados por Duch, lo que le confiere la garantía de solidez y profundidad.
Ïndice
Presentación, Por Ignasi Moreta
Catolicismo
I. Católico-catolicidad
II. Catolicismo
Culpa
Culto
Dios
Escatología
Folclore
Fuego
Hermenéutica
I. Breve esbozo histórico
II. Hermenéutica y teología
Ídolo
Infierno
Iniciación
Jesús
Magia
Mana
Mesianismo
Milagro
Mito
Monoteísmo
Muerte
Paraíso
Politeísmo
Profano
Protestantismo
I. Breve tipología del protestantismo
1. Objetivo común
2. Diversidad de concepciones
3. Lutero
4. Calvino
5. Zuinglio
6. El anglicanismo
7. La Reforma radical
8. Evolución diferenciada
II. Reflexión conclusiva
Purgatorio
Purificación
Religión
I. Etimología del término ‘religión’
II. Algunas distinciones
III. La historia de las religiones
IV. La crítica de la religión
V. El estudio positivo de las religiones
VI. La sociología de la religión
VII. La psicología de la religión
VIII. La fenomenología de la religión
Rito
Sacrificio
Sagrado
Secularización
Símbolo
Tabú
Totemismo
Utopía
Reseñas
Cristian@s en la izquierda. 25 testimonios de compromisos sociopolíticos
Juan Antonio Martínez de la Fe , 01/03/2020
Título: Cristian@s en la izquierda. 25 testimonios de compromisos sociopolíticos
Coordinador: Antonio Quintana
Edita: Mercurio Editorial, Madrid, 2019
Colección: Mercurio
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 434
ISBN: 978-84-17890-56-8
Precio: 15,60 euros
Coordinado por Antonio Quintana, este libro recoge los testimonios de personas que, partiendo de su compromiso cristiano en la mayoría de los casos, engrosaron las filas de asociaciones y partidos políticos de marcado acento progresista.
La obra está dividida en dos partes nítidamente diferenciadas. La primera, más breve, está dedicada a ofrecernos un marco socioeconómico de los últimos treinta años del siglo pasado, que nos dibuje el entorno en el que se desarrolló la actividad de los protagonistas del volumen.
Aquí nos encontramos con un primer ensayo, firmado por Jorge A. Liria, con un excelente resumen de los principales acontecimientos acaecidos en esas décadas; una labor no exenta de dificultad dado el importante cúmulo de sucesos que, de manera vertiginosa, se produjeron en las islas del archipiélago Canario. Con su lectura, ágil y concisa, se obtiene un repaso a la historia reciente de las islas, en el que podemos situar en su adecuado contexto las aportaciones y testimonios que constituyen el grueso de la obra. ¿Podría ser más completo? Difícilmente; pese a ello, se echa en falta la presencia de algún que otro hecho, algo que en nada empaña el destacado valor de este resumen; por ejemplo, la aparición en la escena de los medios de comunicación de los periódicos Canarias7, El Puntal o La Gaceta de Las Palmas, estos dos últimos de efímero existir, aunque con un calado a destacar. También habría sido conveniente una corrección tipográfica más esmerada. Pero, como se ha dicho, resultan peccata minuta ante el indiscutible mérito de tan apretada como necesaria síntesis.
Otros encuadres
También, en idéntica línea de ofrecer el encuadre general donde inscribir los testimonios de los autores invitados a participar en esta obra coral, el coordinador, Antonio Quintana, desarrolla tres capítulos. El primero abarca las diferentes organizaciones sindicales, políticas y sociales durante los últimos cincuenta años; por su parte, el segundo, aborda la relación dialéctica sobre fe y compromiso político, mientras que el tercero trata de los cristianos en las organizaciones sociopolíticas de izquierdas en Canarias entre 1920 y 2000. Desde luego, unos capítulos imprescindibles, pese a que, algo que resulta lógico, en ocasiones sean reiterativos por los inevitables solapamientos y las dificultades para desenvolverse en la jungla de siglas para un lector no avezado en un mundo tan trepidante de organizaciones que nacen, se fusionan o desaparecen a velocidades vertiginosas.
Los testimonios
Con la segunda parte, llegamos a los testimonios de personas que aceptaron la invitación a participar en tan interesante libro. No son extensas, pero sí intensas. Cada autor enfoca su intervención a su gusto, lo que nos ofrece un amplio abanico de realidades narradas con honda sinceridad, como corresponde a un testimonio: cada uno es testigo y protagonista de su experiencia que obedece a distintas motivaciones con diferentes resultados. Aparecen aquí nombres de personas muy conocidas, aún hoy día, en el mundo de los sindicatos o de la política que, aunque no participan directamente en el libro, afloran por doquier ya que de alguna manera intervinieron en las experiencias aquí narradas. Se presentan en cuatro bloques: uno, dedicado a los movimientos sociales, otro a los compromisos en sindicatos, un tercero a los partidos políticos y, finalmente, un cuarto en el que intervienen personas con otra perspectiva que no sea la cristiana.
No es posible comentarlas una a una, evidentemente, pero sí cabe señalar algunos rasgos que son comunes a, prácticamente, la totalidad de las aportaciones.
Hechos destacados
Así, por ejemplo, se destaca el impacto que tuvo en los cristianos de la segunda mitad del pasado siglo la celebración del Concilio Vaticano II. Un impacto que recorre toda la sociedad, empezando por el obispo, que en los primeros tiempos fue monseñor Pildain y que tuvo su repercusión en los jóvenes que se formaban en el seminario, en los profesores que los adoctrinaban y en las organizaciones cristianas de la época. Varios de los intervinientes con sus testimonios fueron seminaristas y, posteriormente, sacerdotes con destacada actividad en el campo de lo social, incluso cuando varios de ellos dejaron el ministerio.
Otro episodio destacado fue el famoso estudio sociopastoral, un fenómeno acontecido en otras diócesis del país, pero que fue motivo de serios encontronazos entre los grupos de cristianos a los que apoyaba el obispo y las autoridades civiles de la época, que pusieron todo tipo de coacciones y veladas amenazas para impedir su desarrollo. El gobernador civil de aquellos años llegó a prohibir la celebración de la Asamblea Diocesana del Estudio Sociopastoral, que, pese a tal prohibición, se llevó a cabo en mayo de 1975. También muchos de los intervinientes en la obra fueron activos participantes de aquel estudio que abrió en canal a la sociedad de las islas mostrando una realidad social plagada de injusticias y abusos. Habría que citar, de manera especial, la situación de la aparcería, la reivindicaciones obreras y la precariedad de los barrios marginales de la capital.
De este estudio, nacieron agrupaciones diversas que complementaron a las pocas existentes en la época. Todas ellas movidas por el afán de perseguir una justicia social en apoyo de los más pobres y desfavorecidos de los trabajadores de la época, poniéndose a su lado, tal y como hiciera Jesús de Nazaret, personaje que servía de modelo, de aliento, estímulo e invitación que aceptaron con entusiasmo los protagonistas de aquellos movimientos.
Entre tales movimientos, hay que destacar el Colectivo Achamán, que, en palabras de José Domínguez Pérez, “coordinaba grupos, catecumenales y movimientos de acción católica”. Se trataba de un espacio de participación política en tiempos de la dictadura, una dictadura que pretendía ahogar todo lo que se saliera de la ortodoxia del régimen. La Iglesia, apoyándose en los derechos que amparaba el concordato, compartió sus espacios y locales aprovechados por diferentes colectivos.
Ya en los años noventa, el Sínodo celebrado en 1992, constituyó otro hito importante, que se desprende de la lectura de los testimonios recogidos en este libro, aunque en menor medida. Siendo ya tiempos de democracia, si bien el fervor combativo por la justicia social no decayó, la dispersión de los componentes activos de aquellos grupos cristianos era un fruto que caería por su propia maduración. Si bien en la mayoría de los testimonios aportados, el ejemplo y la invitación de Jesús de Nazaret continúan siendo el motor que impulsa la actividad de muchos de ellos, los caminos emprendidos por cada uno se diversificaron: unos entraron en la política, otros en la lucha sindical, otros forman parte de organizaciones cristianas, especialmente católicas y otros se han desengañado de la política y viven su fe de conformidad con otros carismas.
Otros testimonios
Finalmente, los testimonios de quienes no partiendo de un compromiso cristiano sino más bien de políticas de izquierdas, reconocen que no tuvieron ningún problema para luchar codo con codo con quienes sí lo tenían, pues siempre se trataba de personas con las que compartían una común finalidad: la justicia social, apoyando a los más desfavorecidos de la sociedad.
Concluyendo, es recomendable la lectura de esta obra. Su lectura es fácil e, incluso, amena, según el estilo propio de cada autor. Nos permite revivir en primera persona unos años de intensa actividad social y política, hoy quizás amortiguada por otras circunstancias y otras historias.
Índice
Prólogo, por Rafael Díaz Salazar
Introducción
Primera Parte. Análisis
1. Análisis de la realidad sociopolítica de Canarias de 1970 a 2000, por Jorge A. Liria
2. Las diferentes organizaciones sindicales, políticas y sociales en los últimos 50 años, por Antonio Quintana
3. La relación dialéctica sobre fe y compromiso político, por Antonio Quintana
4. Los cristianos en las organizaciones sociopolíticas de izquierda en Canarias. 1920 a 2000, por Antonio Quintana
Segunda Parte. Testimonios y reflexiones
5. Movimientos sociales
5.1. Domingo Viera González: movimiento ciudadano
5.2. Eugenio Reyes: movimientos ecologistas
5.3. Ana Demetrio: movimiento social
5.4. Elena Gortázar: movimiento feminista
5.5. Koldobi Velasco: colectivos eclesiales y sociales alternativos
6. Compromiso en sindicatos
6.1. Loli López: JEC, USO, UGT y HOAC
6.2. Tony Agudo: Adsis e Intersindical Canaria-Stec
6.3. Juany Sosa: JOC, HOAC, Stec-Intersindical Canaria-S
6.4. Iñaki Velasco: HOAC, CC.OO.
7. Compromiso en partidos políticos
7.1. Juan Manuel Cabrera: AC y ACN
7.2. Águeda Vilavert: HOAC, ICAN y NC
7.3. Antonio Gil: JEC, INC y NC
7.4. Rosario Pino: JEC, Achamán, ICAN y CC
7.5. Pedro González de la Fe: PCE, PSOE y Podemos
7.6. Blanca López: Renovación Carismática y PSOE
7.7. Chany Vega: JEC y PSOE
7.8. Mari Carmen Santana: Camino Neocatecumenal y PSOE
7.9. Rafa Segura: Junior y Unidas Podemos
7.10. Marcial Morales: AM y CC
8. Otras perspectivas
8.1. Antonio González Viéitez: Cristianos y marxistas
8.2. José Miguel Barreto Romero: Cristianos y nacionalistas, Daniel Barreto
8.3. Antonio Pérez: Cristianos y sindicalistas
8.4. María Puig: Cristianos y comunistas
8.5. José Miguel Pérez: Cristianos y socialistas
Epílogo, por Felipe Bermúdez Suárez
Coordinador: Antonio Quintana
Edita: Mercurio Editorial, Madrid, 2019
Colección: Mercurio
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 434
ISBN: 978-84-17890-56-8
Precio: 15,60 euros
Coordinado por Antonio Quintana, este libro recoge los testimonios de personas que, partiendo de su compromiso cristiano en la mayoría de los casos, engrosaron las filas de asociaciones y partidos políticos de marcado acento progresista.
La obra está dividida en dos partes nítidamente diferenciadas. La primera, más breve, está dedicada a ofrecernos un marco socioeconómico de los últimos treinta años del siglo pasado, que nos dibuje el entorno en el que se desarrolló la actividad de los protagonistas del volumen.
Aquí nos encontramos con un primer ensayo, firmado por Jorge A. Liria, con un excelente resumen de los principales acontecimientos acaecidos en esas décadas; una labor no exenta de dificultad dado el importante cúmulo de sucesos que, de manera vertiginosa, se produjeron en las islas del archipiélago Canario. Con su lectura, ágil y concisa, se obtiene un repaso a la historia reciente de las islas, en el que podemos situar en su adecuado contexto las aportaciones y testimonios que constituyen el grueso de la obra. ¿Podría ser más completo? Difícilmente; pese a ello, se echa en falta la presencia de algún que otro hecho, algo que en nada empaña el destacado valor de este resumen; por ejemplo, la aparición en la escena de los medios de comunicación de los periódicos Canarias7, El Puntal o La Gaceta de Las Palmas, estos dos últimos de efímero existir, aunque con un calado a destacar. También habría sido conveniente una corrección tipográfica más esmerada. Pero, como se ha dicho, resultan peccata minuta ante el indiscutible mérito de tan apretada como necesaria síntesis.
Otros encuadres
También, en idéntica línea de ofrecer el encuadre general donde inscribir los testimonios de los autores invitados a participar en esta obra coral, el coordinador, Antonio Quintana, desarrolla tres capítulos. El primero abarca las diferentes organizaciones sindicales, políticas y sociales durante los últimos cincuenta años; por su parte, el segundo, aborda la relación dialéctica sobre fe y compromiso político, mientras que el tercero trata de los cristianos en las organizaciones sociopolíticas de izquierdas en Canarias entre 1920 y 2000. Desde luego, unos capítulos imprescindibles, pese a que, algo que resulta lógico, en ocasiones sean reiterativos por los inevitables solapamientos y las dificultades para desenvolverse en la jungla de siglas para un lector no avezado en un mundo tan trepidante de organizaciones que nacen, se fusionan o desaparecen a velocidades vertiginosas.
Los testimonios
Con la segunda parte, llegamos a los testimonios de personas que aceptaron la invitación a participar en tan interesante libro. No son extensas, pero sí intensas. Cada autor enfoca su intervención a su gusto, lo que nos ofrece un amplio abanico de realidades narradas con honda sinceridad, como corresponde a un testimonio: cada uno es testigo y protagonista de su experiencia que obedece a distintas motivaciones con diferentes resultados. Aparecen aquí nombres de personas muy conocidas, aún hoy día, en el mundo de los sindicatos o de la política que, aunque no participan directamente en el libro, afloran por doquier ya que de alguna manera intervinieron en las experiencias aquí narradas. Se presentan en cuatro bloques: uno, dedicado a los movimientos sociales, otro a los compromisos en sindicatos, un tercero a los partidos políticos y, finalmente, un cuarto en el que intervienen personas con otra perspectiva que no sea la cristiana.
No es posible comentarlas una a una, evidentemente, pero sí cabe señalar algunos rasgos que son comunes a, prácticamente, la totalidad de las aportaciones.
Hechos destacados
Así, por ejemplo, se destaca el impacto que tuvo en los cristianos de la segunda mitad del pasado siglo la celebración del Concilio Vaticano II. Un impacto que recorre toda la sociedad, empezando por el obispo, que en los primeros tiempos fue monseñor Pildain y que tuvo su repercusión en los jóvenes que se formaban en el seminario, en los profesores que los adoctrinaban y en las organizaciones cristianas de la época. Varios de los intervinientes con sus testimonios fueron seminaristas y, posteriormente, sacerdotes con destacada actividad en el campo de lo social, incluso cuando varios de ellos dejaron el ministerio.
Otro episodio destacado fue el famoso estudio sociopastoral, un fenómeno acontecido en otras diócesis del país, pero que fue motivo de serios encontronazos entre los grupos de cristianos a los que apoyaba el obispo y las autoridades civiles de la época, que pusieron todo tipo de coacciones y veladas amenazas para impedir su desarrollo. El gobernador civil de aquellos años llegó a prohibir la celebración de la Asamblea Diocesana del Estudio Sociopastoral, que, pese a tal prohibición, se llevó a cabo en mayo de 1975. También muchos de los intervinientes en la obra fueron activos participantes de aquel estudio que abrió en canal a la sociedad de las islas mostrando una realidad social plagada de injusticias y abusos. Habría que citar, de manera especial, la situación de la aparcería, la reivindicaciones obreras y la precariedad de los barrios marginales de la capital.
De este estudio, nacieron agrupaciones diversas que complementaron a las pocas existentes en la época. Todas ellas movidas por el afán de perseguir una justicia social en apoyo de los más pobres y desfavorecidos de los trabajadores de la época, poniéndose a su lado, tal y como hiciera Jesús de Nazaret, personaje que servía de modelo, de aliento, estímulo e invitación que aceptaron con entusiasmo los protagonistas de aquellos movimientos.
Entre tales movimientos, hay que destacar el Colectivo Achamán, que, en palabras de José Domínguez Pérez, “coordinaba grupos, catecumenales y movimientos de acción católica”. Se trataba de un espacio de participación política en tiempos de la dictadura, una dictadura que pretendía ahogar todo lo que se saliera de la ortodoxia del régimen. La Iglesia, apoyándose en los derechos que amparaba el concordato, compartió sus espacios y locales aprovechados por diferentes colectivos.
Ya en los años noventa, el Sínodo celebrado en 1992, constituyó otro hito importante, que se desprende de la lectura de los testimonios recogidos en este libro, aunque en menor medida. Siendo ya tiempos de democracia, si bien el fervor combativo por la justicia social no decayó, la dispersión de los componentes activos de aquellos grupos cristianos era un fruto que caería por su propia maduración. Si bien en la mayoría de los testimonios aportados, el ejemplo y la invitación de Jesús de Nazaret continúan siendo el motor que impulsa la actividad de muchos de ellos, los caminos emprendidos por cada uno se diversificaron: unos entraron en la política, otros en la lucha sindical, otros forman parte de organizaciones cristianas, especialmente católicas y otros se han desengañado de la política y viven su fe de conformidad con otros carismas.
Otros testimonios
Finalmente, los testimonios de quienes no partiendo de un compromiso cristiano sino más bien de políticas de izquierdas, reconocen que no tuvieron ningún problema para luchar codo con codo con quienes sí lo tenían, pues siempre se trataba de personas con las que compartían una común finalidad: la justicia social, apoyando a los más desfavorecidos de la sociedad.
Concluyendo, es recomendable la lectura de esta obra. Su lectura es fácil e, incluso, amena, según el estilo propio de cada autor. Nos permite revivir en primera persona unos años de intensa actividad social y política, hoy quizás amortiguada por otras circunstancias y otras historias.
Índice
Prólogo, por Rafael Díaz Salazar
Introducción
Primera Parte. Análisis
1. Análisis de la realidad sociopolítica de Canarias de 1970 a 2000, por Jorge A. Liria
2. Las diferentes organizaciones sindicales, políticas y sociales en los últimos 50 años, por Antonio Quintana
3. La relación dialéctica sobre fe y compromiso político, por Antonio Quintana
4. Los cristianos en las organizaciones sociopolíticas de izquierda en Canarias. 1920 a 2000, por Antonio Quintana
Segunda Parte. Testimonios y reflexiones
5. Movimientos sociales
5.1. Domingo Viera González: movimiento ciudadano
5.2. Eugenio Reyes: movimientos ecologistas
5.3. Ana Demetrio: movimiento social
5.4. Elena Gortázar: movimiento feminista
5.5. Koldobi Velasco: colectivos eclesiales y sociales alternativos
6. Compromiso en sindicatos
6.1. Loli López: JEC, USO, UGT y HOAC
6.2. Tony Agudo: Adsis e Intersindical Canaria-Stec
6.3. Juany Sosa: JOC, HOAC, Stec-Intersindical Canaria-S
6.4. Iñaki Velasco: HOAC, CC.OO.
7. Compromiso en partidos políticos
7.1. Juan Manuel Cabrera: AC y ACN
7.2. Águeda Vilavert: HOAC, ICAN y NC
7.3. Antonio Gil: JEC, INC y NC
7.4. Rosario Pino: JEC, Achamán, ICAN y CC
7.5. Pedro González de la Fe: PCE, PSOE y Podemos
7.6. Blanca López: Renovación Carismática y PSOE
7.7. Chany Vega: JEC y PSOE
7.8. Mari Carmen Santana: Camino Neocatecumenal y PSOE
7.9. Rafa Segura: Junior y Unidas Podemos
7.10. Marcial Morales: AM y CC
8. Otras perspectivas
8.1. Antonio González Viéitez: Cristianos y marxistas
8.2. José Miguel Barreto Romero: Cristianos y nacionalistas, Daniel Barreto
8.3. Antonio Pérez: Cristianos y sindicalistas
8.4. María Puig: Cristianos y comunistas
8.5. José Miguel Pérez: Cristianos y socialistas
Epílogo, por Felipe Bermúdez Suárez
Redacción T21
Este canal ofrece comentarios de libros seleccionados, que nuestra Redacción considera de interés para la sociedad de nuestro tiempo. Los comentarios están abiertos a la participación de los lectores de nuestra revista.
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Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850