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Somos nuestro cerebro Juan Antonio Martínez de la Fe , 16/05/2014

Cómo pensamos, sufrimos y amamos


Somos nuestro cerebro
Ficha Técnica

Título: Somos nuestro cerebro. Cómo pensamos, sufrimos y amamos
Autor: Dick Swaab
Edita: Plataforma Editorial, 2ª edición, Barcelona, 2014
Traducción: Marta Arguilé Bernal
Encuadernación: Tapa blanda con solapa
Número de páginas: 516
ISBN: 978-84-15880-76-9
Precio: 24 euros

Un título así puede parecernos inofensivo, que pasa casi desapercibido. Lo que no debe suceder. Porque tras él, se esconden (probablemente, una acertada apreciación) más de quinientas páginas con una información del mayor interés. Quizás, profesionales de la comunicación, más avezados en la complicada tarea de resaltar aquello que puede llamar la atención entre tan abundante y confusa marea de noticias, han sido quienes han sabido plasmar en inquietantes preguntas algunas de las cuestiones tratadas en esta obra. Y, una vez abierto ese resquicio de inquieta curiosidad, nos acercamos y nos zambullimos en la lectura de los sugerentes capítulos que contiene. Nos parece más llamativo un titular que cuestiona las “extraordinarias” experiencias de quienes se han encontrado en la frontera entre la vida y la muerte y han regresado, que otro que, simplemente, nos informe que somos nuestro cerebro.

Desde luego, consideramos un gran acierto el enfoque que Dick Swaab ha dado a su libro; un enfoque eminentemente didáctico y divulgativo que, sin restar un ápice al rigor científico, convierte en una amena, muy amena, e interesante, muy interesante, lectura el fruto de muchos años de concienzuda investigación en temas de gran especialización y, al propio tiempo, preñados de esperanzas para solucionar varios de los problemas que nos acosan como individuos y como sociedad.

Tiene el Prólogo un carácter marcadamente biográfico. A lo largo de unas pocas páginas, el autor nos narra el nacimiento de su vocación investigadora sobre el cerebro, arrancando desde el entorno familiar que rodeó su infancia y que marcó su futuro profesional, hasta alcanzar su actividad científica más reciente.

En el desarrollo de esa actividad, no se enclaustró entre las paredes de su laboratorio, sino que siempre ha permanecido abierto al contacto con la sociedad, que no dudaba en acribillarlo a preguntas buscando respuesta para las cuestiones más profundas que a todos, o a casi todos, nos atribulan. Y nos dice el autor: “No he conseguido eludir las preguntas de la sociedad y por eso mi cerebro se ha visto constantemente estimulado a reflexionar sobre aspectos siempre distintos de nuestra mente, aunque estuviesen al margen de mi línea de investigación, y sobre cómo explicar las respuestas en términos que resulten inteligibles al gran público”. Un objetivo, una meta que, a la vista de las páginas que comentamos, ha superado ampliamente.

¿Y qué encontraremos en este libro? “La pregunta más frecuente que se me hacía era explicar cómo funciona el cerebro. Es evidente que este libro solo responde a algunos aspectos de esa pregunta imposible. Habla de las diferencias cerebrales entre niños y niñas, lo que pasa en la cabeza de un adolescente, cómo el cerebro asegura la conservación del individuo y de la especie, cómo envejecemos, nos volvemos seniles y morimos, cómo ha ido evolucionando el cerebro, cómo funciona la memoria y cómo se ha formado el comportamiento moral […] también pasa revista a los nuevos avances terapéuticos y la cura de las enfermedades neurológicas. Por último, se refiere a la relación entre el cerebro y la religión, el alma, la mente y el libre albedrío”. Un ambicioso proyecto, sin lugar a dudas, que podrá dar respuesta a muchos de los interrogantes que hoy nos acucian.

Finalizado este Prólogo, Swaab nos propone una Introducción, en la que, tras una extensa cita de Hipócrates, nos resume su tesis en una línea: “Todo lo que pensamos, hacemos y dejamos de hacer sucede en nuestro cerebro”. Y localizar sus puntos estratégicos y cómo se activan, según las acciones que ejecutamos en un momento dado, nos permite entrenarlo para hacerlo funcionar de manera diferente.

También nos propone, en esta Introducción, cómo las metáforas para explicar nuestro cerebro han ido cambiando a lo largo de los siglos, a medida que su conocimiento aportaba nuevos rasgos definitorios. Así, durante el Renacimiento, el descubrimiento de la imprenta llevó a compararlo con un libro omniabarcante, mientras que hoy día es el ordenador la imagen más utilizada para describir nuestro cerebro.

A partir de aquí, el libro ofrece un abanico de posibilidades, con capítulos muy bien definidos que permiten una lectura no secuencial, sino guiada por la curiosidad de cada lector. La amplitud de temas abordados se evidencia en el sumario, que ofrecemos más adelante. Esto, que constituye uno de los muchos aciertos y atractivos de la obra, dificulta el que se pueda realizar una reseña completa de contenido tan complejo. De ahí que, a título únicamente de ejemplo, la hagamos de alguno de sus capítulos. La elección no es fácil, ante tanto bueno donde escoger; finalmente, nos decantamos por el capítulo dedicado a la Neuroteología: cerebro y religión.

Este capítulo es el decimosexto de la obra. Lo inicia con el apartado ¿Por qué hay tanta gente religiosa?, una pregunta que, para el autor, es mucho más interesante que la de si Dios existe o no. Piensa que la idea de una divinidad y de una religión, viene del que Dean Hamer llamara El gen de Dios, en el que, unas pequeñas mutaciones determinan el grado de espiritualidad. Por otro lado, constata que la religión es una interpretación local de nuestros sentimientos espirituales, con lo que estima que, como fenómeno cultural, es transmitido de padres a hijos; dice: “El entorno en el que uno crece se encarga de que la fe de nuestros padres quede fijada en nuestros circuitos cerebrales de un modo parecido a lo que sucede con nuestra lengua materna, concluyendo que hay que luchar para liberarse de esas ideas que nos han sido inculcadas en una fase muy temprana del desarrollo, apoyando la tesis de Dawkins de que los niños no deben aprender qué deben pensar, sino cómo deben pensar.

Si esto es así, ¿a qué se debe el éxito de las religiones? Pues, como analiza en el segundo apartado del capítulo, a que constituyen una ventaja evolutiva. Comienza con la siguiente afirmación: “Con la evolución del hombre moderno, surgieron cinco comportamientos característicos, comunes a todas las culturas, que son: la lengua, la fabricación de armas, la música, el arte y la religión.” Solo esta última es un rasgo del que no hay antecedentes en el reino animal. Y, ¿qué ventajas ha aportado, según Swaab? En primer lugar, la religión mantiene unida a la comunidad; para ello, dicta normas para evitar los matrimonios con miembros de otras creencias, impone normas sociales en nombre de Dios, con amenazas en el caso de no cumplirlas; también, requiere que sus adeptos sean reconocidos como miembros de una comunidad determinada, para lo que usa símbolos externos (vestidos, amuletos o características físicas, como la circuncisión); establece normas para favorecer la procreación, etc. En segundo lugar, algunos de sus preceptos sociales contienen elementos que favorecen la buena salud. En tercer lugar, el hecho de tener convicciones religiosas ofrece ayuda y consuelo en tiempos difíciles. En cuarto lugar, Dios da respuesta a todo lo que no sabemos o comprendemos, lo que aporta una dosis de optimismo; aquí apunta de pasada algo que puede resultar inadvertido, pese a su importancia; dice que no es necesaria la religión para dar un sentido a la vida. En quinto lugar, afirma que la fe reduce parte del temor a la muerte. Y en sexto y último lugar, ha supuesto una enorme ventaja evolutiva matar a otros grupos en nombre del propio dios, lo que elimina riesgos para la supervivencia. Por todo lo cual, concluye que, pese a estas ventajas, las religiones han causado un daño terrible a la humanidad y espera que en un próximo futuro “la libertad y la humanidad serán posibles al fin, libres del corsé de reglas religiosas trasnochadas, también para los inconformistas y no creyentes.” Es evidente que no todos compartirán estos puntos de vista; por ejemplo, habría que matizar el concepto “religión”, que no es unívoco; muchos coincidirán con el autor si por tal se entiende la acepción popular del término, pero no con las ideas actuales sobre el particular que, aceptando los hechos de la historia, no fundamentan en ellos las tendencias evolutivas del término.

El tercer apartado del capítulo se dedica a El cerebro religioso. Parte con un planteamiento muy acertado: “Es evidente que también se aprecian cambios en la actividad cerebral durante las experiencias espirituales. Eso sucede con todo lo que hacemos, pensamos y vivimos, y no constituye ninguna prueba ni a favor ni en contra de la existencia de Dios.” Y se detiene en explicarnos los cambios producidos en el cerebro, de una manera muy sencilla y rigurosa. Lo ilustra con algún ejemplo de experimentos llevados a cabo con personas de vida religiosa con experiencias místicas, explicando cómo actúa el cerebro incluyendo su influencia somática. Concluye su análisis afirmando que el límite entre las experiencias espirituales y la psiquiatría a veces resulta difícil de trazar; lo que nos lleva a plantearnos si este aserto es aplicable, así mismo, a otras experiencias de tipo espiritual, no de carácter religioso. Y finaliza el apartado con esta cita: “En cada cultura y en cada período hay que contrastar los problemas religiosos de la persona con la situación religiosa normal de su entorno para poder distinguir los problemas puramente religiosos o espirituales de la problemática neurológica o psiquiátrica.”

¿Un mundo mejor sin religiones? Esta es la pregunta que titula el cuarto bloque del capítulo. Aquí, el autor deja el sendero de la explicación de la actividad cerebral, para aventurarse en una serie de consideraciones que, siendo verdad, no reflejan una totalidad, sino aspectos parciales. Comienza afirmando que la humanidad, la perseverancia o el valor no son virtudes exclusivas de los creyentes, pues “también se encuentran en socialistas, comunistas y ateos”, en un intento de contraponer a aquellos, los creyentes, a estos, como si no existieran socialistas o comunistas creyentes. A partir de aquí, se adentra el autor a recoger los efectos indeseados que tienen con excesiva frecuencia las “buenas acciones de la fe,” sin hacer mención de los aspectos positivos que también tienen. Recoge los ejemplos más negativos de la Iglesia católica, de las religiones primitivas, el Islam, etc. Y termina con el siguiente párrafo: “De momento, las religiones seguirán exigiendo su absurda contribución en el mundo entero. Es una pena, porque no es necesario adoctrinar a los niños con la religión. Pueden poner su espiritualidad al servicio del arte, la ciencia, el medio ambiente, o sencillamente ofreciendo una vida mejor a los menos favorecidos.”

El epígrafe quinto se refiere a Mujeres y moluscos impuros. Inicia su exposición con una cita que figura como anónima: “Algunos de los preceptos religiosos que a primera vista parecen descabellados tienen una base racional. Solo que no sabemos cuál.” A partir de aquí, recorre la situación de las mujeres, devenidas en impuras durante su menstruación. Y presenta consideraciones al consumo de algunos moluscos vetados por la ley judía, basándose en las posibles intoxicaciones alimentarias que pueden producir, como, de hecho, ha ocurrido.

A la oración se dedica el sexto apartado: Rezar por otros: placebo para uno mismo. También en esta ocasión abandona la explicación detallada de los mecanismos del cerebro, aunque sí comenta las razones de su hipótesis. En efecto: afirma una realidad, que nunca se ha llegado a demostrar de modo convincente que rezar por los demás surta efecto; y, sin embargo, es una costumbre habitual. ¿Qué la motiva? Pues, según Swaab, porque la gente que reza regularmente se siente bien al hacerlo. Es otra cara de la cuestión desde otro punto de vista: ¿se puede modificar la voluntad de un Dios inmutable con la oración? El planteamiento del autor es sencillamente correcto en una acepción específica de orar, pero no en todas. Pero su exposición no es apologética, más bien una expresión humilde de su forma de pensar, consecuencia de su largar vida profesional.

El bloque séptimo se titula Alucinaciones religiosas. Parte con una cita de Dawkins: “Cuando una persona sufre una alucinación, se la llama locura. Cuando muchas personas sufren una alucinación, se la llama religión.” Cuenta su variada experiencia con personas epilépticas que terminan sufriendo alucinaciones de tipo religioso.

El tema se continúa en el epígrafe octavo. Epilepsia del lóbulo temporal: mensajes de Dios. Hace una interesante descripción de cómo los pacientes que sufren algún tipo de esta epilepsia, pueden tener experiencias extáticas impresionantes, en las que, a veces, creen tener un contacto directo con Dios y recibir órdenes. Aduce algunos ejemplos; entre ellos, el de San Pablo, quien quedó ciego durante tres días tras su encuentro con Jesús camino de Damasco: “La ceguera cortical temporal después de un ataque epiléptico y la posterior conversión de Pablo al cristianismo después de la experiencia extática han sido a menudo descritas como un caso de epilepsia del lóbulo temporal.” Y continúa con los ejemplos de Mahoma, Juana de Arco, Van Gogh y Dostoievski. Dice Swaab: “Al parecer, la imagen de Dios que queda grabada tempranamente en nuestro cerebro vuelve a emerger durante los ataques de epilepsia del lóbulo temporal, junto con las creaciones artísticas, literarias, políticas o religiosas y con los pensamientos y las convicciones de nuestro cerebro.” Y explica el síndrome de Geschwind.

El bloque noveno y último del capítulo que comentamos se refiere a las Reacciones sociales a mi visión sobre la religión. Recoge en él varias anécdotas, protagonizadas por personas religiosas, de carácter, según parece, poco tolerante, quienes han mostrado un rechazo más o menos vehemente a los planteamientos de Swaab.

Es este, como decíamos, el comentario a uno de los capítulos de la obra; siendo cada uno de ellos de temática diferente, este puede servir de alguna forma como muestra de la metodología expositiva del autor. Y cada uno de dichos capítulos contará, qué duda cabe, con defensores y detractores. No tanto sobre los aspectos científicos, que nadie osará rebatir a un profesional de la talla de Dick Swaab, sino sobre los aspectos filosóficos que deduce de su experimentación, mucho más opinables; por citar un ejemplo, hacemos referencia al emergentismo, entre otros varios. En cualquier caso, la lectura recomendada del libro nos deparará motivos para la reflexión, transportados en un texto ameno y muy asequible.

Índice

Prólogo. Preguntas sobre el cerebro a un presunto experto

I. Introducción
1.1. Somos nuestro cerebro
1.2. Metáforas del cerebro

II. Desarrollo, nacimiento y cuidados parentales
2.1. La sutil interacción entre madre e hijo durante el parto
2.2. El parto difícil como primer síntoma de un trastorno cerebral
2.3. Comportamiento maternal
2.4. Comportamiento paternal
2.5. La importancia de un entorno estimulante en un estadio temprano del desarrollo cerebral
2.6. Recuerdos intrauterinos

III. El cerebro fetal amenazado en el ambiente “seguro” del útero
3.1. Alteraciones del desarrollo cerebral causadas por el medio ambiente
3.2. Alteraciones del desarrollo cerebral causadas por sustancias adictivas y medicamentos
3.3. El pensamiento a corto plazo del feto
3.4. ¿Siente dolor el feto?
3.5. Amputarse la pierna: desorden de identidad de la integridad corporal, un extraño trastorno del desarrollo

IV. La diferenciación sexual del cerebro en el útero
4.1. ¿El típico niño o la típica niña?
4.2. Diferencias sexuales en el comportamiento
4.3. Heterosexualidad, homosexualidad y bisexualidad
4.4. La homosexualidad no es una elección
4.5. La homosexualidad en el reino animal
4.6. Transexualidad
4.7. La pedofilia
4.8. Reacciones sociales a mi investigación sobre la diferenciación sexual en el cerebro
4.9. ¿El papa: V/M? Veamos

V. Pubertad, enamoramiento y comportamiento sexual
5.1. La mente adolescente
5.2. El comportamiento adolescente
5.3. El cerebro enamorado
5.4. Enfermedades cerebrales y sexualidad

VI. El hipotálamo: supervivencia, hormonas y emociones
6.1. Producción hormonal del hipotálamo y flujos de orina
6.2. Sobrevivir sin hipotálamo
6.3. Depresión
6.4. El síndrome de Prader-Willi
6.5. La obesidad
6.6. La cefalea en racimo
6.7. Narcolepsia: desternillarse de risa
6.8. Reír sin emoción
6.9. La anorexia nerviosa es una enfermedad cerebral

VII. Sustancias adictivas
7.1. Cannabis y psicosis
7.2. XTC: daños cerebrales después del placer
7.3. Abuso de sustancias por parte de los políticos

VIII. El cerebro y la conciencia
8.1. Neglect: vivir a medias
8.2. El coma y situaciones afines
8.3. Las estructuras cerebrales cruciales para nuestra conciencia
8.4. La importancia de las conexiones funcionales entre las estructuras cerebrales para la conciencia
8.5. Engaño y enajenación de la conciencia de uno mismo
8.6. “Rellenar” la información que falta
8.7. Interpretaciones de los mecanismos de la conciencia

IX. La agresividad
9.1. La agresividad desde el útero
9.2. Joven y agresivo
9.3. Agresividad, enfermedades mentales y cárcel
9.4. Culpa y castigo
9.5. Violento durante el sueño

X. El autismo
10.1. Daniel Tammet, un autista genial
10.2. El autismo, un trastorno del desarrollo
10.4. Síndrome del sabio
10.4. El cerebro de los savants

XI. La esquizofrenia y otros motivos para las alucinaciones
11.1. La esquizofrenia, una enfermedad de todos los tiempos y culturas
11.2. La esquizofrenia, los síntomas
11.3. La esquizofrenia, un trastorno del desarrollo cerebral
11.4. Alucinaciones por falta de estímulos
11.5. Otras alucionaciones

XII. Reparación y estimulación eléctrica
12.1. Ceguera senil: la degeneración macular
12.2. Serendipia: buena suerte en la mala suerte
12.3. Estimulación cerebral profunda
12.4. Estimulación cerebral y felicidad
12.5. Prótesis en el cerebro
12.6. Trasplante de tejido cerebral fetal
12.7. Terapia genética
12.8. La recuperación espontánea de los daños cerebrales

XIII. El cerebro y el deporte
13.1. Neuropornografía: el boxeo
13.2. Los Juegos Olímpicos y el sexo
13.3. Entrenarse hasta morir

XIV. El comportamiento moral
14.1. La corteza prefrontal: iniciativa, planificación, lenguaje, personalidad y comportamiento moral
14.2. Comportamiento moral: lo mejor del ser humano
14.3. Comportamiento moral inconsciente
14.4. Redes morales
14.5. Lo que la naturaleza nos enseña sobre una sociedad mejor

XV. La memoria
15.1. La investigación de Kandel sobre la memoria y la amnesia colectiva de los austriacos
15.2. La anatomía de nuestra memoria
15.3. El camino que conduce a la memoria a largo plazo
15.4. Almacenamiento separado en la memoria
15.5. La memoria implícita en el cerebelo

XVI. Neuroteología: cerebro y religión
16.1. ¿Por qué hay tanta gente religiosa?
16.2. La ventaja evolutiva de la religión
16.3. El cerebro religioso
16.4. ¿Un mundo mejor sin religiones?
16.5. Mujeres y moluscos impuros
16.6. Rezar por otros: placebo para uno mismo
16.7. Alucinaciones religiosas
16.8. Epilepsia del lóbulo temporal: mensajes de Dios
16.9. Reacciones sociales a mi visión sobre la religión

XVII. Entre cielo y tierra no hay nada
17.1. Alma o mente
17.2. Corazón y alma
17.3. Explicaciones pseudocientíficas para las experiencias cercanas a la muerte
17.4. Placebos eficaces
17.5. La medicina tradicional china: a veces más que un placebo
17.6. Fisioterapia

XVIII. El libre albedrío, una agradable ilusión
18.1. Libre albedrío o elección
18.2. El cerebro como un enorme ordenador inconsciente
18.3. La voluntad inconsciente
18.4. Lo que el libre albedrío no es
18.5. Libre albedrío y enfermedades cerebrales

XIX. La enfermedad de Alzheimer
19.1. Envejecimiento cerebral, la enfermedad de Alzheimer y otras formas de demencia
19.2. El deterioro gradual en el alzhéimer
19.3. “Use it or lose it”: la reactivación de neuronas en la enfermedad de Alzheimer
19.4. El dolor en la demencia
19.5. El alzhéimer y el momento oportuno para decidir poner fin a la propia vida

XX. La muerte
20.1. La magia de la vida y la muerte
20.2. Doctor Deijman y Zwarte Jan
20.3. Curso de despedida social: natural como la muerte misma
20.4. El Banco de Cerebros Neerlandés
20.5. Hierbas para una larga vida después de la muerte

XXI. La evolución
21.1. La práctica de la negociación y el aumento del tamaño del cerebro
21.2. La evolución del cerebro
21.3. Evolución molecular
21.4. ¿Por qué una semana?

XXII. Conclusiones
Innato o hereditario
Teratología funcional
Diferenciación sexual del cerebro
Cerebro fetal y nacimiento
La importancia de un buen desarrollo postnatal
Los fracasados: ¿culpa suya?
El cerebro y la justicia
El fin de la vida
Nuevos avances

XXIII. Agradecimientos

Índice analítico y de nombres


Somos nuestro cerebro
Notas sobre el autor

Dick Swaab es un destacado neurólogo de prestigio internacional que dirige un equipo de investigación en el Instituto Holandés de Neurociencias. Fue catedrático de Neurobiología en la Universidad de Ámsterdam y dirigió durante treinta años el Instituto Holandés de Investigaciones Cerebrales. Somos nuestro cerebro se ha publicado también en China, Alemania, Italia, la República Checa, Israel, Corea, Taiwán, Serbia, Hungría y Estados Unidos.

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16/05/2014 Comentarios



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