'La idea es vender agua mineral y con todos los beneficios obtenidos hacer proyectos para llevar agua potable a quienes no la tienen'. En esta síntesis apasionada Pablo Urbano, socio y co-fundador de la empresa social Auara, comenzó a describir la aventura emprendedora iniciada allá por 2015. Auara surgió, nos dice, como el sueño de tres locos que con tres mil euros crearon una empresa donde vender agua es la excusa para ganar dinero y dar respuesta a esa necesidad brutal que detectaron mientras trabajaban como cooperantes en muchos rincones de África. Pablo saca de su mochila una botella que me obsequia con una sonrisa. Tiene un diseño precioso, llaman mi atención su color y sus formas inusualmente rectangulares. 'Y es de plástico 100% reciclado', dice con orgullo. Parece mentira que en menos de dos años hayan vendido más de 700.000 botellas.
La palabra Auara significa 'tormenta en el desierto' en amhárico, idioma etíope. Un torbellino en metafórica lucha contra una estadística que cuesta visualizar en el día a día: millones de personas sin acceso al agua potable, la muerte de un niño cada 20 segundos por enfermedades relacionadas con el agua, una absurda mortalidad por diarreas en pleno siglo XXI. Y que forma parte de un escenario mayor: el de la crisis global del agua, de lo lejos que estamos todavía de aprender, como reivindica el tema central del próximo Foro Mundial del Agua , a compartir el agua (Sharing Water).
Auara fue el nombre elegido para este ‘sueño de tres locos’ -Antonio Espinosa, Pablo Urbano y Luis De Sande- que deseaban hacer una cooperación al desarrollo 'realmente efectiva', en un tiempo en que la crisis dejaba inoperativas a muchas ONGs y donde la generación de confianza se hacía más difícil. Su experiencia en diversas partes del mundo les había mostrado muchos proyectos de cooperación abandonados, no sólo por falta de financiación sino también por una gestión inadecuada, falta de compromiso y escasa participación local o un ‘empoderamiento’ mal entendido. Su web exhibe con orgullo este propósito de hacer cooperación ‘de otra manera’, a través de la co-creación de valor económico y social con la implicación de diversos actores: por un lado proveedores, clientes y embajadores, caras conocidas que contribuyen a visibilizar el proyecto a la vez que concienciar y educar sobre la importancia del agua. Por otro, el protagonismo de las organizaciones y comunidades locales donde se desarrollan los proyectos, con un estricto seguimiento y valoración del impacto generado. 'No hacemos donaciones a ONGs', advierten, 'Nos comprometemos con proyectos concretos. Co-financiamos, co-gestionamos, nos implicamos'.
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Redactado por Mónica Edwards el Viernes, 2 de Marzo 2018 a las 08:54
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¿Qué es una lean startup? ¿Qué significa lean innovation o por qué se habla de una cultura lean? El pasado jueves 2 de Noviembre tuvimos el privilegio de transmitir en directo (livestream) algunas de las charlas de la #LeanStartupWeek desde San Francisco (USA) del propio Eric Ries, creador del concepto lean start-up. La experiencia tuvo lugar en dos puntos de la ciudad: la Escuela Técnica Superior de Ingeniería del Diseño, en la Universidad Politécnica de Valencia y en Radio City, el corazón del barrio El Carmen. En este post se incluyen respuestas a algunas preguntas planteadas por un entusiasta grupo de estudiantes de la Universidad de Valencia, a punto de graduarse en Turismo. ¿Hay TURISMO LEAN?
La Lean Startup Week es el mayor encuentro mundial que desde el año 2012 reúne experiencias en torno a la metodología y la cultura LEAN. Una comunidad que ya cuenta con miles de adeptos y se expande como un avispero por el mundo. Sin embargo, el fenómeno LEAN todavía es un misterio para muchos.
¿Cómo el adjetivo LEAN, que significa algo así como 'delgado', 'magro', 'sin grasa' ... se aplica a una startup o a la innovación?
El pasado 2 de noviembre develamos algunos de estos misterios en las charlas de la Lean Startup Week en un evento de livestreaming donde tuve el honor de ser official host desde la Escuela Técnica Superior de Ingeniería del Diseño (ETSID) en la Universidad Politécnica de Valencia junto a Natalia Lozano, en Radio City. ¡Un placer ver y escuchar a gente como
... Eric Ries (quien introdujo el concepto lean-start up),
Tim O'Reilly (creador del concepto Web 2.0),
Alexander Osterwalder (inventor del famoso Business Model Canvas, aquí)
junto a cientos de emprendedores, académicos de prestigiosas universidades y líderes empresariales. La única pega: la diferencia horaria, hacer livestreaming de madrugada!
Comparto con mucha alegría la noticia: desde La Universidad de Burgos se lanza este nuevo programa formativo, nacido gracias al empuje de mi amiga y colega Ileana Greca y un grupo de entusiastas docentes, entre los que me encuentro. Una propuesta donde pretendemos trabajar desde una visión de la ciencia, la tecnología y las 'mates' integrada con el arte y la cultura. Una invitación a sumergirnos en los nuevos espacios tecnológicos donde nadan nuestros niños para ayudar a maestros y profesores a enseñar cómo programar y diseñar robots, a poner en práctica el design thinking y arte matemático 'para los niñ@s' y para que los propios niñ@s aprendan a hacer jugando. Y sobre todo, una apuesta por una enseñanza STEAM integrada e inclusiva, que contemple a los niñ@s con capacidades especiales. Con las ventajas de tener un formato semi-presencial y poder hacerlo también en inglés.
La idea de este proyecto formativo comenzó a gestarse en Sábados de Ciencia, un proyecto exitoso lanzado en 2015 a través de la Unidad de Cultura Científica e Innovación en la Universidad de Burgos, destinado a alumnas y alumnos de 6 a 11 años de escuelas primarias de la provincia de Burgos. ¿El propósito? Fomentar el desarrollo de vocaciones científico-tecnológicas tempranas y mejorar la formación de estudiantes del Grado en Maestro en Educación Primaria.
El programa de Experto Universitario en enseñanza STEAM (Science, Technology, Engineering, Art, Mathematics) con programación y robótica educativas agrega ingredientes extra para motivar a docentes y estudiantes: transmitir una visión diferente de unas ciencias y tecnologías 'humanizadas' y responsables, integradas con aspectos de las 'otras' ciencias sociales y el arte. Estoy encantada de 'poner mi granito de arena' en un tema que me apasiona: desarrollar la creatividad y sembrar las semillas de la capacidad para innovar mediante 'engineering y design thinking' para niñ@s. Porque ante todo, este programa surge de buscar la respuesta a la gran pregunta.
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La palabra inclusión es hermosa. Tanto como su significado, según la Real Academia Española: acción y efecto de incluir, conexión o amistad de alguien con otra persona. La inclusión representa el modo en que damos respuesta a la diversidad y la diferencia, a cómo experimentamos una mordedura de conciencia ante las múltiples caras que puede adoptar la exclusión, la de los otros y la propia. Pero también algo más: para mucha gente es un impulso que hace trascender con alegría los límites del dolor y la lucha por sobrevivir. Personas etiquetadas con el rótulo de 'incapacidad', 'discapacidad' o 'capacidades especiales' tienen y sienten esa necesidad de ser reconocidas e integradas en una misma humanidad. Eso experimenté una tarde de sábado con el espectáculo de la Asociación Cultural Lo Mès Baix. ¿Teatro inclusivo? Tanto como la vida misma.
¿Por qué una empresa de cosméticos incluye en el paquete que no testa sus productos en animales? ¿Porque es una empresa benévola? ¿Porque le preocupa el bienestar de los conejitos? No, porque cree que haciendo eso va a vender más y va a ganar más dinero. Ninguna empresa vende productos orgánicos porque le preocupe nuestra salud. Ninguna empresa vende productos biodegradables porque le preocupe el medio ambiente. Tiene un solo objetivo: el dinero. Y para conseguir más dinero una empresa es capaz de todo, ¡hasta de salvar esta m... de planeta! Estas frases acompañaban una escena sobre una conferencia de marketing en un capítulo de una reciente serie brasileña. Me reí, aunque no me gustó ni estoy de acuerdo. Creo firmemente en la posibilidad de salvar esta m..aravilla de planeta. Pero no puedo obviar las veces que escuché opiniones parecidas, en especial de un marcado escepticismo al hablar de empresa social y el mercado de 'lo social'. ¿Es tan importante saber qué mueve a una empresa a ser 'social'? Por el momento las empresas sociales van a la deriva en el limbo entre el 'bussiness is business' y las organizaciones sin ánimo de lucro. Merece la pena ir desterrando algunos mitos.
Mito 1. Las empresas sociales están asociadas o surgen del tercer sector
Falso. Una empresa social puede originarse a partir de cualquier sector, ya sea la sociedad civil o los sectores privado y público, e incluso de la hibridación de estos: el llamado cuarto sector. En la perspectiva anglosajona lo principal es la figura del emprendedor social, que con sus ideas 'heroicas' da lugar al desarrollo de innovaciones disruptivas en el lugar donde se le ocurra. Así lo contempla la definición de empresa social publicada en el año 2002 por el gobierno británico en el documento Social Enterprise: A Strategy for Success., donde se habla de 'un negocio' en sentido general, que se diferencia por tener unos objetivos principalmente sociales cuyos excedentes se re-invierten principalmente en la satisfacción de la demanda del servicio o producto ofertado y se amplían a toda la comunidad, en lugar de maximizar individualmente los beneficios. El documento sostiene que las empresas sociales ofrecen modos nuevos y radicales de operar, combinando la ética del servicio público con el mundo de los negocios (y de paso sustituyendo la alicaída respuesta del Estado).
Una gran variedad de empresas sociales nacen en diferentes 'tipos de economía: en la sharing economía (economía del intercambio), la economía circular, la economía azul, la silver economy, la green economy, además de la clásica asociación a la economía de la solidaridad y del bien común. Cada vez se complica más la tarea de ver cuáles son las fronteras con lo que consideramos 'economía social'. En una contribución reciente, Gordon (2015) identifica un conjunto de 'tradiciones' que permiten caracterizar a las empresas sociales de acuerdo a diferentes propósitos y tipos de valores a los que se orientan. En su opinión hay:
a) empresas con propósitos altruistas, relacionadas con las 'charities' y la filantropía,
b) empresas sociales públicas, más pragmáticas, con el ojo puesto en la provisión de servicios públicos (ya son comunes las spin-outs sociales originadas en el sector público),
c) empresas surgidas del sector privado, asociadas a las prácticas de Responsabilidad Social Corporativa (RSC),
d) empresas con propósitos comunitarios, especialmente atendiendo a la atención y el empoderamiento de grupos en riesgo de exclusión,
e) empresas con propósitos de cooperación y mutualismo (las cooperativas y mutuas, avanzando a una amplia variedad de actividades económicas), y
f) empresas con propósitos éticos hacia el bien común global, con propensión a ser agentes de cambio radical en la sociedad.
Este variopinto escenario se complica aún más cuando tenemos en cuenta el avance de emprendimientos a través del rol de los intra-preneurs y extra-preneurs sociales...basta dar una vuelta por la última Intrapreneurship Conference en Estocolmo (en mayo de este año) o la Liga Global de Intra-emprendedores (League of intrepreneurs).
Mito 2 Las empresas sociales solo se preocupan por el impacto social y/o ambiental
Falso. Si la empresa social quiere sobrevivir necesita preocuparse al mismo tiempo de la sustentabilidad de su modelo de negocio y de encontrar el equilibrio entre su misión social, sus ganas de innovar y la gestión adecuada de sus recursos. Su preocupación probablemente se ve en relación directa a cuánto re-invierte o re-distribuye y de la manera en que realiza esa re-distribución. Al decir de Mohammad Yunus, en un negocio convencional tienes que hacer dinero…para eso tienes que tener a la gente trabajando para ti. En un negocio social, la creación de empleo para esas cinco personas que te acompañan es el objetivo. Y esto constituye también la primera apreciación de la medida en que la empresa social está preocupada -y ocupada- en generar un verdadero impacto social.
Mito 3 Las empresas sociales siempre son escalables
Falso o la respuesta es no siempre o no necesariamente. Existe una tendencia a calificar el inicio de cualquier emprendimiento social como 'start-up' social, pero muchas empresas actúan a pequeña escala y conviene recordar que lo que caracteriza y diferencia a una start-up es ser una empresa que manifiesta un crecimiento muy rápido y requiere inyección de capital. Por otra parte, esta ambición de 'ser una start-up' choca con el elevado porcentaje de fracasos, siendo la supervivencia en torno al 15% o menor (dependiendo del país). La escalabilidad también depende de cuál es el producto, el servicio, o ese 'algo' que se pretende escalar.
Mito 4. Todas las empresas sociales aportan valores sociales 'positivos'
Falso. La empresa social construye valores sociales como lo hace el ser humano en general, y que ya sabemos que son muy variopintos y fuertemente dependientes de dónde y cómo son construidos. A veces son positivos para algunas personas o grupos sociales y negativos para otros. Curiosamente mi sensación es que ideas como la de los microcréditos que aplicó Yunus en India, como muchos otros ejemplos, funcionan bien cuando su implementación no se hace 'demasiado grande'. Cuando las estructuras crecen y se hacen enormes...pareciera que hay más oportunidad para -digamos- la generación de valores no tan positivos.
Mito 5. Las empresas sociales son una excelente vía para avanzar hacia una economía más saludable
En principio esto es cierto, ya que unimos la motivación de la lucha por la supervivencia de la vida -seriamente amenazada- que ha constituido el motor del desarrollo de los movimientos sociales y ecologistas y el crecimiento del tercer sector desde hace varias décadas con la gestión eficiente que se atribuye a las empresas. Confieso que me siento muy atraída por otros intentos más utópicos, como los de los freegans (friganismo), las gratiferias y las tiendas gratis (hay redes de ellas en varios países, como Alemania). En el interior de una Weggeefwinkel de Utrecht (Holanda) hay un cartel que dice:
Falso. Una empresa social puede originarse a partir de cualquier sector, ya sea la sociedad civil o los sectores privado y público, e incluso de la hibridación de estos: el llamado cuarto sector. En la perspectiva anglosajona lo principal es la figura del emprendedor social, que con sus ideas 'heroicas' da lugar al desarrollo de innovaciones disruptivas en el lugar donde se le ocurra. Así lo contempla la definición de empresa social publicada en el año 2002 por el gobierno británico en el documento Social Enterprise: A Strategy for Success., donde se habla de 'un negocio' en sentido general, que se diferencia por tener unos objetivos principalmente sociales cuyos excedentes se re-invierten principalmente en la satisfacción de la demanda del servicio o producto ofertado y se amplían a toda la comunidad, en lugar de maximizar individualmente los beneficios. El documento sostiene que las empresas sociales ofrecen modos nuevos y radicales de operar, combinando la ética del servicio público con el mundo de los negocios (y de paso sustituyendo la alicaída respuesta del Estado).
Una gran variedad de empresas sociales nacen en diferentes 'tipos de economía: en la sharing economía (economía del intercambio), la economía circular, la economía azul, la silver economy, la green economy, además de la clásica asociación a la economía de la solidaridad y del bien común. Cada vez se complica más la tarea de ver cuáles son las fronteras con lo que consideramos 'economía social'. En una contribución reciente, Gordon (2015) identifica un conjunto de 'tradiciones' que permiten caracterizar a las empresas sociales de acuerdo a diferentes propósitos y tipos de valores a los que se orientan. En su opinión hay:
a) empresas con propósitos altruistas, relacionadas con las 'charities' y la filantropía,
b) empresas sociales públicas, más pragmáticas, con el ojo puesto en la provisión de servicios públicos (ya son comunes las spin-outs sociales originadas en el sector público),
c) empresas surgidas del sector privado, asociadas a las prácticas de Responsabilidad Social Corporativa (RSC),
d) empresas con propósitos comunitarios, especialmente atendiendo a la atención y el empoderamiento de grupos en riesgo de exclusión,
e) empresas con propósitos de cooperación y mutualismo (las cooperativas y mutuas, avanzando a una amplia variedad de actividades económicas), y
f) empresas con propósitos éticos hacia el bien común global, con propensión a ser agentes de cambio radical en la sociedad.
Este variopinto escenario se complica aún más cuando tenemos en cuenta el avance de emprendimientos a través del rol de los intra-preneurs y extra-preneurs sociales...basta dar una vuelta por la última Intrapreneurship Conference en Estocolmo (en mayo de este año) o la Liga Global de Intra-emprendedores (League of intrepreneurs).
Mito 2 Las empresas sociales solo se preocupan por el impacto social y/o ambiental
Falso. Si la empresa social quiere sobrevivir necesita preocuparse al mismo tiempo de la sustentabilidad de su modelo de negocio y de encontrar el equilibrio entre su misión social, sus ganas de innovar y la gestión adecuada de sus recursos. Su preocupación probablemente se ve en relación directa a cuánto re-invierte o re-distribuye y de la manera en que realiza esa re-distribución. Al decir de Mohammad Yunus, en un negocio convencional tienes que hacer dinero…para eso tienes que tener a la gente trabajando para ti. En un negocio social, la creación de empleo para esas cinco personas que te acompañan es el objetivo. Y esto constituye también la primera apreciación de la medida en que la empresa social está preocupada -y ocupada- en generar un verdadero impacto social.
Mito 3 Las empresas sociales siempre son escalables
Falso o la respuesta es no siempre o no necesariamente. Existe una tendencia a calificar el inicio de cualquier emprendimiento social como 'start-up' social, pero muchas empresas actúan a pequeña escala y conviene recordar que lo que caracteriza y diferencia a una start-up es ser una empresa que manifiesta un crecimiento muy rápido y requiere inyección de capital. Por otra parte, esta ambición de 'ser una start-up' choca con el elevado porcentaje de fracasos, siendo la supervivencia en torno al 15% o menor (dependiendo del país). La escalabilidad también depende de cuál es el producto, el servicio, o ese 'algo' que se pretende escalar.
Mito 4. Todas las empresas sociales aportan valores sociales 'positivos'
Falso. La empresa social construye valores sociales como lo hace el ser humano en general, y que ya sabemos que son muy variopintos y fuertemente dependientes de dónde y cómo son construidos. A veces son positivos para algunas personas o grupos sociales y negativos para otros. Curiosamente mi sensación es que ideas como la de los microcréditos que aplicó Yunus en India, como muchos otros ejemplos, funcionan bien cuando su implementación no se hace 'demasiado grande'. Cuando las estructuras crecen y se hacen enormes...pareciera que hay más oportunidad para -digamos- la generación de valores no tan positivos.
Mito 5. Las empresas sociales son una excelente vía para avanzar hacia una economía más saludable
En principio esto es cierto, ya que unimos la motivación de la lucha por la supervivencia de la vida -seriamente amenazada- que ha constituido el motor del desarrollo de los movimientos sociales y ecologistas y el crecimiento del tercer sector desde hace varias décadas con la gestión eficiente que se atribuye a las empresas. Confieso que me siento muy atraída por otros intentos más utópicos, como los de los freegans (friganismo), las gratiferias y las tiendas gratis (hay redes de ellas en varios países, como Alemania). En el interior de una Weggeefwinkel de Utrecht (Holanda) hay un cartel que dice:
'La Tierra tiene suficiente para las necesidades de todos, pero no para la codicia de cada uno'.
La economía social y las empresas sociales continúan expandiéndose por todo el mundo. Las 'empresas sociales' y los 'negocios sociales', pese a las dificultades a la hora de calcular su impacto tanto económico como social, ocupan un sitio preferente dentro de la economía social y la amplia variedad de 'emprendimientos sociales' que pululan en expresiones afines como 'economía solidaria', 'economía colaborativa' (sharing economy) y 'economía informal'. Se habla de su papel clave en la generación de empleo y como instrumento para favorecer un desarrollo económico inclusivo. Muchas start-ups sociales abrazan el propósito de generar innovaciones sociales disruptivas y producir impactos a gran escala a través de 'algo que sirva para cambiar el mundo', ya sea un producto, un servicio o una nueva 'manera de hacer las cosas'. ¿Cuándo una organización constituye una empresa social'?, ¿Qué es una empresa social y cómo se diferencia de otras entidades que conforman el universo de la economía social?
Fuente: Jimmyspa.com
Aparentemente es un ejercicio sencillo, ya que hablar de economía 'social' alude a la atención de las necesidades básicas o primarias de grupos sociales más desfavorecidos desde las épocas más remotas. En la práctica ya no lo es tanto y podemos recopilar abundantes etiquetas -sobre todo provenientes del mundo anglosajón- como 'social firm', 'social business', 'social-purpose business', 'social-driven business', 'mission-driven businesses', 'social ventures', etc. Sabemos que hay empresas sociales que reinvierten todos o gran parte de sus dividendos, como es el caso de La Fageda (con cuentas muy transparentes que se muestran en su web) y Auara (https://www.auara.org/ con su slogan 'tú bebes, otros beben'. Pero por otro lado, están proliferando plataformas en Internet y miles de Apps que favorecen prácticas de consumo colaborativo/prestación de servicios con la loable misión de atender la sostenibilidad planetaria que parecen guiarse por un slogan diferente, algo así como 'tú colaboras, él colabora, nosotros nos forramos', donde el concepto de re-inversión es bastante diferente... Otro problemita está en considerar que el ámbito de la economía social y el emprendimiento social están siempre, sí o sí, vinculados a la innovación social. Pero existen muchos ejemplos de empresas en el sector social que no innovan y se remiten a replicar modelos de negocios. Aquí habría que ponerse de acuerdo en cuanto al criterio o si basta el principio de generar algún tipo de valor social e impacto social para llamar a una empresa social innovadora.
Responder a la cuestión ¿qué es una empresa social? es muy importante, tanto como delimitar la naturaleza y las fronteras de la economía social (y afines). Así lo destaca en su web el Observatorio Español de la Economía Social : 'para que la Economía Social pueda ser visualizada y reconocida es preciso delimitar su campo de observación con rigor y sentido práctico'. A nivel de la Comisión Europea esta preocupación lleva varias décadas, donde tanto la innovación social como la economía social han ido ocupando un espacio cada vez mayor en las estrategias para luchar contra la crisis.
El fomento de las empresas sociales y la creación de un entorno favorable a su desarrollo se sitúan en el centro de la Iniciativa de Empresa Social (SBI) como parte de la Estrategia Europa 2020 (CE, 2010a) y de la iniciativa emblemática 'Unión por la innovación' (CE, 2010b). El 'Single Market Act I' (Acta de Mercado Único I) pone de relieve su papel para promover una 'economía de mercado social altamente competitiva' (CE, 2011a, p.2). Y el 'Single Market Act II' renueva la atención sobre su capacidad para generar innovación social, inclusión y, sobre todo, confianza (EC, 2012). Varias iniciativas y proyectos internacionales han ido proporcionando una visión global de la diversa composición y funcionamiento de la economía social y de la rápida evolución en las formas de 'hacer negocios sociales' y de las empresas sociales. Aquí se mencionan algunos, como:
Todo este trabajo ha permitido avanzar mucho en el conocimiento del sector, a la vez que da cuenta de su complejidad y las dificultades para definir qué es y qué no es una empresa social. Dos recientes y ambiciosos proyectos europeos han proporcionado un Mapa de las empresas sociales y sus ecosistemas en Europa, cubriendo 28 paises y Suiza en 2014 y 2016, y han continuado con otras iniciativas en la misma dirección (tengo el privilegio de participar en una de ellas, que contaré próximamente).
En España el Centro Internacional de Investigación e Información sobre la Economía Pública, Social y Cooperativa (CIRIEC, constituido como asociación en 1986) el pasado 2 de mayo de 2017 presentó un proyecto para elaborar un Manual de Cuentas Satélite de empresas y entidades de economía social, a cargo de los investigadores Rafael Chaves y José Luis Monzón. Pasada una década del manual anterior, los autores reconocen la necesidad de identificar tanto a los 'productores no-de mercado' o llamados 'agentes del Tercer Sector de acción social' como a los productores del 'mercado de la economía social', esto es, cooperativas, empresas sociales, mutuas y 'otras empresas similares'.
En principio el concepto de economía social designa a aquel conjunto de organizaciones (microeconómicas) caracterizadas por unos rasgos comunes marcados por una ‘ética social’, trascendiendo la clásica delimitación interinstitucional basada en identificarla como un sector residual, integrado por aquellas organizaciones que no pertenecen al ámbito de la economía pública ni al de la economía privada capitalista. El reto del concepto en la última década sigue siendo identificar quiénes son los actores, así como el alcance y especificidades organizativas. Así, por ejemplo, la carta de Principios de la Economía Social, realizada por sus propios protagonistas bajo el impulso de la Conferencia Permanente de Cooperativas, Mutualidades, Asociaciones y Fundaciones (CEP-CMAF) considera que la economía social alberga al conjunto de organizaciones que no pertenecen al sector público, funcionan de manera democrática con igualdad de derechos y obligaciones de los socios y practican un régimen particular de propiedad y distribución de los beneficios, empleando los excedentes para ampliar la entidad y mejorar los servicios prestados a sus socios y a la sociedad (Monzón-Campos, 2006; 2013, p. 154).
Esto comprende un amplio abanico de formas, tanto como la definición de empresa de economía social (social economy enterprise) proporcionada en 2015 en las conclusiones del Council sobre La promoción de la economía social como motor clave del desarrollo económico y social en Europa (The promotion of the social economy as a key driver of economic and social development in Europe, CE, 2015b):
La Social Business Initiative (SBI) define a la empresa social como 'un operador de la economía social, cuyo objetivo principal es tener un impacto social, en lugar de obtener un beneficio para sus propietarios o accionistas. Produce bienes y servicios para el mercado de una manera innovadora y emprendedora y utiliza sus beneficios principalmente para lograr los objetivos sociales”.
Responder a la cuestión ¿qué es una empresa social? es muy importante, tanto como delimitar la naturaleza y las fronteras de la economía social (y afines). Así lo destaca en su web el Observatorio Español de la Economía Social : 'para que la Economía Social pueda ser visualizada y reconocida es preciso delimitar su campo de observación con rigor y sentido práctico'. A nivel de la Comisión Europea esta preocupación lleva varias décadas, donde tanto la innovación social como la economía social han ido ocupando un espacio cada vez mayor en las estrategias para luchar contra la crisis.
El fomento de las empresas sociales y la creación de un entorno favorable a su desarrollo se sitúan en el centro de la Iniciativa de Empresa Social (SBI) como parte de la Estrategia Europa 2020 (CE, 2010a) y de la iniciativa emblemática 'Unión por la innovación' (CE, 2010b). El 'Single Market Act I' (Acta de Mercado Único I) pone de relieve su papel para promover una 'economía de mercado social altamente competitiva' (CE, 2011a, p.2). Y el 'Single Market Act II' renueva la atención sobre su capacidad para generar innovación social, inclusión y, sobre todo, confianza (EC, 2012). Varias iniciativas y proyectos internacionales han ido proporcionando una visión global de la diversa composición y funcionamiento de la economía social y de la rápida evolución en las formas de 'hacer negocios sociales' y de las empresas sociales. Aquí se mencionan algunos, como:
- CIRIEC (Centre International de recherches et d'Information sur l'Economie Collective), creado en 1947 por el economista francés Edgard Milhaud en la Université de Genève, que ya va por la celebración de su 6º Congreso Mundial
- la red temática EMES (Emergence des Enterprises Sociales en Europe) en torno a 1996
- SELUSI (Social Entrepreneurs as 'Lead Users' for Service Innovation') (2008-2012)
- SEFORÏS (Social Entrepreneurship as a Force for More Inclusive and Innovative Societies) (2012-2016)
- ICSEM (International Comparative Social Enterprise Models) (2013-2017), una plataforma que involucra a 200 investigadores de 50 países de todo el mundo que surgió de la alianza de EMES y el Interuniversity Attraction Pole on Social Enterprise (IAP-SOCENT) fundado en Bélgica.
En España el Centro Internacional de Investigación e Información sobre la Economía Pública, Social y Cooperativa (CIRIEC, constituido como asociación en 1986) el pasado 2 de mayo de 2017 presentó un proyecto para elaborar un Manual de Cuentas Satélite de empresas y entidades de economía social, a cargo de los investigadores Rafael Chaves y José Luis Monzón. Pasada una década del manual anterior, los autores reconocen la necesidad de identificar tanto a los 'productores no-de mercado' o llamados 'agentes del Tercer Sector de acción social' como a los productores del 'mercado de la economía social', esto es, cooperativas, empresas sociales, mutuas y 'otras empresas similares'.
En principio el concepto de economía social designa a aquel conjunto de organizaciones (microeconómicas) caracterizadas por unos rasgos comunes marcados por una ‘ética social’, trascendiendo la clásica delimitación interinstitucional basada en identificarla como un sector residual, integrado por aquellas organizaciones que no pertenecen al ámbito de la economía pública ni al de la economía privada capitalista. El reto del concepto en la última década sigue siendo identificar quiénes son los actores, así como el alcance y especificidades organizativas. Así, por ejemplo, la carta de Principios de la Economía Social, realizada por sus propios protagonistas bajo el impulso de la Conferencia Permanente de Cooperativas, Mutualidades, Asociaciones y Fundaciones (CEP-CMAF) considera que la economía social alberga al conjunto de organizaciones que no pertenecen al sector público, funcionan de manera democrática con igualdad de derechos y obligaciones de los socios y practican un régimen particular de propiedad y distribución de los beneficios, empleando los excedentes para ampliar la entidad y mejorar los servicios prestados a sus socios y a la sociedad (Monzón-Campos, 2006; 2013, p. 154).
Esto comprende un amplio abanico de formas, tanto como la definición de empresa de economía social (social economy enterprise) proporcionada en 2015 en las conclusiones del Council sobre La promoción de la economía social como motor clave del desarrollo económico y social en Europa (The promotion of the social economy as a key driver of economic and social development in Europe, CE, 2015b):
'Las empresas de economía social se refieren a un universo de organizaciones basado en la primacía de la gente sobre el capital, incluye formas organizacionales como cooperativas, mutuas, fundaciones, asociaciones y nuevas formas desarrolladas por emprendedores sociales y pueden ser consideradas como vehículos de cohesión social y económica a través de Europa, ayudando a construir una economía de mercado social pluralista y resiliente'
La Social Business Initiative (SBI) define a la empresa social como 'un operador de la economía social, cuyo objetivo principal es tener un impacto social, en lugar de obtener un beneficio para sus propietarios o accionistas. Produce bienes y servicios para el mercado de una manera innovadora y emprendedora y utiliza sus beneficios principalmente para lograr los objetivos sociales”.
¿Puede haber acto creativo sin emoción? ¿Qué relación existe entre emociones y creatividad? A través de las emociones nos sentimos en armonía y ‘sintonizamos’ con nuestro propio ser y en nuestras relaciones inter-personales. Nos disociamos al experimentar emociones destructivas o cuando entra en conflicto lo que pensamos con lo que sentimos y el modo en que actuamos. Las emociones impregnan nuestra existencia y aunque hay cierto empeño en ignorarlo... son determinantes en la vida diaria de las escuelas, en el ‘clima del aula’, en cómo se enseña y se aprende y en dejar fluir (o no) la creatividad. Comparto algunas reflexiones en torno a estos temas, surgidas a partir de un artículo que publiqué recientemente en la obra colectiva 'Educar con emoción'.
La educación está prestando cada vez mayor atención a la influencia de las emociones en el aprendizaje y al desarrollo de la capacidad creativa. Muchos docentes queremos ayudar y orientar a los estudiantes para que desarrollen su creatividad, a que 'piensen creativamente' y ejerciten 'maneras creativas de pensar'. En suma: a desarrollar la competencia creativa. Por otra parte, hay una imperiosa necesidad de enseñarles a gestionar y dominar sus emociones, desarrollar su competencia emocional. Los menos optimistas dirán que ni una ni otra están todavía presentes en la mayoría de las escuelas y se trata más bien de una visión idílica o restringida a experiencias pioneras en algunos sitios, como el auge del mindfulness en muchos colegios. En estas actividades la creatividad parece estar ausente y el propósito es trabajar aspectos emocionales, 'educar' para focalizar la atención y la toma de conciencia del momento presente (aquí un ppt sobre el tema). En parte esta resistencia es entendible, si tenemos en cuenta que la educación formal gira en torno a la calificación de los alumnos (o a lo sumo una visión muy restringida y sui generis de evaluación). ¿Cómo se evalúa y/o califica a un alumno en competencias que se perciben como algo 'intangible' desde el punto de vista del currículum?
Pero en mi opinión la cuestión va más allá; emociones y creatividad aparecen en una telaraña de términos como mente, conciencia, cognición, sentimientos, intuición (insight), motivación e inteligencias múltiples… y esto produce bastante confusión. Pese a los avances experimentados en neurobiología y ciencias cognitivas y a que cada día nos sorprenden nuevos conocimientos acerca del funcionamiento de nuestro cerebro, no existe aún consenso en estos temas. Basta dar una vuelta por webs como The Organization for Human Brain Mapping, establecida en 1995, o del ambicioso Human Brain Project (Proyecto Cerebro Humano) que arrancó en el año 2013. Un claro ejemplo es lo que está costando erradicar el extendido mito de la creatividad asociada al hemisferio derecho, considerado el 'lado' cerebral creativo y emocional, del 'pensamiento divergente'...por oposición al hemisferio izquierdo, que nos arrastra a la tiranía de la racionalidad, la lógica y el 'pensamiento convergente'.
El éxito de la innovación colaborativa y la buena salud de los ecosistemas de innovación dependen de marcos de actuación que favorezcan el encuentro entre sus múltiples actores. El pasado 21 de noviembre el Ayuntamiento de Valencia promovió la firma del Pacto Local por la Innovación, renovando el compromiso adquirido en un pacto anterior. ¿La principal diferencia? La inclusión de la sociedad civil junto a otros actores del eco-sistema de innovación y el énfasis en la innovación social como una poderosa herramienta de transformación social.
Cartel frente a la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia invitando a la participación ciudadana
El Pacto Local por la Innovación fue mucho más allá de sellar la voluntad de cooperación en el todavía fragmentado ecosistema valenciano de innovación: dio protagonismo a la sociedad civil. El documento renovaba el compromiso de otro pacto firmado en 2012 dando cuenta de los últimos cambios y asumiendo el propósito de convertir a Valencia 'en un referente de ciudad sostenible, equitativa, integradora, accesible y culturalmente activa'. ¿Está este pacto alineado con los cambios que vienen produciéndose y las aspiraciones de los diferentes sectores en materia de innovación?
Hablando de futuribles: Valencia como un gran laboratorio urbano de innovación social
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Valencia
Coincidí con los fundadores de Relendo en un viaje en Bla Bla car. Fue también un guiño cuántico del destino por otros motivos un poco largos de explicar. Aunque la fresca madrugada invitaba más a dormitar que charlar, mantuvimos una animada conversación sobre los cambios en los hábitos de consumo y los avances de la 'sharing economy'. En este post transcribo una entrevista que realicé a Dhiren Chatlani, CEO de esta start-up líder en consumo colaborativo en España, aunque más que una entrevista es la historia del inicio de una amistad con una visión común: construir una sociedad más sostenible.
La 'sharing economy', economía colaborativa o economía 'del compartir' tiene cada vez más fans y avanza mucho más allá de ser una economía alternativa ante el hiperconsumo: representa un cambio profundo en nuestras prácticas sociales a la hora de consumir... y también de producir. Aunque trueques e intercambios económicos son 'cosa de toda la vida' en la actualidad la economía colaborativa designa nuevos formatos de intercambio económico y modelos de negocio favorecidos por las tecnologías digitales, de allí el nombre de economía P2P (Peer to Peer). Ejemplos de este sector y su contribución a la innovación social pueden apreciarse en un relevamiento de Relendo de 16 líderes 'made in Spain' o un reciente informe publicado por la Comisión Europea 'Flash Eurobarometer 438: the use of collaborative platforms' . Un año atrás en esta misma revista se daban datos sobre el impresionante crecimiento -en torno al 25%- experimentado en Estados Unidos.
Casi increíble que ya estemos transitando por la décima edición del curso 'Cómo motivar a los estudiantes mediante actividades científicas atractivas'. Pero no fue un acto inaugural más, como el de todos los años. Esta vez nos animaba un ambiguo sentimiento aunando alegría y tristeza. Alegría por la década cumplida, tristeza porque al mismo tiempo se despedía quien fue su principal impulsor, el Dr. Rafael Llopis-Castelló.
El Dr. Rafael Llopis (sentado) agradeciendo ante las autoridades luego de la entrega de una placa conmemorativa. De izquierda a derecha: Mariano García-Gregorio, del CEFIRE de Valencia, Eva Llopis-Castelló, Victoria Vivancos Ramón, Vicerrectora de Alumnado y Extensión Universitaria de la UPV, don Enrique Vidal Pérez, Director General de la Ciutat de les Arts i les Ciències y don Pedro Sigler Vizcaíno, Cap de Servei de Formació del Professorat
Quizás los profesores participantes de esta nueva edición del curso al principio no notaron nada, pero no era un acto inaugural cualquiera ni uno más. Despedíamos al Dr. Rafael Llopis-Castelló, a nuestro 'don Rafael', sin cuya motivación inicial el curso no existiría. Poco a poco, mientras se iban desgranando los discursos, surgieron los recuerdos sobre cómo don Rafael -con esa inteligencia socio-emocional que le caracteriza- iniciaba los primeros contactos, pasando luego a la tarea casi imposible de resumir la semblanza de su vida, una vida entera dedicada a la investigación y la enseñanza.
Como suele ocurrir en estos casos, las frases hablaban de lugares, repasando su extenso currículum e hitos académicos, sus estadías en Francia, Reino Unido y muchos otros sitios, sus numerosas colaboraciones en proyectos internacionales. Las palabras hablaban de incontables actividades buceando en nuevas posibilidades sobre cómo enseñar y aprender ciencias.
Y aunque esas descripciones eran incapaces de recoger los abrazos, las risas y las emociones que acompañaron esos años lo mismo estaban allí. Se traslucían en su modo de sonreir, en la mirada de admiración de sus colegas y amigos, en los gestos de Juan Antonio Llorens, ahora profesor en la Universidad Politécnica de Valencia, recordando que fue su alumno de doctorado primero, su discípulo después. Alguien la dijo y todos nos sentimos atravesados por la vibración de esa palabra: Gracias.
Editado por
Mónica Edwards
Mónica Edwards Schachter es investigadora, educadora, consultora, escritora y emprendedora, aunque prefiere definirse como una mujer apasionada por aprender y compartir proyectos para mejorar el mundo. Doctora Cum Laude por la Universidad de Valencia con la tesis doctoral ‘La atención a la situación del mundo en la educación científica’ (2003) y Especialista en Proyectos de Ingeniería e Innovación por la Universidad Politécnica de Valencia (2006). Es Ingeniera en Electrónica, Licenciada en Matemática y Física y posee Diplomas de pos-grado en Gestión del Conocimiento por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (México) y Planificación, Gestión y Evaluación de Proyectos Educativos (Universidad Nacional de Córdoba, Argentina). Con más de 20 años de experiencia en formación y consultoría, ha participado en más de 20 proyectos de investigación a nivel nacional e internacional. Es autora y co-autora de más de un centenar de publicaciones, entre libros, capítulos de libros y artículos en prestigiosas revistas científicas en temas de innovación tecnológica e innovación social, innovación colaborativa, empoderamiento, living-labs, innovación educativa, educación científica y desarrollo y evaluación de competencias, especialmente creatividad, innovación y emprendimiento. Ha recibido seis distinciones literarias en poesía y en 2004 le fue concedido el segundo premio en el Concurso de Ensayo Manuel Castillo (patronato Nord-Sud de la Universidad de Valencia) con la obra “Redes para la Paz”, publicado en 2007 por el Seminario Gallego de Educación para la Paz y la Fundación Cultura de Paz.
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