Opiniones
Viernes, 3 de Julio 2009 - 15:50
No es que Hislibris estuviera allí, tan sólo una pequeña parte acompañada de toda su ignorancia, pero encantada de la vida ante la alternativa de una tarde de fútbol, la del 24 de junio.
El Ex- Ministro de Cultura D. César A. Molina; la Dra Abir Abd El Salam; Teresa Bedman y Francisco Martín Valentín. Presentación del libro 'Hatshepsut: de reina a farón de Egipto'
El acto tuvo lugar en la embajada de Egipto; concretamente el anfitrión era el Instituto Egipcio de Estudios Islámicos y tuvieron el buen gusto de ponerlo la tarde de un miércoles que, como todo el mundo sabe, (por supuesto, nuestro amadísimo jefe no es tan vulgar como para encontrarse en este grupo) es un día perfecto para estas cosas.
Hice bien yendo con tiempo pues minutos antes de comenzar, la sala estaba llena.
Tras una introducción breve y concisa de la representante egipcia tomaron la palabra los asistentes.
El ex-ministro de cultura César Antonio Molina, hizo hincapié en la importancia y la deuda contraída con aquellos que llevan una labor lenta, meticulosa y, a veces, poco reconocida cuyo fin es rescatar la Historia.
Recordó la visita que hizo a la excavación española y su admiración al encontrarse con semejantes hallazgos, bajar diez pisos bajo tierra para descubrir un grafiti con el retrato de un gran Sen-en-Mut a mano alzada por un arquitecto, los vestigios de una historia y los de cómo se quiso ocultar ésta por los sucesores, las estancias descubiertas al ahondar en la tierra…, pero sobre todo por el equipo que allí trabajaba. Se intuía que aquella excursión había acabado siendo algo más que una mera formalidad.
El editor de La esfera de los libros logró desde el principio sentar a Hatshepsut en la mesa con gracia, al piropear de guapa nada menos que a un faraón de Egipto.
Por lo bajo, Francisco Martín Valentín, le susurra a la presentadora que le dé la palabra primero a la otra autora, Teresa Bedman. ¿Por cortesía o para que llevara la faena al tercio que más le gustara? No se haría esperar la respuesta.
Teresa Bedman empezó con una frase recordando el día que cruzó la puerta de la embajada, en 1986, con el sueño de ser egiptóloga y… aquí la emoción apenas la deja terminar, después de tanto tiempo y esfuerzo, lo veía cumplido.
Se dirigió a muchos de los presentes, caras a las que entrañablemente ponía nombre y apellido. La lista era variada y larga: arqueólogos, estudiosos, familiares, estudiantes… y agradeció a cada uno su labor en el todo y en cada parte del proyecto. He de decir que desde el comienzo hasta ese momento, no había dejado de mirar y dedicar una sonrisa o un guiño a cada uno según los descubría en el auditorio. Con semejante trato, cariño y confianza eran cada vez más comprensibles los aplausos que la ayudaban a pasar los momentos más emotivos que la dejaban sin voz.
Por supuesto que habló del libro, aunque no demasiado. Lo que sí acercó, con absoluta maestría, a todos los presentes fue la figura de Hatshepsut, un personaje al que 3500 años después se le devuelve con justicia su puesto en la Historia. Como reina, con un destino previsible, como faraón, rompiendo con la costumbre de su tiempo y como mujer. Curiosamente una mujer que tuvo detrás un gran hombre, al contrario de los siglos venideros, como reza el dicho. Y Teresa no se olvidó de él.
Dando a entender que «toda la parte sensible que pudiera haber en el libro es fácil suponer a quién corresponde», le cede la palabra a Francisco Martín Valentín. Ahí se supone que empezaba la parte más árida, más científica y más cruda, claro.
Es el Sr. Martín Valentín un hombre de apariencia seria y eminente que comienza a agradecer correctamente de forma general a instituciones y organismos todos los apoyos y aportaciones. Y, pequeña pausa para coger aire, quiere sobre todo agradecer a alguien especial. Después de esa introducción uno se espera las siglas de una nueva desconocida organización, pero no. La afortunada es una persona en concreto, alguien que no aparece en los papeles: Mercedes, la mujer del Sr. Molina, la que supo contagiar el entusiasmo y el interés por esa misión perdida en la arena de Deir El Bahari. Y con esa referencia, ese detalle de tan poca aparente relevancia, Francisco, el que se suponía el cerebro frío, también nota la voz quebrada y tiene que interrumpir para sobreponerse.
Como no podía ser menos, nuevos aplausos llenan el silencio obligado.
Parece una reacción algo desmedida, pero no lo es. A lo largo de su exposición, en la que se palpa la pasión por su profesión en cada palabra, se siente que lo que motiva a este riguroso científico, además de la búsqueda y estudio de verdades antiguas, es el privilegio y la necesidad de poder brindarlas a los demás. No solo a una comunidad académica reducida, también a aquellos que de algún modo sienten el interés de saber de dónde venimos y qué camino hemos andado.
La única pega de todo el acto fue que alguien olvidara conectar el aire acondicionado, pues el calor nos privó de una posible ronda de comentarios y tertulia que habrían sido de lo más interesantes dado el nivel y conocimientos de gran parte del público.
Para terminar hubo un piscolabis en el hall, con algo de salado y bebida, y té con pastas, para los más fieles a la costumbre egipcia.
Personalmente, que para eso estuve allí, me encantó. Me fascinó el personaje, la entrega y amor a una profesión, los datos que allí se entreveían picaron la curiosidad por el tema, aplaudí, no llegué a llorar… casi, me dieron ganas de ir a Egipto, me acordé en varios momentos de muchos hislibreños que habrían disfrutado con este o aquel detalle y, por supuesto, me compré el libro y me lo llevé dedicado por los dos, aun a riesgo de no probar casi lo que se servía fuera de la sala, dada la cantidad de gente y felicitaciones que recibieron.
Y no, no me identifiqué como Aretes, una que es así de sosa.
Pero estar, estuve.
Publicado por H.E.A.
Fuente
Hice bien yendo con tiempo pues minutos antes de comenzar, la sala estaba llena.
Tras una introducción breve y concisa de la representante egipcia tomaron la palabra los asistentes.
El ex-ministro de cultura César Antonio Molina, hizo hincapié en la importancia y la deuda contraída con aquellos que llevan una labor lenta, meticulosa y, a veces, poco reconocida cuyo fin es rescatar la Historia.
Recordó la visita que hizo a la excavación española y su admiración al encontrarse con semejantes hallazgos, bajar diez pisos bajo tierra para descubrir un grafiti con el retrato de un gran Sen-en-Mut a mano alzada por un arquitecto, los vestigios de una historia y los de cómo se quiso ocultar ésta por los sucesores, las estancias descubiertas al ahondar en la tierra…, pero sobre todo por el equipo que allí trabajaba. Se intuía que aquella excursión había acabado siendo algo más que una mera formalidad.
El editor de La esfera de los libros logró desde el principio sentar a Hatshepsut en la mesa con gracia, al piropear de guapa nada menos que a un faraón de Egipto.
Por lo bajo, Francisco Martín Valentín, le susurra a la presentadora que le dé la palabra primero a la otra autora, Teresa Bedman. ¿Por cortesía o para que llevara la faena al tercio que más le gustara? No se haría esperar la respuesta.
Teresa Bedman empezó con una frase recordando el día que cruzó la puerta de la embajada, en 1986, con el sueño de ser egiptóloga y… aquí la emoción apenas la deja terminar, después de tanto tiempo y esfuerzo, lo veía cumplido.
Se dirigió a muchos de los presentes, caras a las que entrañablemente ponía nombre y apellido. La lista era variada y larga: arqueólogos, estudiosos, familiares, estudiantes… y agradeció a cada uno su labor en el todo y en cada parte del proyecto. He de decir que desde el comienzo hasta ese momento, no había dejado de mirar y dedicar una sonrisa o un guiño a cada uno según los descubría en el auditorio. Con semejante trato, cariño y confianza eran cada vez más comprensibles los aplausos que la ayudaban a pasar los momentos más emotivos que la dejaban sin voz.
Por supuesto que habló del libro, aunque no demasiado. Lo que sí acercó, con absoluta maestría, a todos los presentes fue la figura de Hatshepsut, un personaje al que 3500 años después se le devuelve con justicia su puesto en la Historia. Como reina, con un destino previsible, como faraón, rompiendo con la costumbre de su tiempo y como mujer. Curiosamente una mujer que tuvo detrás un gran hombre, al contrario de los siglos venideros, como reza el dicho. Y Teresa no se olvidó de él.
Dando a entender que «toda la parte sensible que pudiera haber en el libro es fácil suponer a quién corresponde», le cede la palabra a Francisco Martín Valentín. Ahí se supone que empezaba la parte más árida, más científica y más cruda, claro.
Es el Sr. Martín Valentín un hombre de apariencia seria y eminente que comienza a agradecer correctamente de forma general a instituciones y organismos todos los apoyos y aportaciones. Y, pequeña pausa para coger aire, quiere sobre todo agradecer a alguien especial. Después de esa introducción uno se espera las siglas de una nueva desconocida organización, pero no. La afortunada es una persona en concreto, alguien que no aparece en los papeles: Mercedes, la mujer del Sr. Molina, la que supo contagiar el entusiasmo y el interés por esa misión perdida en la arena de Deir El Bahari. Y con esa referencia, ese detalle de tan poca aparente relevancia, Francisco, el que se suponía el cerebro frío, también nota la voz quebrada y tiene que interrumpir para sobreponerse.
Como no podía ser menos, nuevos aplausos llenan el silencio obligado.
Parece una reacción algo desmedida, pero no lo es. A lo largo de su exposición, en la que se palpa la pasión por su profesión en cada palabra, se siente que lo que motiva a este riguroso científico, además de la búsqueda y estudio de verdades antiguas, es el privilegio y la necesidad de poder brindarlas a los demás. No solo a una comunidad académica reducida, también a aquellos que de algún modo sienten el interés de saber de dónde venimos y qué camino hemos andado.
La única pega de todo el acto fue que alguien olvidara conectar el aire acondicionado, pues el calor nos privó de una posible ronda de comentarios y tertulia que habrían sido de lo más interesantes dado el nivel y conocimientos de gran parte del público.
Para terminar hubo un piscolabis en el hall, con algo de salado y bebida, y té con pastas, para los más fieles a la costumbre egipcia.
Personalmente, que para eso estuve allí, me encantó. Me fascinó el personaje, la entrega y amor a una profesión, los datos que allí se entreveían picaron la curiosidad por el tema, aplaudí, no llegué a llorar… casi, me dieron ganas de ir a Egipto, me acordé en varios momentos de muchos hislibreños que habrían disfrutado con este o aquel detalle y, por supuesto, me compré el libro y me lo llevé dedicado por los dos, aun a riesgo de no probar casi lo que se servía fuera de la sala, dada la cantidad de gente y felicitaciones que recibieron.
Y no, no me identifiqué como Aretes, una que es así de sosa.
Pero estar, estuve.
Publicado por H.E.A.
Fuente
Francisco J. Martín Valentín y Teresa Bedman
Opiniones
Domingo, 28 de Junio 2009 - 23:34
DOS EGIPTÓLOGOS LO DESCUBREN EN UNA NUEVA BIOGRAFÍA.
Ha sido descrita durante décadas como una reina ambiciosa y sin escrúpulos y, sin embargo, se desconocía que la figura de Hatshepsut albergaba mucho más. Dos egiptólogos, Francisco J. Martín Valentín y Teresa Bedman, aportan ahora, tras seis años de trabajos de excavaciones en las inmediaciones de su templo en Luxor, una nueva perspectiva sobre uno de los personajes más interesantes de la Historia egipcia.
Han pasado doscientos años desde que Champollion incluyó el nombre de Hatshepsut en la genealogía de los reyes de la dinastía XVIII y aún hoy su figura posee un halo de misterio.
Tras décadas de estudios dispersos sobre esta faraona, que gobernó Egipto durante 22 años (1479-1458 a.C), los egiptólogos Francisco J. Martín Valentín y Teresa Bedman aportan ahora, con la publicación de Hatshepsut. De reina a faraón de Egipto (Esfera de los Libros), una nueva perspectiva sobre una mujer que ha sido encasillada en la ambición y las ansias de poder.
Después de seis años al frente de la Misión Arqueológica Española del Proyecto Sen en Mut (TT 353) en Deir El Bahari, Martín Valentín y Bedman han dado forma a una historia, la de Hatshepsut, que no siempre ha sido bien entendida y que no ha estado exenta de las interpretaciones entre quienes la han estudiado.
Desde finales del siglo XIX hasta la mitad del siglo XX, la historia de esta faraona ha sido objeto de varias publicaciones, escritas en su mayoría por hombres y bajo el prisma cultural de la inferioridad femenina. En el caso de la biografía que ahora presentan Martín Valentín y Bedman, esta óptica cambia. “Nadie hasta ahora había incidido en por qué una mujer trata de hacerse faraona en Egipto, algo muy raro y especial”, comenta Martín Valentín, también director del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto.
Una mujer de principios
Con la idea de dar una explicación “no alternativa pero sí más profunda, razonada y verosímil”, las páginas de la biografía elaborada por estos egiptólogos analizan a Hatshepsut, una de las cinco mujeres que, en 3.000 años, fueron “rey de Egipto”.
Hija de Tutmosis I y de la esposa real, la reina Ah-Més Ta-Sherit, debió conformarse con casarse con su hermanastro Tutmosis II para cumplir con la legalidad. La corta edad de éste facilitó su avance hacia el preciado trono, legitimado, según las referencias históricas, el día 29 del segundo mes de Peret del año II del reinado de su padre cuando el oráculo del gran dios tebano le comunica que será reina-faraón.
La ruptura de la tradición no fue aceptada por sus contemporáneos y de ahí que fuera tildada de ambiciosa y tirana. El resultado fue una campaña orquestada por Tutmosis III para borrar de la memoria su legado y su persona.
Pero, ¿quién fue entonces Hatshepsut? Martín Valentín la define como una mujer “inteligente, agraciada, muy curiosa, una gran estadista y con instinto político”. Según el egiptólogo, “comprendió la situación de Egipto al prescindir de las campañas militares y fomentar el dominio comercial y cultural”.
Asimismo, añade, “reafirmó la presencia femenina, heredada de las mujeres del principio de la dinastía, para transmitírselo a su hija (Neferu Ra) con la idea de crear una rama femenina que tuviera la misma importancia que el rey, al que respetaba" .
Así pues, el objetivo de estos egiptólogos ha sido intentar explicar el personaje justificándolo en su comportamiento, sin obviar ese movimiento emprendido por las mujeres de la dinastía XVIII que encontró en Hatshepsut el cúlmen al convertirse en faraón y reinar durante un periodo en el que no hubo pérdidas territoriales, las cuentas marcharon bien y se impuso la paz.
Mayordomo en la sombra
Pero no lo hizo sola. Sen en Mut, su preceptor, tuvo mucho que ver. Convertido en uno de los hombres más poderosos de la corte real, fue la sombra de la reina. Arquitecto de profesión y encargado de erigir el templo de la reina en Deir El Bahari, supervisó todas sus decisiones y administró sus bienes.
Pese a su origen modesto, gozó de privilegios que aún hoy desconciertan a los egiptólogos, como, por ejemplo, hacerse esculpir en los templos junto a la reina. Detalles que han llevado a muchos estudiosos a coincidir en la posible relación sentimental entre ambos.
Es tal la importancia de este personaje, que su estudio es fundamental para entender la figura de Hatshepsut. Así, la misión de Martín Valentín y Bedman en su hipogeo (capilla o edifico subterráneo construido por Sen en Mut) ha dado como resultado hallazgos sorprendentes.
Localizado en las zonas aledañas al templo de la reina, la investigación del equipo español se topó con que esta construcción había sido excavada en función de la capilla Hat-Hor, en el interior del templo de la reina. Martín Valentín lo explica: “Desde el fondo de la tumba en la tercera cámara del hipogeo hay que imaginar un eje hacia arriba que encaja, 268 metros hacia el exterior, con el punto medio de un par de ojos en la capilla de esta diosa dentro del templo”.
Un descubrimiento, comenta, “capital y, como tantos otros, casual”.
Aunque es vital el estudio de una tumba para adentrarse en el análisis del personaje, también es trascendental el hallazgo de su momia. La de Hatshepsut fue identificada en 2007 tras tiempo en el Museo de El Cairo sin que nadie se percatara, mientras que la de Sen en Mut sigue siendo un misterio.
Aunque se ha puesto en marcha el estudio de una momia anónima encontrada en 1881 y que podría encajar con la fisonomía de este personaje, no hay ninguna conclusión todavía al respecto. “Su hallazgo no cambiaría la historia pero sí permitiría sacar del anonimato la momia de esta figura trascendental”, comenta Martín Valentín.
Las pruebas de ADN harían el resto. “Se compararía la carga genética con las momias de sus padres, que fueron halladas en los años 30, y se podría dar con su identidad”, añade.
“Es obligación de la egiptología recuperar no sólo los restos de la momia, sino de los templos para completar el puzzle”, sentencia esperanzado.
Elena Viñas
26-06-2009
Fuente: El Imparcial. Cultura. Domingo, 28 de junio de 2009
http://www.elimparcial.es/cultura/
Tras décadas de estudios dispersos sobre esta faraona, que gobernó Egipto durante 22 años (1479-1458 a.C), los egiptólogos Francisco J. Martín Valentín y Teresa Bedman aportan ahora, con la publicación de Hatshepsut. De reina a faraón de Egipto (Esfera de los Libros), una nueva perspectiva sobre una mujer que ha sido encasillada en la ambición y las ansias de poder.
Después de seis años al frente de la Misión Arqueológica Española del Proyecto Sen en Mut (TT 353) en Deir El Bahari, Martín Valentín y Bedman han dado forma a una historia, la de Hatshepsut, que no siempre ha sido bien entendida y que no ha estado exenta de las interpretaciones entre quienes la han estudiado.
Desde finales del siglo XIX hasta la mitad del siglo XX, la historia de esta faraona ha sido objeto de varias publicaciones, escritas en su mayoría por hombres y bajo el prisma cultural de la inferioridad femenina. En el caso de la biografía que ahora presentan Martín Valentín y Bedman, esta óptica cambia. “Nadie hasta ahora había incidido en por qué una mujer trata de hacerse faraona en Egipto, algo muy raro y especial”, comenta Martín Valentín, también director del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto.
Una mujer de principios
Con la idea de dar una explicación “no alternativa pero sí más profunda, razonada y verosímil”, las páginas de la biografía elaborada por estos egiptólogos analizan a Hatshepsut, una de las cinco mujeres que, en 3.000 años, fueron “rey de Egipto”.
Hija de Tutmosis I y de la esposa real, la reina Ah-Més Ta-Sherit, debió conformarse con casarse con su hermanastro Tutmosis II para cumplir con la legalidad. La corta edad de éste facilitó su avance hacia el preciado trono, legitimado, según las referencias históricas, el día 29 del segundo mes de Peret del año II del reinado de su padre cuando el oráculo del gran dios tebano le comunica que será reina-faraón.
La ruptura de la tradición no fue aceptada por sus contemporáneos y de ahí que fuera tildada de ambiciosa y tirana. El resultado fue una campaña orquestada por Tutmosis III para borrar de la memoria su legado y su persona.
Pero, ¿quién fue entonces Hatshepsut? Martín Valentín la define como una mujer “inteligente, agraciada, muy curiosa, una gran estadista y con instinto político”. Según el egiptólogo, “comprendió la situación de Egipto al prescindir de las campañas militares y fomentar el dominio comercial y cultural”.
Asimismo, añade, “reafirmó la presencia femenina, heredada de las mujeres del principio de la dinastía, para transmitírselo a su hija (Neferu Ra) con la idea de crear una rama femenina que tuviera la misma importancia que el rey, al que respetaba" .
Así pues, el objetivo de estos egiptólogos ha sido intentar explicar el personaje justificándolo en su comportamiento, sin obviar ese movimiento emprendido por las mujeres de la dinastía XVIII que encontró en Hatshepsut el cúlmen al convertirse en faraón y reinar durante un periodo en el que no hubo pérdidas territoriales, las cuentas marcharon bien y se impuso la paz.
Mayordomo en la sombra
Pero no lo hizo sola. Sen en Mut, su preceptor, tuvo mucho que ver. Convertido en uno de los hombres más poderosos de la corte real, fue la sombra de la reina. Arquitecto de profesión y encargado de erigir el templo de la reina en Deir El Bahari, supervisó todas sus decisiones y administró sus bienes.
Pese a su origen modesto, gozó de privilegios que aún hoy desconciertan a los egiptólogos, como, por ejemplo, hacerse esculpir en los templos junto a la reina. Detalles que han llevado a muchos estudiosos a coincidir en la posible relación sentimental entre ambos.
Es tal la importancia de este personaje, que su estudio es fundamental para entender la figura de Hatshepsut. Así, la misión de Martín Valentín y Bedman en su hipogeo (capilla o edifico subterráneo construido por Sen en Mut) ha dado como resultado hallazgos sorprendentes.
Localizado en las zonas aledañas al templo de la reina, la investigación del equipo español se topó con que esta construcción había sido excavada en función de la capilla Hat-Hor, en el interior del templo de la reina. Martín Valentín lo explica: “Desde el fondo de la tumba en la tercera cámara del hipogeo hay que imaginar un eje hacia arriba que encaja, 268 metros hacia el exterior, con el punto medio de un par de ojos en la capilla de esta diosa dentro del templo”.
Un descubrimiento, comenta, “capital y, como tantos otros, casual”.
Aunque es vital el estudio de una tumba para adentrarse en el análisis del personaje, también es trascendental el hallazgo de su momia. La de Hatshepsut fue identificada en 2007 tras tiempo en el Museo de El Cairo sin que nadie se percatara, mientras que la de Sen en Mut sigue siendo un misterio.
Aunque se ha puesto en marcha el estudio de una momia anónima encontrada en 1881 y que podría encajar con la fisonomía de este personaje, no hay ninguna conclusión todavía al respecto. “Su hallazgo no cambiaría la historia pero sí permitiría sacar del anonimato la momia de esta figura trascendental”, comenta Martín Valentín.
Las pruebas de ADN harían el resto. “Se compararía la carga genética con las momias de sus padres, que fueron halladas en los años 30, y se podría dar con su identidad”, añade.
“Es obligación de la egiptología recuperar no sólo los restos de la momia, sino de los templos para completar el puzzle”, sentencia esperanzado.
Elena Viñas
26-06-2009
Fuente: El Imparcial. Cultura. Domingo, 28 de junio de 2009
http://www.elimparcial.es/cultura/
Francisco J. Martín Valentín y Teresa Bedman
Comentarios
Opiniones
Jueves, 20 de Septiembre 2007 - 19:56
Inauguro esta sección de 'Opiniones' para mostrar un ejemplo de lo que viene siendo un fenómeno desgraciadamente habitual en el ambiente de la egiptología de habla española.
Resumiré en breves palabras: La egiptología española (y de lengua española) es un 'neonato', en la medida que las escuelas egiptológicas asentadas en el resto del mundo nos sacan varios cuerpos de ventaja en el tiempo y en la madurez necesarios para equiparanos sin complejos con ellas en esta materia.
Nadie, fuera de nuestra comunidad lingüística cuestiona la capacidad de los egiptólogos españoles. Nadie, fuera de nuestros ámbitos se inmiscuye en absurdas peleas por expulsar del mundo de la egiptología a personas válidas que solo quieren aportar lo mejor que poseen para ayudar a que esta ciencia avance en nuestro país.
Como es propio de todos los ambientes en los que no existe madurez, en nuestro país han surgido una serie de personas que se autoerigen en 'vigilantes de la ortodoxia' (quizás de la suya) que, a falta de una trayectoria propia y homologada, tratan de ganarse un puesto en la naciente egiptología española por medio de prácticas inquisitoriales, muy cercanas a nuestra genética, pero también absolutamente rechazables, desde un punto de vista científico y humano.
Algún 'inquisidor' (hay muchos), quizás bajo seudónimo, ha lanzado una crítica insana, furibunda e indocumentada a propósito de un comentario razonado y ajustado a lo que científicamente conocemos sobre la pirámide de Seila, por parte de José Ignacio Velasco, un reconocido autor de egiptología.
Nadie puede discutir la necesidad de que la egiptología se institucionalice en nuestro país desde un punto de vista académico.
La cátedra de egiptología 'José Ramón Mélida' de la Fundación General de Universidad Complutense de Madrid, de la que soy miembro, es un referente incuestionable.
Esta circunstacia me autoriza, creo, a proclamar una vez más que, en el esfuerzo para que la egiptología se consolide en España no sobra nadie, todos somos necesarios.
En esta tarea solo han de quedar fuera los 'integristas': No se puede admitir a nadie que quiera excluir, demonizar o exterminar intelectualmente a otros.
A continuación, sin más comentarios, transcribimos con permiso de su autor el correo enviado al Sr. Martín-Segovia por el Sr. Velasco que muestra la realidad viva del problema que es objeto de este comentario. ¡Juzguen nuestros lectores!.
Francisco J. Martín Valentín
Egiptólogo
Dedicado al Sr. Martin Segovia que dice:
"Y esta es mi opinión, no más también: Me parece que la egiptología no es un deporte donde todos los que deseen pueden participar, hay gente profesional, muy capacitada que obtiene los resultados maravillosos que nos llegan todos los meses y no se puede razonablemente pensar que quienes no tengan esa formacion lleguen a similares resultados merced a su entusiasmo y sus lecturas más o menos extensas. No sé de ejemplos de que ello haya ocurrido en las últimas décadas en Egipto, y no es de asombrarse, pues si no, tendríamos improvisados logrando cosas en todas partes, construyendo puentes, curando gente, ganando pleitos judiciales, etc., pero eso no pasa y por muy buenas razones. Que reyes del reino antiguo hayan tenido que recurrir a esos subterfugios para evitar rebeliones o rebeldias me parece increible, especialmente en esa epoca de centralismo y gran poderio real, como nunca antes o después, en la historia de Egipto, lo mas lógico es suponer que si eran rebeldes, reclutarlos para construir algo que no les era para nada útil a nivel local, iba a reforzar las rebeldías en vez de sofocarlas, rebeldías de las que no se que haya pruebas de que hayan realmente existido en esa época."
Muy bien señor Martín Segovia. A lo que Usted dice, yo, por alusiones, le respondo:
Cuando escribía hace unas horas para mandarlo a los foros, ya pensaba en su respuesta, pues como VIP de la egiptología, sabía que no dejaría pasar la ocasión para hacerlo. Con todo el respeto que usted se, y me merece, permítame que haga unos comentarios, por los que le pido perdón de antemano, ya que no es de mi interés molestarle en sus alturas.
Su interés por lo absolutamente ortodoxo, por la meticulosidad, por los escalafones, los títulos, la pureza espiritual y material de la egiptología y, sobre todo porque los aficionados no debamos ni leer, ni pensar, ni opinar, le honran. Es usted el Gran Inquisidor Egiptológico. Es una pena que en estos tiempos de democracia no se puedan ya quemar en la hoguera a esos atrevidos aficionados que se permiten leer, y lo que es peor, ¡voto a bríos!, gente sin conciencia, gente atrevida, gente que no sabe mantenerse en su carril de segunda, tercera o posteriores filas de la egiptología. La verdad es que no comprendo como los que no estamos en los niveles deseados por la titulación, no se nos desprenden las retinas por atrevernos a mirar una foto de Tut-Anj-Amón.
Su respuesta ha sido, como siempre, positiva y en la misma dirección, es decir empujando en el sentido deseado. ¿O en el contrario? Ya estoy tan perplejo que no sé cuál es la dirección adecuada.
Cuando por mi profesión de cirujano operaba, antes de jubilarme, era para mí evidente que sin enfermeras que prepararan el instrumental, sin celadores que movieran al enfermo, sin mecánicos que controlaban el paso del oxígeno, ajustaban la mesa, movían los rayo X, no podía operar. También sin cocineras que nos hacían café y unas galletitas para tomar entre dos operaciones, o sin las monjas y enfermeras que cuidaban y atendían a los familiares y se ocupaban del postoperatorio, sin los ayudantes de mano, que te echaban una "idem" para que pudieras operar, sin los anestesistas que lo dormían para que no sufriera, incluso sin el mismo enfermo, no habría existido el acto quirúrgico: hecho al que todo iba encaminado y razón fundamental de lo que se hacía en un gran equipo en el que nadie sobraba y nadie faltaba, pero eso sí, del que yo me responsabilizaba, pues era como el capitán del barco.
Naturalmente cada uno tenía un puesto, una misión, y eran una ayuda a diferentes niveles. Por tanto en la egiptología, aunque usted no lo vislumbre, no por no poder hacerlo, que está sobrado de inteligencia para ello, sino por no querer aceptarlo, todos los que intervienen en un descubrimiento hacen que sea posible éste. Si el importantísimo Sr. Z descubre en sus amplias investigaciones, la momia de X, ha sido por la ayuda de los paleadores (no tienen título de egiptólogo), los que retiran las piedras (sin ser eminencias en egiptología) los que preparan la comida (ni tienen título ni na, no sé como se atreven a ir a la excavación) y es gracias a ellos que el arqueólogo-egiptólogo pueda seguir pensando, elucubrando y descubriendo. Y tampoco sin la ayuda de los que retiran la arena, los que colocan las vías para las carretillas llenas de arena y ya no sigo con más gente que colabora en el acto arqueológico.
Pero..., y después, si el ordenador no le escribe, el de la imprenta no imprime, el editor no edita y el distribuidor no distribuye y el lector no compra, por no meter más indocumentados en egiptología, titulo que sólo posee el arqueólogo-egiptólogo (suponiendo que tenga ambos títulos, lo cual puede no ser siempre axiomático), de nada le serviría al egiptólogo su importante descubrimiento. ¡Digo yo!
Recuerde, Señor M-Segovia, "que lo poco que se sabe, lo sabemos entre todos". Claro que algunos siempre saben un poco más, es evidente, y sus juicios son de mucho más valor, y sus opiniones son incuestionables, intangibles y omnipotentes. Recuerde también, Señor M-Segovia, aquel popular dicho que reza: "Del carro de los locos, todos tiramos, unos con tiros
largos, otros con tiros cortos".
Señor M-Segovia usted es más inteligente de lo que a veces, con sus incomprensiones pretende demostrar. Hasta el hecho más tonto, precisa de la ayuda de varios, tengan o no tengan título. Si un obrero no sabe palear, no se levanta la arena. Y si en pleno desierto, un cocinero no cocina y se ocupa del agua, el número de momias con título será muy pronto más numeroso.
Por tanto, unos saben más, otros saben menos, pero todos empujan el carro, repito, en una determinada dirección.
O AL MENOS DEBEMOS HACERLO.
Claro, que siempre hay algunos que ponen piedras, aunque sólo sea por el prurito de hacer algo, que no para evitar que el carro avance. Pero, cada uno de los demás, desde su mínimo, pequeño, mediano o gran papel, colaboran a que se avance, aunque eso sí, más despacio
Sr. M-Segovia, ¿Qué cree usted más importante: que no se haga nada pues sólo unos pocos tienen título? ¿Qué sin título no se debe ni hablar de egiptología? ¿O que cada día se ganen adeptos, gente interesada, que por ejemplo, compren libros y ayuden a comer, a viajar y a excavar a esas eminencias tituladas que son la únicas que pueden opinar, publicar y excavar? Nadie habla de excavar, o de descubrir, solo opinamos, escribimos, estudiamos, disfrutamos leyendo, vivimos los ratos libres investigando a nuestro pobre nivel, en vez de perder el tiempo en otras cosas más importantes para otros, pero que no nos gustan a los aficionados a la egiptología. O al menos a mí.
Lo que Usted dice, no le veo así, pero es que uno es un ignorante. Y lo siento, fue un error que cometí de pequeño. Cuando repartían inteligencia con un hisopo, me escondí tras una columna para que no me tocara ni una gota.
Y me quedé un poco cortito. Claro que lo que me correspondía, evidentemente le tocó a otros, de lo cual me alegro, pues no soy nada egoísta.
De nada sirve saber, si no se enseña, si no se deja aprender a los demás, si no se dan opciones, si los aburrimos con "chorradas", pues es lo que a veces piensa uno de los diletantes, los controvertidos y los oposicionistas, o de los que cierran el cielo para que no haya luz, los que suprimen el sonido, para que nadie oiga, o los que apagan las estrellas para poder dormir.
El otro día leí, aunque no sé quien es el autor, una frase que me llego al alma: con permiso, YO tengo alma, pues mi vela arde por los dos lados y me ilumina el alma-- La frase, la idea, me pareció muy adecuada y por eso, la pongo. Es pura poesía. (Por cierto, creo que el que la escribió no tiene título de Poeta ganado por oposición) La frase es: "Se mordió la voz hasta que le sangraron los silencios".¿Bonita, eh!
Ya sé, ya sé, que la egiptología no es un deporte. Pero no hablaba del deporte, que ni siquiera he citado; hablaba del comportamiento humano, del trabajo en equipo, de ayudar a los demás, de no poner pegas, de no retrasar, ni por envidias, ni por "malas leches" congénitas o adquiridas.
Creo que, al menos para mí, ya he contestado lo suficiente. Como dice un refrán que me acabo de inventar: "Tengas o no tengas más, a la egiptología empujarás". Al menos, yo seguiré insistiendo, pese a quien pese. Sólo seré un granito de arena, pero como Usted sabe bien, "Un grano no hace granero, pero si es de acné, te puede dejar la cara hecha polvo".
Por cierto, Señor Martín Segovia, que no ha opinado Usted lo más mínimo de lo que había de trasfondo en mi mensaje. Es como si el responsable de lo que decía no existiera. Tal vez se le haya pasado.
Abrazos para todos y cada uno de los AEs, aunque casi todos sólo somos aficionados. ¡Qué pena!.
Naturalmente con el máximo y más absoluto respeto para y hacia el Sr. Martin Segovia.
José Ignacio Velasco Montes.
Marbella (Málaga)
Francisco J. Martín Valentín y Teresa Bedman
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Francisco J. Martín Valentín y Teresa Bedman
Francisco J. Martín Valentín es egiptólogo. Director del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto. Director de la Misión Arqueológica Española en Asasif, (Luxor Occidental Egipto), desarrollando actualmente el “Proyecto Visir Amen-Hotep. TA 28". Director de la Cátedra de Egiptología ‘José Ramón Mélida’. Teresa Bedman es egiptóloga. Gerente del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto. Co-directora de la Misión Arqueológica Española en Asasif, (Luxor Occidental Egipto), desarrollando actualmente el “Proyecto Visir Amen-Hotep. TA 28”. Secretaria de la Cátedra de Egiptología ‘José Ramón Mélida’.
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