Artículos y comunicaciones
Viernes, 7 de Septiembre 2007 - 13:38
Desde el corazón de África, los dinastas meroitas, descendientes de los reyes negros de la dinastía XXV que volvieron a poseer territorios cercanos a la frontera sur de Egipto, en la Baja Nubia, dejaron sus improntas en diferentes proyectos arquitectónicos religiosos de inequívoco carácter egipcio, aunque provistos de sus especiales fidelidades religiosas, e influenciados por su particular concepto de la tradición, tan diferente por muchas razones de la idea ptolemaica de los dioses egipcios y de sus ritos.
Adijalamani ofreciendo Maat. Capilla de Adijalamani. Templo de Debod
Se ha hablado de los templos grecorromanos para referirse a los edificados, (o a las ampliaciones y reformas llevadas a cabo en otros de periodos anteriores), durante la monarquía alejandrina de los reyes ptolemaicos, y a partir de la presencia romana en Egipto.
En general, estos templos no gozaron del favor de los investigadores hasta bien entrado el siglo XX, hechas ciertas honrosas y bien conocidas excepciones. Sin embargo, con el tiempo, la consideración que estos magníficos monumentos fue mereciendo entre los egiptólogos, ha sido muy notable.
Una de las especiales características de los templos de esta época reside en la evidente intervención en ellos de gustos extranjeros, en cierto modo ajenos a la tradición egipcia que, al tiempo que influyeron y modificaron la propia sociedad del país del Nilo, cambiaron también sus tradiciones constructivas.
Se trataba, pues, de la expresión de formulas religiosas que se consideraron como ‘no genuinas’ y, en cierto modo, ajenas a lo clásico y a la antigua naturaleza del templo egipcio. De ahí la impresión de que estos templos representaban la decadencia frente a los clásicos santuarios del Imperio Medio o Nuevo.
No obstante, con el tiempo se ha comprendido que, al contrario de lo que antes se pensaba, estos edificios religiosos son la expresión de una exuberante y abigarrada realidad teológica, cuya mayor necesidad parece ser la de poner de manifiesto gran parte de los rituales que componían el culto divino y que, en los templos más antiguos no se explicitaban de igual modo.
Tal parece que los templos que se construyeron en Egipto desde el siglo III a C. al II d C. fueran como impresionantes libros de piedra, cuyos muros recogían una enorme cantidad de textos, elaboraciones teológicas y corpus rituales que, en los antiguos santuarios, estaban destinados a ser conocidos solo por el clero especialmente designado y preparado, y a partir de soportes más frágiles como el cuero o el papiro.
Esta nueva comunicación exóterica de los textos religiosos se vistió, no obstante, con una nueva capa de protección para hacerla solo accesible a los sacerdotes de cada templo. En efecto, es en este periodo cuando surge una innumerable lista de nuevos valores fonéticos para los signos jeroglíficos convencionales, e incluso nuevos signos jeroglíficos no conocidos anteriormente que, en el periodo romano, superarán el elevado número de siete mil.
Sin embargo, las influencias extranjeras en Egipto durante los tres últimos siglos antes de la era cristiana no fueron solo las procedentes del mundo griego (ptolemaicas) o del romano.
Desde el corazón de África, los descendientes de los reyes negros de la dinastía XXV que volvieron a poseer territorios cercanos a la frontera sur, en la Baja Nubia, también dejaron sus improntas en diferentes proyectos arquitectónicos religiosos de inequívoco carácter egipcio, aunque provistos de sus especiales fidelidades religiosas, e influenciados por su particular concepto de la tradición, tan diferente por muchas razones de la idea ptolemaica de los dioses egipcios y de sus ritos.
Especial naturaleza de la capilla de Adijalamani
La Capilla de Adijalamani, hoy una parte sensible de la arquitectura religiosa en el templo de Debod, representa un especial ejemplo dentro del catálogo de los templos pertenecientes al periodo cronológico del siglo II a C.
En efecto, parece que los programas constructivos religiosos desarrollados, sobre todo en el Alto Egipto, durante el periodo que hemos citado, obedeciesen a mandados de un clero omnipotente que se encontraba deliberadamente alejado de la realeza alejandrina, por más que se beneficiase de los privilegios que obtenían de ella para, a cambio, sujetar al campesinado oprimido por los excesivos impuestos y las brutales reclutas de soldados para sus ejércitos.
Sin embargo, la construcción de la capilla de Adijalamani obedeció a otras razones. Si los ptolomeos se encontraban presentes de un modo formal en las representaciones de los temas sacros, el rey meroíta Adijalamani y su antecesor, Arkamani, lo estaban por derecho divino y con voluntad de ejercer el sagrado papel que su juramento de fidelidad para con Amón, Isis o Thot, entre otros dioses, les exigía.
En este sentido podemos afirmar que los reyes de Meroe, ejercían de modo efectivo el tradicional papel de la realeza egipcia en el culto divino, mientras que los reyes griegos de Alejandría fueron representados en los templos desarrollando dramatizaciones cultuales que solo eran reales sobre los muros de piedra y, en modo alguno, por su propia convicción de desempeñar las funciones inherentes a la sagrada realeza egipcia.
La capilla de Adijalamani, en sí misma, consiste en un edificio con unas dimensiones, en su situación actual, de siete metros de largo por cinco metros con veinticinco centímetros de ancho, y cuatro metros con veinticinco centímetros de alto (Roeder da unas dimensiones interiores de 3,14 metros por 5,03 metros con muros de un metro de ancho, aproximadamente)
Consta de una sola planta que alberga una única sala y resulta, en lo que resta actualmente del diseño de sus relieves, algo netamente ajeno al proyecto decorativo religioso habitual de los reyes ptolomeos en la zona.
Originalmente su orientación principal era perpendicular al río, indicando que su eje longitudinal se mostraba vinculado a la dirección Este/Oeste. De otra parte, parece haber existido también un eje Norte/Sur, vistas las posibilidades de que la capilla albergase intencionalidad de constituirse en Mammisi, o ‘casa del nacimiento’ del infante real.
No sabemos si en el muro oeste tuvo una puerta, o uno o dos huecos para albergar las estatuas divinas de Amón e Isis, o, por el contrario, estuvo completamente cerrada. En el muro Este está la entrada, una puerta que se cerraba mediante dos hojas que giraban hacia el interior de la capilla.
En el sentido expuesto, la capilla de Adijalamani en el templo de Debod coincide con las características de los demás templos egipcios de esta época.
Los investigadores han captado el hecho de que, en los templos tardíos, en su arquitectura y su decoración, se encuentran reflejadas diversas metáforas del mundo egipcio.
La distribución bipartita de los relieves y de los textos no solo servía como manifestación estética para conseguir un cierto ritmo o equilibrio, sino que coincidía con la clásica división binaria de las cosmologías egipcias: el Este y el Oeste, el Norte y el Sur, el Alto y el Bajo Egipto, el Valle y el Delta: las Dos Tierras.
También se advierte en la capilla de Adijalamani, como en los otros templos grecorromanos, un cierto esquema vertical del mensaje cosmológico: la tierra con las plantas emblemáticas (el loto y el papiro); en la parte superior, el rey y los dioses; más arriba aún, el firmamento. Es decir, que el templo se muestra como la expresión del ordenado mundo egipcio, como símbolo del cosmos.
Los datos arqueológicos e históricos
Hecho probablemente determinante de las especiales características de esta capilla es, que su construcción fue llevada a cabo por el soberano meroítico Adijalamani (hacia el 200-185 a. C.), durante parte del periodo en el que gran parte del Alto Egipto, y la Baja Nubia, estuvieron fuera de la esfera de la soberanía de los reyes de Alejandría.
Ello no fue óbice para que, cuando la zona fronteriza de Siena volvió a ser controlada por los ptolomeos, y los meroítas abandonaron aquel territorio, la capilla de Adijalamani fuese respetada y quedase incluida dentro del proyecto ptolemaico de ampliación del templo. En cuanto a los datos puramente arqueológicos de los que disponemos acerca de la capilla, son lamentablemente escasos.
El topónimo nubio de Debod deriva probablemente del egipcio Ta-Hut, que significa ‘el templo’, y su emplazamiento, (hoy desaparecido bajo las aguas de la gran presa de Assuán), se encontraba, ya en tierra nubia, en una pequeña meseta en la orilla oeste del río Nilo, a unos dieciséis kilómetros hacia el sur de la actual ciudad de Assuán, apenas rebasada la primera catarata (exactamente a 15,4 kilómetros al sur de la isla de Filé ).
El área de Debod debió estar poblada desde la época predinástica, puesto que su necrópolis albergaba enterramientos datables en dicho periodo, y aún más adelante.
Durante el Imperio Medio, Debod debió ser un cruce en el camino de las rutas de las expediciones enviadas por los egipcios en busca de cobre y otros minerales existentes en el desierto. Concretamente, la expedición prusiana dirigida por Richard Lepsius encontró en Debod, el 31 de Agosto de 1844, una estela dedicada por un tal Intef relativa a una misión de transporte de cobre llevada a cabo durante el reinado de Amen-em-Hat II (1922-1878 a. de C.).
Es muy posible que, en el mismo lugar pudiera haber existido algún tipo de santuario o capilla dedicado al dios Amón, al menos, desde el Imperio Nuevo en adelante.
Nos consta la relativa importancia religiosa de Debod durante la dinastía XIX por haberse encontrado allí restos con inscripciones con el nombre del rey Sethy II (1201-1196 a. de C.).
También está documentada la existencia de enterramientos pertenecientes al mismo periodo. Aún conocemos dos pruebas más de la existencia de un santuario en la zona de Debod, antes de que fuera construida la capilla de Adijalamani.
Una, en la erigida por Arkamani (Ergamenes II) en el templo de Dakka, donde se menciona al dios Amón de Debod, de quien se dice: ‘el dios grande, el que preside la Enéada’ (Roeder, Dakke, I, 226, # 505). Otra, en la puerta romana del templo de Dendur, mención de tradición más antigua.
Así pues, todo parece indicar que, en la zona de Debod existió, con anterioridad a la construcción de la capilla de Adijalamani, otra edificación religiosa, presumiblemente dedicada al dios Amón y también, probablemente, a la diosa Isis.
También parece seguro que el lugar donde la capilla de Adijalamani se construyó era el punto donde se alzaba, desde tiempos antiguos, el santuario de una población, como era usual en Egipto.
La dedicatoria de la capilla de Adijalamani
La construcción erigida por Adijalamani estuvo claramente dedicada a dos divinidades principales: la mitad norte de la capilla, al dios Amón de Debod y, la mitad sur, a la diosa Isis del Abatón (en Filé).
En cuanto al dios Amón se refiere, la extensión de la dedicatoria de la capilla al dios se recoge en la gran inscripción esculpida en su muro Este, mitad Sur, de la que quedan restos mal conservados, que aún se pueden leer ‘...[Amón de]?.. Debod, junto con su enéada sobre su gran trono, en su [sagrada mansión], (y) tu belleza [en] la casa [(de) Amón] (de) Debod, junto con su enéada. (El que está) desvestido, es cubierto (con) el lienzo, el rostro misterioso de los dos dioses vestido...el dios Amón de Debod. Yo hago el camino, yo abro........' (Martín Valentín IJTD # 31. Roeder Debod # 135).
Por lo que hace a la diosa Isis, ella controlaba la mitad Sur de la capilla, ya se ha dicho.
El rey toca los sistros para su madre en el muro Oeste, mitad Sur: ‘Hacer (sonar) los dos sistros para su madre. (Hacer la) protección para su cuello; hecho (para que) él sea dotado de vida’ (Martín Valentín IJTD # 30. Roeder Debod # 195).
Adijalamani ofrece a la diosa en el muro Sur el collar Usej: ‘[Ofrecer] (el collar) Usej [a su madre, la que es poderosa de juventud. Hecho por él,] a fin de que le sea dada [toda] vida.’ (Martín Valentín IJTD # 39, c); Roeder Debod # 202). Y en el mismo muro Sur también la hace ofrendas de pan: ‘[Consagrando] las provisiones de pan blanco para su madre.’ (Martín Valentín IJTD # 34, d). Roeder Debod # 220).
Dedicando la capilla a estas dos emblemáticas divinidades Adijalamani pretendió, probablemente, perseverar en la tradición existente hasta el momento, sirviendo tal actuación como refrendo de la voluntad del rey meroítico en orden a subrayar su presencia en la zona, tal como lo hiciera también su antecesor en el trono, Arkamani (Ergamenes II).
Sin embargo, esta voluntad, materializada en la ubicación de la imaginería del dios Amón en los muros de la mitad Norte de la capilla, mientras que en los muros de la mitad Sur se colocaron los de la diosa Isis, implica otra importante clave, expresada deliberadamente por el proyecto constructivo y decorativo de la capilla.
Ello es que, el centro geográfico, vale decir ‘cósmico’, que Adijalamani contempló a la hora de construir la capilla y dedicarla a los dos dioses citados, se encontraba dentro de Egipto, Nilo abajo de Debod.
En efecto, Isis es, en Debod, una diosa (situada y rigiendo) territorio al sur (de Tebas), mientras que Amón se encuentra plasmado en la capilla de Adijalamani como dios regente y presente al norte (de Filé).
Así, ambas ciudades santas, ambos santuarios (el de Amón de Karnak y el de Isis de Filé), marcaban los puntos limítrofes entre los que se hallaba el ideal e ideado territorio para el planeado ejercicio de la soberanía de Adijalamani como pretendido rey de Egipto. Se trataba del territorio existente entre las místicas fronteras marcadas por Tebas, al norte, y Filé, al sur.
La dedicatoria de la capilla al dios Amón de Debod
Para llevar a cabo esta ceremonia, el rey es representado ciñendo en su cabeza la Corona Roja, emblema de soberanía sobre el norte de Egipto. Exhibe collar Usej, brazaletes en sus muñecas y en sus brazos. Viste con la falda Sendyit ceñida con la cola de toro, y porta barba ritual.
Según Roeder, existió una inscripción que decía ‘(La entrega del templo) a su Señor’. Roeder Debod # 146)
El templo está representado por la puerta de la capilla y, en realidad, lo que el soberano está haciendo es la ceremonia de la ‘golpear la puerta’ con la maza que lleva en la mano izquierda, mientras alza la derecha con el gesto ceremonial utilizado para entonar las frases rituales.
Delante, y sobre la cabeza del rey, se encuentra la siguiente inscripción:
'El rey del Alto y del Bajo Egipto ‘Imagen de Ra [elegido de los dioses]’. El hijo de Ra ‘Adijal[amani, eternamente viviente, amado de Isis’]. El buen dios lo (ha) hecho (como) [(su) monumento] para su padre Amón.' (Martín Valentín IJTD # 47, a) 1-3. )
La ceremonia de consagración de los templos
El dios Amón dice a Adijalamani:
‘(Yo) hago de modo [que tu rostro sea estable como Ra, en el firmamento]’]iDelante del dios Amón, una inscripción explica:
' Palabras dichas por Amón-[Ra que reside en De](bod), dios venerable en su espléndida imagen con la sagrada corona-de-las-dos-plumas estable en su cabeza, unida con la bandeleta a su bello rostro.'
Detrás del dios, se lee:
'[Amón de Debod, dotado de vida], El-de-larga-barba, [el hermoso] Medyai (señor) del Punt; el dios que se ha creado a sí mismo, (él es) infinito; su extensa totalidad, no (tiene) límite’. (Yo) te doy la duración del tiempo de vida de Ra en el firmamento.’ ( Martín Valentín IJTD # 47, b) 1-7 y d) 1)
La dedicatoria de la capilla a la diosa Isis del Abatón (Filé)
La dedicatoria de la capilla a la diosa Isis queda plasmada en la Jamba exterior sur de la misma, por medio de la siguiente inscripción, existente en su tiempo, y hoy, lamentablemente, casi completamente desaparecida:
'[El buen dios, el señor de las Dos Tierras, Adijalamani, eternamente viviente, amado de] Isis, dotada de vida, la señora del Abaton. Él construye para ella su puerta con bella (y) sólida piedra blanca. Él embellece…. ' (Martín Valentín IJTD # 23, 1-3)
La dedicatoria es coherente con la tradición del culto de la diosa Isis en Debod, aunque, como observó Roeder: ‘....En otros templos nubios se menciona ocasionalmente a Amón de Debod....pero nunca a Isis de Debod. La compañera de Amón de Debod es Satis, la protectora de Elefantina, una diosa nubia de origen...’
El reparto del santuario muestra también la dualidad de los dioses adorados en Debod. En el templo hubo dos naos durante la época ptolemaica y romana. Por ello, hay que pensar que pudieron existir otros dos naos en los tiempos de Adijalamani, probablemente sustituidas posteriormente por los dinastas alejandrinos, para colocar las suyas.
Como dice Roeder: ‘...Dos naos en un santuario son inhabituales y significan en el fondo, lo mismo que en el santuario de Kom Ombo: que en el templo son adorados dos dioses, y estos no pueden ser en Debod, según lo que sabemos, otros que, Amón de Debod, e Isis de Filé.’ Sin embargo, siendo esta observación acertada, pues es cierto que nunca existió una Isis de Debod como divinidad específica, ello demuestra que la diosa Isis adorada en Debod era la Gran Isis de Filé. No podría haber sido de otro modo. '
Paralelos arquitectónicos de la capilla de Adijalamani
Se ha propuesto más arriba la consideración de la capilla de Debod como uno de los ejemplos de la serie de templos de época ptolemaica que implicaba la presencia de elementos culturales ajenos a la tradición egipcia.
En este caso, no se trataba de la influencia griega o, mejor, ptolemaica, sino de la meroíta. Conocemos abundantes ejemplos de templos napateos y meroítas que pueden ilustrarnos a propósito de lo que podría haber sido la intención constructiva final de Adijalamani, cuando ordenó la edificación de su capilla en Debod.
El templo del sol en Meroe
El desarrollo arquitectónico de los templos kushitas se producía desde el centro hacia fuera, quedando la parte más sagrada ubicada en el centro arquitectónico del conjunto que lo albergaba, con un sistema semejante al de las capas que conforman una cebolla.
Por el contrario, los templos tradicionales egipcios se edificaban desde un punto determinado, hacia el exterior, en una perspectiva orientada linealmente.
Observando tal principio, es factible admitir que el plan arquitectónico original de nuestra capilla, recuerda vivamente al del ‘Templo del sol’ en Meroe, construido en época de Aspelta (siglos VII-VI a C.), y también, a los de otros santuarios edificados por los kushitas en dicha capital.
El ‘Templo del sol’ de Meroe, construido en la llanura desértica, a medio camino entre la ciudad y los cementerios de las pirámides reales, se alza sobre un podium que se apoya en una rampa inclinada, bordeada por una columnata períptera.
La citada capilla está inserta dentro de un templo dotado con pilono, todo ello, a su vez, dentro de un muro de rodeo al aire libre, con columnata períptera, y cerrado por otro pilono de mayor altura que el anterior, que acogía la puerta de acceso al recinto.
La entrada hacia el interior del templo se facilitaba por medio de una escalera, construida con escalones de escasa altura, a través del pilono, traspasado el cual, se entraba en lo que sería realmente el edificio religiososo, paralelo de nuestra capilla.
En el caso de Debod, se comprende que solo se llegó a construir la parte interior o capilla de lo que podría haber sido un complejo edificio, alzado en un estilo de construcción religiosa análogo al del citado ‘Templo del sol’, con lo que se puede establecer un perfecto paralelo entre ambas edificaciones religiosas.
Así pues, la capilla de Adijalamani habría llegado a ser, si las circunstancias políticas lo hubieran permitido, el núcleo central de un gran santuario como el del rey Aspelta en Meroe.
Un relieve existente en la parte trasera del muro de rodeo del ‘Templo del sol’ muestra el edificio, tal como aparecía, cuando aún estaba en pie. A la vista del mismo se comprueba la existencia de la columnata períptera interior. Hinkel, en su idea reconstructiva acerca del posible estado original del santuario, ha propuesto añadir otra semi-columnata períptera exterior que cubriría las fachadas frontal y laterales, dejando franca la puerta y la rampa ascendente de acceso al interior del santuario, situadas entre los masivos del pilono.
La capilla de Ergamenes en el Templo de Thot de Pnubs, en Dakka
La estructura de la capilla de Arkamani en Dakka, (Ergamenes II) (207/6-186 a C.), englutida en las ampliaciones posteriores del templo de tiempos de Ptolomeo IV, Filopator y de Ptolomeo VIII, Evergetes II, recuerda muy vivamente la tradición arquitectónica de los templos meroíticos y, por consecuencia, también a la de Adijalamani en Debod.
Los paralelos de esta capilla con la de Adijalamani en Debod, no solo se refieren a las hechuras arquitectónicas, sino a la presencia de representaciones de divinidades en su interior, que también están presentes en Debod.
Así, aparte del dios Thot de Pnubs, vemos (como en Debod) las imágenes de Im-Hotep, Upset, Ra Hor-Ajty y Hat-Hor, Satis, Osiris e Isis, Amón-Ra, Mut, el propio Amón de Debod, el Faraón de Biga y Anukis, Shu-Arensnufis y Sejmet/Tefnut, Harpócrates y Buto/Neith.
Otros templos en Mussawwarat Es Sufra y Meroe
En general, el trazado de los templos meroítas imitó el planteamiento de los templos dedicados al dios Amón durante la dinastía XXV. El templo de Amón en Meroe se comenzó en el siglo III antes de Cristo.
Los templos de Amón dotados con cámaras múltiples, construidos en Naka y Amara, el de Isis en Uadi ben Naka, o los templos B 1300 en Napata, o M 720, en la ciudad de Meroe, atestiguan la supervivencia de la estructura litúrgica de los cultos tradicionales.
Sin embargo, la principal clase o tipología de templo construido en los siglos del periodo meroítico era la de una sola sala, como en Debod o en Dakka antes de la ampliación ptolemaica.
Entre todos los templos nubios que se puedan señalar, probablemente el más cercano a la idea constructiva de la capilla de Adijalamani sea el ‘Templo del león’, dedicado al dios Apedemak, en Mussawwarat Es Sufra. Fue mandado edificar entre los años 235-221 a C., bajo el reinado del rey Arnejamani, antecesor de Arkamani (Ergamenes II).
De hecho, sus medidas (doce metros de largo por seis metros y medio de ancho) se asemejan, en las proporciones, a las de la capilla de Adijalamani, aunque esta última es de dimensiones más reducidas.
Lo que conocemos de este templo indica que la naturaleza de su estructura de una sola cámara, con pilono y entrada con columnas, permitía ejercer en ese limitado espacio, las mismas funciones rituales que se habrían desarrollado en los complejos tradicionales constituidos por la sala hipóstila, el pronaos, y el naos, que conformaban los templos con múltiples dependencias, al estilo tradicional del Alto Egipto. Este era el caso de la capilla-templo de Adijalamani en Debod.
Por otra parte, el tema central de los relieves del ‘Templo del león’, en Musarawwat Es Sufra, está constituido por los principales dioses asociados al mito de Estado: el dios Apedemak, que ocupa el lugar principal como la divinidad a la que los principales santuarios fueron dedicados, junto con otras no menos importantes tales como Amón, Arensnufis, Sebiumeker, Horus y las consortes de Apedemak y Amón.
El templo M 250 erigido sobre un podium por Aspelta en la ciudad de Meroe fue reconstruido como una capilla con doble podium por el príncipe Akinidad, a finales del siglo I después de Cristo.
En todo caso, queda claro que la capilla-templo de Adijalamani en Debod entra de lleno en la tipología de los templos meroíticos, llevada desde Nubia a la frontera con Egipto con motivo de la presencia de los soberanos de Meroe en dicha zona, entre los siglos III y II, a. de C.
Francisco J. Martín Valentín
Egiptólogo
Ver en este mismo blog el artículo : LAS INSCRIPCIONES JEROGLÍFICAS EN EL TEMPLO EGIPCIO DE DEBOD
BIBLIOGRAFÍA
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Almagro Basch, M., Griñó, R. y Almagro Gorbea, A. ‘Sobre la colocación de dos fragmentos de dinteles grabados con jeroglíficos de la puerta de la capilla de Azakheramon en el templo de Debod’. Trabajos de Prehistoria, 28 (1971)
Almagro Gorbea, A. Templo egipcio de Debod (Madrid). Planimetría. Madrid, 1972
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En general, estos templos no gozaron del favor de los investigadores hasta bien entrado el siglo XX, hechas ciertas honrosas y bien conocidas excepciones. Sin embargo, con el tiempo, la consideración que estos magníficos monumentos fue mereciendo entre los egiptólogos, ha sido muy notable.
Una de las especiales características de los templos de esta época reside en la evidente intervención en ellos de gustos extranjeros, en cierto modo ajenos a la tradición egipcia que, al tiempo que influyeron y modificaron la propia sociedad del país del Nilo, cambiaron también sus tradiciones constructivas.
Se trataba, pues, de la expresión de formulas religiosas que se consideraron como ‘no genuinas’ y, en cierto modo, ajenas a lo clásico y a la antigua naturaleza del templo egipcio. De ahí la impresión de que estos templos representaban la decadencia frente a los clásicos santuarios del Imperio Medio o Nuevo.
No obstante, con el tiempo se ha comprendido que, al contrario de lo que antes se pensaba, estos edificios religiosos son la expresión de una exuberante y abigarrada realidad teológica, cuya mayor necesidad parece ser la de poner de manifiesto gran parte de los rituales que componían el culto divino y que, en los templos más antiguos no se explicitaban de igual modo.
Tal parece que los templos que se construyeron en Egipto desde el siglo III a C. al II d C. fueran como impresionantes libros de piedra, cuyos muros recogían una enorme cantidad de textos, elaboraciones teológicas y corpus rituales que, en los antiguos santuarios, estaban destinados a ser conocidos solo por el clero especialmente designado y preparado, y a partir de soportes más frágiles como el cuero o el papiro.
Esta nueva comunicación exóterica de los textos religiosos se vistió, no obstante, con una nueva capa de protección para hacerla solo accesible a los sacerdotes de cada templo. En efecto, es en este periodo cuando surge una innumerable lista de nuevos valores fonéticos para los signos jeroglíficos convencionales, e incluso nuevos signos jeroglíficos no conocidos anteriormente que, en el periodo romano, superarán el elevado número de siete mil.
Sin embargo, las influencias extranjeras en Egipto durante los tres últimos siglos antes de la era cristiana no fueron solo las procedentes del mundo griego (ptolemaicas) o del romano.
Desde el corazón de África, los descendientes de los reyes negros de la dinastía XXV que volvieron a poseer territorios cercanos a la frontera sur, en la Baja Nubia, también dejaron sus improntas en diferentes proyectos arquitectónicos religiosos de inequívoco carácter egipcio, aunque provistos de sus especiales fidelidades religiosas, e influenciados por su particular concepto de la tradición, tan diferente por muchas razones de la idea ptolemaica de los dioses egipcios y de sus ritos.
Especial naturaleza de la capilla de Adijalamani
La Capilla de Adijalamani, hoy una parte sensible de la arquitectura religiosa en el templo de Debod, representa un especial ejemplo dentro del catálogo de los templos pertenecientes al periodo cronológico del siglo II a C.
En efecto, parece que los programas constructivos religiosos desarrollados, sobre todo en el Alto Egipto, durante el periodo que hemos citado, obedeciesen a mandados de un clero omnipotente que se encontraba deliberadamente alejado de la realeza alejandrina, por más que se beneficiase de los privilegios que obtenían de ella para, a cambio, sujetar al campesinado oprimido por los excesivos impuestos y las brutales reclutas de soldados para sus ejércitos.
Sin embargo, la construcción de la capilla de Adijalamani obedeció a otras razones. Si los ptolomeos se encontraban presentes de un modo formal en las representaciones de los temas sacros, el rey meroíta Adijalamani y su antecesor, Arkamani, lo estaban por derecho divino y con voluntad de ejercer el sagrado papel que su juramento de fidelidad para con Amón, Isis o Thot, entre otros dioses, les exigía.
En este sentido podemos afirmar que los reyes de Meroe, ejercían de modo efectivo el tradicional papel de la realeza egipcia en el culto divino, mientras que los reyes griegos de Alejandría fueron representados en los templos desarrollando dramatizaciones cultuales que solo eran reales sobre los muros de piedra y, en modo alguno, por su propia convicción de desempeñar las funciones inherentes a la sagrada realeza egipcia.
La capilla de Adijalamani, en sí misma, consiste en un edificio con unas dimensiones, en su situación actual, de siete metros de largo por cinco metros con veinticinco centímetros de ancho, y cuatro metros con veinticinco centímetros de alto (Roeder da unas dimensiones interiores de 3,14 metros por 5,03 metros con muros de un metro de ancho, aproximadamente)
Consta de una sola planta que alberga una única sala y resulta, en lo que resta actualmente del diseño de sus relieves, algo netamente ajeno al proyecto decorativo religioso habitual de los reyes ptolomeos en la zona.
Originalmente su orientación principal era perpendicular al río, indicando que su eje longitudinal se mostraba vinculado a la dirección Este/Oeste. De otra parte, parece haber existido también un eje Norte/Sur, vistas las posibilidades de que la capilla albergase intencionalidad de constituirse en Mammisi, o ‘casa del nacimiento’ del infante real.
No sabemos si en el muro oeste tuvo una puerta, o uno o dos huecos para albergar las estatuas divinas de Amón e Isis, o, por el contrario, estuvo completamente cerrada. En el muro Este está la entrada, una puerta que se cerraba mediante dos hojas que giraban hacia el interior de la capilla.
En el sentido expuesto, la capilla de Adijalamani en el templo de Debod coincide con las características de los demás templos egipcios de esta época.
Los investigadores han captado el hecho de que, en los templos tardíos, en su arquitectura y su decoración, se encuentran reflejadas diversas metáforas del mundo egipcio.
La distribución bipartita de los relieves y de los textos no solo servía como manifestación estética para conseguir un cierto ritmo o equilibrio, sino que coincidía con la clásica división binaria de las cosmologías egipcias: el Este y el Oeste, el Norte y el Sur, el Alto y el Bajo Egipto, el Valle y el Delta: las Dos Tierras.
También se advierte en la capilla de Adijalamani, como en los otros templos grecorromanos, un cierto esquema vertical del mensaje cosmológico: la tierra con las plantas emblemáticas (el loto y el papiro); en la parte superior, el rey y los dioses; más arriba aún, el firmamento. Es decir, que el templo se muestra como la expresión del ordenado mundo egipcio, como símbolo del cosmos.
Los datos arqueológicos e históricos
Hecho probablemente determinante de las especiales características de esta capilla es, que su construcción fue llevada a cabo por el soberano meroítico Adijalamani (hacia el 200-185 a. C.), durante parte del periodo en el que gran parte del Alto Egipto, y la Baja Nubia, estuvieron fuera de la esfera de la soberanía de los reyes de Alejandría.
Ello no fue óbice para que, cuando la zona fronteriza de Siena volvió a ser controlada por los ptolomeos, y los meroítas abandonaron aquel territorio, la capilla de Adijalamani fuese respetada y quedase incluida dentro del proyecto ptolemaico de ampliación del templo. En cuanto a los datos puramente arqueológicos de los que disponemos acerca de la capilla, son lamentablemente escasos.
El topónimo nubio de Debod deriva probablemente del egipcio Ta-Hut, que significa ‘el templo’, y su emplazamiento, (hoy desaparecido bajo las aguas de la gran presa de Assuán), se encontraba, ya en tierra nubia, en una pequeña meseta en la orilla oeste del río Nilo, a unos dieciséis kilómetros hacia el sur de la actual ciudad de Assuán, apenas rebasada la primera catarata (exactamente a 15,4 kilómetros al sur de la isla de Filé ).
El área de Debod debió estar poblada desde la época predinástica, puesto que su necrópolis albergaba enterramientos datables en dicho periodo, y aún más adelante.
Durante el Imperio Medio, Debod debió ser un cruce en el camino de las rutas de las expediciones enviadas por los egipcios en busca de cobre y otros minerales existentes en el desierto. Concretamente, la expedición prusiana dirigida por Richard Lepsius encontró en Debod, el 31 de Agosto de 1844, una estela dedicada por un tal Intef relativa a una misión de transporte de cobre llevada a cabo durante el reinado de Amen-em-Hat II (1922-1878 a. de C.).
Es muy posible que, en el mismo lugar pudiera haber existido algún tipo de santuario o capilla dedicado al dios Amón, al menos, desde el Imperio Nuevo en adelante.
Nos consta la relativa importancia religiosa de Debod durante la dinastía XIX por haberse encontrado allí restos con inscripciones con el nombre del rey Sethy II (1201-1196 a. de C.).
También está documentada la existencia de enterramientos pertenecientes al mismo periodo. Aún conocemos dos pruebas más de la existencia de un santuario en la zona de Debod, antes de que fuera construida la capilla de Adijalamani.
Una, en la erigida por Arkamani (Ergamenes II) en el templo de Dakka, donde se menciona al dios Amón de Debod, de quien se dice: ‘el dios grande, el que preside la Enéada’ (Roeder, Dakke, I, 226, # 505). Otra, en la puerta romana del templo de Dendur, mención de tradición más antigua.
Así pues, todo parece indicar que, en la zona de Debod existió, con anterioridad a la construcción de la capilla de Adijalamani, otra edificación religiosa, presumiblemente dedicada al dios Amón y también, probablemente, a la diosa Isis.
También parece seguro que el lugar donde la capilla de Adijalamani se construyó era el punto donde se alzaba, desde tiempos antiguos, el santuario de una población, como era usual en Egipto.
La dedicatoria de la capilla de Adijalamani
La construcción erigida por Adijalamani estuvo claramente dedicada a dos divinidades principales: la mitad norte de la capilla, al dios Amón de Debod y, la mitad sur, a la diosa Isis del Abatón (en Filé).
En cuanto al dios Amón se refiere, la extensión de la dedicatoria de la capilla al dios se recoge en la gran inscripción esculpida en su muro Este, mitad Sur, de la que quedan restos mal conservados, que aún se pueden leer ‘...[Amón de]?.. Debod, junto con su enéada sobre su gran trono, en su [sagrada mansión], (y) tu belleza [en] la casa [(de) Amón] (de) Debod, junto con su enéada. (El que está) desvestido, es cubierto (con) el lienzo, el rostro misterioso de los dos dioses vestido...el dios Amón de Debod. Yo hago el camino, yo abro........' (Martín Valentín IJTD # 31. Roeder Debod # 135).
Por lo que hace a la diosa Isis, ella controlaba la mitad Sur de la capilla, ya se ha dicho.
El rey toca los sistros para su madre en el muro Oeste, mitad Sur: ‘Hacer (sonar) los dos sistros para su madre. (Hacer la) protección para su cuello; hecho (para que) él sea dotado de vida’ (Martín Valentín IJTD # 30. Roeder Debod # 195).
Adijalamani ofrece a la diosa en el muro Sur el collar Usej: ‘[Ofrecer] (el collar) Usej [a su madre, la que es poderosa de juventud. Hecho por él,] a fin de que le sea dada [toda] vida.’ (Martín Valentín IJTD # 39, c); Roeder Debod # 202). Y en el mismo muro Sur también la hace ofrendas de pan: ‘[Consagrando] las provisiones de pan blanco para su madre.’ (Martín Valentín IJTD # 34, d). Roeder Debod # 220).
Dedicando la capilla a estas dos emblemáticas divinidades Adijalamani pretendió, probablemente, perseverar en la tradición existente hasta el momento, sirviendo tal actuación como refrendo de la voluntad del rey meroítico en orden a subrayar su presencia en la zona, tal como lo hiciera también su antecesor en el trono, Arkamani (Ergamenes II).
Sin embargo, esta voluntad, materializada en la ubicación de la imaginería del dios Amón en los muros de la mitad Norte de la capilla, mientras que en los muros de la mitad Sur se colocaron los de la diosa Isis, implica otra importante clave, expresada deliberadamente por el proyecto constructivo y decorativo de la capilla.
Ello es que, el centro geográfico, vale decir ‘cósmico’, que Adijalamani contempló a la hora de construir la capilla y dedicarla a los dos dioses citados, se encontraba dentro de Egipto, Nilo abajo de Debod.
En efecto, Isis es, en Debod, una diosa (situada y rigiendo) territorio al sur (de Tebas), mientras que Amón se encuentra plasmado en la capilla de Adijalamani como dios regente y presente al norte (de Filé).
Así, ambas ciudades santas, ambos santuarios (el de Amón de Karnak y el de Isis de Filé), marcaban los puntos limítrofes entre los que se hallaba el ideal e ideado territorio para el planeado ejercicio de la soberanía de Adijalamani como pretendido rey de Egipto. Se trataba del territorio existente entre las místicas fronteras marcadas por Tebas, al norte, y Filé, al sur.
La dedicatoria de la capilla al dios Amón de Debod
Para llevar a cabo esta ceremonia, el rey es representado ciñendo en su cabeza la Corona Roja, emblema de soberanía sobre el norte de Egipto. Exhibe collar Usej, brazaletes en sus muñecas y en sus brazos. Viste con la falda Sendyit ceñida con la cola de toro, y porta barba ritual.
Según Roeder, existió una inscripción que decía ‘(La entrega del templo) a su Señor’. Roeder Debod # 146)
El templo está representado por la puerta de la capilla y, en realidad, lo que el soberano está haciendo es la ceremonia de la ‘golpear la puerta’ con la maza que lleva en la mano izquierda, mientras alza la derecha con el gesto ceremonial utilizado para entonar las frases rituales.
Delante, y sobre la cabeza del rey, se encuentra la siguiente inscripción:
'El rey del Alto y del Bajo Egipto ‘Imagen de Ra [elegido de los dioses]’. El hijo de Ra ‘Adijal[amani, eternamente viviente, amado de Isis’]. El buen dios lo (ha) hecho (como) [(su) monumento] para su padre Amón.' (Martín Valentín IJTD # 47, a) 1-3. )
La ceremonia de consagración de los templos
El dios Amón dice a Adijalamani:
‘(Yo) hago de modo [que tu rostro sea estable como Ra, en el firmamento]’]iDelante del dios Amón, una inscripción explica:
' Palabras dichas por Amón-[Ra que reside en De](bod), dios venerable en su espléndida imagen con la sagrada corona-de-las-dos-plumas estable en su cabeza, unida con la bandeleta a su bello rostro.'
Detrás del dios, se lee:
'[Amón de Debod, dotado de vida], El-de-larga-barba, [el hermoso] Medyai (señor) del Punt; el dios que se ha creado a sí mismo, (él es) infinito; su extensa totalidad, no (tiene) límite’. (Yo) te doy la duración del tiempo de vida de Ra en el firmamento.’ ( Martín Valentín IJTD # 47, b) 1-7 y d) 1)
La dedicatoria de la capilla a la diosa Isis del Abatón (Filé)
La dedicatoria de la capilla a la diosa Isis queda plasmada en la Jamba exterior sur de la misma, por medio de la siguiente inscripción, existente en su tiempo, y hoy, lamentablemente, casi completamente desaparecida:
'[El buen dios, el señor de las Dos Tierras, Adijalamani, eternamente viviente, amado de] Isis, dotada de vida, la señora del Abaton. Él construye para ella su puerta con bella (y) sólida piedra blanca. Él embellece…. ' (Martín Valentín IJTD # 23, 1-3)
La dedicatoria es coherente con la tradición del culto de la diosa Isis en Debod, aunque, como observó Roeder: ‘....En otros templos nubios se menciona ocasionalmente a Amón de Debod....pero nunca a Isis de Debod. La compañera de Amón de Debod es Satis, la protectora de Elefantina, una diosa nubia de origen...’
El reparto del santuario muestra también la dualidad de los dioses adorados en Debod. En el templo hubo dos naos durante la época ptolemaica y romana. Por ello, hay que pensar que pudieron existir otros dos naos en los tiempos de Adijalamani, probablemente sustituidas posteriormente por los dinastas alejandrinos, para colocar las suyas.
Como dice Roeder: ‘...Dos naos en un santuario son inhabituales y significan en el fondo, lo mismo que en el santuario de Kom Ombo: que en el templo son adorados dos dioses, y estos no pueden ser en Debod, según lo que sabemos, otros que, Amón de Debod, e Isis de Filé.’ Sin embargo, siendo esta observación acertada, pues es cierto que nunca existió una Isis de Debod como divinidad específica, ello demuestra que la diosa Isis adorada en Debod era la Gran Isis de Filé. No podría haber sido de otro modo. '
Paralelos arquitectónicos de la capilla de Adijalamani
Se ha propuesto más arriba la consideración de la capilla de Debod como uno de los ejemplos de la serie de templos de época ptolemaica que implicaba la presencia de elementos culturales ajenos a la tradición egipcia.
En este caso, no se trataba de la influencia griega o, mejor, ptolemaica, sino de la meroíta. Conocemos abundantes ejemplos de templos napateos y meroítas que pueden ilustrarnos a propósito de lo que podría haber sido la intención constructiva final de Adijalamani, cuando ordenó la edificación de su capilla en Debod.
El templo del sol en Meroe
El desarrollo arquitectónico de los templos kushitas se producía desde el centro hacia fuera, quedando la parte más sagrada ubicada en el centro arquitectónico del conjunto que lo albergaba, con un sistema semejante al de las capas que conforman una cebolla.
Por el contrario, los templos tradicionales egipcios se edificaban desde un punto determinado, hacia el exterior, en una perspectiva orientada linealmente.
Observando tal principio, es factible admitir que el plan arquitectónico original de nuestra capilla, recuerda vivamente al del ‘Templo del sol’ en Meroe, construido en época de Aspelta (siglos VII-VI a C.), y también, a los de otros santuarios edificados por los kushitas en dicha capital.
El ‘Templo del sol’ de Meroe, construido en la llanura desértica, a medio camino entre la ciudad y los cementerios de las pirámides reales, se alza sobre un podium que se apoya en una rampa inclinada, bordeada por una columnata períptera.
La citada capilla está inserta dentro de un templo dotado con pilono, todo ello, a su vez, dentro de un muro de rodeo al aire libre, con columnata períptera, y cerrado por otro pilono de mayor altura que el anterior, que acogía la puerta de acceso al recinto.
La entrada hacia el interior del templo se facilitaba por medio de una escalera, construida con escalones de escasa altura, a través del pilono, traspasado el cual, se entraba en lo que sería realmente el edificio religiososo, paralelo de nuestra capilla.
En el caso de Debod, se comprende que solo se llegó a construir la parte interior o capilla de lo que podría haber sido un complejo edificio, alzado en un estilo de construcción religiosa análogo al del citado ‘Templo del sol’, con lo que se puede establecer un perfecto paralelo entre ambas edificaciones religiosas.
Así pues, la capilla de Adijalamani habría llegado a ser, si las circunstancias políticas lo hubieran permitido, el núcleo central de un gran santuario como el del rey Aspelta en Meroe.
Un relieve existente en la parte trasera del muro de rodeo del ‘Templo del sol’ muestra el edificio, tal como aparecía, cuando aún estaba en pie. A la vista del mismo se comprueba la existencia de la columnata períptera interior. Hinkel, en su idea reconstructiva acerca del posible estado original del santuario, ha propuesto añadir otra semi-columnata períptera exterior que cubriría las fachadas frontal y laterales, dejando franca la puerta y la rampa ascendente de acceso al interior del santuario, situadas entre los masivos del pilono.
La capilla de Ergamenes en el Templo de Thot de Pnubs, en Dakka
La estructura de la capilla de Arkamani en Dakka, (Ergamenes II) (207/6-186 a C.), englutida en las ampliaciones posteriores del templo de tiempos de Ptolomeo IV, Filopator y de Ptolomeo VIII, Evergetes II, recuerda muy vivamente la tradición arquitectónica de los templos meroíticos y, por consecuencia, también a la de Adijalamani en Debod.
Los paralelos de esta capilla con la de Adijalamani en Debod, no solo se refieren a las hechuras arquitectónicas, sino a la presencia de representaciones de divinidades en su interior, que también están presentes en Debod.
Así, aparte del dios Thot de Pnubs, vemos (como en Debod) las imágenes de Im-Hotep, Upset, Ra Hor-Ajty y Hat-Hor, Satis, Osiris e Isis, Amón-Ra, Mut, el propio Amón de Debod, el Faraón de Biga y Anukis, Shu-Arensnufis y Sejmet/Tefnut, Harpócrates y Buto/Neith.
Otros templos en Mussawwarat Es Sufra y Meroe
En general, el trazado de los templos meroítas imitó el planteamiento de los templos dedicados al dios Amón durante la dinastía XXV. El templo de Amón en Meroe se comenzó en el siglo III antes de Cristo.
Los templos de Amón dotados con cámaras múltiples, construidos en Naka y Amara, el de Isis en Uadi ben Naka, o los templos B 1300 en Napata, o M 720, en la ciudad de Meroe, atestiguan la supervivencia de la estructura litúrgica de los cultos tradicionales.
Sin embargo, la principal clase o tipología de templo construido en los siglos del periodo meroítico era la de una sola sala, como en Debod o en Dakka antes de la ampliación ptolemaica.
Entre todos los templos nubios que se puedan señalar, probablemente el más cercano a la idea constructiva de la capilla de Adijalamani sea el ‘Templo del león’, dedicado al dios Apedemak, en Mussawwarat Es Sufra. Fue mandado edificar entre los años 235-221 a C., bajo el reinado del rey Arnejamani, antecesor de Arkamani (Ergamenes II).
De hecho, sus medidas (doce metros de largo por seis metros y medio de ancho) se asemejan, en las proporciones, a las de la capilla de Adijalamani, aunque esta última es de dimensiones más reducidas.
Lo que conocemos de este templo indica que la naturaleza de su estructura de una sola cámara, con pilono y entrada con columnas, permitía ejercer en ese limitado espacio, las mismas funciones rituales que se habrían desarrollado en los complejos tradicionales constituidos por la sala hipóstila, el pronaos, y el naos, que conformaban los templos con múltiples dependencias, al estilo tradicional del Alto Egipto. Este era el caso de la capilla-templo de Adijalamani en Debod.
Por otra parte, el tema central de los relieves del ‘Templo del león’, en Musarawwat Es Sufra, está constituido por los principales dioses asociados al mito de Estado: el dios Apedemak, que ocupa el lugar principal como la divinidad a la que los principales santuarios fueron dedicados, junto con otras no menos importantes tales como Amón, Arensnufis, Sebiumeker, Horus y las consortes de Apedemak y Amón.
El templo M 250 erigido sobre un podium por Aspelta en la ciudad de Meroe fue reconstruido como una capilla con doble podium por el príncipe Akinidad, a finales del siglo I después de Cristo.
En todo caso, queda claro que la capilla-templo de Adijalamani en Debod entra de lleno en la tipología de los templos meroíticos, llevada desde Nubia a la frontera con Egipto con motivo de la presencia de los soberanos de Meroe en dicha zona, entre los siglos III y II, a. de C.
Francisco J. Martín Valentín
Egiptólogo
Ver en este mismo blog el artículo : LAS INSCRIPCIONES JEROGLÍFICAS EN EL TEMPLO EGIPCIO DE DEBOD
BIBLIOGRAFÍA
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Francisco J. Martín Valentín y Teresa Bedman
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Francisco J. Martín Valentín y Teresa Bedman
Francisco J. Martín Valentín es egiptólogo. Director del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto. Director de la Misión Arqueológica Española en Asasif, (Luxor Occidental Egipto), desarrollando actualmente el “Proyecto Visir Amen-Hotep. TA 28". Director de la Cátedra de Egiptología ‘José Ramón Mélida’. Teresa Bedman es egiptóloga. Gerente del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto. Co-directora de la Misión Arqueológica Española en Asasif, (Luxor Occidental Egipto), desarrollando actualmente el “Proyecto Visir Amen-Hotep. TA 28”. Secretaria de la Cátedra de Egiptología ‘José Ramón Mélida’.
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