CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero

Para comprender el relato de la Pasión, su complejidad literaria e histórica, es necesario hacerse con un bagaje cultural amplio. Comenzamos hoy algunas notas sobre este tema.

Hoy escribe Eugenio Gómez Segura


La diáspora era fruto de cientos de años de historia, de modo que no ha de resultar extraño que la duración del fenómeno abriera algunas brechas entre las comunidades judías que habían viajado por el Mediterráneo como otros pueblos lo hicieron (judíos adorando a su dios en Elefantina, Egipto en el s. V a. C.). De hecho, para el judaísmo más ortodoxo de Jerusalén, pese a las variantes que en sí mismo contenía, las comunidades alejadas de él presentaban algunas notas discordantes, en algunos casos tolerables, en otros no (caso de Elefantina, léase Jeremías 44). 

Algunas comunidades, en general bastante integradas entre los gentiles, eran mucho menos intransigentes que lo que habría gustado a los contagiados del ambiente de excesivo fervor religioso reinante en Judea, pues era lógico que la vida entre gentiles llevara a aceptar, de mejor o peor grado, costumbres tanto alimenticias como sociales diferentes a las preconizadas por unas leyes divinas promulgadas en los estertores de la Edad del Bronce. También la distancia entre la metrópolis religiosa y estas comunidades hacía ver con otros ojos algunas cuestiones tenidas como fundamentales, aunque existían numerosos lazos entre diáspora e Israel, ya que la beneficiosa legislación que Roma dispensaba al judaísmo permitía contribuir con un impuesto particular a la prosperidad del templo y es cierto que muchas familias enviaban a sus hijos a estudiar a la ciudad de David.  

Así pues, consideremos un mundo que había llevado a los hebreos a adaptarse a él. Piénsese, sin ir más lejos en los dominios de los herederos de Alejandro Magno, en lo que supondría para un ortodoxo judío no sólo ver estatuas de humanos desnudos, algo prohibido en su religión, sino el mismo hecho de que los dioses aparecieran esculpidos o pintados en cualquier lugar monumental de una ciudad o santuario de la época. Y, junto a esto, téngase también en cuenta que la tradición mitológica e histórica de todos los pueblos que los acogían habría de resultar fuente al menos de comentarios, cuando no se convirtiera en materia de crítica habitual por las increíbles hazañas de sus dioses y héroes, frente a una mitología propia plagada de héroes entregados a Yahvé protagonistas de sucesos tan rocambolescos como los de los gentiles pero considerados como historia real del pueblo elegido. 

Con todo, la rigidez que comporta esta actitud no debe ocultar la innegable inserción que alcanzó la diáspora judía en el Mediterráneo oriental de la época. Sin ir más lejos, una de las más fértiles corrientes de pensamiento, el gnosticismo, que afloró a principios del siglo I de nuestra era en Egipto y se extendió paulatinamente por el Imperio, es una pujante mezcolanza de ideas religiosas y filosóficas tanto gentiles como egipcias y judías. Añadamos a esto el caso de los libros conocidos como Oráculos Sibilinos, un apócrifo del Antiguo Testamento que, dentro de la línea más estricta de ortodoxia judía en cuanto a la tierra de Israel y el papel de Yahvé y su Mesías en la liberación de los judíos de la opresión extranjera, se presentaba en forma de oráculos al estilo de los de tantos santuarios grecorromanos de la época. Baste, a modo de ejemplo, un pasaje del libro III en que son engarzados los temas de la Torre de Babel, el diluvio y el mito de la sucesión de tres dioses griegos, Crono, Titán y Jápeto: 

 

Mas cuando del gran Dios se cumplan las amenazas que una vez profirió contra los mortales, cuando una torre levantaron en la tierra de Asiria: todos hablaban la misma lengua y querían subir hasta el cielo estrellado; mas al punto, el Inmortal les envió gran calamidad con sus soplos y a su vez luego los vientos derribaron la gran torre y entre sí los mortales levantaron mutua disputa; por esto los hombres pusieron a la ciudad el nombre de Babilón; y después que la torre cayó y las lenguas de los hombres con toda clase de sonidos se distorsionaron y a su vez toda la tierra se pobló de mortales que se repartían los reinos, entonces es cuando existió la décima generación de seres humanos, desde que el diluvio cayó sobre los primeros hombres. Y se hicieron con el poder Crono, Titán y Jápeto, hijos excelentes de la tierra y el cielo (a los que los hombres habían llamado tierra y cielo al ponerles nombre porque ellos fueron los más destacados de los seres humanos). A suertes habían echado para cada uno la tercera parte de la tierra... (Versos 97 a 114. Traducción de E. Suárez de la Torre, en Apócrifos del Antiguo Testamento III, editado por A. Díez Macho y A. Piñero Sáenz, Ediciones Cristiandad, 2ª edición 2002). 

 

El pasaje, presumiblemente escrito en Judea hacia el año 150 antes de nuestra era, nos ofrece una magnífica muestra de lo que ocurría con frecuencia en el mundo que Alejandro Magno primero y Roma después habían globalizado en su escala mediterránea: la mezcla de culturas, por lo tanto de religiones, y la convivencia entre ellas produjeron una amalgama de creencias, sincretismo en lenguaje técnico, que enriqueció algunas doctrinas, relegó otras y sirvió como abono para el nacimiento de algunas más. 

 

Texto procedente de La verdadera historia de la Pasión, Ed. EDAF. 

 

Enlace al diálogo que mantuvimos Antonio Piñero y yo a propósito de la Pasión de Jesús en el canal Indagando en la Biblia:  

Saludos cordiales. 

 

Miércoles, 30 de Abril 2025

Notas

17votos
Ultimo aviso
Para los lectores  de México:
 
Aquí les dejo el que creo último aviso para los lectores de este medio en México
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Viernes, 25 de Abril 2025

Escribe Antonio Piñero

El incansable Ariel, ágil de mente, perspicaz exegeta, acaba de lanzar al espacio de la lectura dos nuevas publicaciones de sus populares “Enigmas”, formulados a través del agudo análisis de pasajes de las Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamento, textos que son a menudo interesantes porque plantean una suerte de acertijo al lector. Ariel despierta el interés por estos textos y no queda en meros planteamientos,  sino que resuelve las cuestiones que el lector, incluso el pausado, no acaba de entender o –a menudo– comprende mal.

He aquí la ficha editorial de sus dos nuevos libros “Enigmas”, editados por PPC en Boadilla del Monte, Madrid, España: el número 7 tiene el ISBN 978-84-288-4215-0, 174 págs. 19x12 cms. Encuadernación en rústica. Su precio en torno a los 17 euros. El número 8: 178 págs, y tiene el mismo tamaño de 19x12. ISBN: 978-84-288-4216-8.

El contenido del número 7 de “Nuevos enigmas de la Biblia” es el siguiente:

1. ¿Quién fue la primera mujer que habló con un ángel?
2. ¿Quién fue el primer juez de Israel?
3. ¿Quién fue la reina que se disfrazó para salvar a su hijo?
4. ¿Cuál es el libro más breve del Antiguo Testamento?
5. ¿De dónde tomó Marcos los datos de su evangelio?
6. ¿Confesó Jesús sus pecados antes de bautizarse?
7. ¿Por qué viajó Jesús a Jerusalén al final de su vida?
8. ¿Por qué lloró Jesús ante la muerte de Lázaro?
9. ¿Fue san Pablo perseguidor de los cristianos?
10. Según el Apocalipsis, ¿cuándo será encadenado Satanás?
 
El contenido del número 8 es como sigue:
 
1. ¿Por qué Abrahán expulsó a Ismael de su casa?
2. ¿Cuál es la mujer más bendecida de la Biblia?
3. ¿Por qué Ajitófel traicionó al rey David?
4. ¿Quién fue el profeta que hacía bajar fuego del cielo?
5. ¿Quién fue el profeta llamado a destruir a Israel?
6. Según la Biblia, ¿tuvo María otros hijos?
7. ¿Quiso Poncio Pilato liberar a Jesús?
8. ¿Fue Jesús juzgado por Herodes Antipas?
9. ¿Por qué el evangelio de Juan rebaja a María Magdalena?
10. ¿Compuso san Pablo el himno al amor?
 
No es preciso esforzarse  para ponderar el interés de estas preguntas. Son todas  apasionantes. Y la suerte del reseñista radica en este caso en que no puede hacer una crítica negativa (en sí muy poco probable)  porque ello implicaría destripar el contenido.
 
En mi opinión, la lectura de los dos libros es tan interesante como la de una novela de “suspense”… y a la vez iluminadora. Pero quizás algún lector pensará que el contenido es mera divulgación de conocimientos ajenos. No es así en absoluto. El planteamiento de las cuestiones y su resolución no son sino el producto de una reflexión personal muy profunda sobre el contenido de la Biblia; y los puntos de vista expresados y defendidos por el autor, a menudo sorprendentes. “¿Cómo no había caído yo en la cuenta de esta cuestión?” se formulará el lector, acusándose un tanto a sí mismo... Es posible que no siempre le convenza la solución del enigma propuesta por el autor, pero siempre habrá agudizado su interés por la lectura del “Libro de los libros”.
 
La exégesis de textos tan antiguos y alejados de nuestra mentalidad no es nada fácil. Ariel Álvarez Valdés, como exegeta, cumple con su labor detectivesca al desentrañar los mencionados pasajes enigmáticos de la Biblia, o cuyo contenido profundo se escapa  al lector.  En su trasfondo,se cumple en la tarea del exegeta la definición de “inteligencia” en griego: sýnesis, cuyo étimo (compuesto de syn-íemi; emparentado con latín jacio) tiene que ver con la idea de “lanzar una cosa contra otra”. Es decir, juntar conceptos que en apariencia están separados. Justamente es esta la labor del detective, el cual es capaz de unir cabos sueltos  en cuya unidad nadie había reparado… Y una vez unidos, hace llegar al lector a un sorprendente final del relato.
 
Por ello he escrito ya varias veces que la lectura de estos libros de Ariel es enriquecedora. No es justo decir que Álvarez Valdés se dedica solo a la divulgación, como sostienen algunos, sino que es un verdadero maestro de la exégesis. Y en este caso, después de cada tema aclarado, señala al lector una posible y ulterior lectura por si desea ampliar el tema. Insistiré además en que los dos libros no son –como he indicado ya– una mera aclaración literaria e histórica de pasajes escriturísticos, sin duda bien dividida y organizada, sino también la exposición de aplicaciones para la vida diaria de pasajes bíblicos que en apariencia podrían no tenerla. Ello puede agradar a muchos lectores.
 
Reitero mi admiración por la tarea de Ariel, por el valor de haber creado la Fundación para el diálogo entre Ciencia y la Fe (términos incompatibles para muchos), y por explicar / aclarar agudamente textos que animan a leer más la Biblia.

Saludos cordiales de Antonio Piñero


Añado un último aviso par los lectores de México

 
Miércoles, 23 de Abril 2025

Para finalizar esta serie dedicada a mi trabajo sobre Jesús de Galilea, unas reflexiones sobre lo que considero único calendario históricamente lógico de sus últimos días o meses de vida.

Hoy escribe Eugenio Gómez Segura.


En resumen, mi propuesta es que Jesús se habría decidido en fechas cercanas al Día de la Expiación (septiembre) a iniciar una acción mesiánica que tuviera lugar durante las fiestas de Tabernáculos, fiesta que recordaba la vida durante el Éxodo, y también fiesta de renovación previa a la celebración del año nuevo (Yom Kipur), es decir, sumamente simbólica para quien deseaba limpiar el judaísmo y ayudar a implantar el nuevo reino de Yahvé. La entrada triunfal en Jerusalén, las palmas, la llegada en burro si se produjo, los himnos y alabanzas, el título de la cruz, encajan bien en Tabernáculos y el marco ideológico de Jesús.  

Dicho esto, hay que repasar los confusos y atropellados acontecimientos que desgrana la tradición evangélica. Basándome en los estudios ya indicados, voy a centrarme en algunos sucesos para ofrecer después una reconstrucción de los hechos. 

Uno de los acontecimientos más debatidos es el alboroto que provocó Jesús en el templo. Lo primero que llama la atención es que hay dudas respecto a si tuvo lugar. Si se acepta el episodio, se involucra en gran manera a las autoridades locales de Jerusalén en la detención y primeros compases del juicio a Jesús; si no se acepta ese incidente, la responsabilidad del apresamiento, juicio y condena son exclusivamente romanas. El primer supuesto, de todas formas, no sirve para aclarar definitivamente por qué pudo llevar a cabo tal acción. La relación entre la fiesta (si es Pascua) con el incidente del templo es difícil. Es más fácil asociar el hecho a la renovación de Yom Kipur. Y tampoco es muy fácil entender por qué pudo hacer eso el de Galilea en el momento en que lo hizo, tras le entrada a la ciudad y antes de la última cena. Podría hablarse de un retoque en la narración, es decir, que la escena esté desplazada de su orden temporal originario, propuesta que no es una irresponsabilidad, pues en Marcos, Mateo y Lucas aparece al comienzo de la semana, antes de la última cena, mientras en Juan se presenta al comienzo de la vida pública de Jesús. En mi opinión, la lógica histórica lleva a situar el incidente después de la cena en que se habrían decidido los últimos detalles del plan, la última cena, que habría tenido lugar la víspera de la entrada en Jerusalén. 

Se puede pensar así sobre la última cena por varias razones. El primer testimonio sobre ella, Pablo, no aclara que sea en Pascua, y el evangelio Juan no la menciona asociada a la noche previa. La versión de Pablo parece ofrecer, por tácita, una cronología mejor, pues claramente asegura que fue la noche antes de ser entregado. Además, si no fue en Pascua, como resulta lógico por lo visto unas páginas antes, tampoco hay que atarse a la víspera de Pascua ni a la cascada de acontecimientos tal como se ofrecen normalmente. Se trataría de una cena normal celebrada antes de Tabernáculos y antes de entrar en Jerusalén como mesías. 

La reconstrucción de los hechos podría ser la siguiente: tras decidir y planear en la última cena despertar conciencias y voluntades para que Yahvé apreciara que su pueblo estaba realmente comprometido con la restauración en Tabernáculos, Jesús entró en Jerusalén como rey y fue al templo como muestra de purificación de un lugar sagrado que él consideraba imprescindible. 

Se dice en ocasiones que en Galilea la población se sentía distante del templo, pero quizá una prueba en contra sea la pieza arqueológica aparecida en durante las excavaciones de la sinagoga de Magdala, a orillas del Mar de Galilea, cerca de Cafarnaúm. Se trata de una piedra en forma de paralelepípedo que figura el templo de Jerusalén, la menorá, arcadas como las del patio del templo, rosetas y haces de palmas. Servía para colocar sobre ella los rollos de la Ley que se leían y comentaban en las reuniones del sábado. Por otro lado, recuérdese que, a la muerte de Jesús, el grupo sus seguidores de Jerusalén siguió el culto del templo. 

 Ir directamente al templo sería una forma de delimitar el alcance religioso de su iniciativa. Ahora bien, el incidente en el templo parece haber sido o notoriamente rebajado por los evangelistas o muy ineficaz. Si se acepta esto último se puede postular que Jesús y los suyos se retiraron a tiempo para evitar males mayores. Esa retirada habría acabado por llevar al grupo a los alrededores de Jerusalén, al Monte de los Olivos, justo frente al templo, con una puerta de salida entonces abierta y donde la tradición indica que fue apresado. Esta localización pudo ser buscada, pues los galileos acostumbraban a acampar allí durante las grandes festas de Jerusalén: la muchedumbre de peregrinos podría haber ocultado al grupo, lo cual también justifica la necesidad de delatores y de redadas. 

Ayudada por su sistema de espionaje y apoyada en Herodes Antipas y, puede suponerse, algunos miembros de los cargos sacerdotales más importantes ligados al templo, Roma habría sido alertada de las intenciones de Jesús y la repercusión que alcanzarían. Así pues, durante la noche (o una noche posterior), Roma, con la ayuda de algunos de los sacerdotes y saduceos, se habría encargado de buscarlo sirviéndose de delatores, soldados y guardianes del templo, posibilidades todas recogidas en los evangelios. 

 

Los juicios 

Otro detalle igualmente turbio, no ya en el relato sino en la memoria sobre los hechos, es el problema de los diversos tribunales a los que Jesús habría sido llevado, así como las acusaciones en ellos pronunciadas. Parece que la de blasfemia sería muy improbable por vaga y de difícil encaje en las prohibiciones de la Ley. En cambio, son factibles y están recogidas en la tradición evangélica la incitación a no pagar impuestos (insumisión fiscal lo llamamos ahora) y la autoproclamación como mesías. En cuanto a estar presente en tres tribunales en una sola noche, la compresión parece muy excesiva y, como mucho, se podrían aceptar dos, uno judío y otro romano. 

Una reconstrucción que incorpore varios tribunales, o diferentes instancias y dudas entre los judíos a la hora de presentar el caso a Roma si fue así, sería que en realidad pasó un tiempo relativamente largo entre el apresamiento y la condena, fechado el primero en Tabernáculos y la segunda cerca de Pascua. El caso no sería raro si se compara con el de Pablo de Tarso, que, según el relato de Hechos, pasó dos años confinado en Cesarea hasta que variaron las circunstancias. Y hay un paralelo histórico: Flavio Josefo informa de que, antes de la preceptiva ejecución, el procurador Albino, que gobernó entre el 62 y el 64, mantuvo durante un tiempo no especificado como presos a varios judíos que “claramente eran dignos de morir”, merecían la muerte (Ant, 20, 9, 5). 

Ateniéndonos ahora a lo explicado en capítulos anteriores, sí parece que la acusación planteada por Roma, sedición inherente al título de mesías y a la incitación a no pagar los impuestos, es la opción que responde a la certeza que abría este capítulo: ajusticiado en cruz. Que el proceso pudiera dilatarse una vez suprimido el problema de orden público no es un obstáculo, máxime teniendo en cuenta el ambiente de fiesta sagrada que convierte en ilógica esa rapidez evangélica a la hora de llevar a cabo el juicio y la condena, ambas acciones constreñidas por la necesidad de ajustarse al hipotético y ya difícil de asumir calendario pascual. 

 

Enlace a la entrevista que, sobre este mismo tema y con suficiente tiempo, me han hecho en el canal Imagen por la historia: https://go.ivoox.com/rf/144993256  

Páginas extraídas de mi obra Jesús de Galilea, una reconstrucción arqueológica, vendido en Amazon . 

Saludos cordiales. 

Miércoles, 16 de Abril 2025
Curso sobre Apócrifos del Antiguo Testamente
¿Quién sabe si entre los lectores de este Blog hay gente que viva en la capital de México?

Ahí va un anuncio por si ocurre que es así
Domingo, 13 de Abril 2025

Notas

33votos

Una frase tan universal como “amar al prójimo”, sujeta a revisión histórica, puede ofrecer resultados sorprendentes. Su origen, su situación en los evangelios, son pistas necesarias a la hora de encontrar solución a este enigma atribuido a Jesús, un Jesús que basaba su enseñanza en el judaísmo.


Hoy escribe Eugenio Gómez Segura.


Exhortación fundamental entre los seguidores del cristianismo porque parece abundar en ese amor universal que lo caracteriza, la frase “amar al prójimo como a uno mismo” está unida a “amarás a Dios sobre todas las cosas”, pareja de conceptos que aparece por primera vez en Mc 12, 28-34, que ofrezco intentando traducir bien el griego: 

Y acercándose uno de los escribas tras oír que ellos disputaban, al ver que les respondía correctamente le preguntó: “¿Cuál es el primer mandamiento de todos?” Le respondió Jesús: “El primero es: escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es el único señor (Dt 6, 4), y amarás a tu dios con todo tu corazón, toda tu vida, toda tu inteligencia, toda tu fuerza (Dt 6, 5; Jos 22, 5). El segundo éste: amarás a tu vecino como a ti mismo. Mayor que éstos no hay otro mandamiento”. Y le dijo el escriba: “Bien, maestro, hablas según la verdad que uno es y no hay otro excepto éste; y el amarle con todo el corazón, toda la conciencia, toda la fuerza y el amar al vecino como a ti mismo es mucho más importante que todos los holocaustos y sacrificios”. Y Jesús, al ver que respondía cabalmente le dijo: "No estás lejos del reino de Dios". 

Comenzaré el análisis indicando que la posición de la escena en el evangelio (una pregunta que no encaja en la argumentación general que otros grupos de judíos lanzan contra Jesús inmediatamente antes de su semana de pasión) parece indicar que es un material muy antiguo. Además, la historicidad aumenta al observar que la anécdota incluye al único escriba que resulta decente a ojos del redactor del evangelio, lo cual sólo se explica si la escena es algo inevitable para el escritor en lugar de algo deseado por él (pues escapa totalmente a su norma de presentar mal a los escribas). En resumen, la extraña colocación de la anécdota y el carácter del escriba apuntan a una gran antigüedad de la información, considerándose incluso que puede resultar auténtica. 

Ahora bien: la sentencia “amar al prójimo” es otra frase igualmente difícil de traducir en español. En griego la palabra utilizada para prójimo es plesíon, que realmente significa “vecino”, “cercano”. En español tenemos una dificultad añadida a la propia de traducir: el latín tenía como palabra apropiada para traducir el término griego el vocablo proximus, que, efectivamente, significa cercano. Sin embargo, esta palabra ha conocido dos hijas en español, la culta “próximo” y la ancestral “prójimo”. Fruto de la reiterada cita de la frase “ama al prójimo” y de su aplicación indiscriminada se ha creado un significado nuevo para prójimo: “cualquier hombre respecto de otro”. De ahí surge una idea de amor universal que no se presenta en la frase griega. 

Que esta idea presida la sentencia es debido a la versión que el autor de Lucas nos ofrece. En dicho evangelio, la frase está precedida por la famosa anécdota del buen samaritano. Esta disposición, totalmente ajena a la de Marcos, logra que el ejemplo del samaritano que ayuda a un desconocido tiña el término “vecino”, “próximo”, de un carácter indeterminado y, por tanto, universal. De hecho, la forma habitual de conocer la frase “ama a tu prójimo” incluye la narración de Lucas más que la de Marcos. En definitiva, siendo dos textos de la segunda generación cristiana, Lucas muestra un arreglo de la frase de Jesús porque no la vio idónea para la mentalidad universalista de su redactor ni de las iglesias para las que estaba diseñado el texto: logró arroparla con la anécdota del samaritano para que no fuera lo que Jesús dijo. Por tanto, la redacción de Marcos, basada indiscutiblemente en el muy antiguo versículo Lv 19, 18, sólo se refiere a compañeros de religión, a vecinos en el más intenso sabor de pueblo de Yahvé que pueda darse, tal como testimonia el hecho de que los mandamientos que en Levítico anteceden a la frase no tengan otro objetivo que “los forasteros” o “errabundos”, “los tuyos”, “los hermanos”, “los hijos de tu pueblo”.  

Pero no sólo esta idea es propia del autor del libro Levítico. El hecho de que Jesús resumiera toda la Ley en la oración de Dt 6, 5 (que después llegó a ser la Shemá) y en este pasaje de Levítico insiste en la idea de que no se trató de una novedad del Nazareno sino de que retomó las dos facetas de la Ley (la divina y la humana) y las recordó a los demás en una suerte de compendio. Frente a la tradición de aislar a Jesús respecto de la cultura judía, quizá haya que recordar que los análisis de frases sueltas no permiten asegurar demasiadas conclusiones. En cambio, los compendios de textos largos, así como el análisis de contextos, plantean una posibilidad real de ambientar correctamente los escasos testimonios de que disponemos. Esta forma de emprender el análisis lleva el nombre de “criterio de coherencia”, y modernamente ha dado pie a inaugurar un nuevo método de estudio para la figura de Jesús, el llamado patrón de recurrencia (idea de Fernando Bermejo): si una idea aparece dispersa por los evangelios, nunca en pasajes conectados, pero persistentemente, habrá que pensar que hay un sustrato real que responde por esa idea. En el caso que nos ocupa, el fragmento de Mc 12, 28-34, admitido como cierto, aisladamente es fantástico. Sin embargo, compensada su soledad con la tendencia a excluir extranjeros, el conjunto es mucho más lógico. Por un lado, habría que ser más compasivo para atenerse a ciertos capítulos de la Ley, lo cual se corresponde con lo que sabemos de Filón y Flavio Josefo al menos; por otro lado, este amor por el gentil se desvanece cuando se trata de enfrentarse al enemigo de Yahvé como tal, es decir, cuando un judío es impío y se aleja del resto bueno que trabaja por la llegada del reino o cuando un extranjero perturba la paz que Yahvé estableció en Israel con Israel. 

En general, Yahvé habría dotado a la humanidad, su creación, de una buena manera de relacionarse, una manera perdida posteriormente y recuperada por el judaísmo gracias a la Alianza y la Ley. Volver a esas leyes humanitarias por parte del judaísmo sería un paso evidentemente previo para la vuelta de ese reino paradisíaco que Yahvé prepararía para su pueblo. Y quizá no por una simple preocupación por el extranjero sino por evitar extender el mal por la tierra de Yahvé. Es decir, el extranjero que estaba fuera de la tierra de Israel tampoco importaba demasiado. 

Toda esta consideración por los extranjeros en la tierra de Yahvé no obsta para calcular que su presencia también podía ser un problema. Y lo era, puesto que la mayoría de ellos no se sujetaba a la Ley mosaica, había traído costumbres indecentes y, además, imponía otras leyes, leyes que, según la ideología romana imperante, estaban respaldadas por sus dioses respectivos, en este caso el todopoderoso Júpiter que convertía a las legiones en invencible máquina de guerra al par que un imparable sistema de recaudación de impuestos. 

 

Páginas tomadas de mi libro Jesús de Galilea: una reconstrucción arqueológica (Amazon ). 

 

Saludos cordiales. 

Martes, 1 de Abril 2025


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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