CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero

1231 = 04-05-2022



Escribe Antonio Piñero

Hay quien sostiene que los críticos rebajamos la veracidad de algunos escritos cristianos que informan sobre Jesús dado que proceden del siglo II o III. Es decir: son textos tardíos. Y aducen el siguiente argumento múltiple:
 
«La biografía de Mahoma es de 300 años después del fallecimiento de este y solo hay una sola copia. La Biografía de Alejandro Magno se escribió 400 años después de morir Alejandro Magno. La Guerra de las Galias de Julio César tiene tres manuscritos y el más próximo está a 900 años de cuando Julio César escribió está Guerra de las GALIAS. En el caso de la República de Platón la distancia entre la original escrito por Platón y el conservado es de 1200 años.
¿ Se es excesivamente exigente con Jesús de Nazaret y se le exigen una serie de requisitos que no se le exigen a otros personajes?».
 
Hasta aquí la cuestión planteada.
 
Mi respuesta es que en sí misma la edad de una copia tiene y no tiene  importancia a la vez.  Todo según cómo sea esta copia. No es lo mismo un manuscrito con faltas, mal copiado, que otro manuscrito calificado por los papirólogos y críticos textuales como un manuscrito cuidadoso con lo que transmite. Además desempeña un papel la crítica interna del texto que se transmite.
 
Así, las presuntas biografías de Mahoma compuestas siglos más tarde y copiadas después no tienen valor histórico alguno ya que sus fuentes cuando se escriben son ya legendarias. Lo mismo ocurre con la inmensa, casi totalidad de los Evangelios apócrifos: fuentes inventadas, imaginativas, legendarias. Aquí no importa que los manuscritos estén o no bellamente copiados, sino el contenido plasmado por escrito siglos más tarde de lo ocurrido.
 
La “Guerra de Hispania” o la de las “Galias”, aunque haya sido copiada muy tarde es presumiblemente una obra del mismo Julio César. Ahí la crítica interna solo le queda intentar discernir si Julio César mismo es objetivo o se deja llevar por la auto propaganda. Así en casi cada sección e incluso párrafo su texto es sometido a crítica.
 
Respecto a los Evangelios: un texto como el de Marcos, compuesto unos 40 años después de la muerte de Jesús y copiado en ese mismo instante (no es así en los documentos que poseemos; pero aceptémoslo por hipótesis) no tiene más valor que histórico el que le dé la crítica interna. 40 años son suficientes para magnificar al personaje, al héroe, ya muerto, Jesús, y declararlo implícitamente divino.
 
Ese proceso descubierto por la crítica y comparación con todos los documentos de los que dispone para la época, entra dentro de la teología y de lo sobrenatural, que no es ámbito de la historia. Al ser teología no es comprobable empíricamente; lo sobrenatural que se cuenta no tiene correlato empírico, por tanto es en sí criticable e investigable. No pedimos más que lo que hacemos con Julio César
 
Respecto a Platón: la veneración por el personaje como literato y filósofo hizo que las copias de sus obras fueran muy buenas. Lo mismo pasó con Homero, cuyo texto fue establecido ya por los filólogos alejandrinos, aunque unos 500 años después de su composición y con las copias que tenían. La crítica hoy trata el texto de Homero con el mismo ojo examinador que a Julio César, a Tácito o a Tito Livio.
 
Por tanto, no se exige nada a los textos cristianos sobre Jesús que no se exija igualmente a cualquier documento de la Antigüedad: la crítica interna; la comparación con otros testimonios; el estudio del contexto histórico; el estudio en sí del personaje del que se habla o escribe; los criterios de verosimilitud histórica, etc., tal como se explica en cualquier tratado de critica textual e histórica de Grecia y Roma. Así pues, creo que la cuestión está radicalmente desenfocada.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
Nota
 
Una entrevista / tertulia sobre diversos temas candentes suscitados por la lectura del volumen “Los libros del Nuevo Testamento”:

https://youtu.be/2wGWq5E63cY
 
Miércoles, 4 de Mayo 2022

Notas

Una de las palabras más importantes del cristianismo, gancho para muchos paganos de la segunda mitad del siglo I d. C, es resurrección. Su importancia es equivalente a su dificultad, como veremos a continuación.

Hoy escribe Eugenio Gómez Segura.


076. Resurrección (1).
Resurrección, de Marc Chagall, tomada de aquí.

Cuando Pablo de Tarso escribió (o dictó) la carta conocida como 1 Tesalonicenses nos brindó uno de los pasajes más estimulantes para la reflexión de quien se interesa por las religiones del Mediterráneo en la Antigüedad. Se trata del siguiente fragmento:

Pues si confiamos en que Jesús murió y se levantó, así también Dios, mediando Jesús, llevará con él a quienes están dormidos. Pues os lo decimos con la palabra del señor, porque nosotros, los vivos que quedamos hasta la vuelta del señor, no adelantaremos a los ya muertos; porque el mismo señor bajará del cielo con clamor, con la voz de un arcángel y la trompeta de la divinidad. A continuación nosotros, los vivos, los que quedemos, seremos arrebatados juntamente con ellos entre las nubes hasta el encuentro del señor en el aire; y así estaremos siempre con él (1Tes 4, 14-17).

Suele destacarse de él la inmediatez que el de Tarso veía en el proceso final, pues afirmaba que sus seguidores tesalonicenses y él mismo verían realmente los acontecimientos. Y el caso es que la suma importancia de esta premura oculta otro aspecto al menos tan básico, tan situado en la base del cristianismo.


La palabra “resurrección” es un término latino que debe su forma a una serie de derivaciones. Aunque parezca mentira, la raíz de la palabra tiene que ver con “dirección”, “derecho”, “regir”, “regla”/”reja”, “rectitud”, y también “erigir”, “erección”, “rígido”, “rigor”, “rey”, “real”, “regalo”, etc. El significado de la raíz, *reg-, de origen indoeuropeo, es “mover en línea recta, conducir”.

A esta raíz se unieron un sufijo y dos prefijos. El sufijo fue -tio, que en español acabó en -ción, que indica una acción, un acto. El primero de los prefijos era sub-, que indica, por supuesto, algo desde abajo. Así, sub-rec-tio sería que algo acaba recto tras un movimiento de abajo hacia arriba. La idea dio un verbo latino, surgere, del que proviene nuestro “surgir”. Cuando la situación política se complica nosotros usamos dos términos que provienen de aquí: desde dentro surge un movimiento político “insurgente”, que acaba en una “insurrección” llevada a cabo por “insurrectos”.

El segundo sufijo, unido a este sub-rec-tio fue re-, que en latín indicaba que algo se hace de nuevo. Así pues, resurrectio significaría algo así como “volver a ponerse derecho desde abajo”, o, más estilosamente, “volver a ponerse en pie”.

Este término sólo fue una traducción de la palabra correspondiente griega anástasis (ἀνάστασις), de la que deriva el nombre Anastasia, Anastasio. Se basa en la raíz indoeuropea *sta-, que indica “estar en pie” y aparece en “estar”, y también en el alemán “stehen” o el inglés “stand”. El prefijo griego ana- puede indicar dos cosas, que vienen bien en este caso: “hacia arriba” y “repetición”. El sufijo de sustantivación -sis indica que una acción se lleva a cabo. Así pues, anástasis significaría” volver a ponerse en pie”.

Este detalle etimológico quiere únicamente indicar algo que ya he planteado en otras ocasiones: el vocabulario cristiano ha vivido ya tantos siglos que su significado suele presentarse muy alejado de su origen. La resurrección sería, por tanto, simplemente el hecho de volver a levantarse. Aunque lo que importa es, por supuesto, de qué, por qué o de dónde.

Las respuestas son muy fáciles si seguimos leyendo a Pablo de Tarso: del sueño, pues los muertos de sus cartas solían estar descritos con la palabra correspondiente a “dormidos”.
 
Saludos cordiales.
 
Domingo, 1 de Mayo 2022
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Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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