Notas(29-11-2021) (1201)
Conclusiones sobre la lista de escritos más antiguos sobre Jesús (hasta mediados del siglo II) (29-11-2021) (1201)
Escribe Antonio Piñero Continúo comentando “Los cuatro Evangelios” de Santiago Guijarro, 4ª edic. Editorial Sígueme, Salamanca 2021. Es interesante, continúa Guijarro, observar que los Evangelios mejor atestiguados (Mateo; Juan; Pedro y Tomás) indica que los textos cuyos autores –ciertamente presuntos– eran apóstoles, o mejor, atribuidos a un apóstol. Esto revela uno de los criterios del proceso de selección: la procedencia apostólica, fuera real o fingida. Guijarro escribe expresamente que es posible que entre los cristianos del siglo II se copiara más veces el Evangelio de Tomás que el de Marcos (que ya se repetía en gran parte en Mateo y Lucas) Segundo: la tradición de Jesús se repetía (copiaba) en formas diversas: junto a escritos cuyo centro es la pasión (EvPedro; añado el “Relato primitivo de la Pasión”; que no está en la lista porque de él no hay manuscritos, pero que puede reconstruirse con seguridad; “Fuente de los signos / milagros, también reconstruible; Evangelio de Judas) o la infancia (evangelio de la infancia de Jesús como el atribuido a “Tomás, filósofo israelita”; “Protoevangelio de Santiago”); había otros concentrados en los dichos de Jesús (“Evangelio de Tomás gnóstico” y podemos añadir la “Fuente Q”). Tercero: el grupo más numeroso es el de los evangelios que incluyen diversas formas literarias y con un cierto carácter biográfico. Entre ellos destacan Mateo, Juan, Lucas y Marcos (el menos copiado) y otros evangelios luego apócrifos de los que no quedan más restos en forma de citas (Evangelios de los hebreos, de los nazarenos, de los egipcios = ¡Ojo! no el del mismo título que el hallado entre los textos de Nag Hammadi, sino el citado por Clemente de Alejandría y Epifanio de Salamis: texto en “Todos los Evangelios” de edit. EDAF, Madrid, p. 624). Evangelios que fueron compuestos en el siglo I son solo los cuatro canónicos (Marcos, Mateo, Lucas y muy probablemente Juan). El resto son difíciles de fechar con exactitud, aunque sí con bastante probabilidad. Así, en lo que respecta a la cronología, la p. 29 del libro de Guijarro termina con un cuadro: 1. Entre el 50-70: “Fuente Q” / “Relato primitivo de la Pasión” / “ Fuente de los signos” 2. Entre el 70-100: Marcos/ Mateo/ Lucas / Juan 3. Entre 100-130: EvTomás / EvPedro / EvEgipcios/ EVHebreos / EvNazarenos / Papiro Egerton / (Aquí presenta Guijarro el “Evangelio de los ebionitas” que no ha mencionado en lista de la pp. 24 y 26-27) 4. Entre 150-180: otros evangelios gnósticos EvVerdad (obra del gnóstico Valentín, de tenor y contenido inclasificable en alguna de las categorías indicadas); EvJudas. Estoy prácticamente de acuerdo con esta clasificación, salvo quizás con la del Evangelio de Verdad, de Valentín, que quizás sea muy antiguo, en torno al 140. Pienso igualmente que estas divisiones siguen siendo interesantes como materia de reflexión. Es más que interesante que para la reconstrucción del Jesús históricos los tres Evangelios Sinópticos (Mc /Mt / Lc) sean los más antiguos, junto con el “Fuente Q”, el “Relato primitivo de la Pasión”, “Fuente de los signos”. Estas son las fuentes que la crítica literaria e histórica utiliza para reconstruir el Jesús histórico. El Evangelio de Tomás gnóstico (según opinión de una notable mayoría de críticos hoy día –ha pasado el tiempo de Köster; Crossan y colegas, más el Jesus Seminar) sirve en general como refuerzo de que un dicho de Jesús está mejor atestiguado. Saludos cordiales de Antonio Piñero https://www.trotta.es/libros/los-libros-del-nuevo-testamento/9788413640242/
Lunes, 29 de Noviembre 2021
Comentarios
Notas(26-11-2021) (1201)
Escribe Antonio Piñero
Foto: Papiro de Oxirrinco 840 La Introducción general del libro de Santiago Guijarro sobre Los cuatro evangelios” lleva el título general “La selección de los Cuatro”. y se abre con una subsección atractiva sobre La “pluralidad de libros sobre Jesús en el cristianismo naciente”. Señala el autor cómo la tradición sobre Jesús se cristalizó en una pluralidad de libros, muchos de los cuales no pudieron alcanzar la denominación de “canónicos” / “oficialmente aceptados”. Indica también Guijarro, siguiendo los pasos de James Dunn, que la tradición sobre Jesús se inició “a partir de los recuerdos de quienes lo habían conocido o habían oído hablar de él. Al principio tales recuerdos formaron pequeñas tradiciones orales que en tres fases cronológicamente sucesivas se plasmarían en los textos evangélicos que conocemos. La primera fase estuvo dominada por la tradición oral. En la segunda, la tradición oral coexistió de igual a igual con la tradición escrita (al principios eran pequeños billetes, “hojas volantes”, normalmente hojas o resto de hojas de papiro, en las que comenzaron a ponerse por escrito tales tradiciones orales de dicho y hechos del Maestro). Y la tercera fase se caracteriza por el predomino de la tradición escrita…, aunque siguió en parte la oral, pero muy disminuida y relativamente poco interesante. Lo importante es caer en la cuenta de que la traición oral sobre Jesús duró aproximadamente un siglo. Justino Mártir, hacia el 150/160 es el primer testigo formal de un inicio de traiciones compactas por escrito sobre Jesús que denominó no “evangelios” sino “Recuerdos de los Apóstoles” (Primera Apología 66,3). Gajarro presenta al lector un catálogo de los escritos más antiguos sobre Jesús compuestos cuando aún estaba viva la tradición oral. Tal lista se elabora a través de dos tipos de información: A. Citas de autores eclesiásticos posteriores, y B. Textos hallados por sí mismos o en los manuscritos más antiguos del Nuevo Testamento. Para el lector es muy útil esta lista (p. 24; hay una ampliación de los datos sobre las fuentes que dan testimonio de su existencia en las pp. 26-27). Son los siguientes: Evangelio de Mateo / de Juan / de Lucas / de Marcos / de Tomás (gnóstico) / Evangelio de la Infancia de Jesús / Protoevangelio se Santiago / Evangelio anónimo del Papiro Egerton 2 / Evangelio de la Verdad / Evangelio de Judas / Evangelio de los hebreos / Evangelio de los nazarenos / Evangelio de los egipcios. A estos textos hay que añadir los reconstruidos técnicamente por medios filológicos, aunque no se conserven copias: Relato previo de la Pasión / “Fuente Q” / “Fuente de los signos o milagros de Jesús”. Guijarro no se atreve a alargar la lista de textos posibles, porque –en su opinión– no se puede dar totalmente por segura su composición en el siglo, aunque hay muchos investigadores serios que se inclinan por esta fecha. Son los siguientes: Papiro de Oxirrinco 5072 / Papiro de Oxirrinco 840 / Papiro Vindobonense G 2325 / Papiro de Oxirrinco 1224 y Papiro Wilfred Merton 51. Esta lista es sumamente interesante porque pone ante los ojos del lector que la tradición sobre Jesús no se reduce meramente a los Evangelios, sino que hay bastantes más testigos hasta mediados, más o menos, del siglo II. Este hecho pone más aún en graves aprietos a los que niegan la existencia histórica de Jesús de Nazaret (como siempre, distinguiendo entre Jesús y Jesucristo). Para negar su existencia hay que montar teorías complicas e inverosímiles de confabulaciones e inventos de grupos un tanto chalados que otros siguieron dócilmente, o bien suponer que los autores anónimos de todos estos escritos fueron engañados, o eran “engañantes” fraudulentos por sí mismos que contribuían a fabular sobre la existencia de un personaje inventado, pero sobre el cual mantenían ideas muy distintas de los Evangelios canónicos. Como mínimo una tarea imposible o que cojea de modo irremediable. Saludos cordiales de Antonio Piñero https://www.trotta.es/libros/los-libros-del-nuevo-testamento/
Viernes, 26 de Noviembre 2021
Notas1199.- 24-11-2021Escribe Antonio Piñero En el “Prólogo” (p. 7) escribe el autor que su libro “intenta recoger los principales resultados a los que ha llegado la exégesis bíblica durante los dos últimos siglos”. Siento de veras discrepar del autor nada más empezar. Después de leer el libro detenidamente, no veo en él los resultados de la investigación de los últimos doscientos años. De ningún modo. Solo recoge los resultados de la exégesis confesional y únicamente de un tipo. Por ejemplo, no recoge algunos de los resultados que provocó la aparición en 1836-1837 de la “Vida de Jesús críticamente elaborada” de David Friedrich Strauss… Y desde luego –siguiendo el sendero de James D. G. Dunn que señalé en la última postal-- nada de los resultados de la crítica francesa de principios del siglo XX (Loisy y colegas ya citados), de la crítica en lengua inglesa de Charles C. Hennel, Samuel G.F. Brandon, Hyam Maccoby, Paul Winter, Bart Ehrmann, Richard H. Hiers; en alemán, Karl Kautsky, Robert Eisler, Johannes Weiss que han modificado la exégesis confesional. Y hoy día en lengua española se han producido obras muy serias en torno a la crítica de los evangelios que desembocan en figura de Jesús, como la de Gonzalo Puente Ojea, José Montserrat y Fernando Bermejo (y no necesito mencionar las mías por mero pudor) que afectan directamente, como digo, no solo a la persona de Jesús sino a la valoración de los Evangelios como literatura o como biografía y las cuestiones adyacentes de historicidad de los textos evangélicos…, obras que son absolutamente ignoradas en la bibliografía de Guijarro. Y no por falta de espacio o papel, puesto que en las abundantes páginas dedicadas a esta literatura secundaria se incluyen artículos breves o de muy pocas páginas que considero poco conducentes al objetivo del libro presente, pero que al ser confesionales tienen el honor de ser citados. No me parece que la selección bibliográfica de este libro sea imparcial. Y este fenómeno se repite en la literatura española de tenor religioso confesional. Diría que es una bibliografía “de parte”. En la página siguiente del Prólogo es donde aparece por primera vez la designación de “iglesia apostólica”, designación que critiqué igualmente en mi postal anterior cuando se afirma que esta iglesia fue la inspiradora del proceso de selección de cuatro evangelios, y no las demás que había, lo cual marca la pauta confesional que orienta este libro. Ahora bien, la decisión de estudiar solo los cuatro evangelios canónicos me parece correcta por parte del autor; al fin y al cabo son estos los que han ejercido la inmensa influencia que debe reconocérsele. Otro acierto que se indica en el “Prólogo” es no aislar el estudio de los cuatro evangelios de la lista de libros sagrados del cristianismo primitivo sin separarlos de “otros libros sobre Jesús compuestos en el periodo formativo del cristianismo”. Admito con gusto, pues, que ambientar a los evangelios aceptados en el contexto configurado por esos otros libros, aparte de ser una adquisición de una investigación más cercana a nuestros días, ayuda a entender los evangelios canónicos. Se sitúan así estos escritos en su marco natural, y ese marco ayuda a rastrear el proceso que condujo a elegir solo cuatro de entre ellos. Respecto a las relaciones de los tres evangelios sinópticos, Marco, Mateo y Lucas, con el Evangelio de Juan, pienso que el autor del libro de Guijarro tiene razón en acentuar que gran parte de la literatura al respecto se ha dedicado sobre todo a marcar las grandes diferencias entre el grupo de los tres y el Evangelio de Juan, y ha olvidado que los cuatro evangelios canónicos en conjunto, comparados con otros escritos “evangélicos” de la época (más o menos), hace que resalten más las semejanzas entre ellos y se relativicen en parte las diferencias. Y esta semejanza es muy importante…, tanto como las diferencias. Las semejanzas entre los cuatro llevan a nuestro autor a la reconfortante idea de que los cuatro comparten una tradición básica: eso ayuda a reconstruir la imagen del Jesús histórico. Disiento del autor en que este mantiene, sin dudar en absoluto y sin retraerse al menos un poco ante el número de dificultades que comporta, que el Evangelio de Lucas y los Hechos de apóstoles (ojo: el título de la obra, según la inmensa mayoría de los manuscritos importantes que lo han transmitido, no es “Hechos de LOS apóstoles”, sino “Hechos DE apóstoles” (sin el “los”), lo cual da un tono diferente a la obra. Nuestro autor no cae en la cuenta tampoco, y consecuentemente no lo explica, en el capítulo dedicado a los Hechos. Si llegamos, o tenemos oportunidad de hacer una crítica de este capítulo, expondré mis razones del porqué no creo que Lucas y Hechos hayan salido de la misma mano, sino que las dificultades de la conjunción de las dos obras como si hubiesen salido de la misma pluma se explica muchísimo mejor, si Hechos fue compuesto por un discípulo de “Lucas”, que continuó sus ideas e imitó conscientemente su estilo, pero que muestra notables diferencias tanto este apartado como en el de la ideología, e incluso en algunos hechos. Por ahora, dejémoslo aquí, sin extenderme más. Por último es interesante la disposición del material evangélico por parte de Guijarro, ya que cuando aborda el estudio de cada uno de los Evangelios y Hechos hace anteceder una “lectura” interpretativa de su contenido dejando para el final las cuestiones de autoría, fecha y lugar de composición. Con otras palabras: primero se ofrece el texto interpretado, dando al lector los instrumentos para leerlo “críticamente” (del sentido de este adverbio para nuestro autor hablaremos), y luego se abordan las cuestiones mencionadas de autoría, etc. Seguiremos con el comentario, porque este libro tiene mucho contenido que se puede analizar debidamente. Saludos cordiales de Antonio Piñero https://www.trotta.es/libros/los-libros-del-nuevo-testamento
Miércoles, 24 de Noviembre 2021
Notas(1998 / 22-11-2021)
Escribe Antonio Piñero
Prometí en la entrega anterior ponderar con mayor amplitud la tesis de James D. G. Dunn en “Redescubrir a Jesús de Nazaret. Lo que la investigación histórica ha olvidado”, pero releyendo lo escrito, no creo que deba explayarme más. Para mí el “Jesús recordado” y la descripción de los fallos de la investigación es totalmente decepcionante. Insistiría en que los fallos que detecta Dunn en la investigación se dan en la exégesis tradicional y no en la independiente. Y a mediados del siglo XIX se conocían los rasgos generales y básicos, “característicos” o “emblemáticos” de la figura de Jesús…, y no digamos desde los tiempos de las llamadas “tesis modernistas” a inicios del siglo XX en donde la investigación francesa con Alfred Loisy a la cabeza, seguido por Maurice Goguel y Charles Guignebert, quienes dibujaron en algunos puntos de la imagen del Jesús histórico casi loa rasgos definitivos… hasta hoy. Pero claro…: Dunn no los tuvo en cuenta porque no era bibliografía confesional. Ese sesgo, yo dir2ía que sectarismo, ha sido nefasto en esta bibliografía confesional y solo hoy día empieza a remediarse y no en todo. Por tanto, C¡comienzo hoy una miniserie dedicada al comentario de esta obra, publicada por Sígueme, Salamanca, 4ª edición, 669 páginas; ISBN 978-84-301-2101-4. Precio 34 euros. Esta obra ha tenido un buen éxito como se deduce del hecho que esta nueva edición ha sido cuidadosamente revisada y aumentada por el autor, catedrático de Nuevo Testamento de la Universidad Pontificia de Salamanca. El libro se divide en dos partes básicas con una Introducción importante, cuyo tema es el porqué de la selección de cuatro evangelios entre una cierta multitud de ellos que podía haber ya a finales del siglo I. Una descripción de la visión panorámica del conjunto de los libros sobre Jesús en el cristianismo naciente permite al lector exponer cómo eran recibidos estos libros variados en las primeras comunidades, por qué se escogió el término “evangelio” para designarlos como grupo (primero a los cuatro canónicos; luego también a los otros) y cómo tal selección de cuatro “oficiales”, muy firme y bien asentada en general en la Iglesia, se observa en los primeros manuscritos conservados hasta hoy, normalmente papiros, que copian esos cuatro y no otros. La parte primera se ocupa de “la formación de los Evangelios” y tiene cuatro grandes temas o apartados. El primero trata de la relación de los cuatro evangelios canónicos entre sí, a menudo un tanto sorprendente. La segunda aborda una cuestión importantísima en el origen de los evangelios: la tradición oral. Esta fue sin duda lo más trascendente y básico en los inicios del grupo judeocristiano de seguidores de Jesús, puesto que el Israel de la época era una sociedad de cultura oral y no literaria. Es interesante aquí cómo Guijarro prueba, o mejor muestra, que la tradición oral tuvo su origen en Jesús mismo, cómo se desarrolló en la época de los apóstoles y qué papel fundamental desempeñó posteriormente en la composición de los evangelios. La tercera sección explica que hubo un cierto número de composiciones previas a los cuatro evangelios canónicos, puestas por escrito, que reunían dichos y acciones de Jesús. Guijarro aclara el contenido y valor de las más importantes: 1. El relato primitivo, anónimo, de la pasión, previo al Evangelio de Marcos y que este utilizó sin duda. 2. El famoso “Documento Q”, o “Fuente Q”, del que no se ha conservado copia alguna, pero que muy probablemente existió a pesar de ello. Aquí aclara Guijarro su contenido y propósito y la discusión sobre su existencia, exponiendo otras propuestas que procuran explicar los parecidos, o contactos, entre los Evangelios sin recurrir a esta fuente “Q” en realidad hipotética. Es interesante para el lector, porque será para bastantes algo desconocido, cómo Guijarro explica la posible existencia de una “Fuente los signos”, o milagros de Jesús, y cómo debe deducirse su realidad por medio del análisis del Evangelio de Juan y sus contactos con los otros evangelios, sobre todo Marcos y Lucas. Finalmente la cuarta sección aborda directamente el género literario de los evangelios, discutiendo extensamente si pueden considerarse relatos biográficos de Jesús y en qué sentido, si la respuesta fuere positiva. Trata también cómo los Evangelios son en parte reescritura de la tradición a la luz de otros tipos de reescrituras de textos ya sagrados entre los judíos, bíblicos obre todo. En esta sección se vuelve a tratar muy brevemente la historia del canon del Nuevo Testamento en lo que se refiere a la selección de los evangelios: la formación de un “evangelio con cuatro formas complementarias”, el “evangelio tetramorfo”. Naturalmente también se tocan en esa sección las cuestiones de fecha de composición, lectores a los que van dirigidos cada uno de los evangelios, y la autoría –también posible– de cada uno de ellos. La segunda y última parte del libro de Guijarro es una lectura de cada uno de los evangelios en la que se incluyen los Hechos de Apóstoles, porque el autor supone que el autor es el mismo que el del Evangelio de Lucas. El desarrollo de cada sección es en esencia tripartito: cómo se compuso el evangelio en cuestión; cómo debe leerse cada uno de ellos y los temas típicos de fecha de composición y autoría, que el autor engloba bajo la rúbrica “La situación retórica” de cada Evangelio más los Hechos. La conclusión, titulada “La memoria de Jesús”, resume las tesis del libro e insiste en el acierto de la “iglesia apostólica” (designación errónea a todas luces si se contempla el canon del Nuevo Testamento, compuesto por obras que no son apostólicas, ni muchísimo menos) de escoger a cuatro evangelios entre otros que ya existían…, y en mantener la pluralidad que supone cuatro acercamientos diferentes a Jesús, puesto que esta vía plural de acceso a Jesús “expresaba una doble convicción: que no hay un solo camino para llegar a Jesús, y que él está más allá de todos los caminos” (p. 601). El libro concluye con tres interesantes “Apéndices”, los textos (reconstruidos por la tarea filológica) del “Relato premarcano de la Pasión”, la “Fuente Q” y la “Fuente de los signos”, y finaliza con una amplia bibliografía Todo este interesante conjunto permite algunos comentarios que iremos desgranando en posteriores entregas. Saludos cordiales de Antonio Piñero
Lunes, 22 de Noviembre 2021
Notas
Averiguar qué era el alma para los primeros cristianos es una labor que debe sumar esfuerzos: si lo que el judaísmo recibió de la religión cananea no es suficiente para comprender el cristianismo, buscar en las referencias culturales que influyeron en la religión de Jerusalén es inevitable. Por eso conviene revisar el mundo griego.
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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