CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Vida y ministerio de los Apóstoles Simón y Judas en los Apócrifos
Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Vida y Ministerio de los Apóstoles Simón y Judas

Hostilidad de los magos contra Simón y Judas

Conocedores los magos Zaroés y Arfaxat de cuanto había contado el general en presencia del rey, quedaron llenos de indignación. Buscaron la forma de perder a los apóstoles tratando de que adoraran a los dioses del reino, que aquellos advenedizos, al parecer, pretendían destruir. Se comprometían a no dejarlos pronunciar palabra si antes no adoraban a los dioses del lugar. El general aceptó la posibilidad de que los magos mantuvieran un debate con los apóstoles, de forma que si éstos resultaban vencidos, fueran definitivamente destruidos.

Los magos se sentían cómodos en su terreno. Pidieron que se presentaran todos los abogados y elocuentes del reino a los que prometían dejar enmudecidos. Cuando hablaron los magos en presencia del rey y del general, todos aquellos abogados y personajes elocuentes del reino quedaron mudos hasta el punto de que no podían ni siquiera comunicarse por señas. Estaba claro que en tal situación no tenían posibilidad de defenderse frente a los argumentos de los magos. Pasada una hora, los magos siguieron con su estrategia. Hicieron que los abogados pudieran hablar, pero no pudieran caminar. Lograron luego con su magia que volvieran a caminar, pero perdieran la visión aunque tuvieran los ojos abiertos. La jugada parecía encaminarse a buen fin.

El rey quedó espantado ante tal demostración de poder y tuvo miedo de que los magos les provocaran alguna enfermedad o desgracia. Los abogados, por su parte, fatigados por la tensión, regresaron a sus hogares. Pero el general Varardach, que apreciaba a los apóstoles, les refirió cuanto había sucedido. Los apóstoles explicaron al general que los magos no tendrían ningún poder si ellos estaban presentes. Le pidieron que ordenara a los abogados ir a donde estaban los apóstoles antes de acudir a la presencia de los magos. Podrían entonces tener un nuevo debate con ellos con la garantía de vencerlos.

Convocó el general a los abogados y les habló de los apóstoles, que les amonestarían para que pudieran prevalecer sobre los magos y hacer que se retiraran vencidos. Les presentó a los apóstoles, cuyo aspecto humilde decepcionó un tanto a los abogados. Pero Simón tomó la palabra y pronunció un largo alegato, encaminado a trazar ante los abogados el perfil del Dios verdadero. Teorizó en primer lugar sobre el frecuente engaño de las apariencias, ya que en vasijas humildes y horrendas pueden encerrarse ricos tesoros, como en vasos detestables se contienen a veces los mejores vinos. Era preciso apreciar siempre el contenido más que el continente. Ellos presentaban una apariencia de hombres sencillos y pobres, pero poseían en su interior valores eternos. Los hombres se dejan llevar con frecuencia de falsas apariencias, adoran objetos materiales como si fueran dioses y se dejan engañar por demonios como los que guiaban a los magos con los que habían debatido. Ellos venían a conducirlos al Dios verdadero. Si creían en él, ellos les impondrían las manos, harían sobre sus frentes la señal de Cristo y serían invencibles frente a la estrategia de los magos.

Convencidos por el razonamiento de Simón, se postraron los abogados ante los apóstoles para rogarles que impidieran a los magos que anularan el uso de sus lenguas o causaran problemas en sus miembros. Ellos, por su parte, no volverían a creer en los ídolos. Era lo que los apóstoles Simón y Judas esperaban. Se postraron en tierra y elevaron una plegaria recordando las obras de poder que Dios había realizado en la historia del pueblo de Israel. Le pedían que anulara la magia de Zaroés y Arfaxat mientras fortalecía a los abogados para que tuvieran la capacidad de oponerse con ventaja a los magos. Así conocerían todos que Dios es “el único omnipotente que reina por los siglos de los siglos” (c. 15,2). Cuando los abogados respondieron con el “amén”, los apóstoles hicieron la señal de la cruz sobre la frente de los abogados y se retiraron.

Entraron los abogados ante el rey en compañía del general Varardach. Enseguida entraron también los magos, que intentaron repetir lo que habían hecho el día anterior, pero fueron incapaces. Uno de los abogados, de nombre Zebeo, desenmascaró a los magos, contando cómo tenían pacto con los demonios, enemigos del género humano. Por esa razón, pretendían apartar a los hombres del Dios verdadero y someterlos al poder del ángel malo. Pero los apóstoles Simón y Judas eran un estorbo para los planes perversos de los magos. Esos santos apóstoles nos enviaron acá después de hacer sobre nuestras frentes la señal de la cruz. El gesto incapacitó a los magos para repetir el ejercicio de sus artes mágicas.

Los magos hicieron venir gran número de serpientes, que sembraron el pánico entre los presentes, quienes asustados ante el ataque de los ofidios, clamaron al rey para que hiciera venir a los apóstoles. Llegaron Simón y Judas, recogieron las serpientes en sus mantos y las lanzaron contra los magos diciendo: “En el nombre de nuestro Señor Jesucristo no moriréis, pero mordidos por ellas aullaréis de dolor” (c. 16,1). Las serpientes comenzaron a morder las carnes de los magos, que gritaban “como lobos”. El rey y los presentes decían a los apóstoles que permitieran que murieran los magos a consecuencia de las mordeduras de las serpientes. Pero los apóstoles rechazaron la proposición recordando una vez más que no eran ministros de muerte sino de vida.

Después de una oración mandaron los apóstoles a las serpientes que se retiraran llevándose con ellas todo el veneno que habían inoculado en aquellos magos. Para ello renovaban sus mordiscos con nuevos dolores para los heridos. Cuando finalmente huyeron las serpientes, los apóstoles dirigieron a los magos una exhortación a partir del dicho de la Escritura que proclama que “quien prepara una fosa para su prójimo, es el que primero cae en ella” (Prov 26,27; Ecles 10,8; Ecclo 27,29). Los magos habían preparado para los apóstoles la muerte, y ahora los apóstoles han orado para que Dios les devolviera la vida. Así, los que podían haber sufrido durante años los efectos del veneno, se verían libres de todo dolor después de tres días. Era el plazo que Dios les daba para su eventual arrepentimiento.

Cuando los mismos magos Zaroés y Arfaxat se encontraban ya a las puertas de la muerte, se acercaron a ellos los apóstoles diciendo: “Dios no se digna aceptar servicios forzados. Por lo tanto, levantaos sanos, con plena libertad para convertiros del mal al bien y para salir de las tinieblas a la luz” (c. 17,1). Pero aquellos magos emplearon mal la libertad de opción que les ofrecían los apóstoles. Al contrario, llenos de perfidia marcharon por toda Persia provocando la hostilidad contra ellos. Lo mismo que, en otra ocasión, habían huido lejos de Mateo, procuraban mantenerse ahora alejados de Simón y Judas. Pero utilizaban la única estrategia que consideraban provechosa para sus intereses. Propalaban la fama de que eran enemigos de sus dioses y que era preciso obligarlos a dar culto a los dioses del país bajo pena de muerte.

(Cuadro del Pacto Diabólico, por el que los magos pactan presuntamente con los demonios)

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro


Lunes, 22 de Octubre 2012


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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