Notas
Hoy escribe Gonzalo del Cerro
Libro de Tomás, el atleta Otro de los documentos de la biblioteca de Nag Hammadi referidos al apóstol Tomás es el que lleva por título Libro de Tomás el atleta. Como dice A. Piñero en la introducción a su traducción en el libro Todos los evangelios, p. 520, la lengua original era el griego y había sido compuesto entre los siglos II y III, pero fue traducido al copto en el siglo IV. De acuerdo con su título, el apóstol Judas Tomás es el protagonista de la obra, escrita en forma de evangelio o diálogo de revelación. Las primeras palabras del texto afirman de forma diáfana que se trata de las “palabras secretas que dijo el Salvador a Judas Tomás”. Volvemos a encontrar aquí la idea de un encuentro personal de Tomás con el Salvador, que le comunicó doctrinas secretas. Por ficción literaria, se dice que Matías puso por escrito esas palabras que oyó mientras iban caminado Tomás y el Salvador, y hablaban el uno con el otro. El corpus central de la obra comienza con la afirmación de que todo lo que va a seguir es lo que el Salvador dijo a Tomás. El principio de su alocución es una apelación a su interlocutor calificado como “Hermano Tomás”. Justifica su actitud y su relación con el apóstol recordando que se ha dicho que es hermano gemelo de Jesús. El hecho de su hermandad exige que Tomás no sea ignorante de sí mismo, sino que se conozca adecuadamente. Porque el que se ha conocido a sí mismo ha comenzado a conocer la profundidad del ser. Sigue Jesús concluyendo: “Por ello, pues, tú eres mi hermano, Tomás. Porque has visto lo que está oculto a los hombres” (P 138). Tomás pedía al Señor que le explicara las cosas que le preguntaba antes de su ascensión. Porque está claro que ”es difícil practicar la verdad ante los hombres”. Tras una disquisición del Salvador sobre lo visible y lo invisible, Tomás le suplicó que le hablara de las cosas invisibles y secretas a los hombres. Porque los que hablan de las cosas invisibles son, en opinión de Tomás, como los que disparan con sus arcos a objetivos durante la noche. Era preciso que haya luz, decía Jesús. Pero Tomás objetaba que la luz se levanta con el día y desaparece con la noche. Entrando y saliendo del marco de la metáfora, Jesús proclamaba bienaventurado a Tomás porque la luz había brillado precisamente para los apóstoles. El Salvador habla luego del amor de la luz, que posee todo el que busca la verdad de la sabiduría. Tal es el verdadero sabio, el que es alimentado por la verdad. En el lado contrario se mueve el ignorante o necio, el que ignora las muchas cosas que han sido reveladas. Como el Salvador bendecía al sabio que busca la verdad para llegar al descanso, Tomás expresaba su deseo de llegar al descanso a través de la sabiduría. Es lo que se pierden las almas impías, las que aman la dulzura del fuego y sirven a la muerte. Su destino es el infierno al que van a parar los que aman las obras de la corrupción. En el debate sobre el tema, preguntaba el Salvador a Tomás cuál era su opinión. Pero Tomás, prudentemente, respondió: “A ti, Señor, te compete hablar y a mí escuchar”. En efecto, habló proclamando que los hombres acabarán en el infierno si siguen los dictados de la materia. El tiempo revelará la calidad de los frutos de cada viviente. Tomás alabó las palabras del Señor, que el mundo ni escuchaba ni cumplía. Después de una nueva descripción del infierno, de los lamentos por los impíos y de una parábola de la viña y las malas hierbas, proclama el texto unas bienaventuranzas de los gnósticos o espirituales. Termina el autor con una exhortación a la vigilancia necesaria para conseguir el triunfo final, es decir, el descanso. Termina el libro con una referencia al título, a la intención del autor y el consiguiente augurio: “El Libro de Tomas el atleta escrito para los perfectos. Recordadme también, hermanos míos, en vuestras oraciones. Paz a los santos y al espiritual”. (Símbolo de la luz) Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Lunes, 19 de Diciembre 2011
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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