Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
Concluimos hoy la breve semblanza intelectual de Gonzalo Puente. Después de lo escrito en las postales anteriores, debe quedar claro para el lector la tesis axial, fundamental de Puente Ojea sobre la religión como género: esta tesis es la de su rechazo absoluto de la creencia en la existencia del alma inmaterial, inmortal y espiritual, al mismo tiempo que afirma que sin esa creencia en ese tipo de entes espirituales es imposible la religiosidad como conjunto de sentimiento de afección, propiciación o adoración a extraordinarios y enigmáticas potencias astrales o telúricas, o, por el contrario, de rechazo y exorcización de tales poderes. En este sentido, toda sociedad religiosa es en alguna forma y medida una sociedad animista. Esto quiere decir los siguiente: es la mente humana la que crea sin fundamentos objetivos las nociones de alma y espíritu al observar ciertos fenómenos naturales que no comprende --como las tormentas o el sueño propio en el parece como si se desprendiese del ser humano algo que puede vagar por el aire independientemente del cuerpo--, como aún sucede con la nuestra. Solo la ciencia ha sido capaz de retirar definitivamente toda verosimilitud a la creencia en las almas espirituales e inmortales, sin las cuales toda fe religiosa se desmorona. En sus libros Elogio del ateísmo (1995), Ateísmo y religiosidad (1997), El mito del alma (2000), y El animismo (2005), Gonzalo Puente ha ido invalidando la fe religiosa con un repertorio creciente de argumentos convergente –históricos, filosóficos y científicos- cuya última presentación sistemática figura en el penúltimo libro suyo, titulado La religión ¡vaya timo!, en la colección “¡Vaya timo!”, editada por Laetoli con el patrocinio de la Sociedad para el Avance del Pensamiento Científico (presidida por el astrocientífico Javier Armentia). (El último libro de nuestro autor --que yo sepa aunque no conozco el nombre de la Editorial-- es "Dios no existe...¡y Él lo sabe!") Gonzalo Puente Ojea define el timo de la religión como la promesa, con garantía, de la inmortalidad y beatitud del alma del creyente en un más allá sobrenatural -o del castigo eterno en los infiernos-, promesa que va contra todas las pruebas de la experiencia, de la razón, y de la ciencia. El originalísimo diseño de esta última obra se enuncia mediante el tratamiento de cinco timos en sucesión, cada uno de los cuales prepara y explica el significado y desarrollo del siguiente, además de su aparición en la historia, a saber: 1. El timo antropológico: la reducción animista de la noción de espíritu. Es decir, la invención del alma y de los espíritus es reducida o desenmascarada por la teoría animista del origen de la religión, 2. El timo ontológico: la reducción materialista del dualismo cósmico. Es decir, el materialismo filosófico demuestra que el dualismo materia/espíritu no es válido. Solo existe la materia. 3. El timo teológico: la reducción científica del teísmo creacionista, es decir, Dios no existe, y ciertamente, aunque pudiera concebirse algún principio divino, la teoría de la creación del mundo desde la nada es totalmente imposible. 4. El timo bíblico: la reducción ideológica del monoteísmo judeocristiano. Es decir, la crítica histórica demuestra que la Biblia, y con ello toda la teología del judaísmo y del cristianismo, es una pura creación de la función mitopoética (creadora de mitos) del ser humano. 5. El timo eclesiástico: la reducción ideológica de la sumisión de las conciencias. Es decir, la función de la Iglesia cristiana (y de las iglesias en general) es lograr la sumisión de los fieles al poder de un grupo de élite, que se lucra social y económicamente del invento de la religión. La actitud de Gonzalo Puente Ojea en el escenario de la vida es la de quien no está dispuesto a inhibirse ante el deber moral de denunciar lo que él estima ser una falsedad y, consecuentemente, de difundir y comunicar lo que el estima que es una verdad que libera al ser humano de temores y angustias. En la brillante “Reflexión Preliminar” de su libro Vivir en la realidad, de 2007, expresa así su imperativo: “Se trata de una tarea muy ardua siempre, y frecuentemente gravada con el pago de un tributo, a veces muy oneroso, de intranquilidad e inseguridad vital (creado por los demás), pues el inconformismo es el hecho peor aceptado por nuestros congéneres en todas las circunstancias de la vida. Sin embargo, cuando el individuo logra dilucidar la entraña de un mito, un dogma, una ideología, tiene el profundo sentimiento íntimo de haber arribado a la inefable experiencia de ver cómo la caída de un falso saber abre insospechas perspectivas para la búsqueda de certezas en el camino del conocimiento, que no es otro que la superación de falsedades y el acceso nunca completo a un nuevo orden de verdades”. Aquí concluyo, muy a mi pesar, pues habría que explicar mucho más, el breve recorrido por lo que estimo que son las claves principales del pensamiento de Gonzalo Puente. Puedo confesar que para mí la obra de Puente Ojea ha sido un impulso a la constante reflexión. Todavía andaba yo en el “sueño dogmático”, al menos a medias, allá por 1974 o 1975, cuando gracias a los buenos oficios del Prof. Javier Fernández Vallina, ilustre colega de la Facultad de Filología de la Universidad Complutense de Madrid , cayó en mis manos "Ideología e historia. El cristianismo como fenómeno ideológico". Todavía recuerdo vívidamente el impacto que me causó su lectura. Y ese impacto dura hasta hoy. En el ámbito del cristianismo no dudo que debo seguir considerando a Gonzalo Puente Ojea, y con todo merecimiento, un verdadero "maître à penser", maestro del pensamiento, puesto que me indicó sabiamente el camino de la crítica histórica como medio de intentar conseguir un pequeño atisbo de lo que pudo ser la verdad en el ámbito de esta parcela de la historia antigua de las ideas religiosas, Saludos cordiales de Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Domingo, 10 de Julio 2011
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Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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