CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Fernando Bermejo

Algo de la considerable distancia que existe entre la versión hagiográfica típica de tantas fundaciones religiosas y algo más parecido a la pura y simple verdad puede deducirse de la lectura de algunos testimonios de implicados, no interesados en idealizar los hechos. Este es también el caso de los Legionarios de Cristo. Una de las personas reclutadas por Marcial Maciel para irse de “legionario”, Luis de la Isla, ofrece su versión en 2001 acerca de este santo reclutamiento:

“Ese señor, Marcial Maciel, llegó un día a la casa de mis padres, alrededor de septiembre de 1940 [obsérvese que Maciel tenía 20 años] , y dijo: ‘Soy seminarista, vengo del seminario de Montezuma y pretendo formar una congregación de religiosos que se va a llamar Misioneros del Sagrado Corazón’. Y [lo hizo] a base de mentiras, porque la supo hacer muy bien porque llevaba libretos y fotografías y cosas muy bonitas, supuestamente de un colegio que era donde íbamos a llegar a México. Yo me imagino que esas fotos eran de Montezuma, no sé, no conozco, con albercas, jardines muy bonitos, campos de futbol. Y yo en la ilusión que implica todo eso, pues vámonos. Lo que nunca me he podido explicar y que nunca llegué a preguntarle a mis padres es: ¿por qué nos habían dejado ir a esa edad? Yo tenía nueve años, Francisco once, y Carlos trece. Tan chicos y sin saber nada de nada.Y después cada uno va reflexionando el porqué: fanatismo religioso de mis padres. Eran muy religiosos y no sabían cómo darle gracias a Dios de que estuviéramos estudiando para el sacerdocio. […] Cuál sería mi sorpresa que al llegar a la ciudad de México, voy viendo que la cancha de futbol era la cochera de una casa en la calle de Turín, número 39. Fuimos doce fundadores, y Marcial trece.
Nos aguantamos por nuestros padres. Yo les dije: miren, no hay nada, ni de alberca ni de campos de fut, y ellos me dijeron: mira, hijo mío, ofréceselo a nuestro señor”.

Así comenta este texto Fernando M. González:

“A estas alturas MM ya no era seminarista de Montezuma. Según el doctor De la Isla, Maciel, decidido a fundar, le ‘vendió’ unas instalaciones que, si en ese momento no eran sino puro deseo ataviado por mentiras, mañas y virtualidades, años más tarde serían realidad. El estándar ideal de riqueza y confort de la futura congregación aparece ya en ese momento como una profecía deseable, y el promotor de vocaciones y de una empresa religiosa con futuro realiza por ese entonces sus primeros ensayos.
[…] De nuevo la vocación parece surgir como una oblación a los deseos de los padres adoctrinados en el supuesto de que ofrendar hijos para el sacerdocio es el mayor privilegio que les podía otorgar Dios. Esta especie de contrato-deseo entre los hijos y los padres hará difícil –para los primeros– descolocarse de ese lugar de prótesis del ideal religioso de sus padres, prótesis que, por otra parte, les otorgaba una ganancia secundaria sobre los demás hermanos que no tuvieron la ‘dicha’ de la vocación. ¿Cómo replantearse en algún momento la génesis de su vocación sin temer herir seriamente el ideal parental depositado en ellos, y además atreverse a renunciar a ser los excepcionales?”

Conviene tener presente este tipo de circunstancias, entre otras, a la hora de escrutar la situación psicológica de muchos jóvenes y su falta de una reacción adecuada ante los abusos que no tardarían, como veremos, en hacer acto de presencia.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo

Jueves, 17 de Marzo 2011


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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