Escribe Antonio Piñero
Continúo erre que erre comentando el libro “Los cuatro Evangelios” de Santiago Guijarro.
Los prenotandos, antes de pasar a la explicación de la segunda parte del libro, que trata “Del Evangelio tetramorfo”, los considero muy importantes. En esa segunda parte cada capítulo tiene una composición triádica: “Composición del Evangelio” / “Lectura del Evangelio en cuestión” / “Situación retórica de ese mismo evangelio”. Pero antes, como acabo de decir, nuestro autor trata de los prenotandos. Son los siguientes.
1. Tradición oral; 2. Cristalización de la tradición oral sobre Jesús: composiciones anteriores a los cuatro evangelios canónicos; y 3. Anotaciones previas especiales sobre los evangelios canónicos: el paso de la tradición oral a texto escrito; el género literario de los Cuatro Evangelios; la reescritura (interpretativa, que cambia el texto, a veces profundamente, el texto previo) de los textos sagrados; situación retórica de los Evangelio y, finalmente la formación de los evangelios canónicos.
Como se ve, no puede uno dejar de reflexionar sobre los temas esbozados en este esquema de tratamiento del material del libro que comentamos, el cual designa también a los cuatro evangelios canónicos como el «evangelio tetramorfo», es decir, en realidad como una misma proclamación, o “buena noticia” pero con cuatro formas diferentes.
Adelanto ya que, como he leído el libro completo, esta segunda parte del libro de Guijarro puede decepcionar a muchos lectores que anden buscando no solo un análisis detenido del texto escrito de un Evangelio particular (por ejemplo, el de Marcos), sino también la “historia” subyacente, o mejor, la verdad histórica que puede hallarse detrás de cada sección del Evangelio. Opino que el lector buscará eso en vano en el libro de Guijarro. Y la razón: porque nuestro autor, Guijarro, no explica claramente al público, por ejemplo (por poner simplemente un caso y concretar algo), que la “multiplicación de los panes” de Marcos 6,32-44, es una mera leyenda o bien tiene algún fundamento histórico.
Yo diría que aparte de los análisis literarios, el lector anda buscando también (y en algunos casos sobre todo) en esa narración del milagro multiplicante lo que hay de verdad histórica o de mera leyenda. En mi opinión, y voy a “mojarme” exponiendo el resumen de mi exposición en “Los libros del Nuevo Testamento” (3ª edición probablemente a finales de octubre 2022. Edit. Trotta), p. 465, que quizás responde a esa cuestión de historicidad que muchos lectores desean ver respondida:
“La crítica considera unánimemente esta y la segunda multiplicación de los panes (8,1-9) como dos variantes de una misma narración popular, en absoluto legendaria, cuya base pudo ser simplemente una comida de Jesús con los discípulos en la que participó un grupo de gente de fuera. Es probable que esta leyenda quisiera presentar un ejemplo en el ámbito del presente actual de lo que será el «banquete futuro», símbolo del reino de Dios. Lo que pudo ocurrir fue que la base de una comida comunitaria fue ampliada según la tradición de un milagro de Eliseo, muy parecido, narrado en 2 Re 4,42-44. Pero Marcos pensó con seguridad que hubo dos multiplicaciones históricas: las diferencias de número de comensales, de la cantidad de panes y peces previos a la comida y del número de cestas llenas con sobras bastaban para considerarlos eventos diferentes.
Sin embargo, al ser nula su historicidad, las observaciones que se hagan sobre esta y la segunda multiplicación de los panes deben referirse solo a la teología del evangelista, no a la historia. Así, por ejemplo, que esta comida simboliza el reino de Dios, cuya imagen es la de un banquete espléndido. Y otra cosa del entorno del relato: el que una multitud, dando un rodeo, pudiera adelantar a Jesús y sus discípulos que viajan por mar –cosa también inverosímil– pueda tener el significado de marcar la diferencia entre los fieles ávidos de encontrar Jesús y la pereza de los discípulos para comprender a este, todo según el evangelista”.
Seguiremos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
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