Notas
Escribe Antonio Piñero:
Hoy he escogido esta pregunta, que tenía guardada entre otras en mi “reservorio”, porque me da excelente ocasión para un anuncio de una conferencia sobre Pablo de Tarso, que puede interesar a los que vivan en Madrid y alrededores , y de la que doy noticia al final PREGUNTA: Le escribo por un pasaje del apostol Pablo, en la segunda epistola a los corintios 12:2-5,donde Pablo menciona a un hermano que fue arrebatado al "tercer" cielo (biblia jerusalen ultima edicion),yo como Catolico sé por lo que nos enseñan que hay diferentes grados de santidad en el cielo (mas o menos),y el comentario en la Biblia por parte de A.Ma. Artola dice asi:"es decir,hasta lo mas alto del cielo"...Me gustaria,si es posible profesor,que me arrojase un poco de luz sobre esta mencion por parte del apostol,y si es posible (todavia no he comprado ningun libro suyo para aprender mas de Pablo) como se infundio esta creencia o "punto de vista" en Pablo,y a que se debia. RESPUESTA: Le explico utilizando unas páginas de una obra mía que le transcribo abajo: El pensamiento de Pablo estuvo naturalmente condicionado por las concepciones y la cosmovisión de su tiempo, en concreto por unas ideas de Dios y del mundo veterotestamentarias que a su vez reflejaban en líneas generales la concepción del universo de los asirios y babilonios; estos eran deudores por su parte de una cosmovisión más antigua aún, la acadia, plasmada ya hacia el 1700 a.C. Expondremos brevemente esta manera de concebir el universo y extraeremos algunas consecuencias. La cosmovisión acadio-babilónica ha sido resumida por B. Miessner en la siguiente imagen (Tomada del volumen III del Biblisch-Historisches Handwörterbuch, editado por B. Reicke y L. Rost, Vandenhoeck & Ruprecht, Gottingen, 1955, col. 2161, “Weltbild”; igualmente la leyenda, que traduzco): E 1: Montaña terráquea (Babilonia ocupa el centro) E 2-3: Ámbito del mundo subterráneo o reino de los muertos con el palacio del reino de los muertos con sus siete murallas H 1-3: Ámbito celeste HO : Océano celeste O: Océano terrestre G: Base del océano terrestre D: Círculo de contención M: La mañana. Montañas desde donde sale el sol A: La tarde. Montañas de la puesta del sol. Como puede observarse, para los babilonios la tierra era plana, de forma circular normalmente, pero con cuatro puntos cardinales bien diferenciados, los “cuatro confines” de la tierra. El centro de esta era Babilonia. La zona seca y elevada de la tierra estaba rodeada por todas partes por el océano, limitado por un muro de contención. Encima de la superficie plana, o rugosa –montañas-, y acuosa estaban las esferas celestes, en número de tres. En la cúspide de estas esferas se hallaba el trono de los dioses que formaba como una corte celestial en la que había una divinidad dominante. En una de esas esferas, supra lunar, se hallaban el sol y los planetas y, más arriba, las estrellas fijas que giraban como un bloque sobre la tierra, que era el centro natural de todo. En la parte inferior de la superficie de las aguas y de la tierra plana o rugosa se hallaba el reino de los muertos, que cumplía además la función de base o sustento de aguas y tierra. El ámbito de este reino estaba igualmente dividido por esferas subterráneas, más pequeñas que las celestes. En una de ellas tenía su palacio el guardián de los muertos, divinidad también, aunque inferior. En la zona exterior a todo este conjunto se pensaba que estaba una suerte de océano de aguas finísimas, que es el aire. La antigua concepción hebrea del mundo se basa fundamentalmente en esta imagen, a la que añadían algunas pequeñas precisiones, que intentaban formar un sistema más unitario. A partir de un caos originario e informe, que se corresponde con las aguas subterráneas de la imagen (G: base del océano terrestre) Dios era quien había creado el cielo, la tierra y los abismos: las tres entidades formaban el “todo”, el universo, concebido generalmente con las mismas tres partes: el cielo arriba; la tierra abajo, y por debajo de ella el mundo subterráneo, constituido en parte por esas aguas caóticas primordiales y por el reino de los muertos. Los israelitas modificaron el número de esferas celestes hasta siete, número que indica la perfección. El cielo, en su esfera superior, la séptima, es la morada del Dios único y de su corte celestial, ángeles. Estos espíritus sustituyen a los dioses secundarios de los acadios y babilonios. Los astros entre el cielo y la tierra estaban gobernados por delegados de Dios, ángeles también o arcontes celestes. Unos astros eran buenos y otros perversos, según el gobierno de sus ángeles que hacían variar sus órbitas. La tierra se concebía unas veces como un cuadrado, y otras como una especie de rodaja redonda cuyos límites coincidían con el fin de los cielos en su parte inferior. Según los hebreos, las esferas celestes estaban sustentadas por unas enormes columnas, alejadas entre sí, pensadas como montañas grandes y estilizadas; el mundo subterráneo tenía también sus columnas sustentantes proyectadas hacia abajo. Con el paso del tiempo, el judaísmo helenizado subordinó esta cosmovisión: a) A una fe monoteísta en un Dios único. Los dioses secundarios se transforman en ángeles y demonios, siendo los primeros los cortesanos del Rey único. Como gema preciosa de la creación este Dios único había plasmado el ser humano; b) A una concepción apocalíptica muy extendida en círculos de piadosos: fuera de Dios todo está sujeto a una ley divina: el tiempo inexorable es el que conforma una historia del universo y del ser humano diseñada desde siempre por la divinidad. La historia avanza en línea recta desde los orígenes (creación y el paraíso para el ser humano) hasta la consumación final con peripecias diversas. El universo era al principio bueno y perfecto, pero luego resultó tremendamente desordenado por los pecados y la mala inclinación del hombre. Finalmente Dios volverá a poner orden en su creación, y volverá a generarse un nuevo todo, un mundo futuro, similar al del principio, probablemente unos cielos nuevos, o renovados, y una tierra nueva, o renovada, en donde los seres humanos justos (israelitas o convertidos) vivirán felices por siempre jamás. Este universo semita coincide en parte con la del otro mundo al que pertenece Pablo, el helenismo. Aunque para los griegos el cielo y la tierra existen desde siempre –la materia es eterna--, el primero es como la mitad de una esfera, sólida. Este “cuenco” celeste cubre una tierra que es plana. La parte del espacio entre la tierra y el cielo hasta las nubes contiene aire o éter. Bajo la tierra, y hacia abajo, hay un espacio amplio, en cuyo final hunde sus raíces el Tártaro. La tierra está circundada por un río inmenso, el Océano. Es importante para nuestro propósito caer en la cuenta de que en esta imagen del universo se basa una buena parte de la estructura mental de Jesús y de Pablo de Tarso, obtenida fundamentalmente de la lectura de los libros sagrados: tanto Jesús como Pablo dependen de la Biblia hebrea, o griega, de la que se desprende esta cosmovisión; y ambos son pensadores apocalípticos, cuyas ideas básicas encajan perfectamente en ella. En el caso de Pablo, el hecho de que concebía el mundo según esta cosmovisión se confirma por 2 Cor 12,1-2: Vendré a las visiones y revelaciones del Señor. 2 Sé de un hombre en Cristo de hace catorce años, si en el cuerpo o fuera del cuerpo no lo sé, Dios lo sabe…; ese tal fue arrebatado hasta el tercer cielo… En esta imagen del universo asumida por Pablo, Dios, por muy alejado que se lo presente y a pesar de la distancia entre el cielo y la tierra, está relativamente cerca. El universo es en sí muy pequeño; la divinidad es una entidad muy próxima, y se concibe además antropomórficamente. Sus rasgos básicos son como los humanos, aunque su pensamiento sea siempre muy superior. La tierra es el centro preferente de la creación divina, y hacia ella dirige siempre sus ojos el Dios único, pues en ella ha creado, a su imagen y semejanza, al ser humano. Ángeles y demonios, además de cortesanos, tienen la función de emisarios buenos, los ángeles, ya de sus contrapartidas perversas, los demonios, cuya misión es a veces poco explicable. Pero ambas clases rellenan el hueco entre el cielo y la tierra, actuando constantemente en la esfera de los hombres y salvando así la distancia entre Dios y el hombre. Pero Dios dirige, consiente o permite todo, arriba y abajo, con designios muchas veces misteriosos. Mi comentario en “Guía para entender a Pablo. Una interpretación del pensamiento paulino”, Edit. Trotta, Madrid, 2015, es el siguiente, que es muy breve: 1. hasta el tercer cielo: para esta cosmovisión que determina mucho del pensamiento paulino (véase II 3 A.: lo que le he transcrito). PERO: no es el lugar más alto del cielo, que es el séptimo, sino el lugar donde está esperando a los seres humanos después del Juicio Final el paraíso antiguo, transformado en celeste, que será el lugar de la bienaventuranza celestial, cuando todo se termine. Que el paraíso está en este lugar es idea judía de la época; véase 2 Henoc 5,9 (Apócrifos del Antiguo Testamento, Edit. Cristiandad, Madrid, 1984. vol. IV 162-164). Y para comprender el Nuevo Testamento, ya que dice que no conoce ninguna obra mía (están todas en mi Página web), le sugiero que lea, si le es posible, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, de la misma Edit. Trotta, Madrid 4ª edic. 2011. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com PARA LOS QUE VIVAN EN MADRID Y ALREDEDORES Conferencia: “¿UNA NUEVA INTERPRETACIÓN DE PABLO DE TARSO? Presentación del libro “Guía para entender a Pablo de Tarso. Una interpretación del pensamiento paulino”, de Editorial Trotta, Madrid, 2015. Habla: Antonio PIÑERO. Universidad Complutense de Madrid Preside la mesa: Prof. Dr. Fernando García de Cortázar, director de la “Fundación Vocento” Presenta: Prof. Dr. Francisco Ramírez, catedrático de Nuevo Testamento de la “Universidad Comillas” de Madrid. Día: martes 20 de octubre 2015 Hora: 20.00 hs. Lugar: ESPACIO BERTELSMANN, c/ O’Donnel 10. MADRID. Entrada libre hasta agotar aforo.
Viernes, 16 de Octubre 2015
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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