CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Simón Mago y el Apóstol Pedro en los HchNerAqu
Hoy escribe Gonzalo Del Cerro

Información de Marcelo sobre Simón Mago y Pedro

Muchos habitantes de la isla Poncia apoyaban a los discípulos de Simón Mago contra Nereo y Aquiles, que pasaron decididamente al contraataque. Recordaron a las turbas que el noble Marcelo conocía a Simón Mago y al apóstol Pedro. En consecuencia, tenía argumentos para presentar con sinceridad sus posturas doctrinales y su conducta personal.

Según la letra del apócrifo, las turbas aceptaban que sería un insensato el que no aceptara la autoridad de Marcelo. Era el punto de partida para la estrategia de los dos siervos de Domitila, una estrategia que consistía en la consulta epistolar al noble romano acerca de los dos personajes discutidos. Tenían preparada una carta que llevarían a Marcelo con el planteamiento de los temas fundamentales. La carta sería leída en público para que todo se realizara con absoluta transparencia. Eligieron luego a un hombre particular, que hizo las funciones de correo portador del escrito.

El texto del apócrifo incluye una copia de la carta, en la que figuran como autores Nereo y Aquiles, que remiten su mensaje “a nuestro condiscípulo y hermano” (c. 11,1). Le cuentan que se encuentran desterrados en el campo de trabajo de la isla Poncia por el nombre de Cristo. Pero su alegría de sufrir por el Señor se había visto ensombrecida por la actividad de dos discípulos de Simón Mago, desterrados también en la isla en castigo por su práctica de la magia. Propalaban que su maestro Simón era inocente y que fue menospreciado sin razón por el apóstol Pedro.

Su testimonio hizo que los habitantes de la isla tuvieran de Simón Mago una opinión poco menos que de hombre divino. El texto de los Hechos de los Apóstoles (8, 9-10) da testimonio del criterio que tenían también los samaritanos embaucados por las artes mágicas de Simón: Lo consideraban, en efecto, como “alguien importante” y tenían la impresión de que era “el llamado Gran Poder de Dios”. Nereo y su hermano escriben a Marcelo porque lo consideran la persona más idónea para dar noticias exactas sobre Simón, dado que en tiempos fue incluso discípulo suyo. Tienen necesidad de su autorizado testimonio para confirmar la opinión que ellos vierten sobre el caso del enfrentamiento entre el Apóstol y el Mago. Sería una forma de rescatar a tantos incautos del engaño en que se han visto enredados. Terminan la carta con la fórmula habitual “la gracia de nuestro Señor Jesucristo esté contigo” (c. 11,2).

Marcelo responde con una larga carta, que recoge amplios ecos de los Hechos apócrifos de Pedro. El escrito tiene perfiles del estilo epistolar en sentido cristiano: “Marcelo, siervo de Jesucristo, a los santos confesores de la fe Nereo y Aquiles” (c. 12,1). El remitente se presenta a sí mismo como siervo de Jesucristo, mientras califica a los remitentes como confesores de la fe, por la que se encuentran padeciendo destierro. Manifiesta su alegría por la firmeza de su fe y la generosidad de su actividad a favor de la verdad. Responde sin rodeos acerca de la consulta fundamental, calificando a Simón Mago como “hombre malvado, asesino de niños y hechicero, ladrón y embaucador” (c. 12,2). Es posiblemente la más concisa opinión del Mago en menos palabras de las muchas valoraciones negativas que la tradición cristiana ha conservado sobre el paradigmático enemigo del apóstol Pedro.

Refiere a continuación un suceso conocido por los HchPe. En pleno debate mantenido por el apóstol Pedro con Simón Mago, se presentó una ocasión ideal para la solución del conflicto. El auditorio no tenía claro a quién debía creer, quién merecía crédito y confianza. Sucedió que por el lugar, donde debatían los dos contendientes, pasaba la comitiva de un joven difunto, hijo de una madre viuda. La madre, seguida por abundante acompañamiento, profería lamentos y gritos de dolor. Pedro se dirigió a la muchedumbre que había creído en Simón, a la que lanzó un reto comprometedor. Si alguien es capaz de resucitar al joven difunto, su fe es la verdadera y merece ser aceptada por todos.

Simón pareció aceptar el reto y preguntó a la gente si mataría a Pedro en el caso de que él, Simón Mago, resucitara al joven difunto. “Lo quemaremos vivo”, fue la respuesta unánime de la turba. Simón trató de que el cadáver se moviera gracias a sus artes mágicas. Cuando la gente vio que el cadáver se movía, prorrumpieron en gritos de alabanza a Simón y de amenaza contra Pedro. Pero entonces Pedro pidió silencio y dijo a la turba que si el joven resucitaba de veras, tenía que hablar, caminar, tomar alimento y marchar a su casa. De lo contrario, si no era Simón capaz de lograr esos efectos, es porque no se había producido una resurrección verdadera. Lo que quiere decir que Simón les estaba engañando. La gente se puso a gritar que en tal caso, harían que Simón sufriera el castigo que habían pronunciado contra Pedro.

El apóstol pasó a la obra e invocó al Señor Jesucristo con estas palabras: “Resucita tú mismo a este joven, para que toda esta gente conozca que tú solo eres Dios y que no hay otro fuera de ti” (c. 12,4). El joven se levantó inmediatamente y contó cómo durante el sueño había visto a Jesús que ordenaba a sus ángeles que lo entregaran vivo a su madre viuda. La gente reaccionó como en otras ocasiones similares con un grito unánime: “Un solo Dios hay en el cielo y sobre la tierra, el que Pedro predica” (c. 12,5). Simón fingió sentirse indignado y pretendió huir. Pero las gentes se lo impidieron y pretendían arrojarlo al fuego. Fue entonces cuando Pedro intercedió por el Mago, recordando el precepto de su maestro que les había ordenado no devolver mal por mal.

(Santa Domitila entre los santos Nereo y Aquiles)

Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro


Lunes, 18 de Marzo 2013


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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