CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero

Hoy escribe Antonio Piñero

Comenzamos por la apostilla a la postal del último día, que hemos dejado para hoy por su extensión.


No me cabe duda personalmente que desde el punto de vista del análisis lógico, hoy, en el siglo XXI, la lógica discursiva del apóstol Pablo respecto a la “justificación por la fe”, tanto en Gálatas como en Romanos es, en apariencia y de facto, no defendible lógicamente. El punto de partida, un contenido hoy considerado mítico, a partir de “hechos” “incontrovertibles” de la Escritura, y el modo discursivo paulino, que no resiste las leyes elementales del silogismo -puesto que en ocasiones de premisas insuficientes se obtienen conclusiones más allá de lo permitido en las premisas- no resiste un análisis lógico

Otra cosa es que Pablo sintiera que estaba actuando irracionalmente y que lo admitiera, que aceptara por mor de su fe en Cristo una irracionalidad. No era así. Para Pablo y para otros hombres del siglo I, el ámbito de las “realidades religiosas” en el que vivían era rigurosamente real, no mítico, y hasta cierto punto perceptible, por medio de ensueños y visiones, de las que no se dudaba de que procedían, sin duda, de la divinidad. Por tanto, “razonar” a partir de esas premisas no era para ellos, que no eran tontos, algo irracional.

En un mundo en el que se creía con toda firmeza en la existencia de la divinidad tal como ellos la concebían, en la existencia de un cosmos pequeñito y “manejable” tal como ellos pensaban que su “astrofísica” lo había enseñado, un mundo de intermediarios celestes entre la divinidad y el ser humano –ángeles u otros espíritus, y en la posibilidad de comunicación semidirecta entre la divinidad y el ser humano concreto, elegido, es decir, en que esa divinidad se comunicaba tal como decían las Escrituras, era absolutamente claro que se estaba tratando con entidades reales aunque no se percibieran por los ojos físicos, sino con los del “alma”.


Centrándonos en el caso concreto de la “justificación por la fe” del adulto -creyente en que Jesús había sido y era realmente el mesías prometido- en el tribunal de Dios, todo era real para Pablo, puesto que lo había recibido directamente de la divinidad por una visión o un éxtasis.

No estaba actuando, pues, Pablo contra la “lógica” del momento: era real, absolutamente, la existencia de ese Dios y con esos atributos: era real la existencia de Jesús como Cristo divino, era real que había sido, durante su ministerio en la tierra, y más claramente ya sentado a la diestra de Dios, el agente de la divinidad para la salvación; era real la existencia casi personificada del Pecado, era real la existencia de Adán –estaba en el cielo ya con Abrahán, Isaac y Jacob, y la transmisión física, por generación, de una culpa primera; eran reales que las relaciones hombre divinidad se regulaban pro el sacrificio, era real que Jesús había logrado gracias a su doble condición –de hombre y de “divino de algún modo”- solucionar la cuestión del pecado colectivo por medio de su sacrifico expiatorio, agradable a Dios, calmante de la ira de la divinidad y era real finalmente que tal sacrifico “daba la oportunidad” a esta divinidad para mostrar su “justicia” y declarar por fin, exento de culpa, es decir, “justificado” y salvado al antes pecador.

Por tanto cuando Pablo argumenta que la fe, la confianza de que Dios ha determinado desde siempre ese sacrifico, y que se ha realizado en la historia al final de los tiempos, y que el ser humano debe hacer algo para apropiarse el valor de ese sacrifico, por ejemplo con un cierto tipo de colaboración, es decir creyendo / aceptando que Dios lo había hecho así, estaba argumentando dentro del ámbito de lo real.

Para el Apóstol, esa aceptación de fe-confianza en Dios no era un sacrificium intellectus (aceptar que la fe es superior al razón que debe sacrificarse en pro de la primera, que ofrece verdades superiores inalcanzables por la razón) sino todo lo contrario. Es más para la época y desde el punto de vista del judaísmo, aferrado al cumplimiento, a “hacer” de las obras de la Ley por absurdas que fuera en incluso ya en el siglo I como medio de salvación, la propuesta de Pablo en el mundo en el que vivían, era una acto de modernidad. Pablo pasaría por ilustrado ante los ojos de los judíos “ortodoxos” o que aceptaban la postura común del judaísmo de su época, como un hombre moderno y como un “griego” demasiado avanzado.


Otra cosa diferente es hoy día:

A) Desde el punto de vista del judaísmo ilustrado y estudioso de la herencia exegética judía (Misná Talmud, midrasim, Tosefta, Mekilta, Sifra, Sifré, etc.) pa deja mucho que desear desde el putno de vista de la lógica rabínica, tanto que se le niega veracidad cuando afirma que él era fariseo y cuando Lucas/Hechos sostienen que estuvo aprendiendo a los pies de Gamaliel.

B) Desde las leyes estrictas de la lógica, aceptar como verdad una entidad intelectual, convertida en dogma, que sobrepasa nuestra capacidad de raciocinio y de comprobación intelectual –nuestra razón es nuestro único medio de conocimiento-, “creer” (no razonadamente, sino porque confío) en algo que racionalmente se me presenta como increíble y hasta cierto punto absurdo, es una postura desde el punto científico de hoy perfectamente asumible, y para muchos, obligada.

Y esta es la posición de Mosterín.

Otra cosa, muy diversa, es aceptar que hay un mundo de la “intuición”, que supera la razón, o de la “confianza /“esperanza” en los sobrenatural, en la divinidad y su actuación respecto a mí, que supera también lo razonable, que proporciona verdades vitales, importantes para la “salvación”, y que quien viva en ese mundo ve más y más profundamente que el no creyente. Yo, personalmente no estoy en esta posición, pero soy muy respetuoso con ella, puesto que no alcanzo a comprenderla y pienso que quien me la manifiesta resulta ser inteligente en muchos otros ámbitos de la vida.

Pienso que en religión y en política es inútil intentar dar lecciones a nadie. Sólo se debe mostrar la racionabilidad de la posición propia, sin calificativos ni adverbios, que luego cada uno piense en su interior y llegue por sí mismo a un convencimiento personal.

Y volviendo al tema de la “justificación por la fe” en Pablo, resumiendo: opino que introdujo en el judaísmo un elemento “intelectual” de ámbito griego, la fe que salva, como acto intelectual, apoyado por la gracia divina, que era una revolución en la época.

Y éste fue el germen, junto con la divinización de Jesús que hizo que una secta al principio judía y sólo judía, se convirtiera con cierta rapidez en una religión distinta.

Terminaremos con el libro de J. Mosterín en seguida, en un par de postales

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com




Martes, 14 de Septiembre 2010


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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