Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
Señala Gabriele Boccaccini en el artículo que comentamos y parafraseamos en esta serie que el debate sobre la “justificación” del pecador (es decir, que siendo pecador cualquier hombre y nos lo imaginemos situado ante el tribunal de Dios, este lo declare justo, sin pecado, amigo suyo y apto para salvarse) y la “salvación” en Pablo no depende solo de una lectura directa, simple, limpia, directa, aséptica en lo posible de las cartas del Apóstol, sino también en situarlo dentro de los autores de su época (la del Segundo Templo), y también del efecto sobre el intérprete de hoy de siglos y siglos de teología cristiana que ha interpretado a Pablo de una misma manera…, y en algunos casos erróneamente. Como judío apocalíptico y seguidor de Jesús, Pablo proclamaba que el perdón de los pecados (perdón genérico, a toda la humanidad, lo mismo a judíos que a gentiles, de los pecados cometidos hasta ese instante, junto con la posibilidad fácil del perdón de pecados futuros por medio del arrepentimiento sincero) era el efecto principal del doble evento de la cruz y resurrección del Mesías. En la cruz, Cristo había mostrado una obediencia extrema que anulaba y vencía la desobediencia del pecado de Adán y en general de todo pecado; y por la resurrección, el Mesías había vencido a la Muerte y abierto la posibilidad de que todos los creyentes en el Mesías resucitaran también. Pablo pensaba muy probablemente que la cruz y resurrección del Cristo habían sido como una batalla cósmica entre el Mesías y Satán, junto con sus dos potentes aliados, el Pecado y la Muerte (personificados = Romanos 7,7-25), que terminaría naturalmente con la victoria total del Mesías. El Mal = Pecado era cósmico, ciertamente, porque había afectado a la creación entera, que había gemido siglos y siglos oprimida por la corrupción de los humanos y que fue liberada también, por el Mesías, para convertirse en una nueva creación: 19 Pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios. 20 La creación, pues, fue sometida a la vanidad, no voluntariamente, sino por aquel que la sometió, en la esperanza 21 de que será liberada de la esclavitud de la corrupción para (participar en) la gloriosa libertad de los hijos de Dios. 22 Pues sabemos que la creación entera gime y sufre dolores de parto hasta el presente (Rom 8,19-22). Utilizando de nuevo el lenguaje de Libro de las Parábolas de Henoc para aclarar este texto, los pecadores tanto gentiles como judíos, serán puestos en el Juicio final en el bloque de “los otros”, es decir, en el de los “pecadores arrepentidos” que han recibido la justificación no tanto por la mera justicia divina, sino por la misericordia. Y aquí viene una precisión importante del pensamiento paulino que afecta sobre todo a la controversia entre protestantes y católicos, a saber si el pecador que ya está justificado por un acto de fe se salvará siempre y de cualquiera manera (aun siendo pecador y sin arrepentirse de verdad de sus pecados, puesto que continua pecando sin cesar), o bien --si después de haber sido justificado-- tiene que comportarse de acuerdo con las exigencias de la fe en el Mesías y obrar correspondientemente. Con otras palabras: es el debate en el que los católicos achacaban a los protestantes haber entendido mal a Pablo y defender la doctrina de “Peca fuerte, pero cree aún más fuertemente”, por tanto las obras después de la justificación no tenían por qué ser todas buenas, ni mucho menos: se podía pecar tranquilamente porque la salvación estaba en el fondo garantizada una vez recibida la justificación. Pues bien, según una interpretación que me parece correcta y global del pensamiento paulino, los católicos tenían razón, porque muchos protestantes habían llegado a mantener teóricamente esa idea arriba criticada, la posibilidad de “pecar fuerte”. Pero, según Pablo, es necesario que los creyentes, tras recibir el Espíritu Santo y confirmarlo por el bautismo (en el que se declara solemnemente que el bautizado no pertenece ya al reino de Satán, sino al del Mesías), no tienen más remedio que abstenerse de pecar en todo lo posible y llevar una vida inmaculada de acuerdo con la “ley del Mesías”. Con otras palabras, “justificación” no significa “salvación” automática. Haber equiparado en la teoría al menos la justificación por la fe (predicada por Pablo) con “salvación por la fe” (algo que jamás predicó Pablo) ha sido una de las grandes distorsiones cristianas del pensamiento paulino. Naturalmente, entre los judíos contemporáneos de Pablo que no creían que Jesús era el mesías, todas estas ideas de justificación y salvación (con un comportamiento impecable tras haber sido justificados) por obra del Mesías le parecían unas solemnes tonterías al no estar comprobada la base, a saber que el mesianismo de Jesús hubiese sido verdadero. El Apóstol, al sostenerlo hasta la muerte, se hacía un tipo raro para muchos judíos de su época, con peligro incluso de su vida. Y, por otro lado, Pablo era también una figura controvertida dentro del movimiento mismo de los seguidores de Jesús, y en concreto para la mayoría de los miembros, judeocristianos, de la iglesia madre de Jerusalén. Y la prueba es que Hechos indica directamente que: 1 Bajaron algunos de Judea que enseñaban a los hermanos: «Si no os circuncidáis conforme a la costumbre mosaica, no podéis salvaros.» 2 Se produjo con esto una agitación y una discusión no pequeña de Pablo y Bernabé contra ellos; y decidieron que Pablo y Bernabé y algunos de ellos subieran a Jerusalén, donde los apóstoles y presbíteros, para tratar esta cuestión. 3 Ellos, pues, enviados por la Iglesia, atravesaron Fenicia y Samaria, contando la conversión de los gentiles y produciendo gran alegría en todos los hermanos (15,1-3). Por cierto, Pablo no admitía esta interpretación (a saber, que de algún modo se había visto obligado a subir a Jerusalén para rendir cuenta de su misión a los gentiles) y sostenía que a él nadie le había pedido tales cuentas, sino que, Luego, después de catorce años, subí de nuevo a Jerusalén con Bernabé, llevando conmigo también a Tito. 2 Y subí según una revelación y expuse en privado a los notables el evangelio que proclamo entre los gentiles para saber si corro o había corrido en vano. Según Boccaccini, la gran diferencia entre Pedro/Santiago y colegas, por un lado, y Pablo, por otro, radicaba en que los primeros eran decididos partidarios de la teología de la restauración de Israel, mientras que Pablo estaba especialmente interesado en la inclusión de los gentiles en Israel. Estoy aquí en notable descuerdo con Boccaccini, ya que la misión a los gentiles en Pablo no se entiende en absoluto si no se enmarca igualmente en la teología de la restauración de Israel, a saber en que no puede llegarse al fin de la historia si Israel no es la luz de las naciones (Is = 1 Henoc 48,4: “El servirá de báculo a los justos para que en él se apoyen y no caigan; él es la luz de los pueblos, y él será esperanza de los que sufren en sus corazones”) y si no se integran en Israel un cierto número de gentiles –según la promesa divina a Abrahán “te haré padre de numerosos pueblos” (Gn 17,5)-- tal como se dice sobre todo en los profetas, ante todo en Isaías. He aquí unas muestras. Is 49,6 citado expresamente por el Pablo dibujado por Lucas/Hechos en el cap. 13: Pablo y Bernabé dijeron con entera libertad: “A vosotros en primer lugar era preciso que se hablara la palabra de Dios, pero puesto que la rechazáis y no os juzgáis dignos de la vida eterna, ved que nos volvemos a los gentiles. 47 Pues así nos lo ha recomendado el Señor: “Te he puesto como luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta los confines de la tierra” (Is 49,6). 48 Los gentiles, al oírlo, se alegraban y glorificaban la palabra del Señor. Y creyeron cuantos estaban destinados a la vida eterna. Hay otros pasajes del mismo Isaías que hablan de que, al final de los tiempos, ciertos gentiles se convertirán a Yahvé y este los acogerá. Algunos llegarán incluso a ser sacerdotes y levitas. Así Is 56,3-7 e igualmente Is 66,18-21 junto con Zac 2,11-12 (14-15): • Que el extranjero que se adhiera a Yahvé, no diga: «¡De cierto que Yahvé me separará de su pueblo!»… 6 En cuanto a los extranjeros adheridos a Yahvé para su ministerio, para amar el nombre de Yahvé, y para ser sus siervos, a todo aquel que guarda el sábado sin profanarlo y a los que se mantienen firmes en mi alianza, 7 yo los traeré a mi monte santo y les alegraré en mi Casa de oración. Sus holocaustos y sacrificios serán gratos sobre mi altar. Porque mi Casa será llamada Casa de oración para todos los pueblos. • Yo vengo a reunir a todas las naciones y lenguas; vendrán y verán mi gloria.19 Pondré en ellos señal y enviaré de ellos algunos escapados a las naciones: a Tarsis, Put y Lud, Mések, Ros, Túbal, Yaván; a las islas remotas que no oyeron mi fama ni vieron mi gloria. Ellos anunciarán mi gloria a las naciones… 21 Y también de entre ellos tomaré para sacerdotes y levitas --dice Yahvé. • Grita de gozo y regocíjate, hija de Sión, pues he aquí que yo vengo a morar dentro de ti, oráculo de Yahvé.15 Muchas naciones se unirán a Yahvé aquel día: serán para mí un pueblo, y yo moraré en medio de ti. Otros textos parecidos son Is 19,18-25, que indica que al final de los tiempos gentiles que habían sido enemigos de Israel por antonomasia, como los egipcios y los asirios, estarán con Israel en un mundo feliz en pie de igualdad. Ciertamente se habrán convertido a Yahvé, pero no tienen que hacerse judíos por este motivo. Sin embargo, oros textos proféticos hablan de una conversión más fuerte. Estos son Is 25, 6-10 y Zac 8,20-23. En Is 2,2-4 se sostiene que los gentiles reciben “instrucción” (hebreo toráh, “ley”) de Yahvé mismo, con lo que se acercan casi al estado de “prosélitos” (gentiles convertidos al judaísmo). Is 54,15LXX da un paso adelante y afirma expresamente que los gentiles que se incorporan a Israel serán “prosélitos”, convertidos plenamente, sin el “casi”. Miqueas 4,1-2 se fija también especialmente en el imperio de la ley de Moisés sobre muchas naciones al final de los tiempos: Sucederá en días futuros que el monte de la Casa de Yahvé… se alzará por encima de las colinas. Y afluirán a él los pueblos, 2 acudirán naciones numerosas y dirán: «Venid, subamos al monte de Yahvé, a la Casa del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos, y nosotros sigamos sus senderos». Pues de Sión saldrá la Ley, y de Jerusalén la palabra de Yahvé. El Libro de Tobías expone también esta teología, cuando escribe que Yahvé azota a un Israel infiel, pero luego se compadece y los reúne de entre todas las naciones por donde los ha dispersado (13,5). Además, junto con Israel, se acercan a Yahvé otras naciones: Vendrán a ti de lejos muchos pueblos (éthne)… trayendo en sus manos dones (13,13). Jerusalén será reconstruida con piedras y metales preciosos (13,16-18) y allí todos adorarán al Dios único. En 14,5-7 se afirma: Entonces… edificarán una Jerusalén maravillosa y construirán en ella la Casa de Dios, como lo anunciaron los profetas de Israel. 6 Todas las naciones del universo se volverán a Dios en verdad y lo temerán; abandonarán los ídolos que los extraviaron en la mentira de sus errores 7 y bendecirán al Dios de los siglos en justicia. Otros textos judíos de la época del Segundo Templo, como Test. de Leví 18,9; Test. de Neftalí 3,2 y Oráculos Sibilinos 3,719 sostienen igualmente que los gentiles al final de los tiempos observarán la Torá. Todos estos textos que acabamos de mencionar se refieren a la restauración de Israel al final de la historia y mencionan la conversión de los gentiles. Queda claro, me parece, que no se puede establecer entre los dos (al menos) grandes conjuntos diferenciados del cristianismo primitivo, la iglesia madre de Jerusalén y los grupos paulinos, ninguna diferencia profunda en el tema de que la creencia en el Mesías Jesús y sus consecuencias se enmarcan necesariamente en el conjunto de la teología de la restauración de Israel. El problema radicará no en que el Israel restaurado será el único que se salvará (junto con algunos gentiles por supuesto), sino en cómo se incorporarán estos gentiles al Israel restaurado de los últimos días de la historia. Seguiremos con estos temas que creo básicos para entender a Pablo y, consiguientemente, al cristianismo primitivo y que se iluminan en diálogo con textos judíos de la época del Segundo Templo. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Martes, 29 de Julio 2014
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Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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