Notas
Hoy escribe Gonzalo del Cerro
Un poco de historia En la historia de los HchAp tiene una importancia especial el testimonio del patriarca de Constantinopla, Focio (s. IX). Para aliviar los ocios de su hermano durante una campaña militar, escribió una obra enciclopédica conocida bajo el epígrafe de Biblioteca. Consiste en el análisis y resumen de muchas obras tanto clásicas como cristianas. Los distintos capítulos dedicados a las obras antiguas son denominados códices o códigos. El que hace el número 114 lleva como título Viajes de los apóstoles, y resume y explica los cinco primitivos Hechos Apócrifos de los Apóstoles de Pedro, Juan, Andrés, Tomás y Pablo, citados por este orden. La denominación de Viajes (períodoi) es uno de los títulos de los HchAp en competencia con el más corriente de Hechos (práxeis). El epígrafe de Viajes hace referencia a los movimientos geográficos precisos para que los apóstoles pudieran cumplir la orden de Jesús según el texto de Marcos 16,15: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”. Un detalle sorprendente en la opinión expresa de Focio es la consideración de los HchAp como colección o conjunto, que sería la obra de un solo autor, de nombre Leucio Carino. El dato es la prueba de la creencia de que los HchAp, a pesar de sus muchas diferencias, deben tener más cosas en común. De todos modos, las noticias de Focio indican que dispuso de unos textos distintos de los que ahora conocemos. El juicio y el análisis que aporta sobre esta “colección” no encaja con los Hechos que han llegado hasta nosotros. Por ello, se piensa que o bien analiza unas obras sensiblemente distintas de las que poseemos, o daba una opinión partiendo de criterios personales con bases diferentes. Focio critica y censura los HchAp tanto por su forma como por su contenido. El estilo de estas obras es, dice, completamente desigual y extraño. Es verdad que el autor emplea a veces expresiones cultivadas, pero con frecuencia se sirve de un lenguaje pedestre. Es una forma de escribir distante de la que usan los escritos evangélicos y apostólicos. Estos libros están además llenos de insensateces (mōrías), contradicciones y oposiciones. Defiende el autor de los Hechos que uno es el Dios malo del Antiguo Testamento, y otro el bueno del Nuevo que es Cristo. Afirma que el Hijo no se ha encarnado verdaderamente, sino sólo en apariencia. En consecuencia, Jesucristo no fue realmente crucificado, sino que lo fue otro en su lugar. Por eso, Jesús se mofa de los que le crucificaban, pues estaban equivocados. Los HchAp rechazan el matrimonio legítimo y consideran toda generación como obra del demonio. Interpreta la anécdota del retrato, que unos cristianos piadosos le hicieron al apóstol Juan y que el Apóstol rechazaba, como un rechazo a las sagradas imágenes en el sentido de los iconoclastas. El docto patriarca concluye su informe diciendo que el libro de los Viajes de los Apóstoles, es decir, los cinco primitivos HchAp, son “la fuente y la madre de toda herejía”. Estas afirmaciones tan tajantes y exageradas han hecho pensar en unos textos que no han llegado hasta nosotros. Sin embargo, hemos de reconocer que varios HchAp contienen fragmentos ajenos a los primitivos originales. Esto es evidente en el caso de los Hechos de Juan, citados y condenados en el concilio II de Nicea (a. 787), el que trató precisamente el problema de los iconoclastas. El concilio citó no solamente la escena del retrato de Juan sino otros fragmentos de claro origen gnóstico. Sin embargo, lo mismo que en otros aspectos de la cultura, fue el Renacimiento el que hizo renacer de olvidos, indiferencias y omisiones los Hechos Apócrifos de los Apóstoles. Pionero de estos estudios fue Jacques Lefèvre d’Étaples a principios del siglo XVI, con sus ediciones de textos apócrifos de índole muy diversa: Actas de los mártires, Hechos, Epístolas, etc. Su actitud de admirador ferviente de la antigüedad le hizo ver en esta literatura obras de indiscutible autoridad. Un estudio más sereno y reposado de los textos llevó a los especialistas durante los siglos posteriores a posiciones de duda y escepticismo por lo que se refiere al valor doctrinal de los apócrifos, pero al convencimiento de que nos hallamos ante unos textos que pueden servir de testimonio del cristianismo real de los siglos II-III. O como quería el eminente editor del Codex Apocryphus Noui Testamenti, J. A. Fabricius (Hamburgo, 1703. 1719), si estos textos podían servir de escándalo a cierta clase de cristianos, contenían una inapreciable riquezaa para las personas instruidas. Sobre estos detalles pueden consultarse los artículos siguientes publicados en el volumen Les Actes des Apôtres. Christianisme et monde païen, Ginebra, 1981, de F. Bovon y otros. Eric Junod, “Actes Apocryphes et hérésie: Le jugement de Photius”, pp. 11-24. Gérard Poupon, “Les Actes Apocryphes des Aportes de Lefèvre à Fabricius”, pp. 25-47. Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Jueves, 12 de Febrero 2009
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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