CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Ministerio y pasión de San Bartolomé en los Apócrifos
Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Aspectos doctrinales de la pasión de san Bartolomé

Lucha con los demonios

Este apócrifo apenas tiene referencias de carácter doctrinal, al menos desde el punto de vista teórico. Es decir, no contiene lecciones de tipo magistral. Su ministerio se mueve dentro de los parámetros que cabe esperar en un apóstol de Jesús. Realiza los milagros prometidos en el contexto de la misión, en particular, la expulsión de los demonios.

En su ministerio, tuvo que luchar Bartolomé especialmente con los demonios y con su presencia y actividad en el territorio de la India, donde predicaba. Su apostolado se concreta en un enfrentamiento sin cuartel con los demonios que residían en los ídolos de los templos locales. Los templos paganos eran su residencia. Y desde sus ídolos y sus altares podían ejercer una actividad mágica, que embaucaba con facilidad a los hombres sencillos, sensibles a cualquier demostración sobrenatural. Los denominados “pontífices”, conscientes del peligro que representaba el apóstol, lograron que el rey lo mandara atormentar y decapitar. El tormento característico en la pasión de Bartolomé, mejor recogido por la tradición, fue el que su decapitación fuera precedida de la pérdida de su piel en vida.

Retrato físico de Bartolomé

Entre los pasajes que hablan de Bartolomé, destaca la minuciosa descripción de su persona, encaminada a facilitar su identificación. Ésa era, al menos, la intención del demonio Beireth, que daba la descripción de los rasgos físicos de Bartolomé: “Los cabellos de su cabeza son negros y espesos, su tez blanca, los ojos grandes, las narices simétricas y rectas, las orejas cubiertas con el cabello de la cabeza, la barba luenga con algunas canas, de estatura media, no se puede decir que sea ni alto ni bajo. Viste una túnica de manga corta con ribetes de púrpura y se cubre con un manto blanco que tiene joyas color de púrpura en cada uno de sus ángulos” (c. 1,3).

Los imagineros tenían en el Apócrifo argumentos suficientes para justificar los detalles concretos de su trabajo. Los silencios de los evangelios tenían así una forma de compensación. Si por sus predicaciones podemos colegir que así hablaban sus protagonistas, estas descripciones parecen querer presentar a la comunidad cristiana cómo eran en la realidad.

En un contexto similar ofrecen los Hechos de Pablo y Tecla (c. 3,1) una presentación del aspecto físico de Pablo, que tanto influyó en la iconografía posterior. Bartolomé aparece además revestido de un carácter de persona equilibrada y sensata que coincide con los datos que daba Jesús en la escena del encuentro con Natanael. “Un verdadero israelita en quien no hay engaño” (Jn 1, 47).

Creencias tradicionales en la Pasión de san Bartolomé

Pero si la obra es parca en pasajes doctrinales, sirve, no obstante, de testimonio vivo de creencias dogmáticas, incuestionables en su época. Sabe, por ejemplo, del pecado de Adán que motivó su expulsión del Paraíso. De los árboles abundantes, Dios prohibía al primer hombre el acceso a uno de ellos. Adán cometió un pecado de desconfianza y desobediencia (c. 4,3). El autor sabe y testifica que el Hijo de Dios fue enviado a la tierra para realizar la redención de los hombres (c. 7,1). Ofrece noticia detallada de la anunciación (c. 4,2) y de las tentaciones (c. 4,3). Está, pues, al corriente de los sucesos de los evangelios.

Manifiesta su fe en la divinidad de Jesús y en la Trinidad. El texto griego corrige o rectifica ciertas expresiones extrañas, sospechosas de nestorianismo. Cuando el latín cuenta que el Hijo de Dios se dignó nacer del seno de la Virgen María “en el hombre” (in homine), el griego corrige sistemáticamente los pasajes correspondientes diciendo que “nace como hombre”, lo que está más acorde con el sentido ortodoxo del dogma.

(Imagen del martirio de san Bartolomé)

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro


Domingo, 25 de Noviembre 2012


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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