Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
Vamos a profundizar un poco más en lo dicho al respecto en una nota anterior, ya que éste es probablemente el tema más interesante, aunque –como reconoce también M. Hengel en su tratamiento del tema- sea el más difícil y controvertido entre los estudiosos. El cambio en la mentalidad del Pablo precristiano fue tan tremendo, como lo describe indirectamente 2 Corintios 4,6: « “Pues el mismo Dios que dijo: De las tinieblas brille la luz, ha hecho brillar la luz en nuestros corazones, para irradiar el conocimiento de la gloria de Dios que está en la faz de Cristo” » El cambio fue, por tanto, como un paso de las tinieblas a la luz. ¿Por qué? En realidad debemos confesar que tampoco lo sabemos, porque Pablo no ofrece explicación psicológica o teológica de su tremendo cambio de mentalidad: « “Nada sabemos de que en el fondo de su corazón estuviera impresionado por el mesías crucificado o por sus seguidores perseguidos por él mismo o que en el fondo estuviera disgustado con algunos aspectos de la Ley y sus tremendas exigencias” (M. Hengel, p. 283). » Pablo sólo dice que el ambio se produjo porque era un plan de Dios. Éste “tuvo a bien” llamarlo: « “Mas, cuando Aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo, para que le anunciase entre los gentiles”. » Lo que sabemos en verdad es que su llamada le hizo cambiar todos los valores. Por tanto, podemos sospechar que fue un cambio lentamente madurado, quizá a base de irse enterando bien durante los interrogatorios a sus perseguidos de cuál era la reinterpretación de éstos de la vida y figura de Jesús, lograda por medio de una nueva e iluminadora lectura de las Escrituras, que afirmabab inspirada por el Espíritu santo. Es de saber -en efecto- que la teología cristiana nace (léase bajo este punto de vista el capítulo 24 del Evangelio de Lucas: los discípulos camino de Emaús) a base de repensar a Jesús leyendo las Escrituras con otros ojos, los de los judeocristianos de Jerusalén y de Galilea, seguidores de Jesús que estaban convencidos previamente que Dios lo había resucitado. A este propósito repetirá que soy de la opinión –en contra también de M. Hengel- que la teología posterior de Pablo no nace de repente de una visión, de su sola facultad de reinterpretación de Jesús, sino que fue adelantada, como señala el evangelista Lucas con razón, por los comienzos tímidos de la teología de los judeocristianos helenistas de Jerusalén (capítulo 7 de los Hechos) que comenzaron a cuestionarse el valor de la Ley y de Templo en los momentos finales del mundo, según creían. De todo ello se iba enterando Pablo en sus interrogatorios de judeocristianos y de alguna manera se iba archivando en su cabeza y le hacía reflexionar. Sobre todo el modo nuevo de leer e interpretar las sagradas Escrituras. En contra de Hengel deseo sostener que contra este punto de vista interpretativo no luchan motivos serios de cronología paulina, ni de la situación sociológica o teológicadel judaísmo palestino. Sin duda, me parece posible también que estos “helenistas” perseguidos por Pablo le iban trnasmitiendo a éste qué pensaban sobre la conversión y salvación de los gentiles en los momentos finales -en los que creían estar- y qué función desempeñaba en esa salvación la >Ley y el Templo. Sí admito con gusto la sugerencia de M. Hengel que los judeocristianos que reflexionaban -y criticaban- sobre la Ley y el Templo tomaran pie para sus críticas las posturas sobre la Ley y el Templo que -según iba ya formando la tradición, se decía que había tenido Jesús. Por tanto, opino que es plausible que los judeocristianos helenistas se apoyaban para sus críticas en: A) Las discusiones de Jesús sobre la interpretación correcta de la Ley, pero tomadas como si él hubiese querido superar esta Ley, y B) El distanciamiento respecto a la piedad del Templo que era normal entre los galileos, que daban la primacía a la ética interior y a la oración antes que a la piedad ritual, hacia la que se sentían naturalmente inclinados quienes vivían en Judea y en concreto en Jerusalén y sus alrededores, cerca del Templo Éste ha sido siempre mi principio: en el desarrollo de la teología del cristianismo primitivo ningún progreso ocurre, normalmente, sin que los cristianos dejen de buscar un apoyo en algún paso o aspecto de la vida y doctrina del Jesús terreno. Por tanto: no es extraño tampoco que en la crítica al valor salvífico de la Ley y a la función del Templo haya participado también alguno que otro, más abierto de mente, entre los judeocristianos “hebreos”. Es decir, gentes que no fueran del grupo, tan cerrados teológicamente, de los que Pablo luego llamaría “falsos hermanos” (de Jerusalén) que exigían a los paganos convertirse estrictamente al judaísmo para salvarse (Hch 15,1). Éste puede ser el trasfondo de la escena “ideal”, no real en mi opinión, que describe Lucas en el capítulo 10 de los Hechos (el episodio de Cornelio y la visión de Pedro de que todos los alimentos son puros). Llego así a la siguiente propuesta: "Todo este proceso de maduración se concreta en una visión. Toda visión religiosa está condicionada por el ambiene en el que se vive". Afirmo que es muy posible que en el interior de Pablo se llegara a ese proceso de maduración intelectual que luego se manifiesta, conforme a su temperamento visionario y extático (véase 2 Corintios 12,2ss que habla de los trances revelatorios de Pablo) en un proceso de revelación. ¿Cómo fue en concreto esta visión? Tampoco lo sabemos, puesto que la narración de su visión fundamental en el camino de Damasco, relatada con contradicciones tres veces en los Hechos de los apóstoles (capítulos 9, 22 y 26) tiene rasgos totalmente legendarios y fabulosos. Debemos quedarnos tan sólo con que Pablo estaba absolutamente convencido de que tuvo una revelación divina que lo hizo cambiar totalmente. Y que Dios, por pura gracia hacia la humanidad, de acuerdo con sus planes eternos y porque la plenitud de los tiempos había llegado, lo había escogido a él misteriosamente, y por sola gracia, para la misión de publicar y proclamar el nuevo plan de Dios definitivo para la salvación. Este plan estaba ligado con la aceptación de Jesús como el mesías definitivo. Esa maduración hizo pasar a Pablo de considerar a sus perseguidos de peligrosos sujetos que amenazaban todo el sistema de salvación elaborado por el judaísmo y que conmovían en sus cimientos la teocracia, a verlos como verdaderos judíos piadosos que eran los que habían percibido, gracias a la luz del Espíritu lo que en el fondo había en la vida del Jesús terreno: en él se hallaba la acción salvadora de Dios para los últimos tiempos… no sólo para los judíos, sino también para los paganos. Sólo había que verlo con ojos iluminados por el Espíritu. Concluiremos pronto con el tema. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Sábado, 14 de Febrero 2009
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Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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