Notas
Escribe Antonio Piñero
El pasado jueves 27 de agosto escribí la primera pare de mi reseña de la obra de F. Bermejo, cuyo título es el mismo que el de esta postal. Decía en ella, en síntesis, que la obra está bien hecha, clara, con gran sentido crítico y bastante completa; y apostillé que es un libro que ayuda a comprender mejor el judaísmo, y por tanto el cristianismo, ya que esta religión –que tardó bastantes siglos en desligarse de su matriz– es hermana (no hija) del judaísmo. Consecuentemente, todo lo que nos dé a conocer el tronco común del que los dos sistemas religiosos proceden, ayuda evidentemente a conocer el cristianismo, lo que más interesa en sí a la mayoría de los lectores. Aprovecho ahora para insistir en que la obra del Dr. Bermejo no es de mera divulgación. Conviene detenerse en este último vocablo. Normalmente por “divulgación científica” entiende la mayoría de la gente aquella obra, o artículo, que resume y aclara en un lenguaje sencillo, que obvia la mayoría delos tecnicismos, los avances o cuestiones claves de las ciencias empíricas, como la medicina, ciencias naturales, matemáticas, física o astronomía, etc. Normalmente también el autor que divulga expone, pero no suele someter a crítica aquella materia que aclara para el público. Sin embargo, en las ciencias de ámbito humanístico, como es el caso de la historia en general, la literatura o la arqueología (que tiene mucho de técnico), la divulgación –si es buena– lleva una dosis notable de crítica y opinión personal del divulgador. Es usual que el divulgador sea a la vez investigador de las materias que divulga, por lo que la crítica a las hipótesis explicativas en su mente está a la orden del día y la emplea igualmente en lo que divulga. Por ello, la divulgación, en concreto en el ámbito de la historia, contiene a menudo una buena dosis de ideas originales del divulgador; o semioriginales (“somos enanos a hombros de gigantes”: Duns Scoto, si no me equivoco, luego repetido por otros, como Einstein), decantadas a lo largo de años o décadas del estudio de la materia sobre la que se divulga. Y este es el caso del Dr. Bermejo y a ello me refería cuando escribía y alababa su talante crítico, que se demuestra casi en cada sección de la obra que comentamos. Y otra cosa es la “complección”, ámbito en el que hacía yo hincapié en las definiciones de la identidad judía en la Antigüedad, al principio del libro y en los dos capítulos finales “El judaísmo rabínico” (pp. 241-256) y “Los judíos en la Antigüedad tardía (siglos III–VII)” tanto en Israel como en la Diáspora, ya que esta época está muy poco tratada en las obras de divulgación. También es relativamente original en esta visión general el detenerse en el arte judío de la época. A propósito de la complección deseo detenerme un instante en la “Bibliografía”, que ocupa en el libro presente 5 páginas. Señala además el autor, que por “motivos ecológicos, económicos y prácticos” (p. 323) la lista bibliográfica completa de la literatura principal y secundaria usada por él se halla en Internet a disposición de todos (www.ciudadanojesus.com.sintesis.com), simplemente buscando el autor o el título del libro. Y es aquí donde encuentro algunas carencias, y además deliberadas. En la Bibliografía principal (la impresa en el libro) aparece citado un artículo del autor “Sub Tiberio quies”, en el que insiste con cierta razón en la idea de que en la época de Tiberio y bajo los prefectos romanos (6–41 d. C.) en Israel/Palestina hubo mucha menos paz que lo que impulsa a creer esa frase de Tácito (Historias V 9,2), según se deduce de las fuentes, Flavio Josefo, Evangelios y Tácito mismo. La correcta apreciación de estas fuentes le lleva a concluir, con razón, que esa tal “paz” debe ser estrictamente matizada para caer en la cuenta de que ya en época de Jesús la temperatura mesiánica en Israel era muy notable y consecuentemente el sentimiento antirromano en la población– lo que afecta también a la figura de Jesús– era más elevado de lo que normalmente se cree. Está bien. E igualmente cita su obra sobre Jesús (“La invención de Jesús de Nazaret, 32019, Siglo XXI, Madrid), que, sin duda es muy buena, por lo que dediqué en mi Blog una serie de entregas que suman una treintena, o más, de páginas. Pero una vez dicho esto, lo que me parece mal es que el autor hurte al lector en la bibliografía principal al menos dos obras en lengua española, que considero importantes y que el autor conoce, creo que sin duda. La primera es “Biblia y Helenismo”, de la que soy editor, publicado por el Almendro, Córdoba en 2006 y reeditada por Herder en 2018. Se trata de una obra de 702 pp. con la firma de autores tan significativos como J. Trebolle, J. Alvar, R. Aguirre, R. Teja, A. Bernabé y J. Monserrat, con artículos que afectan de lleno al contenido de la obra que estoy reseñando, por no hablar de artículos extensísimos sobre el encuentro de Israel con el helenismo; el judaísmo helenístico y el judaísmo y el helenismo en el siglo I. Pero la obra, Biblia y Helenismo, no aparece en la Bibliografía principal, solo en Internet. Y eso que las publicaciones en español sobre el tema son relativamente escasas. Por tanto, el autor considera que su artículo “Sub Tiberio Quies” es mucho más importante y trascendental, por lo que sí aparece en la Bibliografía principal. En mi opinión el sesgo de nuestro autor parece ser evidente; es posible que se deje llevar por motivos personales y no por criterios científicos. Debe separarse netamente lo personal y la ciencia y me temo que el autor no lo hace. A este respecto sostengo que el importantísimo capítulo de “Biblia y Helenismo” sobre los cambios trascendentales en la religión judía en época helenística no ha sido tenido en cuenta en la obra que comento. Y esto sí representa una crítica seria a su libro. En él se trata de la “Religión judía en la época del Segundo Templo”, pero en nada se destacan los cambios sustanciales de la religión judía en el concepto de Dios, en la angelología y demonología, en la incorporación del dualismo cósmico, escatológico, antropológico (en el que va incluida la inmortalidad del alma, la vida futura y la resurrección no aceptada aún hacia el 260 por el autor del Eclesiastés); en el profundo cambio del paso de la mentalidad corporativa a la responsabilidad individual; en la apertura hacia valores menos particularistas y más universalistas, en la ética, etc. La segunda obra es “Literatura judía de época helenística en lengua griega. Desde la versión de la Biblia en griego hasta el Nuevo Testamento”. Síntesis 2007 (Serie: Historia Universal de la literatura griega. Volumen 26, dentro de la serie Historia de la Literatura Universal), Madrid. De la misma Editorial que publica el libro que reseñamos. Pienso que la omisión de este libro en la doble Bibliografía (la amplia selecta y la amplia de Internet) es dañina: perjudica a la empresa editora (¡un flaco servicio!) y al público de lengua española al que va dirigida. En este libro omitido, se tratan entre otros los siguientes con contenidos que afectan directamente al tema: La versión al griego de la Biblia hebrea (LXX, Setenta, Septuaginta): su enorme impacto cultural; los apócrifos y pseudoepígrafos del Antiguo Testamento (siglos III a.C. hasta s. I d.C.) que atañen directamente a uno de los temas del libro del Dr. Bermejo “Judaísmo y cristianismo”; la literatura sapiencial y fragmentos de obras literarias judeohelenísticas perdidas; Filón de Alejandría; Flavio Josefo. Así pues, parece que –por lo dicho– debe corregirse esta omisión. A las dos obras mencionadas yo añadiría una tercera en lengua española, interesante para el público, que tampoco aparece en la Bibliografía, ni en la breve, ni en la larga: “Año I. Israel y su mundo cuando nació Jesús” de Editorial Laberinto 2008, con varias reediciones. Temas tratados en esta obra y que interesan sin duda al lector del libro del Dr. Bermejo son: “Israel, año 1, un pequeño rincón en el Mediterráneo; ¿Qué medios y fuentes tenemos para conocer esta época? Los judíos en el Imperio Romano. Israel en los momentos del nacimiento de Jesús; Economía y sociedad en Israel en torno al Año 1; Las clases sociales; Las creencias básicas del pueblo judío en tiempos de Jesús; La ley de Moisés; el Templo y los sacrificios; las grandes festividades religiosas y la pureza ritual; el cumplimiento de las promesas divinas: liberación y la salvación de Israel; El mundo religioso judío y sus sectas”... Opino que estos temas, tratados con suficiente amplitud en “Año I”, merecerían alguna atención en la Bibliografía. Pienso ahora que la eliminación de determinadas obras por motivos personales, aparte de ser muy poco científico, recuerda a la actitud de la Iglesia durante siglos: echar un manto de silencio sobre aquello que por un motivo u otro no le interesa. ¿Es menos interesante esta obra y de tan poca valía como para ser ocultada? ¿Informa menos que “Sub Tiberio Quies”, sí mencionada en la bibliografía principal? Pero vuelvo al principio: insisto en que el libro del Dr. Bermejo es muy bueno; claro y bien redactado, con el tratamiento debido a la mayoría de los temas que un lector esperaría, y algunos más que no esperaría. Un libro que merece ser leído no solo por la gran cantidad de información, sino también por el sentido crítico con el que esta se pondera. Así que recomiendo vivamente su lectura. Enhorabuena al autor y a la Editorial por haberlo publicado. Y al Prof. David Hernández de la Fuente por haber encargado la composición de esta obra. Una obra que no desmerece en absoluto ante cualquier otra extranjera sobre el mismo tema a la hora de la divulgación. Saludos cordiales de Antonio Piñero http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html NOTA: Ahí va el enlace de una conversación/ entrevista entre Gabriel Andrade (conocido por su programa radiofónico “Ágora”) y yo sobre la “vida de ultratumba en el judaísmo y cristianismo”: https://www.youtube.com/watch? Saludos de nuevo
Jueves, 10 de Septiembre 2020
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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