CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Fernando Bermejo

En el último capítulo del libro de los Hechos de los Apóstoles, en una de las llamadas “secciones-nosotros”, se dice que tras pasar el invierno en Malta, Pablo y sus compañeros embarcan rumbo ya a Roma: “Al cabo de tres meses zarpamos en una nave que había invernado en la isla. Era de Alejandría, con los Dioscuros de mascarón de proa” (Hch 28,11)

¿Qué significado tiene la mención de estas figuras, esculpidas en la proa del barco alejandrino que debe llevar a Pablo a Roma? Sorprendentemente, los comentarios a Hechos no se sorprenden por esta detalle, y suelen mencionarlo tranquilamente sin ulterior discusión. Quienes se inclinan a ver en el informe sobre la travesía un documento fiable lo juzgan un indicio de una tradición transmitida por Lucas, que reflejaría un detalle de vívido realismo náutico.

Pero ¿por qué precisamente se narra este detalle, real o inventado? ¿Por qué Lucas pone la etapa decisiva en la que el evangelio ha de alcanzar su meta romana, expresamente bajo el signo de divinidades paganas?

Los Dioscuros o Dióscuros, llamados generalmente “los dioses gemelos”, eran Kastor y Polideuces, o Cástor y Pólux. Estos “muchachos de Zeus”, “a los que –como escribió Estrabón– todos llaman ‘salvadores’”– intervienen en las situaciones de necesidad más diversas a favor de los hombres, pero eran especialmente populares en el medio amenazante de las travesías marítimas. Fungían como patrones protectores de una travesía favorable, y se consideraba que la constelación Géminis y los fuegos de san Telmo eran sus epifanías.

Una función de los Dióscuros en el mundo narrado fue la protección en la victoria y la transmisión de noticias salvadoras, función que fue representada en el culto precisamente en época julioclaudia y flavia, en un santuario situado en la zona sudeste del Foro romano, edificado y dedicado por Tiberio bajo el reinado de Augusto, en el 6 e.c. Este santuario sirvió como recordatorio pétreo de un mito fundacional romano, registrado en la obra de Dionisio de Halicarnaso, según el cual a comienzos del s. V, cuando la ciudad luchaba contra la liga latina y Tarquinio el Soberbio, y los romanos llevaban las de perder, los Dióscuros aparecieron montados a caballo para guiar a los romanos a la victoria.

Como divinidades de la travesía, los Dióscuros llegaron a encarnar la pretensión de poder imperial de Roma en el mar Mediterráneo. En la medida en que la legitimación mítica del imperio estaba vinculada con la del respectivo linaje de gobernantes, Cástor y Pólux fueron también conectados con la casa imperial, especialmente en época julioclaudia, en la de Domiciano y en la de los Antoninos.

A la luz del papel de los Dioscuros en la enciclopedia cultural del mundo grecorromano es posible quizás comprender mejor su significado en el capítulo final de los Hechos de los Apóstoles. Por una parte, si el autor de la obra no puede trae a colación a los Dióscuros como divinidades salvadoras, su presencia podría ser un signo de adaptación cultural. El barco que partió de Alejandría y se dirige a la metrópolis, Roma, amplía el horizonte original de Jerusalén a la ecúmene. En la etapa final del viaje, el mascarón de proa de los Dióscuros encarna la transformación epocal en la que el Mediterráneo empieza a convertirse en el mare nostrum de la ekklesía.

Este mascarón de proa sirve también a una reinterpretación soteriológica. La imagen de los Dióscuros como auxiliares en la victoria y portadores de buenas noticias opera aquí, en la medida en que “soter” es un título persistente de los Dióscuros. El autor parece jugar irónicamente con el contraste entre el evangelio de Jesús Cristo, concebido por sus seguidores como salvador definitivo y portador de la paz, y la propaganda imperial romana: el otro evangelio, la noticia alegre del reino de Dios, está en camino hacia la capital del imperio romano, y es paradójicamente un barco bajo el signo de eficaces divinidades paganas la que lo lleva.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo

Miércoles, 16 de Diciembre 2015


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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