Notas
Hoy escribe Gonzalo Del Cerro
Homilías IV-VI Peligros de la explicación alegórica de los dioses Explicaba Clemente en días pasados su comprensión de los criterios de Apión en la interpretación alegórica de los Mitos. Una manera de interpretar la creencia en los dioses, que prácticamente significaba su no existencia. Porque si, en efecto, la identidad de los dioses, su personalidad y sus gestas no eran otra cosa que una alegoría, podía Clemente concluir que se trataba de ficciones más que de realidades. Ficción es igual a irrealidad Así lo hace Clemente con lógica absolutamente razonable. Los historiadores, lo mismo que los filósofos y por supuesto los teólogos, llegan a la misma conclusión. Los dioses son un invento de filósofos y literatos, que trazan los perfiles de sus divinidades con criterios de imaginación y de ficción. Es decir, lo que la Biblia afirmaba en el Salterio, son imágenes que no piensan, ni hablan, ni quieren ni pueden ayudar a la humanidad. Los tres grandes dioses primeros Plutón, Neptuno y Zeus son una explicación del natural desarrollo del Caos primitivo. Lo mismo ocurre con otros dioses y diosas, cuya personalidad se reduce a una visión alegórica de fenómenos de la naturaleza. En palabras de Clemente, “todas estas cosas tienen un cierto sentido alegórico”. Como también decía el mismo Apión, se trata de explicaciones que no se deben tomar en serio. Afirmaciones tan peregrinas dejaban perplejo a Clemente, hasta el punto de que Apión sospechaba que su buen amigo no prestaba ni atención ni fe a sus explicaciones sobre la esencia de los dioses y sus gestas. Recordábamos la convicción de Plutarco en el sentido de que una cosa es la historia y los sucesos considerados como históricos o reales, y otra muy distinta la ficción, fruto de la imaginación. Crono y Afrodita Fue entonces cuando Clemente aceptó el reto de repetir y completar las explicaciones de su amigo pagano. Si Apión había resumido demasiado sus explicaciones en aras a facilitar la comprensión a sus oyentes, la palabra de Clemente aclaraba las cosas y llenaba los olvidos o las omisiones de su amigo. Tal era el caso de Cronos y Afrodita. Por lo escuchado a lo largo del debate y lo que había aprendido en ambientes paralelos, Clemente llegaba a la conclusión de que “Los vínculos de Crono son la complexión del cielo y la tierra, como he oído decir a otros que hacen una interpretación alegórica. Pero la amputación de sus genitales es la separación y la distinción de los elementos. Porque todas las cosas fueron amputadas y separadas de su propia naturaleza para ser colocadas cada una aparte” (Hom VI 13,1). Por su parte Afrodita, “la que surgió del abismo del mar, es una sustancia húmeda fecunda, con la que al unirse el espíritu cálido, provoca el deseo de la unión amorosa y lleva a término la hermosura del mundo”. La realidad narrada por los mitógrafos nada tiene que ver con estas elucubraciones, que suenan más a pretextos o escapatorias por falta de recursos dialécticos para justificar los relatos de poetas y filósofos. Conclusión de Clemente El debate va camino de una negación dialéctica de todo el valor de la doctrina griega. Dice Clemente con cierto sentimiento de alivio: “Me admiro de que, cuando estas cosas pueden aclararse con sencillez manifiesta, los que las ocultan con retorcidos enigmas y las encubren con mitos perversos son considerados por ti como prudentes y sabios. Ellos, como dominados por un mal demonio, han tendido emboscadas casi a todos los hombres. Pues o estas cosas no son enigmas, sino verdaderos pecados de los dioses, por lo que no convenía subrayarlos ni proponerlos por sistema a los hombres como ejemplos a imitar, o eran interpretados alegóricamente como falsamente realizados por los dioses. Luego se equivocaron, Apión, porque los que tú llamas sabios, al encubrir las cosas sagradas con mitos profanos, incitan a los hombres a pecar ultrajando incluso a los que ellos creyeron que eran dioses” (Hom VI 17,1-3). Culpabilidad de los mitógrafos En consecuencia, los narradores de mitos, considerados por Apión como sabios y prudentes, son más bien una especie de demonios perversos, que ocultan las verdades sencillas detrás de retorcidos enigmas o proponen conductas desviadas como ejemplos a imitar. De todo se desprende una conclusión expresada con absoluta claridad: Se equivocaron, Apión, los que tú llamas sabios, porque encubrieron cosas sagradas con mitos profanos y acabaron ultrajando a los que ellos mismo consideraban como dioses verdaderos. Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro
Lunes, 14 de Julio 2014
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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