CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Literatura Pseudo Clementina. Las Homilías griegas.


Homilías IV-VI

Errores ridículos de los filósofos

En su debate con su amigo pagano Apión, Clemente insiste en los errores de los filósofos griegos a la hora de apreciar o calificar la conducta de los dioses. Los filósofos llaman incluso insensatos a los que se molestan con tales prácticas. Para Clemente la postura de los filósofos frente a las conductas funestas y aberrantes de los dioses, es más que ridícula. Las leyes promulgadas por los hombres sabios a través de la historia calificaban las actitudes de los dioses como pecaminosas.

Era lo menos que se podía decir de unas conductas que provocaban en la sociedad alborotos, homicidios, tumultos, muertes repentinas, ruinas de familias, magias, engaños, incertidumbres y otros muchos males (Hom 20,3-4). Todo esto tiene su triste realidad en la sociedad de los hombres normales. Porque entre los dioses, sus prácticas tienen solamente una realidad literaria, adornada de metáforas y alegorías.

Los males del adulterio

El debate entre los dos amigos se centra en los males del adulterio, evidentes para Clemente y dudosos para Apión y sus correligionarios. Para éstos, es una realidad comprobada que cuando los distintos cónyuges ignoran las aventuras extramatrimoniales de sus parejas, ni se enfadan, ni se enfurecen, ni alborotan, ni declaran la guerra. Ni siquiera sienten celos por las conductas adulterinas. Por la razón fundamental de que ignoran lo que ocurre en el seno de sus propias familias. Estas actitudes son para los correligionarios de Apión la prueba de que no representan nada contrario a la naturaleza. Son simplemente consecuencia de las costumbres ancestrales de la sociedad pagana. Más aún es “la opinión absurda de los hombres las que las hacen terribles” (Hom IV 21,1).

Opinión de Clemente sobre el adulterio

Clemente conoce perfectamente las conductas de los griegos y su valoración moral, pero en su discusión aporta una respuesta compuesta no solamente de suposiciones, sino de realidades tangibles. Responde, pues, a los que hacen de la costumbre una segunda naturaleza: “Pero yo digo que, aunque no ocurran estas terribles cosas, por la costumbre sobre el adúltero sucede que o abandona (la mujer) al marido, o conspira aunque viva con él, o reserva para el adúltero las cosas conseguidas con el trabajo del marido, o si concibe del adúltero cuando el marido está ausente, por temor a la acusación pretende destruir lo que lleva en el vientre y convertirse en infanticida, o perecer al destruirlo. Y si da a luz en presencia del marido al que ha concebido del adúltero, una vez criado el niño no conoce a su padre, sino que considera padre al que no lo es. De este modo, cuando muere el que no es el padre, deja en herencia a un niño extraño su propia hacienda. ¡Cuántos otros males se derivan también naturalmente del adulterio!” (Hom IV 21,2-3)

Prefiero dejar el texto literal de Clemente, que pretende demostrar los males inherentes al adulterio, similares –dice- a los que produce la rabia de los perros. Esa enfermedad canina hace perecer a los que toca aunque se trate de una rabia invisible. Lo mismo sucede con el adulterio aunque sea desconocido. Es causa de disensiones y desgarros.

Clemente se refugió en el Dios santo de los judíos

Huyendo de los males del adulterio y buscando un refugio seguro, Clemente “se refugió en el Dios santo de los judíos y en su Ley” con la seguridad de gozar de una conducta grata a quien lo ha de juzgar. Dios, le justo juez, no sólo lo librará de los males que el adulterio va dejando a su paso, sino que al final de la vida le retribuirá adecuadamente según sus obras y merecimientos (Hom IV 22,2).

Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro



Domingo, 25 de Mayo 2014


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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