CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Literatura Pseudo Clementina. Las Homilías griegas.
Hoy escribe Gonzalo Del Cerro

LITERATURA PSEUDOCLEMENTINA

Homilía I

Importancia del Profeta de la verdad

Hemos visto con evidencia la importancia y transcendencia del Profeta verdadero. El tema de la piedad y de la verdad tiene necesidad de un Profeta verdadero, el Profeta de la verdad, el que la conoce, la posee y la transmite sin tropiezos. Sin él está el hombre perdido en el mar de las dudas y los errores. Dice Clemente que es la garantía de la seguridad. Es preciso, dice, que “el Profeta, una vez examinado por toda su actividad profética y reconocido como verdadero, sea creído en todo lo demás y ya no sea cuestionado en ninguna de las cosas que dice, sino que esas cosas deben ser aceptadas como verdaderas con una fe sincera, y recibidas con un convencimiento seguro” (I 19,6).

El tema es tan importante que constituye el núcleo de los intereses de Pedro hasta el punto de recomendar a Clemente la difusión de su identidad y su doctrina. Clemente captó el detalle con agudeza y se responsabilizó para cumplir la recomendación de su maestro. Pedro, en efecto lo informó de todo lo referente al personaje. Como era consciente de que sería el centro de una de las discusiones más destacadas de la obra, tuvo la precaución de avisarle de la eventualidad de una posible derrota dialéctica. Su argumento era valiente y generoso. Sería posible que Pedro quedara vencido en los tortuosos vericuetos de la dialéctica. Ya en otro lugar deja claro el autor que los resultados de un debate son muchas veces consecuencia no de la verdad real de los hechos sino de la habilidad dialéctica de los contendientes.

Expresa así su criterio: “Considera por lo demás las discusiones que mantengo contra mis adversarios; y si acabo en inferioridad, no tengo miedo de que tú tengas dudas sobre la verdad que has recibido. Pues debes saber que si parece que yo he sido vencido, no lo ha sido la enseñanza que nos ha sido transmitida por el profeta” (I 20,6). Tiene Pedro confianza en que no se dará la hipótesis de su derrota, sobre todo en opinión de los hombres sensatos, que para él son aquellos que buscan sinceramente la verdad.

Para los sensatos la solución no suele estar de la parte de los divertidos y brillantes, sino de los sencillos y formales que apoyan su argumentación no en palabras sino en hechos. Clemente da gracias a Dios por haber sido informado con tanta exactitud y seguridad. Al venir la información del Profeta, no hay lugar para la duda. Es yta persuasión de Clemente y de los sensatos: “Nunca tendré dudas, de tal modo que si tú mismo quisieras alguna vez apartarme de la profesión profética, no podrías hacerlo por ser imposible, pues sé muy bien lo que he recibido. Y no creas que yo te hago como algo importante la promesa de no dudar nunca, pues ni yo mismo, ni nadie de los hombres que escuchen la doctrina sobre el profeta, podrá jamás dudar si antes ha oído hablar del verdadero proyecto y ha comprendido cuál es la verdad prometida” (I 21,3).

Clemente frente a la dialéctica griega

No en vano Clemente fue adoctrinado con la filosofía de los griegos y su dialéctica. Y podía referirse a ella con conocimiento de causa. Sabía muy bien que “nada pueden contra la profecía ni los artificios de las palabras, ni los enredos de los sofismas, ni los silogismos, ni cualquier otra maquinación”. Las palabras del Profeta verdadero eran el mejor revestimiento de la verdad real, limpia e incontaminada con los juegos dialécticos de los filósofos. No debía Pedro tener reparo alguno en poner en manos de Clemente un tesoro tan precioso como el de la verdad de su Profeta, “lo único seguro” en palabras del mismo Clemente.

Pedro daba también gracias a Dios por haber hallado en Clemente un colaborador de su palabra y de su misión. Lo expresaba con estas palabras: “Doy gracias a Dios tanto por tu salvación como por mi deleite. Pues verdaderamente me gozo al saber que has reconocido cuál es la grandeza de la profecía. Ahora bien, dado que, como has dicho, ni aunque yo mismo quisiera alguna vez (Dios me libre) hacerte cambiar a otra doctrina, no seré capaz de convencerte. Comienza, pues, de una vez desde mañana a estar a mi lado en las disputas con mis adversarios. Pues mañana tengo una con Simón Mago”.

Dichas estas cosas y después de tomar el alimento, ordenó que yo también lo tomara en privado. Clemente no estaba todavía bautizado, por lo que no podía participar de la misma mesa de Pedro. Pero se retiró a descansar con la promesa de que pronto recibiría el bautismo y podría sentarse a loa mesa con Pedro y los demás fieles.

ADOLF HILGENFELD, Die Clementinischen Recognitionen und Homilien, nach ihrem Ursprung und Inhalt dargestellt, Jena 1848; ID.. “Der Clemens Roman”, Zeitschrift für wissenschaftliche Theologie, 49 (1906) 66-133.

Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro




Lunes, 30 de Septiembre 2013


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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