CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Literatura Pseudo Clementina. Las Homilías griegas.
Hoy escribe Gonzalo Del Cerro

Literatura Pseudo Clementina. Las Homilías griegas

Homilía I

Dejamos a Clemente la semana pasada envuelto en una gozosa sensación, como si se sintiera ya en las cercanías de su destino añorado, que no era otro que el descubrimiento de la verdad. Tenía en efecto la sensación de que había contactado con los verdaderos maestros de la verdad, que la enseñaban con palabras claras y sencillas, lejos de los artificios complicados de los filósofos y sus métodos dialécticos. Era una visión de la realidad de las cosas, más que de las opiniones cambiantes de los filósofos y sus opiniones distintas. Uno de esos maestros estaba al alcance de la mano. Era Bernabé, discípulo del Predicador enviado por Dios a Judea.

Cuenta Clemente (I 10,1) que la turba de oyentes estaba favorablemente dispuesta a aceptar las enseñanzas de Bernabé. Pero en el auditorio había filósofos que consideraban a Bernabé como un bárbaro. Se cumplía aquí lo que Pablo lamentaba en su primera carta a los fieles de Corinto (1,18ss). Bernabé habla de forma sencilla cuando los filósofos griegos buscaban sabiduría, como los corintios. Su reacción fue la de tomar a risa la doctrina del predicador de la verdad. Clemente comprendió que Bernabé no hablaba con silogismos o vericuetos que ocultaban la realidad de los hechos bajo el espejismo de hermosas palabras. Su lenguaje sencillo dejaba al descubierto sucesos demostrados no con juegos dialécticos sino con testimonios de grandes prodigios.

Frente a la firmeza de Bernabé y su insistencia en la afirmación de ideas y hechos, los filósofos trataron de ridiculizarlo proponiéndole cuestiones intrascendentes y ajenas a los temas tratados en sus discursos. Tal era lo que uno de los filósofos le preguntó “por qué un mosquito estaba hecho de forma que, siendo muy pequeño, tenía seis patas y además poseía alas; en cambio el elefante, el mayor de los animales, no tenía alas y sólo tenía cuatro patas” (I 10,3). Bernabé pretendía presentar al mundo la verdad de un Dios salvador, desconocido para los griegos. Ésta fue la respuesta a la pregunta del filósofo: “Nosotros tenemos solamente el mandato de hablaros de las palabras y las obras maravillosas del que nos ha enviado”. Su misión era un conjunto de “palabras y obras maravillosas”. La finalidad de su misión era la salvación de la humanidad.

Sigue diciendo Bernabé: “El callar es para mí un daño, y para vosotros el no creer es un perjuicio”. Es lo que dice Pablo en 1 Cor 9,16 : “¡Ay de mí si no evangelizara”. El enviado falta a su deber de evangelizar; otros son perjudicados por permanecer en las tinieblas de la ignorancia y en el camino de la perdición. ¿Qué puede importar conocer las razones de la naturaleza animal, de los mosquitos o los elefantes, cuando se desconoce la verdad de Dios?

Pero las risas arrecian contra Bernabé hasta el punto de provocar una violenta reacción de Clemente, que se levanta con valentía contra la insolencia de los filósofos. Dios ha enviado “mensajeros de su voluntad, no para anunciar el arte de la gramática, sino para exponer con palabras simples y sinceras su voluntad” (I 11,4). La actitud de los presuntos sabios es calificada por Clemente de una conducta que equivale a “reírse de la verdad”, una verdad que para castigo de los soberbios griegos habita en países bárbaros; más aún, su patria está concretamente en Judea. El autor del texto considera una injusticia y una insensatez que se rían de forma sarcástica los que reciben información sobre la salvación de los que ponen en riesgo sus vidas para conseguirla para sus perseguidores.

El incidente se resolvió con lo que podríamos definir como división de opiniones. Clemente se llevó a la fuerza a Bernabé a su casa, donde le dio alojamiento y lo defendió de las iras de sus contrarios. Fue para Clemente la gran oportunidad de escuchar las lecciones de Bernabé sobre la doctrina verdadera, breves por la escasez de tiempo. Porque su maestro tenía que dirigirse a Judea. Pero el camino quedaba trazado y abierto. Solamente faltaba el tiempo y la oportunidad de seguir por él hasta la consecución de sus objetivos (I 13). Pronto Clemente seguiría tras sus huellas, su palabra y su compañía. En Judea lo esperaba nada menos que Pedro, la meta de sus afanes y esperanzas.

HANS WAITZ, Pseudoklementinen Homilien und Recognitionen eine quellenkritische Untersuchung, TU XXV 4, Leipzig, 1904.

Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro







Lunes, 9 de Septiembre 2013


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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