Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
Concluimos hoy la reseña de Crítica antropológica de la religión de Gonzalo Puente Ojea La tercera parte del libro, que va imbricada en los diversos capítulos anteriores a los textos, es un crítica acerba y dura en ocasiones, a otros autores de libros sobre los orígenes de la religión. Menciono sólo los más importantes: Pascal Boyer, Religion Explained. Evolutionary Origen of Religious Thought, Basic Books, New York 2001; Walter Burkert, La creación de lo sagrado: la huella de la biologia en las religiones antiguas, Acantilado, Barcelona 2009 –que yo mismo reseñé en Revistadelibros, cuando se publicaba en papel, en 2010--. GPO los critica porque sus obras obedecen a planteamientos esencialmente fenomenológicos y meramente conductistas (p. 46) , lo que supone “una indigencia intelectiva y metodológica”. Especialmente duro es GPO con Burkert a quien critica que se anda por las ramas al definir la religión como a) que se ocupa de lo invisible; b) en que trata de comunicarse y interelacionarse con esos socios invisibles, y c) que tiene una pretensión de verdad y de legitimación por su supremo interés para el ser humano (p. 49). GPO indica que los análisis de Burkert "son misérrimos y plagiados" y su tesis sobre la religión es "criptoanimista". Intenta sazonar sus teoría "con un acento científico naturalista, biologista y evolucionista que no aporta nada más que vaguedades y nada nuevo" (íd.) Otra dura crítica va contra Roy A. Rappaport, Ritual and Religion in the Making of Humanity, Cambridge University Press, Cambridge 1999; versión española de 2001en la misma editorial, porque es una apología descarada de los ritos religiosos, que no conduce a ningún sitio y porque su obra es una “selva selvática de toda suerte de sugerencias, ideas, nociones y conceptos combinados en una amalgama de ritual y religión (aprovecho para insistir una vez más en que es conveniente en castellano distinguir entre “ritual” = “normas para ejecutar un rito” y “ritos” acciones que se ejecutan conforme a un ritual; que el inglés no distingue y que si nosotros seguimos esa no distinción empobrecemos el castellano: a propósito: en líneas generales GPO es un magnífico traductor con más que notables aciertos), o la inversa, de figura circular y y reversible, que hace imposible establecer un esquema direccional de causalidad eficiente y real, y tampoco de orden lógico consistente, que nos sea autorreferencial y retórico, porque no pasa de ser un ingenioso ejercicio de prestidigitación verbal que elimina toda significación genética y realmente causal, como dicta la escuela formalista, conductista y sociologista a la que pertenece. En suma, un discurso compuesto con retazos y en el cual ‘todos los gatos son pardos’, dicho con una metáfora popular muy querida por la tradición filosófica idealista” (p.53). Contra una posible interpretación de la génesis de la religión en la mente humana ya desarrollada, en concreto en su capacidad para articular palabras y montar una sintaxis y una semántica, y que esta capacidad fuera la “causante” de la creación de la religión, argumenta GPO que este planteamiento sería en extremo superficial y fenomenológico, intrascendente y poco apropiado. La palabra es el átomo lingüístico, puramente convencional a la hora de la relación entre el sonido y sus referentes, y la imagen es el átomo representacional. Ahora bien, se producen muchísimos errores generados por malos usos, lo que crea en muchas ocasiones un caos cognitivo e intelectual. Buscar por ahí la vía para indagar sobre el origen de la religión no lleva a ninguna parte. Todo esto a propósito del libro de Steven Pinker, The Language Instinct. How the Mind Creates Languages, Allen Lane, London, 1994. Igualmente ataca GPO con dureza a Jerry Fodor-Steven Pinker por su modelo canónico de la teoría representacional/computacional de la mente (pp. 90-106), que tiene también como base que la mente crea procesos mentales con contenido, e indirectamente que estos contenidos se corresponden con la realidad (p. 99). El ataque de GPO va contra la idea subyacente de esta teoría que podría expresarse así: si la mente crea la religión –en apariencia necesariamente—es porque crea algo con contenido, y ese contenido, el mundo de Dios, de la religión, de lo sobrenatural, de lo espiritual etc., es algo existente en la realidad. GPO argumenta que el “núcleo ontológico y gnoseológico de la teoría es… la teoría causal de la mente…(repito: la mente crea contenidos “objetivos”), que es errónea, así como lo es también postular que las “representaciones mentales son la única manera de hacer científicamente respetable a la psicología”, en concreto a la psicología del sentido común… (p. 92). GPO concluye taxativamente que las meras representaciones son en muchos casos productos fantásticos de la mente. En una palabra, fuera de la hipótesis animista sobre el origen de la religión, hay pocas perspectivas de verdad. El resto de las hipótesis son altamente especulativas y carentes de baso. Segundo: el animismo con su dualismo ontológico espíritu-materia no se corresponde con la realidad ni con la ciencia de hoy. Es una falacia inteligente, pero falacia al fina y al cabo. Tercero: fuera de un sistema rigurosamente materialista, científico, que atienda a los avances de la neurofisiología del cerebro, en un marco íntegramente empirista, no hay manera de explicar el proceso del conocimiento humano. No hay más que energía física en diferentes estados. El cerebro funciona químico-físicamente a base esencialmente de descargas eléctricas. Incluso los conceptos más abstractos y las emociones no son más que estados físicos del cerebro. La mente es igual al cerebro. El yo es una función del cerebro. Si a esto se añade que la idea de Dios en sí radicalmente contradictoria y que lo único existente es el universo material, no hay lugar ninguno para la religión y menos para una religión que se base en revelaciones de lo Alto y que esté llena de mitos. El ataque es total y destructivo. ¿Qué pensar de toda esta construcción? Mi respuesta es similar a la ofrecida en la reseña del libro “La religión, ¡vaya timo!”, que resumo brevemente: 1. Estoy de acuerdo en que la idea de Dios, en concreto la que procede por un lado de la revelación bíblica y por otro de la filosofía platónica aristotélica es contradictoria. No `pueden darse a la vez, y en grado eximio, atributos que en sí son contradictorios como la justicia absoluta y la misericordia absoluta. Admito, de acuerdo con mi reseña al libro de A. Torres Queiruga, Algo así es el Dios en el que yo creo, Trotta, Madrid, 2013, que no me convence en absoluto la existencia de Dios, y menos de un Dios personal, con la simultanea existencia del Mal (en sí el mal no existe, dice GPO, sino que es un mero flatus vocis; lo que hay son actos o acciones que pueden ser negativos a hacer daño a alguien, etc.). No me convence la absoluta necesidad que pudiera haber tenido Dios de crear un mundo finito, y por tanto muy imperfecto y dañino, aunque podamos decir con Leibnitz que es el mejor de los mundos posibles. Los argumentos que coadunan Mal y Dios no me convencen en absoluto. Hay que buscar por otro lado. 2 En todo caso podemos actuar “como si” Dios existiera, como dice Enmanuel Kant en La crítica de la razón práctica, movido por su pasmo ante el cielo estrellado. 2. La mente humana está hecha de tal modo que solo puede pensar materialmente. De hecho expresamos nuestras ideas no sensibles por medio de conceptos sensibles. Un ejemplo: a un profesor para decir que explica bien o mal se la llama “claro” u “oscuro”…, ambos son términos físicos, aunque nos referimos a cualidades de su mente y de su exposición. La mente humana es esencialmente materialista y piensa en términos materiales; es muy difícil conseguir la abstracción pura. Y si la conseguimos, por ejemplo, en matemáticas, con conceptos como triángulo, etc., no podemos imaginarnos prácticamente nunca un triángulo abstracto sin unas medidas concretas. Esta característica de la mente humana explica por ejemplo, la tendencia hacia las metáforas y los símbolo; la razón es que no podemos explicar lo aparentemente intelectual si no es por medio del ámbito material, por ejemplo, Dios como “luz de luz” que nos conduce por analogía a lo imaginamos como inmaterial. Por tanto, la misma mente humana nos lleva como de la mano a pensar que nada hay más que la materia. 3. Y como dije al final de mi comentario a “La Religión, ¡vaya timo!” no pierdo la esperanza de que, como todo lo material, el universo entero, parece estar guiado por un Elemento Racional, en apariencia al menos y a pesar de la teoría del caos en lo “infinitamente” pequeño, la Razón Universal, formar parte de ella como un mínimo átomo tras la muerte. Saludos cordiales de Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Viernes, 6 de Diciembre 2013
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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