CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Fernando Bermejo

Lo visto en postales anteriores muestra que, aunque la pena de muerte resulta injustificable desde una concepción humanista del derecho penal, resulta que existen criterios de fe para defenderla, los cuales convencen a muchos seres humanos tanto o más que los argumentos de razón. Y hay muchos seres humanos que piensan que no se puede -o no se debería, en caso de que se pudiera- dejar al criterio político el decidir en casos que afectan a una ley moral promulgada por Dios.

Cuando en ocasiones se afirma que “es imposible legitimar religiosamente la pena capital y sancionarla teológicamente” simplemente se están expresando deseos, no utilizando argumentos ni diciendo verdad alguna. Siempre seguirá siendo posible, en virtud de la fe cristiana -y en particular de la católica, cuyas fuentes de revelación son la Escritura y la Tradición-, considerar la renuncia a la pena de muerte no como un progreso humanitario y la aplicación de principios de la más alta religiosidad, sino más bien como una debilidad moral y una concesión a la secularización del orden político-civil . Lo grave del asunto es que los argumentos de razón no valen de nada en estos casos, en los cuales la pena de muerte es legitimada mediante Escrituras y Tradición consideradas de origen divino.

En segundo lugar, lo dicho implica la falsedad de una habitual (auto)presentación teológica según la cual la violencia en la Iglesia es algo perteneciente únicamente al pasado. Que durante siglos y siglos las cosas hayan sido como han sido, bajo los ojos de todas las Iglesias cristianas, que permanecían silenciosas o daban abiertamente su aprobación a la pena de muerte -y, podría añadirse, a la tortura- es algo que no se explica volcando la culpa en el carácter presuntamente más bárbaro del clima moral de otras épocas o argumentando que la violencia es un fenómeno muy humano.

Es falsa la idea -también bastante extendida- según la cual la defensa de la legitimidad de la pena de muerte por parte de la Iglesia se debería a una malinterpretación milenaria llevada a cabo por ciertos individuos supuestamente de cualidades intelectuales y/o morales inferiores a las de los contemporáneos. En efecto, los creyentes que por convicción o por gusto se oponen a la pena de muerte intentan por todos los medios convencerse a sí mismos y a los otros de que esa oposición es lo que se deduce de una interpretación correcta de la Escritura, mientras que la postura contraria solo sería comprensible como fruto de la eiségesis o la aplicación al razonamiento de esquemas intelectuales ajenos a lo cristiano. Esta es también únicamente una piadosa ilusión.

En tercer lugar, y en inextricable conexión con lo anterior, cabe deducir que cuando los creyentes manifiestan “escandalizarse” en relación con la posición favorable de la Iglesia oficial a la pena de muerte (v. gr. en el Catecismo), y ponen el grito en el cielo, tales alharacas parecen ser solo posibles en virtud de una grave ignorancia (o de un uso arbitrario) de la Escritura y de la Tradición.

Continuará. Saludos cordiales de Fernando Bermejo

Miércoles, 20 de Febrero 2013


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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