Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
El texto que comentamos y sobre todo su contexto, el de la fundación de la Iglesia por Jesús es uno de los más debatidos del Evangelio de Mateo por la crítica filológica e histórica. « “«Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.” » Y la razón es clara: se enmarca en una perícopa que habla claramente del primado de Pedro y de la fundación por parte de Jesús de una iglesia…, claramente la católica, lo cual fastidia en verdad mucho a la exégesis protestante. A pesar de una tradición de siglos, y de que vivimos en un país de tradición católica, hay que decir que incluso entre los críticos confesionales católicos hay un acuerdo generalizado en ver que esta perícopa de la fundación de la Iglesia por Jesús y del primado de Pedro no puede retrotraerse al Jesús histórico. Los argumentos se centran sobre todo en que no cuadra en absoluto en la imagen que se consigue por otras vías del Jesús histórico la fundación de un grupo como el que resultó, la Iglesia, llena de gentiles y con vocación de durar por siglos y milenios, con su mentalidad condicionada por la creencia en un fin inmediato del mundo y su predicación restringida a Israel. El segundo argumento es que el marco de toda la narración de Mt 16,13-20, la confesión de la mesianidad de Jesús por parte de Pedro en las cercanías de Cesarea de Filipo, está tomado del evangelista Marcos, al que Mateo ha efectuado una serie de añadidos peculiares ausentes no sólo de su fuente, sino también de Lucas y de Juan. Parece extraño que algo tan fundamental como la fundación de la Iglesia esté clamorosamente ausente de los evangelios de Marcos, Lucas y Juan. El tercero es que no es convincente el argumento del lenguaje arameo de la perícopa, esgrimido en general por los investigadores católicos que aceptan la historicidad de ella. En efecto, salvo el apelativo arameo de Pedro “Barjona” (probablemente tomado de una tradición anterior) el resto son “semitisimos” anclados en la tradición, es decir, que habían pasado ya a ser bien y riqueza común entre los cristianos (así reino de los cielos o Padre qu estás en los cielos, atar y desatar = perdonar). Por lo tanto pudieron ser perfectamente añadidos por el evangelista Mateo en su gabinete de trabajo sin tener que recurrir más que a su memoria. Es decir, tales semistismos no tienen que provenir necesriamente del Jesús histórico, sino de la tradición posterior. Por tanto, si toda la perícopa es un producto redaccional, no se pude obtener nada para nuestro estudio de la frase de Jesús sobre su Padre -“No te ha revelado esto (a saber, que yo soy el mesías) la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos”- ya que se corresponde perfectamente con la teología de la iglesia postpascual a la que Mateo pertenece: esa comunidad creía ya, naturalmente, que Jesús era hijo real y auténtico de Dios. Eso no se discute. Lo que investigamos es si esta proposición puede atribuirse al Jesús de la historia, y una vez más vemos que no es posible. Por tanto también, esta teología pertenece a la reinterpretación de la figura y misión de Jesús por sus seguidores, no al Jesús histórico. El origen fue probablemente así: en la comunidad de Mateo, un profeta cristiano puso en boca de Jesús palabras que se referían sólo a la elección del grupo de los Doce, acomodándola a la situación presente: la separación del grupo cristiano de su gtrupo madre, el judaísmo oficial, estaba justificada: Jesús fundó un grupo aparte. Hay autores incluso católicos que ven en toda esta narración el testimonio de un relato postpascual, que narraba la aparición de Jesús resucitado a Pedro (conforme a Gál 1,15-16: se apareció en primer lugar a Cefas) y que le confirmaba en su primacía como príncipe de los apóstoles. Para no dar la impresión de ser demasiado crítico y negativo, deseo añadir que puede existir ciertamente un transfondo histórico a toda esta perícopa mateana: como hemos apuntado ya, éste puede ser el recuerdo auténtico de la elección del grupo de los Doce por Jesús. Pero la fundación de este grupo sólo significaba el Israel reconstituido o restaurado que sería el núcleo de los creyentes que participarían en el futuro reino de Dios implantado en la tierra de Israel, no una iglesia cristiana, que ni tenía en mente, ni podía tener, um Jesús que estaba pensando en un fin del mundo inminente. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Miércoles, 28 de Enero 2009
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Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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