CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero


Hoy escribe Antonio Piñero


El artículo que comentamos lleva como subtítulo, “Paralelismos fenomenológicos y diferencias implausibles” (pp. 27-56, ’Ilu 15 (2010), lo que ilustra bien el interés del autor por poner de relieve ambos aspectos. La relación entre los dos predicadores judíos escribe F. Bermejo en su síntesis- es definida por la mayoría de los estudiosos del Nuevo Testamento e historiadores del cristianismo en términos de “contraste” o “diferencia radical”.

Pero esta perspectiva, según Bermejo –y yo estoy absoluta y radicalmente de acuerdo con él- no es defendible desde el punto de vista aséptico de la mera historiografía. Por ello la mejor manera de proceder es primero exponer de modo detallado los paralelismos –que me parece que no se pueden negar- entre los dos personajes, y por otro considerar las diferencias que creen observar los investigadores, que obligaría supuestamente –en el caso de probarse en el análisis de los textos de los que disponemos- a establecer un contraste entre estos dos predicadores del judaísmo del tiempo del Segundo Templo.

Los lectores de esta bitácora creo que serán conducidos, por la fuerza de la argumentación, que cumple con todas las normas usuales histórico-críticas, a concluir tales diferencias en Juan Bautista y Jesús o bien no existen, o cuando sí existen no son lo suficientemente relevantes como para justificar las afirmaciones usuales. De este modo, concluye Bermejo, “es posible demostrar que la difundida opinión acerca de una tajante oposición entre Juan el Bautista y Jesús carece de fundamento, siendo el resultado de una distorsión de los datos disponibles debida a prejuicios ideológicos, más específicamente teológicos” ( p. 27).

En la primera parte de mi comentario- o más bien exposición- resumo los epígrafes en los que divide Bermejo sus paralelos. Utilizo expresamente sus palabras, no las mías, aunque no aparezcan entrecomilladas:

1. Ambos fueron individuos intensamente religiosos, cuyo destino estuvo determinado por su fe.
tanto Juan como Jesús pertenecieron a esa clase de personas que se toman sus convicciones con la máxima seriedad y fervor –probablemente en virtud de experiencias religiosas, quizás visionarias o extáticas (Cf. Lc 10, 18).

2. En su ministerio público, fueron los dos individuos vital y religiosamente marginales. Ambos abandonaron no sólo sus lugares de origen sino también los modos “integrados” de la vida cotidiana a fin de asumir un ministerio profético.

3. Ambos fueron individuos dotados de carisma. La atracción y fascinación suscitadas por Juan es testimoniada en términos elocuentes por Flavio Josefo (Antigüedades de los judíos 18, 118). El entusiasmo generado por Jesús entre algunos de sus oyentes es testimoniado ampliamente en los escritos cristianos.

4. Reunieron discípulos y actuaron como maestros. A diferencia de otros carismáticos palestinos de la época –como Hanina ben Dosa o Honi ha-Me’aggel (“el trazador de círculos”), que son recordados en la tradición como figuras aisladas–, Juan y Jesús tuvieron discípulos durante su actividad pública. Respecto a Juan Bautista, véase Mc 2,18; Lc 3,12; Jn 3,26.

5. Ambos se inspiraron en especial en el libro de Isaías (en particular Is 30, 27-28, pero posiblemente también Is 4, 4; 10, 15-19; 10, 33 – 11, 4; 34, 10; 51, 1-3; 52, 14-15; 66, 24).

6. Ambos actuaron como heraldos del inminente drama escatológico. El Bautista se consideró autorizado a efectuar un llamamiento urgente al pueblo de Israel y a operar una actividad ritual extraordinaria como preparación para la irrupción inminente del drama escatológico, es decir, del juicio divino, preludio del Reino.

7. Enfatizaron más los valores espirituales y morales que los rituales, en la línea del profetismo antiguo de Israel. En el caso de Jesús, el respeto por las prescripciones de la Ley significa que Jesús no tiene intención alguna de abolir la Ley, pero también es clara en Jesús la primacía de los aspectos éticos de la Ley misma: la crítica del legalismo autocomplaciente y la concesión de primacía a la pureza interna, la misericordia y el amor es un rasgo fuertemente atestiguado en la tradición de los dichos sobre Jesús que presentan visos de historicidad.

8. La predicación de los dos contenía directrices morales y exhortaba, en concreto, a compartir la propiedad. la tradición sobre Jesús, que recoge no sólo la crítica de Mammón, de la seducción de la riqueza y del apego a los bienes terrenos (Mc 10,23ss) sino también la exigencia a renunciar y a compartir los bienes (Mc 10, 17ss; Lc 14, 7ss), testimonia que éste parece haber aprendido bastante del Bautista. Juan Bautista va encaminado en la parte práctica de su predicación a tener el máximo cuidado con el prójimo, especialmente por los débiles y los necesitados, y a la búsqueda de una justicia real en las relaciones comunitarias.

9. No se limitó ninguno de ellos a las oraciones estipuladas, sino que enseñaron a rezar de forma característica. Lc 11, 1 (cf. Lc 5, 33) recoge el dato de que los discípulos de Jesús le ruegan que les enseñe a orar tal como Juan el Bautista hacía con sus discípulos. Esta noticia –aunque no goza de atestación múltiple- tiene todos los visos de verosimilitud si se atiende al criterio de dificultad, pues cuesta imaginar por qué el evangelista habría inventado un dato que hace de los discípulos de Jesús personas pendientes de Juan.

10. Los dos se dirigieron en su predicación a sus correligionarios, es decir, a Israel. Ni Juan el Bautista ni Jesús de Nazaret parecen haber querido crear una secta dentro del judaísmo, sino hacer un llamamiento inclusivo al pueblo de Israel a convertirse. Al mismo tiempo, no hay indicios de que ninguno de los dos haya tenido la intención de dirigirse a los gentiles.

11. Matizaron el nacionalismo de su mensaje mediante el énfasis en el aspecto moral. Tanto la predicación de Juan Bautista como la de Jesús, en línea de nuevo con la tradición profética, parece haberse mantenido lejos de una suerte de autocomplacencia que aseguraría la salvación en razón de una pertenencia étnica o el recurso a la historia de salvación del pueblo como garantía del perdón de Dios.


Y con esto hemos llegado a la mitad de los 22 paralelismos fenomenológicos que señala Fernando Bermejo en su artículo de la revista ’Ilu, que llevamos comentando hace unos días.

Seguiremos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com






Viernes, 26 de Noviembre 2010


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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