CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero

Notas

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Juan de Zebedeo
Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Otras referencias a Juan en el Nuevo Testamento

Como era lógico suponer, Juan aparece en otras ocasiones con nuevos aspectos de su personalidad, que ayudan a conocer más a fondo su nueva identidad. Un detalle importante es el de la carta de Pablo a los fieles de Galacia, por la trascendencia de su contexto. El título de la carta tiene una intención deliberada de solemnidad.

El escrito, dirigido a todas las iglesias de Galacia, delata claramente el deseo de Pablo de justificar o garantizar su categoría de apóstol. Una dignidad que no le ha venido de hombre ni por medio de hombre, sino por medio de Jesucristo y de Dios, el que lo resucitó de entre los muertos. Cristo se entregó a sí mismo por los pecados de los hombres. El prólogo termina con una no menos solemne doxología.

En el siguiente apartado del escrito, lo que en otras cartas del Apóstol es un canto de alabanza a Dios o de acción de gracias, en la carta a los gálatas es un reproche introducido por el verbo thaumázō (“me admiro”). Lo que causa admiración a Pablo es la rapidez con la que los gálatas se han apartado del evangelio que se les ha predicado y que ellos habían aceptado. Pronuncia incluso un anatema contra el ángel del cielo o contra sí mismo si se atrevieran a predicar otro evangelio distinto del predicado.

Aborda luego su autodefensa insistiendo en que su evangelio procede del mismo Cristo. Vuelve a recordar su pasado de perseguidor, del que lo ha salvado el que ya lo había predestinado para predicador del evangelio cuando todavía estaba en el vientre de su madre. Y cuenta un poco su historia de converso para demostrar que siempre buscó y tuvo la confirmación de parte de los principales de la Iglesia, particularmente de Cefas. Defendía su carácter de apóstol proclamando que el que había señalado a Pedro para apóstol de la circuncisión, lo había designado a él para apóstol de la gentilidad. Aportaba consigo ricos argumentos de experiencia de sus viajes apostólicos por Siria y por Cilicia en compañía de Bernabé y de Tito.

Es en ese contexto cuando menciona a las tres columnas de la Iglesia, que a la sazón eran Santiago el hermano del Señor, Cefas (Pedro) y Juan (Hch 2,9). Los tres le dieron la razón y la amistad aceptando en comunión (koinōnía) de ideas y sentimientos. Juan continuaba siendo personaje fundamental, ahora en la marcha de la Iglesia, al lado de Pedro y del hermano del Señor, el otro Santiago. Y Pablo lo usaba como argumento de autoridad en su enfrentamiento dialéctico con los insensatos (anóētoi) gálatas. En el desdichado incidente de Antioquía, narrado a continuación, Juan ha desaparecido de la escena. Pedro fue objeto de dura reprensión por parte de Pablo. Tampoco aparece ya Juan en todo el contexto y el debate del denominado Concilio de Jerusalén, en el que los protagonistas fueron Santiago y Pedro frente a Pablo y Bernabé.

Las tres cartas de Juan, el presbítero

Tres cartas atribuidas a Juan forman parte del epistolario canónico del Nuevo Testamento. Todas las obras de un autor reflejan de alguna manera su personalidad y su talante. Partiendo de la atribución de esas tres cartas a Juan, el hijo de Zebedeo, podemos conocer aspectos definitivos del apóstol Juan en su sentido etimológico. “Definitivo” es, en efecto, lo que define y perfila. Y tengo la impresión de que el autor de estas cartas queda finamente “definido” por el uso de su terminología lingüística.

La primera de las cartas (1 Jn) empieza sin los saludos habituales en la epistolografía griega. Al contrario, el inicio es una especie de ex abrupto, donde se afirma que la vida eterna es el mensaje que “hemos oído desde el principio, hemos visto con nuestros ojos, hemos contemplado y el que nuestras manos han palpado sobre la palabra de la vida” (1 Jn 1,1). Luego desarrolla su mensaje con toda una serie de oposiciones: Verdad/mentira, luz/tinieblas, vida/muerte, amor/odio y sus verbos correspondientes, hijos de Dios/hijos del diablo, palabras/obras y similares. Ideas y actitudes habituales en la mentalidad gnóstica.

Ciertas verdades constituyen una obsesión en el autor. Una de ellas, que Jesús es el Cristo (1 Jn 1,22), otra que “todo el que confiesa que Jesucristo ha venido en carne es de Dios” (1 Jn 4,2). Su argumentación está sazonada con una terminología en la que destacan términos y conceptos como la verdad en su sentido de concepto totalizante que va expuesta como objeto del verbo “hacer”. Es decir, “hacer verdad” es sencillamente vivir de acuerdo con las exigencias de la verdad, que es algo que reside en los cristianos auténticos (1 Jn 1,6.8). Es un término, el de verdad (alētheia), usado nueve veces en la carta primera, a las que hay que añadir otras cinco veces en la segunda y otras seis en la tercera.

Pero si hay una palabra preferida por el autor en su primera carta es el sustantivo, el verbo correspondiente y el adjetivo derivado de “amor” (agápē, 17 veces), “amar” (agapáō, 28 veces), “amados” (agapētói, seis veces). El término “amor” está reiteradamente explicado en diversos contenidos semánticos. “Dios es amor, y todo el que ama ha nacido de Dios” (1 Jn 4,7). “Amar al hermano es permanecer en la luz” (1 Jn 2,10). “Amar a los hermanos es pasar de la muerte a la vida” (1 Jn 3,14). “El amor de Dios consiste en guardar sus mandamientos” (1 Jn 5,3) Otro detalle de carácter afectivo es el empleo de diminutivos, tales como “hijitos” (teknía), niñitos (paidía), éste ya convertido prácticamente en nombre positivo.

Un detalle identificativo del autor es el apelativo con que se autopresenta en las cartas segunda y tercera. En 2 Jn 1 el autor que se dirige a la “selecta señora” es el Presbítero, el mismo que aborda a su querido Gayo. En otro lugar hemos explicado las razones de la denominación de Juan como “presbítero”, que dio motivos para que algunos cristianos pensaran en su eventual inmortalidad. Pero Eusebio de Cesarea distinguía entre los Apóstoles a dos que tenían el nombre de Juan. Uno era el apóstol Juan, otro era Juan el presbítero. Informa Eusebio que en Éfeso existían dos sepulturas dedicadas a dos venerados difuntos del mismo nombre de Juan. También hemos explicado cómo existen dudas y vacilaciones sobre la identidad personal de Juan. Pero la importancia del personaje es causa de que se hayan concentrado en el hijo de Zebedeo posibles personalidades distintas, confundidas por la comunidad de nombres.

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro

Lunes, 14 de Junio 2010


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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