CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Fernando Bermejo

Poner en relación a Jesús con Herodes llamado “el Grande” tiene sentido tanto cronológicamente como en función de ciertos elementos legendarios desarrollados al respecto en la literatura cristiana primitiva. La relación de Jesús con Herodes Antipas es demasiado obvia para cualquier lector de los evangelios. Pero la del predicador galileo con Arquelao, desterrado a las Galias por Augusto en el 6 e.c. –es decir, cuando Jesús debía de ser un mozalbete– resultará a algunos lectores algo más incierto. No obstante, quien recuerde que el nombre de Arquelao es citado en Mt 2, 22 no se sorprenderá tanto. Hay, por lo demás, otro modo posible de relacionar a ambos personajes.

La parábola de las minas (Lc 19, 11-27) presenta un conjunto de problemas propio. El evangelio de Mateo tiene una parábola similar, la de los talentos (Mt 25, 14-30). Una mera comparación entre las dos parábolas revela que, aparte de sus diferentes contextos, la versión lucana contiene otra peculiaridad: la de poseer un elemento extra, referido a un “pretendiente al trono” (Lc 19, 12.14-15a.27). Este elemento, en apariencia añadido, presenta sus propios problemas.

Desde hace tiempo se ha llamado la atención sobre los aparentes paralelismos entre la sección de la parábola lucana referida al “pretendiente al trono” y algunos episodios decisivos relativos a la vida de Arquelao, uno de los hijos de Herodes llamado “el Grande” y de la samaritana Maltace, nacido ca. 23 a.e.c. En efecto, el material entreverado en la parábola de las minas contiene los siguientes elementos:

Lc 19, 12: un hombre de noble linaje parte hacia un país lejano con el fin de asegurarse la posesión de su reino;

Lc 19, 14: sus ciudadanos le aborrecían y envían una embajada tras él, diciendo: “No queremos que este reine sobre nosotros”;

Lc 19, 15a: una vez que el hombre ha recibido el reino, vuelve;

Lc 19, 27: a los adversarios que no quisieron aceptarlo como rey, manda traerlos y degollarlos en su presencia.

Pues bien, sabemos por Flavio Josefo que Arquelao:

A la muerte de su padre Herodes, viajó a Roma con el objeto de obtener del emperador Augusto la concesión del título de rey

A la vez, una embajada de cincuenta judíos fue también a Roma para oponerse al nombramiento de Arquelao. Este había hecho intervenir a las tropas con ocasión de la Pascua, en una intervención que costó la vida a unos tres mil judíos (II 13)

A su vuelta siguió comportándose de modo torpe y cruel

Los paralelismos son por tanto estrechos, aunque haya también variaciones. Así, por ejemplo, Arquelao, en rigor, no recibió el reino, sino que fue hecho “etnarca” (de Judea, Samaria e Idumea). Aun así, numerosos exegetas y comentaristas del evangelio de Lucas han conjeturado que el material relativo al “pretendiente al trono” en el capítulo 19 se hace inteligible a la luz de acontecimientos históricos bien conocidos, referidos a este hijo de Herodes.

Una objeción elemental que se presenta aquí es la de que Herodes Arquelao fue un gobernante recordado sobre todo por su torpeza y su brutalidad –de hecho, como uno de los dirigentes más incapaces y aborrecidos del pueblo judío–. ¿Habría Jesús –o el autor del evangelio de Lucas– tomado como modelo de la actuación de Dios –o del Mesías– a una figura tan ominosa? ¿Tiene esto algún sentido? Esta es la cuestión que abordaremos en nuestra próxima entrega.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo

Miércoles, 1 de Abril 2015


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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