NotasHoy escribe Antonio Piñero El dicho 114 del Evangelio de Tomás reza así: “Simón Pedro les dijo: “Que María salga de entre nosotros, pues las mujeres no son dignas de la vida”. Jesús dijo: “He aquí que yo la empujaré a que se haga varón, para que llegue a ser también un espíritu viviente semejante a nosotros, los varones; pues toda mujer que se haga varón entrará en el Reino de los cielos” (Trad. De Fernando Bermejo, Todos los Evangelios). La primera parte del dicho puede reflejar un ambiente parecido al del Evangelio de María que comentábamos en notas anteriores: una lucha por el poder dentro de la Iglesia. Pero también algo más profundo: la idea de que el espíritu de la mujer es incapaz de alcanzar la plenitud de la revelación porque no es tan “espiritual” como el de los varones. A ello responde el Jesús de este logion aceptando en principio esta distinción. A saber, los espíritus de los pneumáticos, gnósticos o “espirituales” –como quieran llamarse-, mientras estén la tierra son “deficientes”, incluso aunque hayan alcanzado el grado máximo de conocimiento procedente de la revelación. Los espíritus de los varones –siguiendo la tendencia de la explicación biológica que tiene su origen en Aristóteles, a saber que la mujer es un embrión que ha nacido antes de tiempo, sin llegar a la plenitud del feto humano, que sólo alcanzan los varones- son en principio superiores y no sujetos a lo carnal tanto como las mujeres, aun dentro de la deficiencia común de estar los dos, varón y mujer, aherrojados dentro de la materia. En este sentido la mujer tiene un espíritu inferior al varón, según los gnósticos; aunque los dos son imperfectos en la tierra, la mujer más. La fémina puede hacerse un espíritu superior al que le corresponde –diríamos que por nacimiento físico- al aceptar la revelación plenamente y acercarse al ideal de la no carnalidad, de la que ellas –según los gnósticos, por su cuerpo más “carnal”, por su capacidad de generación, por su especial carnalidad indicada por la menstruación, etc.- son representantes más conspicuos que los varones. Aún así, en sentido gnóstico, el espíritu de la mujer que alcanza en la tierra la perfección posible y el del varón gnóstico que ya lo haya alcanzado no son en realidad espíritus varoniles, sino femeninos. De hecho piensan los gnósticos que sólo se harán perfectos en la otra vida, al despojarse del cuerpo, al ingresar en la Plenitud o Pleroma, y unirse con su contrapartida celeste –imaginado como un ángel- que es el espíritu masculino. Heracleón (gnóstico del siglo II, primer comentarista del Evangelio de Juan) lo afirmaba expresamente: al morir el espíritu del perfecto se une a su paredro, consorte, cónyuge, que está en el cielo esperándolo, y que es masculino. Una vez que se una con él forman un “conyugio”, o pareja, perfecto, y en verdad no es que el espíritu femenino (repito: tanto del varón como de la mujer) se haga varón, sino en realidad lo que se forma es un “andrógino” (masculino-femenino a la vez) en donde ya de hecho no hay distinción de sexos ni se puede generar el menor deseo sexual. En el fondo, los gnósticos tienen aquí una mentalidad “apocalíptica”, según la cual cuando llegue el fin de esta edad, vendrá otra era, perfecta, en la que el ser humano volverán a la perfección del principio, la del Paraíso, antes del pecado (que se llamará “original” más tarde). Así, antes de que por el lapso o pecado del eón Sabiduría (volveremos a explicarlo en las notas siguientes) produjera como efecto secundario la materia primordial (y luego el universo que vemos), todos los seres existentes eran puramente espirituales y no había distinción de sexos de ningún modo, aunque formaran parejas perfectas o conyugios. Una vez que muera el último mortal sobre la tierra y su espíritu se haya reintegrado al Pleroma y se haya unido al consorte que allí le espera y se haya hecho un andrógino, volverá la primigenia situación del principio antes del lapso de la Sabiduría. Naturalmente, en ese momento, todo lo material será aniquilado, incluidos muchos seres humanos, que al no haber recibido la revelación y no haber salido de su animalidad material no son dignos más que de la destrucción absoluta. Y ahora, con estas premisas, volvamos a la respuesta de Jesús. Ésta se sitúa en el ámbito del Jesús Revelador y Celeste que está de nuevo totalmente en el Pleroma. Cuando dice que la mujer “debe hacerse varón”, no alude sólo al hecho de que con la revelación que reciba superará su situación física inferior a la del varón en esta vida, sino que además “se hará varón” plenamente como él, Jesús, y todos los espíritus que están en el Pleroma. En realidad debería decir Jesús Revelador que esa mujer se hará andrógino –al igual que los varones perfectos- pues su espíritu estará ya capacitado para unirse, como esposa, a su contrapartida celeste, su “ángel” varón que le espera en el Cielo/Pleroma para alcanzar, unidos, la plenitud de un conyugio o pareja pleromáticos y perfectos para toda la eternidad. Por tanto hay que entender la respuesta de Jesús en un plano o en un sentido un tanto distinto al que se refiere Pedro con su frase, que provocó la respuesta del Revelador Jesús. Un plano más profundo. Igualmente Jesús podría haber dicho a Pedro que él también “ha de hacerse varón”, y que eso no lo conseguirá en esta vida, por muy gnóstico que llegue a ser, sino en la vida futura cuando se una su espíritu a su “ángel” o “marido”/”pareja” celeste. Sólo que a las mujeres les cuesta un poco más: han de desvestirse de más carnalidad que los varones. Pero, como ya sabemos por los textos gnósticos que hasta aquí hemos leído, y que se refieren a la discípula perfecta, Salomé o María Magdalena, u otras innominadas, las mujeres tiene plena capacidad para salir de su carnalidad y ser tan perfectas o más que cualquier varón. Y una vez que consiga "ser (de espíritu) varón", logrará entrar "en el Reino de los cielos", es decir, según el Jesús del Evangelio de Tomás, en el Pleroma o Plenitud de la divinidad, en el otro mundo, en el cielo. Como todas esta ideas son alambicadas, pienso que podría ser interesante, volver a repetir todos los conceptos fundamentales de la gnosis. Ya lo hicimos, hace bastante tiempo, cuando intentamos explicar el Evangelio de Judas. Pero ahora refrescaremos algunas ideas en las próximas notas. El cristianismo gnóstico es un cristianismo muy difícil, lleno de mitos, de pseudo filosofía de cuño netamente platónico, muy exigente, ascético por lo general y elitista. No creo que para gente hoy sea un modelo de cristianismo apetecible, aunque respecto a las mujeres fueran relativamente respetuosos. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Miércoles, 27 de Octubre 2010
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Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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