CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
 El proyecto mesiánico de Pablo y Senén Vidal  (128-01)
Hoy escribe Antonio Piñero


Hoy comentamos un libro que es la continuación natural de “Los tres proyectos de Jesús”, ya reseñado, y que lo complementa necesariamente. Esta nota es, pues, prácticamente obligatoria so pena de dejar cojo el tema.

Dijimos en la reseña –publicada de martes a sábado 19-01-2010 hasta 23-01-2010- de este primer libro que el volumen concluía con la afirmación siguiente, de gran importancia:


“El cristianismo antiguo no configuró un nuevo proyecto, sino que asumió el último de Jesús el que contaba con su muerte, un acontecimiento que para la comunidad cristiana ya había sucedido. Lo que hizo fue explicitarlo y desarrollarlo”.


Es decir, Senén Vidal afirma no hay ninguna quiebra, “revolución”, ni “salto” o “fractura” teológicos entre lo esencial del pensamiento de Jesús (tercer proyecto) y la doctrina de los primeros cristianos, Pablo especialmente incluido. El proyecto de éste se halla en “coherencia histórica con el cristianismo naciente que fue su cuna y desarrollo y con la misión de Jesús que fue la referencia permanente de todo el movimiento cristiano antiguo”. Los datos del libro que desarrolla el contenido de esta afirmación son los siguientes:

Senén Vidal, El proyecto mesiánico de Pablo (Colección “Biblioteca de estudios bíblicos 116). Ediciones Sígueme, Salamanca, 2005, 366 pp., con amplia bibliografía. ISBN: 84-301-1557-9.

Así pues, el ensayo estudia el pensamiento de Pablo en su cartas genuinas desde la perspectiva abierta por el último proyecto de Jesús. Como sabemos ya, éste consiste esencialmente en la percepción de que su muerte era necesaria para el advenimiento del reino de Dios, por lo que la asume y obtiene sus consecuencias teológicas. Jesús las expresa ante todo en sus palabras a los discípulos en la Última Cena.

Ese “proyecto” jesuánico funda la esperanza pascual cristiana y se convierte expresamente en el vertebrador del proyecto de Pablo en su globalidad, tanto en su actividad misional como en la reflexión teológica que la acompaña.

El libro de S. Vidal tiene una introducción y primera parte, importantes, en las que se delinea con nitidez cuál es la tesis defendida por el autor. Aparte de lo dicho hasta el momento en esta reseña, se sostiene, como es normal entre los estudiosos, que Pablo no presenta en sus cartas ninguna reflexión organizada sobre Dios el ser humano, la iglesia o el hombre…, ni siquiera una cristología completa. El horizonte de la teología paulina fue más bien el “acontecimiento mesiánico en cuanto mediador del reino de Dios. El guión, la trama y la escenificación de ese evento abrieron, según Pablo, una nueva visión sobre un Dios soberano y sobre su agente mesiánico, Jesús; también sobre la humanidad y el pueblo mesiánicos y finalmente sobre la nueva era que se inauguraba, ciertamente mesiánica.

Según S. Vidal, el pensamiento propiamente paulino no es tan novedoso como alguien podría pensar, pues se enmarca en un “guión mesiánico” ya tradicional en los tres años o menos que median entre la muerte de Jesús y la llamada o conversión de Pablo, cuyos ejes básicos eran la muerte salvadora y la resurrección del mesías, transmitidos por el judeocristianismo, sobre todo el helenista de Damasco y Antioquía. Este evento de la muerte salvadora de Jesús inaugura un tránsito entre el mundo viejo, dominado por la maldad, a una nueva creación dominado por Dios y por su justicia, que puede denominarse con toda propiedad “ámbito de la nueva creación mesiánica”.

Pablo recibe también de la tradición que el cristianismo había formado en ese par o tres de años de su existencia, que éste celebraba el aludido tránsito a la “nueva creación” con dos ritos fundamentales. El primero el bautismo, o ingreso en el pueblo mesiánico, que simbolizaba la “liberación del ámbito del pecado y de la impureza y el traslado al nuevo ámbito de la bondad y pureza, abierto por la potencia liberadora de la muerte del mesías”.

El segundo era el rito del banquete del Señor, ya firmemente asentado, con el cual el “pueblo mesiánico actualizaba la acción de Jesús en la Última Cena y celebraba así su existencia como pueblo de la nueva alianza que Dios había hecho con él por medio de la muerte salvadora del mesías, el cual –ya entronizado como soberano- era su anfitrión en el banquete mesiánico”.

Senén Vidal lleva a cabo luego la descripción detenida de este guión previo y tradicional en explicitación y aclaración paulinas con ideas y textos tomados de las cartas auténticas del Apóstol.

Así. la parte segunda del libro se encarga de explicitar el momento del tránsito hacia esa nueva creación, que es el ámbito de la justicia y de la nueva vida.

La parte tercera se fija en detallar cómo se logra la congregación del nuevo pueblo mesiánico, integrado por las nuevas comunidades (“iglesias”) que van surgiendo por las diversas regiones del mundo.

La parte cuarta explicita el desenlace de toda la trama: el reino de Cristo y el de Dios. Ello ocurrirá cuando tenga lugar la culminación de todo el proceso liberador. Ocurrirá en ds fases:

a) “Reino de Cristo”: un reino mesiánico esplendoroso, cuando el mesías exaltado se manifieste en todo su poder en el ámbito de esta tierra (probablemente; no queda claro totalmente), y luego

b) en el definitivo “reino de Dios”, que tendrá lugar –se supone- en un ámbito ultramundano y que está caracterizado porque “entonces Dios será todo en todo” (1 Cor 15,28).

La parte final del ensayo presenta al lector una síntesis del pensamiento de las cartas de Pablo en donde éste –a apropósito de lo que va ocurriendo en las diversas comunidades, fundaciones suyas, salvo la de Roma- aprovecha para exponer sus ideas que corrigen situaciones o conceptos desviados, y son como la escenificación concreta de la trama de la trama mesiánica tal como él la ve.

En efecto, 1 Tesalonicenses y Filipenses son explicadas por S. Vidal en el sentido de se trata de la exposición de la esperanza mesiánica que alberga el nuevo pueblo a pesar de que se halle en una prueba formada por pequeñas o grandes tribulaciones. Pablo aclara con estas cartas cuál es el verdadero carácter de la tribulación y las garantías de superarla por medio de la “comunión misional y la cohesión comunitaria”.

La Carta a los gálatas y Romanos escenifican la universalidad del pueblo mesiánico, que se justifica por una explicación de Pablo de cómo es la verdadera tradición de Israel que conduce necesariamente –si se explica bien- a esa universalización de la salvación.

La correspondencia con Corinto trata de la “socialización del pueblo mesiánico” (realización social inmediata en esta tierra antes de la parusía). Así se explica, por un lado:

- La práctica de la misión, cómo debe realizarse la celebración eucarística comunitaria, la colecta por las iglesias más pobres.
- Por otro lado, se aclara la socialización dentro de la sociedad civil: los pleitos ante tribunales de paganos, que deben evitarse; si se debe o no participar en banquetes paganos sagrados; el uso del cuerpo y la prostitución, más el caso del incestuoso; el matrimonio y el nuevo patronazgo entre los cristianos.

Esta última idea debe explicitarse de un modo especial. En la sociedad civil la relación “patrón-cliente”, concepto clave del entramado de la sociedad grecorromana de entonces, se utilizaba no para la protección de los débiles (los clientes), sino para el prestigio y el honor de los poderosos (los patronos). En la nueva sociedad cristiana se debe ejercitar un patronazgo totalmente diverso, al revés: de servicio y de ayuda a los pobres.

Las cartas de Filemón y la recuperada “Carta a la comunidad de Éfeso” (oculta tras el capítulo 16 de Romanos) están encuadradas también en una trama mesiánica.

La primera, a Filemón, es sutil: aunque no trate Pablo expresamente de solucionar el problema de la esclavitud, sí de la actitud cristiana ante los esclavos que en cuanto cristianos son exactamente iguales ante Dios que los señores y amos: son miembros del pueblo mesiánico. Por ello Pablo exige al amo Filemón la acogida sin represalias y sin limitación de un esclavo fugado pero arrepentido, Onésimo. En el fondo Pablo, sin decirlo, casi exige que el dueño libere al esclavo, y permita que éste siga colaborando con Pablo en la misión mesiánica.

La breve “Carta a los efesios” es un precioso testimonio de socialización de la comunidad mesiánica, en la que intervenían muchas mujeres como colaboradores de ella. Escenifica Pablo también cómo las comunidades mesiánicas actúan desde la base de la casa y la familia.

Hasta aquí el pensamiento de S. Vidal. En los dos próximos días expondremos un breve comentario crítico a estas ideas.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com



Martes, 2 de Febrero 2010


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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