Notas
Hoy escriben Sofya Gevorkyan & Carlos A. Segovia
Continuamos un día más, y ésa será la lógica de todas nuestras intervenciones en este blog —vaya con esta breve aclaración nuestro agradecimiento a Antonio Piñero por habernos invitado a participar en él—, acercándonos al cristianismo no desde lo que él ofrece, sino desde lo que rehusa ofrecer; es decir, no desde aquello que lo constituye positivamente, sino desde aquello frente a lo que él se alza, o que él desestima, o que él subvierte, según los casos. Es opinión habitual pensar que el cristianismo trajo consigo la creencia de que el mundo fue creado y que tuvo por tanto un comienzo, mientras que los griegos, con Aristóteles a la cabeza, imaginaron el mundo eterno. Y es opinión habitual también pensar que la física contemporánea se situaría, preferentemente, entre ambos extremos: comienzo, pero sin creador. No vamos a examinar aquí estos contrastes, que requerirían —como todo— de matices. Trataremos, en cambio, de ver el mundo no creado de los griegos —al cual el cristianismo puso fin— al trasluz de su propio brillo. Hesíodo será nuestro guía. Nos fijaremos, sobre todo, en los grandes movimiento que dibuja su Teogonía. Arriesguemos un símil: el tránsito del poema hesiódico al relato bíblico, sobre todo tal y como el cristianismo lo interpreta, es semejante al que uno experimentaría al ver un film de Wilder tras haber visto uno de Tarkovski, no sólo por lo que hace al resultado final, sino, también y sobre todo, en lo que respecta al desenvolvimiento y, en el caso de Tarkovski, la envoltura del tiempo. Pero para nosotros ocurre al revés: es como si nunca hubiéramos visto un film de Tarkovski y, de repente, saltáramos a él desde otro Wilder. 0 – Caos Primero fue el Caos (lo Abierto en el sentido de lo aún indeterminado, rico en posibilidades pero falto de consistencia). Sus dos hijos son Noche y Oscuridad, quienes, a su vez, dan a luz a otras figuras igualmente oscuras (dioses y diosas): Muerte, Sueño, Miseria, Burla, Discordia, Olvido, Engaño, Dolor... y Destino. 1 – Inicio: la «autopoiesis» de la tierra A continuación, sin ser engendrada, ya que el Caos neutral nada puede engendrar, se forma Gaia (la tierra, madre de todos los vivientes). Ésta es, de hecho, la única ocasión en la que Hesíodo no usa la expresión «de X, Y nació». La emergencia autopoética (es decir, espontánea y auto-creativa) de Gaia equivale a un Primera Movimiento que, sin embargo, no produce aún algo así como un mundo completamente configurado; pues el mundo no puede llegar a ser así, sin más. Así que de Gaia se elevan a su vez las montañas de la tierra. Y asimismo Urano (el cielo). Obsérvese que no hay aquí superioridad del cielo sobre la tierra, sino todo lo contrario, incluso si la tierra necesita del cielo para producir, como enseguida veremos, algo así como un proto-mundo. A continuación, de Gaia y Urano como primera pareja nace un primer conjunto de dioses y diosas (un primer conjunto, valdría decir, de fuerzas mundanos, que no meros objetos): los Titanes. 2 – El proto-mundo Segundo Movimiento. Con los Titanes, el mundo adquiere sus primeros rasgos, aunque todavía básicos. Los Titanes representan, en efecto, algo así como una primera configuración del mundo, no del todo consciente: un proto-mundo hecho de Tiempo, Movimiento, cualidades Brillantes, etc. Cada Titán simboliza uno de sus componentes. Pero no olvidemos que, aparte de los Titanes, todavía existe un antiguo grupo de dioses y diosas: los hijos e hijas del Caos, que deben ser vistos como fuerzas contramundanas. (De hecho, siempre estarán ahí; dicho de otra manera: siempre están aquí y están aquí para quedarse, sea cual sea el grado de configuración del mundo en cada caso, ¿o no es verdad que Miseria, Burla, Discordia, Olvido, Engaño, y Dolor, por ejemplo, siguen aquí con nosotros?). Volvamos ahora a la descendencia de Gaia y Urano. Crono y Rea se encuentran entre sus descendientes, por lo que hay que verlos en calidad de Titanes. Y con Crono y Rea comienza una nueva etapa en la formación gradual del mundo: una especie de movimiento poderoso, aunque todavía latente o no asumido del todo, hacia un mayor grado de consistencia que allana el camino que va del Caos al Cosmos. 3 – «Caosmosis», o la dinámica del mundo Tercer Movimiento, por tanto, de la que Crono es de alguna manera protagonista. Porque con la rebelión de Crono contra su padre Urano (un episodio cuyo significado no podemos examinar aquí), el inicio (la semilla) del mundo tal como lo conocemos ahora comienza a cobrar figura, dado que todo (no hay excepción alguna a esta regla) ha de tener un comienzo para ser; de ahí la figura de Crono, que simboliza el «tiempo contable». Del mismo modo, para que las cosas lleguen a existir, se necesita movimiento, de donde la figura paralela de Rea, que designa precisamente eso, el «movimiento». 4 – Posibilidad, potencia y determinación, o las fuerzas masculinas del mundo Cuarto Movimiento. Crono y Rea tienen seis hijos (tres dioses y tres diosas): Hades, Poseidón, Zeus, Hestia, Deméter y Hera. Y al igual que Crono se rebeló contra Urano, Zeus se rebela contra la ambición de Crono de mantener el mundo en su proto-estado, es decir, contra el paso del tiempo en su incesante devorar cuanto que llega a ser. Hades (I), Poseidón (II) y Zeus (III) simbolizan, por lo demás, las tres fases o momentos (en rigor, las tres fuerzas correlativas) de lo que Schelling llamará das Urereignis, o «Acontecimiento Primordial», es decir, el llegar a ser del mundo. Veamos ahora I, II y III por separado: I) Hades equivale a la ciega posibilidad de ser; II) Poseidón a su autoafirmación desbordante, incontenida: pura potencia que carece de forma e inteligencia; III) Mientras que Zeus simboliza el ser, la determinación plena de las cosas. Quien dice Poseidón dice también Dionisio en su calidad de pura vida emergente. Pero ni él ni Hades tienen descendencia (con la excepción de Tritón, en el caso de Poseidón). De ahí que Zeus sea el padre de la mayoría de los dioses olímpicos, que hay que entender en tanto que variaciones de su luz (excepto Afrodita, que nació antes de la castración de Urano por Crono; Hefesto, que Hesíodo dice que fue concebido por Hera por su cuenta; y Ares, a quien Homero retrata como la contraparte de Afrodita). Además, Zeus es también padre de la raza humana, padre de mortales e inmortales. Pues «lo que es puede decirse de muchas maneras», como dice Aristóteles, y «mortal» e «inmortal» son dos de las maneras en que puede decirse. Pero, de nuevo, no se puede excluir de este mundo a los hijos e hijas del Caos. Noche, Oscuridad, Muerte, Engaño… están aquí para quedarse, como ya hemos visto. No solo rodean el mundo desde fuera, sino que se infiltran en él y lo amenazan desde dentro. Y los olímpicos son, hay que subrayar esto con decisión, impotentes contra ellos. De ahí, por ejemplo, que los dioses griegos no puedan salvar a nadie de la muerte. Y de ahí también que la inmortalidad sólo pueda alcanzarse en el mundo de los vivos, siendo recordado. Asimismo, hay que dejar claro que el poema de Hesíodo no trata sobre cosas pasadas, sino sobre cosas presentes. Porque el mundo es lo que es y lo seguirá siendo mientras en virtud de la combinación dinámica de tres fuerzas: pura posibilidad, potencia y determinación. En otras palabras, el mundo nunca está hecho, sino que se hace; el mundo es devenir, pero también orden: orden impreso en el devenir, pero que no lo detiene. 5 – El cuidado del mundo, o sus límites femeninos Se recordará, con todo, que los hijos de Crono y Rea son seis, tres hermanos y tres hermanas. Hestia, Demeter y Hera aportan estabilidad al mundo, en contraste con la actividad las tres fuerzas masculinas. No son, así pues, parte del proceso caósmico, sino los límites que lo cuidan frente a todo exceso. Por lo tanto, son cualquier cosa menos deidades consortes: I’) En contraste con la falta de hospitalidad de Hades (repárese en que el inframundo, la región del Cosmos asignada a Hades, es donde van a parar los muertos) Hestia es la diosa de la vida doméstica, o sea, de lo habitable. II’) En contraste con los rasgos demasiado salvajes de Poseidón (su porción del mundo son las aguas profundas del mar, capaces de crecer con violencia), Deméter es la diosa de la fertilidad y la agricultura. III’) Por último, en contraste con la determinación múltiple pero incontrolada de Zeus, que se extiende a lo largo y ancho de la inmensidad del mundo viviente impulsándolo a engendrar todo para que todo pueda llegar a ser (de ahí sus numerosas relaciones sexuales), Hera es la diosa que cuida de lo que nace. Estas tres dimensiones femeninas no son pasivas en absoluto, por tanto: delimitan las fuerzas masculinas simbolizadas por Hades, Poseidón y Zeus, completando así el mundo. En definitiva, sin estas diosas femeninas el mundo quedaría incompleto, ya que todo mundo exige límites y cuidados. Nótese que los valores tradicionalmente asignados a lo masculino y lo femenino aparecen aquí invertidos; es algo que el cristianismo no recibirá tampoco de Grecia. Interpretado a la manera cristiana, el relato bíblico —cuyas complejidades son otras, nadie pretende negárselas— procede en un solo movimiento facetado, a lo más en dos; y en seguida es posible sospechar el desenlace. Ordena lo dado más bien que indagar en su sentido, y lo dispone de manera progresiva en torno a una figura familiar: nosotros. Algo se pierde ahí, indudablemente. Tal vez todo. N. B. Hemos tomado el término «caosmosis» del filósofo y psicoanalista francés Félix Guattari. Y el término «autopoiesis», de los biólogos chilenos Francisco Varela y Humberto Maturana. Lo que hemos tomado de Schelling, procede de su filosofía de la mitología. (Más en http://polymorph.blog) Saludos cordiales de Sofía y Carlos
Jueves, 3 de Septiembre 2020
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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