CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Antonio Piñero


Concluimos hoy nuestra serie sobre cómo nació y cómo se entendía- con diversos vaivenes la divinidad del faraón en el Egipto antiguo. Nos resta aún por tratar la evolución en el Reino Nuevo (1500-1000) = Edad del Bronce antiguo, medio y tardío.


Esta época “tardía” se caracteriza por la conciencia creciente de la indisponibilidad del futuro ¡incluso para el faraón que era divino! Es cuando se nos transmite en los textos egipcios la concepción de las divinidades en sí tienen unos planes de acción futura tanto desde el punto de vista del mañana y de la eternidad, planes que van unidos a una divinidad trascendente que tiene ante sus ojos y en sus manos el tiempo y la eternidad y todo lo maneja por medio de los oráculos que ella emite y por ciertos signos maravillosos.

Y el faraón, en esta concepción, no es el dueño de los oráculos ni de esos signos, sino las divinidades llamémoslas “esenciales”.

A este nuevo espíritu, o a este modo de comprender la divinidad del faraón como más claramente subordinada a las divinidades absolutas y trascendentes corresponde también una figura en la construcción faraónica, en concreto en el arte de la imagen que acompaña y decora sus construcciones

Ejemplo: la descripción de la batalla de Qadesh contra los hititas invasores de Egipto, por parte de Ramsés II: 1274 a.C. Se conserva en el llamado Poema de Pentaur, una larga inscripción copiada y conservada en varios templos y monumentos de la XIXª Dinastía. Ramsés II convirtió la batalla y la intervención de los dioses en ella en uno de los motivos de su reinado.

La batalla es adversa al Faraón al principio. El monarca está a punto de perecer a manos de los hititas y sólo la intervención expresa de la divinidad trascendente lo salva. Gracias a esta ayuda Ramsés II consigue la victoria.

Ahora bien, luego –tras esa intervención decisiva de lo “alto”-- hay ya un espacio para la propia voluntad del Faraón que conforma la realidad: sólo entonces hace un tratado de paz con los hititas que sustenta un estado de paz duradero = restaura el orden tras el caos.

Por consiguiente, se observa cómo a finales del segundo milenio a.C. (época también del presunto Moisés y del éxodo) cambia de nuevo –o se precisa- la concepción de la divinidad del faraón:

Esta divinidad tiene rasgos de secundaria: el ámbito de acción del monarca egipcio era

· menos una cuestión de una constelación interna de poder entre divinidades (es decir el poder del monarca emana esencialmente de su unión también esencial a la constelación divina formada por los dioses a la que pertenece) y

· más una cuestión de la construcción egipcia (humana) de la realidad y de sus concepciones de la acción (posible; no absoluta).

Así pues, con el paso del tiempo aumenta la libertad y a responsabilidad del rey (habíamos sostenido anteriormente que el faraón no tenía libertad alguna, sino que debía cumplir meticulosamente su programa de conformidad absoluta con los dioses, programa que señalaban los sacerdotes, y cuyos vigilantes eran también los sacerdotes mismos).

Pero, a la vez que disminuye la entidad divina del faraón, aumenta el ámbito de la acción de los dioses, sobre todo del dios oculto –supremo- que todo lo mueve.

Esta evolución concluye con la denominada "teocracia tebana" (= de la ciudad de Tebas = Memfis, la antecesora de El Cairo actual), controlada por la divinidad por medio de los oráculos, divinamente inspirados. Entonces el rey pierde significado político - religioso porque el rey no controla los oráculos, sino los sacerdotes como representantes de la divinidad.

Y al final de esta época (que concluye con la victoria de Alejandro Magno sobre Egiptro, su conquista y paso a ámbito griego y finalmente al poder de los sucesores de Alejandro), con los Ptolemeos acaba por desaparecer en la práctica la divinidad del Faraón.El rey deja de ser el ejecutor de las grandes hazañas de antaño y se convierte en el portador de una función, una función totalmente secundaria.

Ahora bien, es importante señalar que el esquema general teológico -ideológico de la filiación divina del rey y de la divinidad de su acción no se pierde jamás durante milenios a pesar de los ataques de la realidad.

Cuando observamos en templos egipcios de la época romana al emperador reinante dibujado como el Hijo de la divinidad, que está ocupado en mantener la buena marcha del mundo, hay que reconocer que el dogma de la divinidad del faraón ha resistido insensible a lo largo de todos los cambios políticos y de todas las reinterpretaciones religiosas.

Consecuencias para el éxito fulgurante del cristianismo en Egipto


Pero de hecho, al final del trayecto histórico de milenios, después de tantos cambios, tal divinidad se había convertido en una función, o cargo sacramental, que desarrollaba una función vacía de sentido que tenía cada vez menos que ver con la realidad… hasta que los egipcios se encontraron con el Cristo pantocrátor (que todo lo puede de verdad; omnipotente en verdad) que asumió esa función y la llenó con un nuevo sentido.

La marcha triunfal sin parangón del cristianismo en Egipto puede aclararse porentre otras razones por la existencia entre el pueblo del dogma de la filiación divina del faraón, desprovista de toda conexión con la realidad, pero sin embargo, siempre viviente a lo largo de los siglos. Cristo, el hijo de David, dinásticamente, y a la vez hijo de Dios por esencia asumirá el cargo del faraón y le dará de nuevo para el pueblo una plenitud de sentido.

Al parecer, antes de llegar a Egipto entre los paganocristianos el dogma de la divinidad de Jesús estaba firmemente asentado. En Egipto encontró su conformidad en una antiquísima religión (signo de ser "verdadera" en la Antigüedad) y se vio fortalecida y enriquecida.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com

Domingo, 12 de Junio 2011


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





Tendencias de las Religiones


RSS ATOM RSS comment PODCAST Mobile