Notas
Hoy escriben Sofía Torallas y Antonio Piñero
El famoso "Evangelio de Judas", que tanto dio que hablar en 2006 cuando apareció por vez primera -gracias a los medios de comunicación- la primera traducción a una lengua moderna de un códice muy antiguo, probablemente copia de un texto cuyo original podía remontarse al 150 d.C., merece unas palabras, para que nuestros lectores sepan cómo fueron las circunstancias que condujeron a su reaparición. Parece que el manuscrito fue descubierto en 1978 y sólo vio la luz en 2006. Esta historia rocambolesca es como sigue. El códice de Minya (lugar de descubrimiento, en Egipto) o Tchacos, denominado así por el apellido de la marchante que definitivamente lo vendió a la Fundación Mecenas de Ginebra, Frieda Nussberger-Tchacos, contiene entre otros textos, el nuevo “Evangelio Apócrifo de Judas”, fue excavado en el año 1978, de manera clandestina, en la zona del Egipto Medio, en Gebel Qarara, una zona de riscos secos, llenos de cuevas y oquedades en la provincia de Al-Minya, hecho que también coincide con las características dialectales de la lengua en que el texto está escrito, el copto. Los fellahim egipcios que hallaron el manuscrito iban buscando probablemente antigüedades para vender. Se toparon con una gruta entre los riscos. Hallaron una especie de cueva que reconocieron como una antigua tumba, donde vieron los restos de un individuo envuelto en un sudario y dos sarcófagos. Encontraron también una caja blanca al lado de los ataúdes. Dentro de la caja no había joyas antiguas…, sino libros. Los fellahim cayeron en la cuenta de que los libros antiguos tenían también un gran valor, por lo que se pusieron en contacto con un personaje, llamado Am Samiah, que se decía explorador y excavador, pero que su principal interés era de hacer de intermediario entre lo que se encontrase y los marchantes de El Cairo, quienes en último término podía transformar la “mercancía” en dinero…, siempre evitando a la policia y otros controles gubernamentales. Dentro de la caja había, pues un códice muy antiguo en escritura que los fellahim no entendían. Se trata de un códice escrito en papiro, que aún conservaba parte de su encuadernación, pero que por sus características, era una pieza muy delicada que requería un cuidado extremo en su manejo, cosa que por desgracia no fue precisamente el destino que le tocó padecer. Tipológicamente y también en lo que se refiere a su contenido, este manuscrito está muy relacionado con el hallazgo espectacular que tuvo lugar en el año 1945 en Nag Hammadi, más al sur en Egipto, en la zona de la Tebaida, de trece códices de aproximadamente la misma datación y también de contenido gnóstico, de los que también hablaremos más adelante. El códice llegó después de su hallazgo en 1978 a manos de un comerciante de antigüedades de El Cairo, llamado Hanna Asabil (en realidad se trata de pseudónimo, pues su identidad debía permanecer secreta). Posteriormente, y antes de que Hanna pudiera empezar a negociar la venta del códice, fue robado de su establecimiento, aunque subsiguientemente recuperado gracias a la intervención de un colega de Hanna en Ginebra, otro comerciante de antigüedades, griego. Recuperada la pieza, Hanna trató de venderla sin éxito durante años a diversas autoridades universitarias, sobre todo americanas. En ese momento, los años 70 y 80 del siglo pasado, el estudio de los mencionados códices de Nag Hammadi estaba en su apogeo. Las grandes ediciones de los textos y los amplios estudios estaban viendo la luz y la demanda de material copto gnóstico era entonces muy alta. Quizá fue esto lo que hizo pensar a Hanna que podría vender el códice al astronómico precio que demandaba. El primer informe que tenemos sobre el estado del códice es en 1983, cuando Stephen Emmel, conocido coptólogo, catedrático de la Universidad de Münster, Alemania, fue convocado junto a otros expertos para examinar un lote de manuscritos muy antiguos en las lenguas griega y copta. El comerciante no permitió a los expertos ni fotografiar ni tomar notas sobre los manuscritos. Emmel, sin embargo, se excusó un momento al lavabo con la intención de poner por escrito a escondidas el número máximo de elementos de la descripción del códice que en su opinión debía ponerse urgentemente en manos expertas para su restauración y su posterior estudio y edición. Los otros códices del mismo lote, también de los siglos IV-V d.C., en papiro y probablemente hallados en la misma zona, que se presentaban a examen para su posible compra eran un Éxodo en griego, un volumen que contenía las Epístolas Paulinas en su traducción al copto y un tratado de matemáticas en griego. Hay que resaltar que el valor de estos manuscritos para la filología es también altísimo, puesto que no sólo se trata de textos nuevos e interesantes, sino que constituyen nuevos ejemplos de códices de gran antigüedad, en papiro, de los que se conservan pocos completos con encuadernación, por lo que contribuyen en gran manera también al estudio de la cultura material. El encuentro con el comerciante en Ginebra no tuvo sin embargo el éxito esperado. Hanna exigía un precio muy superior al que las Universidades implicadas podían pagar, por lo que se rompió cualquier posibilidad de acuerdo. El profesor Kasser lamenta en su edición recientemente publicada de la traducción del texto del Evangelio, que las instituciones no se hubieran puesto de acuerdo para recaudar el dinero suficiente y rescatar el códice Tchacos a tiempo de evitar el futuro poco venturoso que, efectivamente, le esperaba. El comerciante egipcio, visto el fracaso de su intento de negociación, decidió depositar el códice en una caja fuerte en un banco de Hicksville, en Nueva York, donde parece ser que permaneció hasta el año 1999. El maltrato que había recibido hasta entonces el códice, que ya había pasado de mano en mano en el mercado negro de antigüedades en Egipto, y que había sido robado y recuperado, se vio entonces agravado por una estancia prolongada en un lugar cerrado, sin control en absoluto de las medidas necesarias de temperatura y humedad, y en el cambiante y húmedo clima de la costa Este norteamericana. No obstante, durante este periodo de tiempo, el comerciante egipcio siguió tratando de vender su lote a diferentes instituciones universitarias y bibliotecas. En un momento dado, debió de comprender que las negativas que recibía se debían sin duda al precio desproporcionado que pedía, aunque si pensamos en la suma astronómica que se pagó después, quizá no iba tan desacertado. En el año 2000, Frieda Nussberger Tchacos, una comerciante de antigüedades de origen egipcio, se hizo con nuestro códice, y precisamente de ella recibió su nombre. Posteriormente trató de vendérselo a la Universidad de Yale, que tras unos meses de examen, para lo que el códice fue depositado en la Beinecke Library de esta Universidad, decidió rechazar la oferta. Sin embargo, es importante notar que durante este periodo de depósito en la renombrada biblioteca, el Profesor Bentley Layton, otro eminente coptólogo de aquella universidad, también especialista en gnosticismo, identificó uno de los textos contenidos en el códice como el Evangelio de Judas Iscariote. En septiembre del año 2000, Frieda Nussberger Tchacos vendió el códice a un anticuario americano de nombre Bruce Ferrini, lo que supuso una gran desgracia para el estado de conservación del códice. Estuvo en sus manos un breve periodo de tiempo, en que lo congeló, lo cual acarreó un grave deterioro de las fibras de papiro y en general del estado del manuscrito. Al no poder pagar el precio estipulado con Tchacos, Ferrini devolvió el códice, que finalmente fue vendido a la Maecenas Foundation, en Suiza, en la que trabajaba el abogado que había ayudado a la anticuaria a recuperar la pieza. La venta se cumplió en febrero de 2001. Es lamentable el recorrido que este códice, como muchas otras piezas de gran interés arqueológico e histórico, hubo de hacer por el oscuro laberinto del tráfico lícito e ilícito de antigüedades, y que tanto contribuyó a su deterioro físico, y por tanto a la posterior dificultad de su estudio. Pero por desgracia el mundo se mueve por criterios económicos más que culturales, y ése es el precio que hay que pagar para seguir estando en el engranaje. Una vez ya en Ginebra, el manuscrito ha sido magistralmente reconstruido y restaurado. Las páginas, como se explicará a continuación, estaban muy deterioradas en la parte inferior, a lo cual se añade que fueron alteradas en su orden en el trasiego por el mercado, quizá para dejar más a la vista las páginas más espectaculares, circunstancia que ha dificultado mucho las tareas de restauración. Se calculaba que aproximadamente un 10 o un 15 por ciento del texto del evangelio se ha perdido. Hay partes del escrito que se conocen por fotografías previas a la desintegración o desaparición de algunos fragmentos: si tenemos en cuenta que a menudo se dividen arbitrariamente las partes de los manuscritos para obtener mejores precios en el mercado de antigüedades, todavía puede haber algún fragmento más esperando. Su primera presentación pública a la comunidad científica se produjo en el Octavo Congreso Internacional de Estudios Coptos, que se celebró en París en el año 2004, donde se debatió la posibilidad de la existencia de otros fragmentos del códice que circulaban en los Estados Unidos en fotografías y transcripciones. Lo cierto es que gracias a algunas fotos antiguas se han reconstruido, como decíamos, partes del texto, aunque el grueso se encontraba en el propio códice. Es la intención de la Maecenas Foundation devolver la pieza a su lugar de origen, es decir, a Egipto. Allí reposará en el Museo Copto de El Cairo, donde será expuesto después de un cuidadoso trabajo de restauración, en marcos de vidrio, por lo que apenas se verá alterado por el subsiguiente manejo por parte de los estudiosos. Saludos cordiales de Sofía Torallas Tovar y Antonio Piñero
Domingo, 10 de Mayo 2009
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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