CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Fernando Bermejo

La obra, no conservada, del funcionario imperial Sossianus Hierocles (Philaléthes Logos = Discurso amante de la verdad), nos es conocida por dos fuentes cristianas, la denominada Contra Hieroclem de Eusebio (¿de Cesarea?) y las Divinae Institutiones (V 2, 13 – 3, 26) de Lactancio.

Hierocles tuvo sin duda la Vida de Apolonio de Filóstrato como su fuente principal, y quizás como su única fuente. Por lo que parece, él leyó la obra de Filóstrato como un informe históricamente verídico de la vida de Apolonio. No sabemos si es que Hierocles era un individuo extraordinariamente crédulo, o si más bien quiso convencerse de que la obra era histórica porque necesitaba creer en su historicidad. Para su propósito, era esencial que la Vida de Apolonio contuviera la verdad sobre la figura histórica del taumaturgo de Tiana: si él hubiera empezado a dudar de ella o a discutirla en su obra, su caso se habría visto seriamente perjudicado, por no decir perdido de antemano. Por tanto, una creencia fundamentalista en el texto le era imprescindible.

El procedimiento que Hierocles parece haber seguido es el de la selección. De esa masa informativa y extensísima que es la Vida de Apolonio, él tenía que escoger aquello que le venía bien. En lugar de fijarse en las contradicciones de Filóstrato, él se fija, claro está, en las contradicciones de los evangelios. Y, sobre todo, establece un paralelo entre Apolonio y Jesús.

Las siguientes citas de Hierocles están extraídas de la obra de Eusebio:

“Por doquier repiten en tono glorificador respecto a Jesús que devolvía la vista a los ciegos y hacía maravillas de este tipo. Examinemos cuánto mejor y más prudentemente nosotros aceptaremos tales cosas y el juicio que tenemos respecto a los hombres dotados de poderes […] Mas en tiempos de nuestros antepasados, en la época del reinado de Nerón, tuvo su sazón Apolonio de Tiana, el cual desde muy joven y desde que en Egas de Cilicia fue sacerdote de Asclepio, el amigo de los hombres, llevó a cabo numerosos y admirables hechos, de los cuales, haciendo omisión de la mayoría, rememoraré unos pocos […] ¿Por qué hago mención de tales cosas? Para que sea posible comparar sobre cada punto nuestro propio juicio, riguroso y firme, con la ligereza de los cristianos, ya que nosotros al hombre que llevó a cabo tales cosas no lo consideramos dios, sino como un hombre grato a los dioses […] Merece la pena reflexionar sobre esto: que de lo relativo a Jesús se jactan Pedro, Pablo y otros como ellos, hombres mendaces, incultos y charlatanes, mientras que en lo relativo a Apolonio fueron Máximo de Egas, su compañero Damis y Filóstrato el ateniense, hombres de los más cultivados y que honraban la verdad, quienes, movidos por el amor a la humanidad, no quisieron dejar caer en el olvido las acciones de un hombre noble y amigo de los dioses” (Eusebio, Contra Hieroclem 2, 5-32)

Otro día comentaremos estos pasajes y lo poco que podemos aún conocer de la obra de Hierocles, a partir de los escritos de Eusebio y de Lactancio.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo

Jueves, 12 de Mayo 2011


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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