Notas
Escribe Antonio Piñero
El título de esta postal es el de un libro cuya primera redacción, básica, fue escrita por mí hace mucho tiempo. Fue mi memoria a cátedra de Filología del Nuevo Testamento la Universidad Complutense de Madrid, en la que una de las obligaciones era presentar un ensayo / libro sobre “Concepto, método y fuentes” de la asignatura en cuestión, en esta caso de filología neotestamentaria. Como la cátedra era nueva, no podía inspirarme en ningún caso precedente. Así que tuve que ingeniármelas para montar ese ensayo sobre el tal concepto / método y fuente, y escribirlo. Había que tener en cuenta que se trataba de filología, de historia antigua, de historia de las ideas y no de teología. Si no me equivoco, la oposición a esa cátedra complutense se convocó en agosto de 1983 y se celebró en el primer semestre de 1984. Éramos cuatro opositores, y al final quedé yo solo. Explico por qué. Creo que la razón no fue que tuviera yo más méritos personales que los otros tres candidatos, sino la dureza de los ejercicios prácticos. En aquel entonces las oposiciones eran todas en Madrid y constaban de seis ejercicios… todo larguísimo. Con un solo opositor podía durar la prueba una semana o más y todos los ejercicios eran públicos (luz y taquígrafos). El quinto ejercicio eran los “prácticos”, que podían prolongarse lo que quisiera el tribunal. Las pruebas consistían en traducción y comentario de textos, con o sin diccionario, de la lengua o lenguas que eran la materia de la cátedra. En el caso de la Filología Neotestamentaria la lengua básica era el griego antiguo, naturalmente, ya que todo el Nuevo Testamento se compuso en esta lengua (¡no en arameo, como cree la gente sobre todo de los evangelios!). No todos los autores del Nuevo Testamento eran nativos, es decir, no tenían como lengua madre el griego, pero sí utilizan con cierta desenvoltura el griego como medio común de expresión, incluso literaria. En el Mediterráneo del Imperio Romano del siglo I de nuestra era el griego era la lengua común, por encima del latín, incluso, reservado a la administración. Ahora bien, no se puede estudiar a fondo el Nuevo Testamento sin conocer también otras lenguas antiguas. Obligatorias son otras tres: latín, hebreo (como base del 99,80% aproximadamente de la Biblia hebrea) y el arameo, como lengua madre de Jesús. Y para el estudio de la expansión y concreción del texto del Nuevo Testamento son también muy interesantes, diría que casi obligatorias, el siríaco (arameo occidental) y el copto. Pues bien, los ejercicios prácticos eran de esas lenguas. Los ejercicios o pruebas de latín, griego, hebreo y arameo eran obligados, inexcusables. Y siríaco y copto a elegir por el tribunal. Yo pedí al tribunal concreto que me toco en suerte –ya que en aquella época yo estaba inmerso en la edición española de los Apócrifos del Antiguo Testamento (Editorial Cristiandad. Madrid. Publicados seis volúmenes. Falta el séptimo con los índices)– que también hubiera exámenes de traducción de un par de lenguas más, pero solo de textos del Nuevo Testamento, a saber de eslavo antiguo y etíope clásico. Estas son lenguas importantes en la edición de esos apócrifos veterotestamentarios (sobre todo para “Jubileos”, “Ciclo de Henoc” y “Ascensión de Isaías”), y yo me había empeñado en introducirme en lo básico de esas lenguas para poder “corregir” o editar esos textos con solvencia. Mejor escribir “revisar”. “Corregir” es demasiado tratándose de obras en etíope, antiguo búlgaro o eslavo eclesiástico, traducidas y comentadas por esa serie por gente de la talla inmensa de Aurelio de Santos Otero y Federico Corriente, ante los que yo era literalmente un enano), Y así fue. Exámenes públicos de ocho lenguas antiguas. Los otros tres opositores, cuando les anunció el tribunal que los ejercicios prácticos de traducción y comentario podían ser de tales lenguas antiguas, renunciaron. Finalmente, en ese terrible quinto ejercicio de traducción y breve comentario, me examiné de latín griego, hebreo y arameo, y de las otras cuatro hubo un sorteo… El tribunal estaba aburrido al ser el opositor uno solo, así que decidió abreviar ese último caso. En el sorteo salió el copto. Pasaron todos los trances, saqué la cátedra y surgió la pregunta: ¿qué hacer con el material acumulado en la memoria de cátedra? Fue entonces cuando intervino el Dr. Jesús Peláez. Ya era él “Profesor titular de Filología Griega”, en la Universidad de Córdoba, y se preveía que una cátedra de Filología Griega, con perfil de “Filología Neotestamentaria” se dotaría tarde o temprano en esa misma Universidad. Todo esto ocurría entre 1990 y 1994. J. Peláez utilizó como base lo que yo había escrito, pero hubo de reescribir gran parte de la susodicha memoria; rehízo el capítulo de lengua griega de la época helenística, Koiné, la lengua del Nuevo Testamento; compuso casi ex novo los capítulos de lexicografía y sintaxis, y algunas cosas más, como temas de traducción y bibliografía actualizada. Total, que el Dr. Peláez sacó también su cátedra en 1993, si no me equivoco, y como él era también director de la editorial El Almendro, de Córdoba decidió conmigo publicar en forma de libro una actualización de lo que fue la susodicha memoria “Concepto método y fuetes” de dos cátedras de Filología Neotestamentaria. Y así nació este libro, que es el que ahora presento en su tercera edición (no cuento reimpresiones, si es que las hubo; 1996 – 2003, edición en inglés de Deo Publishing, Leiden-N. York; 2019: Herder, Barcelona). Hch aquí la ficha: Editorial: Herder Editorial ISBN: 9788425442407 Publicación: 01/2019 Formato: Rústica con solapas Idioma: Español Número de páginas: 570 Tamaño: 14.10 x 21.60 Precio: 35 €. Esta obra no es una introducción al uso del Nuevo Testamento, sino propiamente algo previo: cómo se debe y puede estudiar el primer corpus de escritos cristiano. Se trata, entre otras cosas, de una exposición de la historia de la investigación del Nuevo Testamento, y de una visión de conjunto de los temas principales que debe abordar su estudio: canon o lista sagrada de las obras neotestamentarias; crítica textual; estudio del sustrato del Nuevo Testamento (influjos de diversas religiones) y personajes; Métodos y aproximación al estudio sincrónico y diacrónico del Nuevo Testamento. La traducción del texto bíblico neotestamentario. En otro momento especificaré el contenido. Seguiré en otras ocasiones explicando más pormenorizadamente el índice de este libro y su posible interés para los aficionados al estudio de los orígenes del cristianismo y sus primeros escritos. Saludos cordiales de Antonio Piñero http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html
Jueves, 31 de Enero 2019
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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