CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero

Hoy escribe Antonio Piñero


Seguimos enumerando las posibles consecuencias de todo lo argumentado hasta el momento, y empalmaos con la nota anterior (3,10-32, publicada el viernes 25-12-2009)

2. Tampoco parece descabellado pensar que sobre esa base escatológica –con o sin interpretación pascual- se superpuso el relato de la institución de la Eucaristía, es decir cómo Pablo, gracias a una visión de Jesús, supo cómo había que interpretar lo que se hizo y dijo en aquella cena de despedida.

Hay que suponer que la fuente de la que dispusieron los evangelios para acceder al pensamiento de Pablo fue:

· Una copia de 1 Corintios,

· O bien una liturgia eucarística que se celebraba en las comunidades cristianas de fundación paulina.

3. El que la Última Cena no contuviera ninguna institución de la Eucaristía explica perfectamente la ausencia de ésta en los Hechos de los apóstoles y en la Didaché. Sin duda, la mejor explicación de la ausencia del tema de la institución eucarística en la iglesia de Jerusalén y en el judeocristianismo más primitivo es que ninguno de los dos sabía nada de la Eucaristía.

Se refuerza esta opinión con los datos siguientes, ya bien conocidos:

• Los judeocristianos de Jerusalén tenían una devoción extraordinaria por el Templo:

- Lc 24,53 “Y estaban siempre en el Templo bendiciendo a Dios”,
- Hch 2,46 “Acudían al Templo todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu, partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón.”
- Hch 3,1: “Pedro y Juan subían al Templo para la oración de la hora nona”.

• Pablo cumple las normas de piedad del judaísmo visitando el Templo y haciendo el voto de nazireo:

“Haz, pues, lo que te vamos a decir: Hay entre nosotros cuatro hombres que tienen un voto que cumplir. 24 Tómalos y purifícate con ellos; y paga tú por ellos, para que se rapen la cabeza; así todos entenderán que no hay nada de lo que ellos han oído decir de ti; sino que tú también te portas como un cumplidor de la Ley” (Hch 21,23-24).

• Santiago, el dirigente de la iglesia de Jerusalén, era considerado un modelo de judío íntegro y piadoso: según Hegesipo (mediados del siglo II) citado por Eusebio, Historia Eclesiástica II 23,44-8, nos enteramos dre los siguiente:

: “Santiago, el hermano del Señor […] era llamado ‘justo’ por todos, desde los tiempos de Jesús hasta los nuestros […] porque era justo desde el vientre de su madre, No bebía vino ni bebida espirituosa; no comía carne; la cuchilla no ascendió a su cabeza, ni se ungía con aceite ni utilizaba los baños [… es decir, era nazireo], acostumbraba entrar sólo en el Templo y de rodillas rezaba a Dios para que perdonara al pueblo. Y de tanto estar así sus rodillas se pusieran duras como las de un camello…”

· La realización de un acto sacramental, expiatorio, fuera del Templo, estaba estrictamente prohibido en el judaísmo; por tanto también para estos piadosos judíos.

Practicar la Eucaristía tal como la describe Pablo –además, con el significado de una ‘nueva alianza’- hubiera supuesto un acto de ruptura con el sistema religioso judío, hubiera significado fundar de hecho una religión nueva…, como ocurrió en cuestión de decenios con el cristianismo de tipo paulino, condenado por los judíos como absolutamente herético ya a finales del siglo I (son los cristianos los minim o herejes, sobre los que se pide la aniquilación por parte de Dios, de la bendición 12 de las “Dieciocho bendiciones”).

El judaísmo no tenía propiamente en el siglo I ninguna concepción parecida a la de “sacramento” como la que desarrollarán más tarde los cristianos pasado el tiempo, pero sí la idea básica: toda acción que conllevara el perdón, la gracia divina o la presencia divina había de hacerse en el Templo y por medio de los sacerdotes de la estirpe de Aarón y Sadoq.

En el judaísmo no cabe ni por asomo la idea de la “comunión o ingestión del dios”. Y la eucaristía cristiana, con su ingestión de vino y pan como sangre y cuerpo de Cristo se parece muchísimo a este concepto.

4
. Por último, para un buen judío comer el cuerpo de un Jesús divinizado, o sobre todo beber su sangre, aunque todo fuera entendido simbólicamente era absolutamente imposible.

Es probable que lo consideraran un rito parecido a la omofagia (comer carne cruda) de los ritos dionisíacos y que fuera hasta repugnante para su sensibilidad, acostumbrada a ver en la sangre un elemento no comestible por la ley de Lev 17,14 y 19,26:

- “Porque la vida de toda carne es su sangre. Por eso mando a los israelitas: «No comeréis la sangre de ninguna carne, pues la vida de toda carne es su sangre. Quien la coma, será exterminado”

En síntesis, el que los miembros de la iglesia de Jerusalén practicar una Eucaristía de tipo paulino hubiera sido abolir cuatro puntos fundamentales del judaísmo de su tiempo, del que eran fieles adeptos, a saber:

- La piedad apegada al Templo;
- El valor del sacerdocio derivado de Aarón;
- Los ‘sacramentos’ de expiación,
- La alianza establecida por Dios en el Sinaí, reemplazada por otra nueva.

Dijimos ya que no convencen en absoluto los argumentos de muchos investigadores, que siguen al teólogo alemán, ya fallecido, Joaquim Jeremias, de que estos dos textos primitivos -Hechos y Didaché- no citan la eucaristía porque era un “secreto” que los judeocristianos había que guardar ante los paganos, como hacían los adeptos de las religiones de misterios.

En nuestra opinión, ocurría exactamente lo contrario: los cristianos paulinos estaban interesadísimos en sostener ante esos adeptos a los misterios que la eucaristía cristiana era muy superior en todos los sentidos a sus molestas, costosas y largas iniciaciones.

Concluiremos pronto. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com

En el otro blog de “Religión Digital” el tema es:

“Pablo no tiene conflictos en la Iglesia. Visión sesgada del Apóstol en los Hechos de Lucas”.
De nuevo saludos



Lunes, 28 de Diciembre 2009


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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